50 años después del asesinato del General Rene Schneider, Comandante en Jefe del Ejército, a manos de la CIA, y por orden de Henry Kissinger, el Secretario de Estado de Richard Nixon, Chile está en rebelión.
El crimen de Schneider, decidido por el director de la CIA, Richard Helms, a instancias de Kissinger y Nixon, fue la operación encubierta FUBELT, que acaba de ser desclasificada -como ha ocurrido recientemente con el arreglo entre el gobierno israelí de Golda Meir y el brutal dictador paraguayo Alfredo Stroessner, para recibir 60.000 palestinos expulsados de sus territorios tras la Guerra de los Seis Días-.
Por años, o décadas, los dueños del poder repitieron y publicaron: ‘son denuncias de terroristas’ o ‘tramas subversivas’. No. En tal caso ha sido a la inversa. Porque los documentos desclasificados en uno y otro caso demuestran que los terroristas y subvertores del orden colectivo y/o institucional, han sido ellos.
Medio siglo es una vida. No solo la vida de quienes fueron masacrados, sino la vida de dos generaciones que no han podido ser.
Todo lo demás, sean los carros de asalto, el gas pimienta, los camiones hidrantes con líquido azul, las balas de plomo y las de goma, las manos amputadas de Víctor Jara, los incontables exilios, los milimétricos vuelos de la muerte que reconstruye Patricio Guzmán en su película El Botón de Nácar, los presos políticos de ayer y de hoy, el asalto empresarial de los bosques nativos habitados por los mapuche en la Patagonia chilena…todo eso nació la noche del 21 de octubre de 1970, cuando comenzaron a matar a Schneider, quien iba a morir por las heridas 3 días después. Era claro que el general Schneider no iba a impedir la asunción del gobierno de la Unidad Popular y su presidente electo, Salvador Allende. Si no se privaron de armar y ejecutar su asesinato, ¿de qué no se iban a privar hasta el 11 de septiembre de 1973 para destruir al pueblo chileno y durante la dictadura?
El 15 de octubre de 1970, el oficial en Jefe de la CIA -Central de Inteligencia Americana, Thomas Karamessines, se reunió con Henry Kissinger y su asesor militar, Alexander Haig (luego Secretario de Estado de R. Reagan durante la guerra de Malvinas), para analizar los últimos detalles del golpe que planeaban en Chile. Acordaron que si el golpe fracasaba ‘iba a tener repercusiones desafortunadas tanto en Chile como internacionalmente’, y por eso Kissinger dio instrucciones a la CIA para que ‘continuara la presión sobre cada punto débil que encontraran en Allende…’.
Al día siguiente, la oficina central de la CIA en Washington transmitió las conclusiones de que Kissinger sostenía ‘una política firme y sostenida de que Allende debe ser derribado por un golpe’, preferentemente antes del 24 de octubre, cuando el Congreso chileno debía ratificar la victoria electoral. Por eso pactaron con el General (RE) Roberto Viaux, proclive a dar el golpe, una suma de 250.000 dólares (más de 10.000.000 al valor actual) para ‘mantener aceitada la maquinaria del golpe y “encourage him to join forces with other coup planners so that they may act in concert either before or after 24 October.” (NdeR: ‘instigarlo a unir fuerzas con otros golpistas para que actúen concertadamente antes o después del 24 de octubre’).
El magnífico e insistente trabajo del National Security Archive, empujó para que los documentos fueran desclasificados.
Casualidad o no, 50 años después, Chile votó por barrer el golpe de la CIA y aniquilar el legado de Augusto Pinochet y los Chicago Boys.
Lo que sigue es un reportaje desde las trincheras de la Plaza de la Dignidad, en la noche del 25 de octubre, logrado por el Colectivo Editorial Crisis, responsable de www.purochamuyo.com / Cuadernos de Crisis.
Responde Diego Ortolani, militante social y de DD.HH., Biólogo formado en la Universidad de La Habana. Y luego, un testimonio de Pablo Sepúlveda Allende, nieto de Salvador Allende.
¿QUÉ SE VOTÓ ESTE 25 DE OCTUBRE?
