Este texto forma parte de una serie de artículos y opiniones en torno a la asunción de Trump y el derrotero de múltiples asuntos de la justicia social. Publicados en la Revista Social Justice: A Journal of Crime, Conflict & World Order con el siguiente link http://www.socialjusticejournal.org/the-possible-futures-of-trumps-america/
¿NUEVO JEFE O VIEJO JEFE? LA AGENDA DE TRUMP Y DE LAS CORPORACIONES
Escribe Colin Jenkins es Magister en Políticas Sociales, Fundador del Departamento de Estudios Socio-Económicos del Hampton Institute, un laboratorio de la clase trabajadora. Es miembro del Partido Socialista de los Estados Unidos, anarquista y miembro de la Industrial Workers of the World, nacida en Chicago en 1905.
Los ricos no precisan una relación de vida o muerte con la verdad y sus preguntas; pueden ignorar la verdad y de todas maneras pueden prosperar. No me sorprende que muchos de ellos tengan a la literatura como una decoración…la vida es una decoración para ellos; las relaciones son ornamentos. Su ‘trabajo’ no es otra cosa que algo fútil. Apenas para llamar la atención por un rato.
–Sergio Troncoso– escritor
En febrero de 2016, el entonces candidato presidencial Donald Trump fustigó a sus contrincantes por su vinculación con los banqueros de Wall Street. “Los conozco a los muchachos de Goldman Sachs. Ellos lo tienen controlado a Ted Cruz, y también la tienen bajo su poder a Hillary Clinton”. Durante toda la campaña, tanto para lograr la candidatura republicana como para la presidencia, Trump hizo hincapié en ese juego de estar adentro y afuera de la elite, pero funcionando como el que denuncia a esa elite. Un multimillonario descontrolado que está dispuesto a lanzar a los leones a los miembros de su club exclusivo.♦
Decenas de millones de norteamericanos, saqueados por décadas por los préstamos usureros, la falta de trabajo, y por una deuda inconmensurable, salieron de su madriguera, enfervorizados por esta tela de araña anti-establishment de Trump, sedientos de la carne que él prometía bajar del castillo en la montaña…♦
Pasaron nueve meses, y Trump ganó. Con la impronta que usó George W. Bush, metió sus millones y la arrogancia elitista para sentarse en una banqueta de un bar junto con ‘nosotros’. Con la impronta de Ronald Reagan le dio forma a los crónicos problemas económicos de la clase trabajadora estadounidense para llevarlo al terreno de los odios raciales y xenófobos. El infame muro de Trump es la versión actualizada del mitológico “welfare queen” de Reagan (NdeT: una figura femenina comprobadamente falsa quien según Reagan, en la campaña lanzada en 1976, se la pasaba cambiando de domicilio y de nombre para seguir recibiendo ayuda benéfica del estado). Ambos, el muro y la beneficencia, son extraordinarios trucos pensados para distraer la atención de los voraces y exhaustos leones de la clase trabajadora, desviándola de los poderosos y focalizándola en los otros pobres, los de su mismo palo. Tan viejo como divide y reinarás. ¿Resultado? Un rico multimillonario elevado al lugar más importante del país por 63 millones de trabajadores, en medio de un período de inédita desigualdad entre ricos y pobres.♦
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Considero que el personaje-Trump termina apenas asuma la presidencia.
Así como fue con Barack Obama en 2008, el marketing anti-establishment de Trump también terminó con un gabinete super-establishment. En las 6 semanas subsiguientes a su victoria, Donald Trump armó lo que algunos definen como el comando administrativo de los multimillonarios. El probable gabinete que anunció el 7 de diciembre de 2016 sumaba, combinando las fortunas de todos ellos, 14 mil millones de dólares. Unas 30 veces más que lo que suma el de George W. Bush. Pero atención: ese grupo es solamente la mitad de los funcionarios. Así que en vez de ‘secar el pantano’ como había prometido, Trump sacó a relucir su instinto de empresario de bienes raíces y expandió ‘el pantano’ hasta convertirlo en una cloaca de proporciones cósmicas. Para los trabajadores, esto significa que el Presidente de EE.UU. y su entorno están absolutamente lejos de las luchas cotidianas. Más que nunca.♦
Digamos que el hecho de tener una fortuna personal no implica, de por sí, tener una ideología anti-trabajadores, pero casi siempre fija un modo, un tono que legitime esa fortuna, promueva falsas meritocracias y fabrique narrativas irreales que se basan en la ‘responsabilidad individual’ y el ‘esfuerzo sin ayuda de nadie’, lo que ignora la realidad material de las clases populares. Por sus acciones y por sus dichos, no hay ninguna razón para pensar que Trump y su gabinete vayan a ser otra cosa que un desastre para los más necesitados.♦