D.O: La papeleta del voto consta de 2 preguntas. La primera es si el votante Aprueba o Rechaza que se redacte una Nueva Constitución (NC) para Chile. De ahí que las campañas en torno al Plebiscito se hayan articulado fundamentalmente en torno al Apruebo o el Rechazo, y esa ha sido su simbolización fundamental. La Constitución vigente en Chile, es la llamada Constitución del ‘80, pergeñada por un grupo de intelectuales orgánicos de la dictadura cívico-militar, comandados por Jaime Guzmán (fundador también del partido Unión Demócrata Independiente, UDI, la derecha más dura y defensora fundamental del legado pinochetista todos estos años). Si bien tuvo una cantidad de reformas importantes (sobre todo en el Gobierno del “socialista” Ricardo Lagos, 2000-2006), sigue siendo la Constitución de Pinochet. Por eso el resultado de la votación tiene una gran carga simbólica.
¿POR QUÉ A PESAR DE LAS REFORMAS ESAS, SIGUE SIENDO PINOCHETISTA?
D.O: Porque si bien es cierto que las reformas del período de Lagos eliminaron algunos de los llamados “enclaves autoritarios” de la Constitución del 80 (como los senadores designados y vitalicios, la autonomía de las Fuerzas Armadas respecto del Gobierno constitucionalmente elegido, etc.), y luego durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet (2014-2017) se eliminó otro importante enclave autoritario remanente (el sistema electoral binominal, que sobre-representaba a la derecha, cambiado a uno proporcional D’Hont), la codificación del neoliberalismo radical en la Constitución vigente, en sus líneas maestras, permanece intacta.
EL PROCESO Y LAS LUCHAS POR EL CAMBIO NO COMENZARON EN OCTUBRE 2019…
D.O: Claramente no. Las demandas populares y ciudadanas anti-neoliberales que eclosionaron en un largo ciclo de luchas que se inició con la “revolución pingüina” de 2006 (el inolvidable movimiento de estudiantes secundarios por la educación pública), chocaron una y otra vez con el cerrojo constitucional. Hubo un simulacro de proceso constituyente en el segundo gobierno Bachelet, dado que el clamor ciudadano por una Nueva Constitución y una Asamblea Constituyente fue creciendo en las sucesivas estaciones de aquel largo ciclo de luchas. De hecho una de las promesas fundamentales que legitimó el “Programa” y la elección misma de Bachelet y su Nueva Mayoría, fue una Asamblea Constituyente para una Nueva Constitución. Pero no pasó de un simulacro.
Por todo esto, una de las demandas fundamentales de la rebelión popular que estalló en el gran Octubre de 2019, fue una Nueva Constitución y una Asamblea Constituyente, como inicio de un ciclo de transformaciones profundas que desmonten el neoliberalismo, permitan la recuperación de los derechos sociales conculcados desde la dictadura (¡todos!), y empezar a dibujar un nuevo horizonte de sociedad. Se comprende mejor entonces el simbolismo del Apruebo y el Rechazo.
GANÓ EL APRUEBO. ¿CÓMO SIGUE Y QUÉ BRUMAS HAY ANTE LA CORPORACIÓN DEL PODER?
D.O: La segunda pregunta de la papeleta plebiscitaria es cuál debe ser el órgano que delibere y redacte esa nueva Constitución. Las dos opciones disponibles son: 1) Convención Mixta Constitucional (CM), que se constituiría con un 50% de convencionales elegidos por quienes ya son legisladores en el Parlamento actual, y un 50% de convencionales elegidos por votación popular ad-hoc, y 2) Convención Constitucional (CC), que se constituiría con un 100% de convencionales elegidos por votación popular ad-hoc.
Las encuestas realizadas durante lo más álgido de la rebelión de octubre a diciembre 2019, arrojaban que el Parlamento tenía entre un 3 y un 6% de aprobación (luego no ha pasado si acaso del 9-10%). El Parlamento y la mayoría de los partidos políticos representados en él, incluida muy conspicuamente la ex-Concertación, luego ex-Nueva Mayoría y ahora fragmentada (aquella coalición que había prometido que “la alegría ya viene” cuando a fines de los 80 condujo la derrota electoral de la dictadura), están profundamente deslegitimados.
Y están deslegitimados por su implicación y complicidad durante la infinita “transición a la democracia” de la posdictadura, pues se dedicaron a mantener vigente y a administrar “exitosamente” el modelo socio-económico neoliberal, incluidos sus aspectos más aberrantes de abusos, colusiones y corrupciones político-corporativas de todo tipo y enorme magnitud. Durante los últimos lustros se han destapado con fuerza, destruyendo el mito del “oasis chileno”.
Por eso eso es que se ha levantado el pueblo en la rebelión abierta el 18 de octubre de 2019. Y como la mayoría de los partidos parlamentarios han estado comprometidos con él, que una nueva Constitución sea redactada por convencionales elegidos en un 50% por quienes ya están en el Parlamento, es percibido (y lo sería realmente) como un dique mayor que una Convención Constituyente que podría imponer un carácter transformador a la nueva Constitución. Se supone que la CC, al ser 100% electa por voto popular, podría expresar mejor el anhelo transformador
LOS RESULTADOS INDICAN UNA PARTICIPACIÓN ALTA. ¿ES ASÍ?
D.O: La abstención electoral en Chile ha llegado a niveles que la transforman en una democracia (neoliberal) de bajísima intensidad, como la norteamericana. En las últimas municipales la abstención fue cercana al 70 %, en las últimas parlamentarias del 53 %, y en las últimas presidenciales de 51%. Por eso la participación es un termómetro, y si bien ha sido muy buena en Santiago, Valparaíso y Bío Bío, en términos nacionales apenas superó en 2% a las últimas elecciones a presidente. En términos absolutos, ha sido la más masiva, con casi 7 millones 600 mil personas yendo a votar. Y sin duda entre la juventud la participación fue muy superior a ese 51%. Pero esta votación era voluntaria. Y el ‘partido del Orden’, que obviamente incluye al gran empresariado, los consorcios de medios de comunicación, gran parte del poder judicial, las Fuerzas Armadas y de Seguridad, y en su aspecto político-electoral a la derecha partidaria y a la ex Concertación, in-distinguiendo a las fuerzas políticas, está deslegitimado. La convicción mayoritaria es que todo eso está ahí para oprimirnos y cagarnos. Por eso es crucial que este Plebiscito, pese a la pandemia y a la campaña del terror que ha desplegado la derecha, sea percibido (con toda su ambivalencia, que exploraremos un poco) como el inicio de un posible ciclo de transformaciones, o más bien, de ese anhelo.
ANHELO, ¿POR QUÉ?
D.O: A este Plebiscito lo llamamos ‘de Entrada’, porque forma parte de un proceso Constituyente que incluye 4 estaciones. Después de la votación del 25 de octubre, la segunda será la elección de convencionales constituyentes, prevista para abril de 2021, luego la instalación y sesión más adelante de la Convención Constituyente (hasta hace unas horas eso estaba en duda, ahora con este aluvión de votos ya no hay duda), luego redactar la Nueva Constitución, y por último un ‘Plebiscito de Salida’, que finalmente la Apruebe o Rechace.
¿QUIÉN O QUIÉNES DEFINIERON ESTA PROCESO EN 4 PASOS?
D.O: Fue negociado por la mayoría de los partidos políticos con representación parlamentaria (toda la derecha, la ex-Concertación, y la fracción hegemónica del Frente Amplio, una coalición de centroizquierda que por ese motivo se fraccionó de inmediato). Eso fue lo que llamaron “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución”, suscrito entre gallos y medianoche el 15 de noviembre de 2019, luego de un mes de rebelión popular que no cedía, con gigantescas movilizaciones, la derrota a manos del pueblo alzado del Estado de Excepción que implantó Sebastián Piñera, y altos niveles de enfrentamiento con las fuerzas de seguridad, que alcanzaron su punto más álgido en la inolvidable huelga general del 12 de noviembre de 2019. Permítanme compartir lo que escribí en ese momento, en un mes heroico y multitudinario…un texto urgente, que quizás leído ahora a la distancia peca de optimista, pese a la magnitud innegable de aquellos acontecimientos.
Quiero remarcar que el Acuerdo…se firma entre los partidos deslegitimados y defenestrados, excepción hecha del Frente Amplio, que digamos estaba en un cono de sombra por su tibieza parlamentaria y lejanía de los movimientos, desde que en 2017 ganó 20 diputados y un senador. De todas maneras, al firmar este Acuerdo, y la posterior aprobación en el Parlamento de las leyes «anticapucha y antibarricada» presentadas por el Gobierno para reforzar la criminalización de la rebelión, más su actuación tímida y sin convicción frente a los crímenes pandémicos del gobierno en estos meses coronavíricos, en buena medida también queda defenestrado.