QUIEN ES QUIEN EN EL GABINETE
La elegida para el área Educación Betsy DeVos, quiere privatizar la educación y que funcione como una industria más en una economía capitalista competitiva. “No nos engañemos con que la educación pública no es una industria”, declaró a una multitud en Texas. “Debemos abrirla a los inversores e innovadores”. En otras palabras, que la educación tenga los criterios de riesgo-rentabilidad, con lo que inevitablemente se van a bajar los salarios, los beneficios y los estándares de los empleados, que son ni más ni menos que los maestros. Todo para maximizar la ganancia. Nada de positivo para los trabajadores de la educación que enseñan para ganarse el sustento, ni menos para los hijos de los trabajadores que usarán ‘el asiento de atrás’ de lo que permitan los márgenes de ganancia.♦
Andrew Puzder, elegido como Secretario (ministro) de Trabajo ha demostrado sobradamente su impronta antiobrera como CEO de los restaurantes CKE. El Fiscal general de Nueva York, Eric Schneiderman calificó la convocatoria a Puzder como “una decisión cruel y desconcertante de Trump” aseverando que como presidente de la cadena de comidas rápidas (3300 locales en EE.UU y resto del mundo) “le robó reiteradamente a los empleados”. Uno de los empleados del CKE lo definió como “uno de los peores gerentes de restaurantes que existe”, y remarcó que sumarlo al gabinete “es una señal que Trump le da a los trabajadores de los días por venir: bajos sueldos, salarios robados, prepotencia sexual y discriminación racial”. Nada bueno para las docenas de millones de trabajadores norteamericanos que desesperadamente buscan un empleo asalariado.♦
La decisión de poner a Ben Carson al frente del área Vivienda y Urbanismo fue duramente cuestionada por los programas gubernamentales de asistencia que ahora él va a supervisar. Más que ver esos programas de vivienda como necesidades dentro del sistema capitalista que deja sin recursos a mucha gente para satisfacer sus necesidades básicas, Carson los califica como “experimentos socialistas” que “intentan infiltrar cada parte de nuestras vidas”. Incluso dijo que el gobierno esté «para hacer una política de viviendas para mejorar las oportunidades disponibles para los ciudadanos de bajos ingresos» puede ser «francamente peligroso». Nada positivo para los millones de trabajadores norteamericanos que dependen de los programas de vivienda para tener un techo para su familia.♦
Mientras que la mayoría de los planes de Trump se han ocultado en vagas retóricas políticas («Making America Great Again», «crear una economía dinámica en expansión» con «planes fiscales para el crecimiento» y «nuevos marcos reguladores modernos»), todo sale de la misma agenda neoliberal que ha conformado la política estadounidense durante las últimas tres décadas, apenas reempaquetada con discurso. Si sus propios negocios dan la pauta de qué siente sobre la gente trabajadora, la agenda presidencial de Trump seguramente será anti-trabajadores. A lo largo de los años Trump ha recibido muchísimas demandas por causas tan diversas como amenazas antisindicales hasta el pago de salarios por debajo del mínimo. «En un caso, la Organización Trump pagó 475,000 dólares para liquidar un reclamo con casi 300 empleados de los clubes de golf de Los Ángeles, en una demanda colectiva que alegaba salarios no pagados y discriminación por edad, entre otros delitos». En otro caso, fue castigada “por una suma no publicada por el empleo de inmigrantes polacos indocumentados que «recibían U$S 5 por hora o menos -cuando se les pagaba-» y «trabajaban turnos de 12 horas, siete días a la semana sin reconocimiento por las horas extras». En marzo 2016, los trabajadores del hotel Trump de Las Vegas presentaron un recurso de queja en la Comisión Nacional de Relaciones Laborales alegando que fueron «interferidos, restringidos y coaccionados» para evitar la sindicalización. Decenas de quejas similares contra los negocios de Trump han salido a la luz a través de los años, incluyendo alarmantes tendencias de la misoginia contra las empleadas mujeres.♦
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Como cualquier slogan de marketing, “Make America Great Again” no tiene un significado o planes concretos.