Y como todo este proceso nace de ese Acuerdo, también hay que remarcar que se firma de espaldas a la protesta popular, de espaldas a los movimientos sociales y a las nacientes asambleas territoriales y sus coordinadoras. Desde el ‘Partido del Orden’, se firma evidentemente para descomprimir la movilización social, relegitimar a los partidos, y entrampar el carácter transformador de la eventual Nueva Constitución. Catalina Pérez, la presidenta del partido Revolución Democrática, hegemónico en el Frente Amplio, y una de las figuras por la centroizquierda en el Acuerdo, reconoció que éste se firmó bajo amenaza de golpe. Luego, ya durante el verano del 2020 fue negociada su reglamentación, en todos sus aspectos, por una “Comisión Técnica Constitucional” constituida por los partidos firmantes del Acuerdo. Y así estamos ahora en este “Proceso Constituyente”.
HOY, PARADOS EN LA PLAZA DE LA DIGNIDAD, UN 25 DE OCTUBRE, Y CON LOS RESULTADOS VICTORIOSOS, ¿QUÉ TE SURGE?
D.O: El triunfo rotundo del Apruebo y la CC, son simbólicamente una conquista contra lo peor del legado pinochetista y abre una brecha político-jurídica en ese formidable dique que ha sido la Constitución del 80. Por otro lado, como dije, al haber sido negociado de espaldas al movimiento popular en rebelión, al estar cooptado en su reglamentación y formas de elección por el sistema político neoliberal deslegitimado (no pueden elegirse convencionales fuera de las listas de los partidos políticos y por tanto el movimiento popular no puede elegir candidatos “independientes”, como han dado en llamarlos los medios y los partidos), y en fin, al ser cualquier cosa menos una Asamblea Constituyente popular y originaria, como clamaba la rebelión, es señalado por gran parte del “movimiento de movimientos” emergido en Octubre, como una maniobra de contención del carácter transformador que debe tener un proceso constituyente. La Constitución que emerja de este proceso es imposible que sea la anhelada. Existen por supuesto artículos y textos más sesudos, pero se puede ver al callo en este sencillo video de Radio Plaza Dignidad.
Es cierto que en las negociaciones se logró incluir una cláusula que garantiza paridad de género en la elección de convencionales, de manera que por primera vez en la historia constitucional universal, una Constitución será redactada por un órgano conformado en un 50 % por mujeres. A la vez, con toda su importancia, eso no garantiza uno de los clamores de la rebelión, la de una constitución feminista. Que fuera Plurinacional era otro clamor, para lo que la calle exigía un cupo de 10% mínimo para pueblos originarios en el órgano constitucional, exigencia que fue ignorada por el Acuerdo.
LOS MÁS JÓVENES, LOS DE LA ESCUELA SECUNDARIA, LOS QUE SALTARON LOS MOLINETES DEL METRO, ¿QUÉ PIENSAN?
D.O: Esa ha sido una exclusión muy sentida: las y los estudiantes secundarios, quienes iniciaron la rebelión en Octubre con sus inolvidables evasiones masivas del Metro no pudieron participar del plebiscito. La calle exigía que votaran las personas a partir de los 14 años, pero el Acuerdo lo evadió olímpicamente.
ESE PROCESO DE VOTACIÓN QUE MENCIONABAS, SEGURAMENTE SE PISA O SE CRUZA CON OTRAS ELECCIONES YA PREVISTAS EN EL CALENDARIO ELECTORAL CHILENO
D.O: El Acuerdo incluye varias trampas. Por ejemplo, el Plebiscito de Entrada del 25 de octubre, era con voto voluntario, y el de Salida con voto obligatorio. Es de suponer que la presión de los aparatos partidarios no movilizó para este 25 de octubre, pero movilizará todos sus recursos cuando haya que legitimar por voto popular la nueva constitución.