Recuerda algún pasado glorioso que nos permite especular con un cambio genérico, y su vaguedad propositiva habla a cada uno lo quiera imaginarse; un abanico de bellezas al gusto del espectador. El “plan de impuestos para el crecimiento” vuelve sobre la ideología neoliberal que fue implementada por Reagan y que sobrevivió con cada uno de los gobiernos subsiguientes. Siempre con el argumento de que bajar los impuestos a las empresas incentivaría a las corporaciones a quedarse en Estados Unidos, crear trabajos, lo que inevitablemente aumentaría los ingresos de las empresas y todo eso se derramaría sobre el conjunto de la sociedad. El único inconveniente es que esto nunca pasó. Por el contrario, la implementación de esas políticas tuvo como verdadero correlato el éxodo masivo de empresas norteamericanas a otros países; en parte por los tratados de libre comercio como el NAFTA (con México y Canadá), otro poco por la globalización del sistema capitalista que permitió la formación de un pool internacional para reemplazar a las masas de trabajadores industriales y sindicalizados que había en tantos países, incluyendo EE.UU.♦
Entre 1986 y 1988, Reagan bajó los impuestos que pagan las empresas (impuesto a la renta y a las ganancias) del 46% al 34%, pero para entender lo significativo de esta baja hay que recordar que esos impuestos estuvieron entre el 46% y el 52,8% desde 1951 hasta la llegada de Reagan. Ese cambio que introdujo se mantuvo casi inamovible durante los 16 años de gobiernos demócratas. A contramano de los neoliberales que entienden que reducir esos impuestos impulsa a las empresas a quedarse e invertir en el país, la realidad es que las empresas estadounidenses se fueron, y eso explica la tremenda caída de la masa de trabajadores: de 19 millones 500 mil operarios que tenía la industria manufacturera en junio de 1979, se pasó a 11 millones 500 mil en diciembre de 2009. En esos 30 años se perdieron 8 millones de puestos de trabajo en la industria. Desde agosto de 2000 a febrero de 2004, esto es, durante 43 meses consecutivos, desaparecieron puestos de trabajo industriales, la franja más extendida desde la Gran Depresión. Esta tendencia continuó. Del año 2000 a 2016 se recortaron 5 millones de puestos de trabajo en las industrias manufactureras. De acuerdo al Center for American Progress, “las multinacionales norteamericanas, las grandes compañías que emplean a la quinta parte del total de los obreros en EE.UU., recortaron 2 millones 900 trabajadores en el país en la década del 2000, al tiempo que generaron 2 millones 400 mil puestos de trabajo en el exterior”. Y todo esto, reiteramos, a pesar de la baja de los impuestos. Lo que Trump propone es bajar esos impuestos aun más.♦
En la misma hoja de ruta neoliberal, Trump prometió “reducir años de desastrosas regulaciones unilateralmente impuestas por una burocracia fuera de control”. Otra iniciativa fallida, intentada y probada durante décadas, que lo único que consiguió es que las corporaciones de por sí incumplidoras, tengan mayor campo de maniobra. Trump proyecta repatriar cientos de miles de millones de dólares que las corporaciones norteamericanas han estado escondiendo en bancos extranjeros durante años. Otorgándoles una especial inmunidad justamente a aquellas empresas evasoras que se aprovecharon de ‘vacíos regulatorios fiscales’, dándoles una reducción temporaria en los impuestos del 35% al 10%, Trump cree que van a reingresar 5 billones de dólares (aunque algunos reportes lo estiman más próximo a los 2 billones 500 mil millones de dólares). Desgraciadamente, la última vez que hubo este tipo de inmunidad, en 2004, “el Congreso reportó que las empresas usaron más del 90% del cash repatriado para enriquecer a los accionistas, en general a través de recompra de acciones. Asimismo, las Corporaciones que más dinero repatriaron, recortaron empleos”.♦
La agenda económica reciclada de Trump ha demostrado una y otra vez que ensancha las arcas de las empresas a expensas de los intereses de los trabajadores. El muy difundido acuerdo con Carrier, que fue facilitado por Trump y por las promesas de mantener 800 empleos en el estado de Indiana, es un perfecto ejemplo del error de apreciación. El acuerdo con Carrier –se dice- incluía un perdón fiscal, que es la mayor herramienta del plan de impuestos que quiere impulsar, aunque eso le cueste al Estado la pérdida de 6 billones 200 mil millones de dólares en impuestos a lo largo de una década. A decir verdad, no solo este enfoque “hambrea a la bestia” (NdeT: una jerga que significa dejar de darle de comer al Elefante Blanco Estatal) como oportunamente pretendía Reagan, sino que lisa y llanamente, como se ve a lo largo de 4 décadas, no crea empleos en EE.UU. Las empresas norteamericanas, hoy por hoy, pagan el mismo rango de impuestos que se pagan en los países del G7, un promedio del 30%. Eso significa que no se van del país en busca de menor carga impositiva. Ellos evaden impuestos porque pueden y no hay nada que justifique que los vayan a pagar porque se los reduzcan. También relocalizan sus empresas por “mano de obra barata” que en diversos lugares roza la esclavitud, y eventualmente se mudan porque les ofrecen infraestructura más beneficiosa. Como apuntaba el New York Times apenas se conoció el acuerdo con Carrier: “United Technologies es una empresa emparentada Carrier y nunca se excusó por los impuestos para trasladarse al exterior. Al contrario, mencionó la ‘infraestructura existente’ y los ‘fuertes insumos’ en Méjico. Además, United Technologies afirma que puede ahorrar 65 millones de dólares anuales al trasladar su operatoria a Méjico por los bajos salarios’.♦
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El plan económico de Trump no cambia nada de lo que ha sido la agenda neoliberal pro-corporaciones de los últimos 30 años….
…y en muchos casos la empeora, porque esas estrategias nunca beneficiaron a la mayoría de los trabajadores norteamericanos. Continuarán representando un abismo entre todos los que vivimos y dependemos de un salario y los que viven la realidad de Trump y su gabinete.
No tenemos más alternativas que rechazar esta agenda, lo que no será fácil. Es el mismo caballo con otra monta; el que nos mantiene a los asalariados en la lucha cotidiana por salarios dignos, viviendas adaptadas a nuestros presupuestos, atención médica confiable y educación de calidad para nuestros hijos. Esa batalla la tenemos que dar en nuestras comunidades, en nuestros lugares de trabajo y en las escuelas de nuestros hijos, pues es una batalla que sostenemos desde hace décadas y este no es un cambio para mejor.♦♦
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