También, está la coincidencia de la elección de convencionales con las elecciones municipales y de gobernadores. A decir verdad esta es una una novedad del sistema político chileno porque hasta ahora los gobernadores eran designados por el poder central. Eso suma vértigo y confusión a un proceso ya de por sí confuso. El movimiento M18 (lo llamamos así por comodidad, y como homenaje e interpelación a una soñada autonomía política, aunque también a ese movimiento de movimientos surgido el 18 de octubre de 2019, lo llamamos ‘Octubrismo’) hubiera preferido más tiempo, que permitiera una mayor maduración y una mejor deliberación, en el marco de una Asamblea Constituyente. Eso pensamos y pensaban los movimientos emergidos en Octubre, que incluye, digamos, a los movimientos pre-existentes: feministas y de la sexo-diversidad, secundarios y estudiantiles, ecologistas, gremiales y de trabajadorxs, más todo lo surgido en ese momento: asambleas territoriales y coordinadoras, Primera Línea y sus apoyos, incluidos todos esos cuerpos movilizados, esas rebeldías más difusas y menos organizadas, en suma, una multiplicidad de sujetos y sujetas en busca de una constitución política autónoma del neoliberalismo y sus expresiones partidarias. Como sabemos, los tiempos en la lucha política son fundamentales, y su heteronomía o autonomía hacen una diferencia decisiva.
Por otra parte, en noviembre de 2021 serán las elecciones parlamentarias y presidenciales, lo cual también contribuirá a dejar en un cono de sombra este “proceso constituyente”. Sumará confusión y se cruzará, con toda su importancia, con el mismo. Pensar en qué medida y sentido se cruzan y condicionan mutuamente es y será una cuestión fundamental a dilucidar.
¿QUÉ OPCIONES HAY DE QUE LA CONSTITUCIÓN SEA GATOPARDISTA, Y EN ESE CASO QUÉ ESCENARIO IMAGINAN DESDE LOS MOVIMIENTOS?
D.O: Estamos alerta frente a los quórums que define el reglamento del Acuerdo para la eventual Convención Constitucional. ¡Un Reglamento “cocinado” por una Comisión Técnica que es de los partidos firmantes del Acuerdo!. La elección de constituyentes implica que «los independientes» (el pueblo, los movimientos), no pueden ser electos fuera de la tutela de los partidos en sus listas. Incluso si (como para la paridad de género), se consiguiera «cupos para independientes» y para «pueblos originarios», el hecho que la forma de elección sea por el sistema proporcional D’Hont, y usando los distritos electorales vigentes, le garantiza la hegemonía y/o sobre representación a (éstos) partidos políticos, que para ese terreno tienen sus máquinas aceitadas y listas. En las asambleas, colectivos y organizaciones de territorios más populares, la bronca con el Acuerdo y la CC es grande. Así como también en buena parte de los movimientos sociales pre existentes a Octubre (feministas, sindicales, ecologistas, pobladores, estudiantiles, la coordinadora Unidad Social, etc., muchos de los cuales sacaron desde noviembre declaraciones y documentos analizando y denunciando todo esto).
También sabemos que se impone una cláusula por la que deben respetarse no sólo los tratados internacionales suscritos por Chile (entendible y en gran medida positivo), sino también los Tratados de Libre Comercio, incluido el TPP11 (Acuerdo de Libre Comercio Transpacífico), si alcanzan a aprobarlo antes de la Convención Constituyente.
Creemos que hay una hoja de ruta u «hoja en blanco» ya está negociada por el ‘Partido del Orden’. Probablemente saldrá una «Constitución mínima». O sea, generalista, sin definiciones sustanciales con respecto al agua privatizada hasta en sus fuentes, y los recursos naturales; a una renacionalización de las AFP, los fondos de pensiones privatizados; respecto al derecho a la salud y la educación; a los derechos sexuales y reproductivos, como el aborto libre, seguro y gratuito.
Ahora se abre el dilema de si avalar todo esto apostando a la CC, o impugnarla e intentar construir la AC desde abajo. Hay quienes dicen que sería posible “abrir” esta CC a una real Asamblea Constituyente, y transformar este “proceso constitucional” en un verdadero proceso constituyente. Se ve difícil, porque no está diseñado para eso. Hay quienes dicen que hay que apostar a las dos cosas, a participar en éste proceso sacándole el máximo partido, ejerciendo una crítica permanente sobre él, y a la vez impulsar una AC desde abajo. Puede ser, pero el grado de energía y madurez política que eso supone, hay que ver si se consigue.
El progresismo partidario cree que con su astucia parlamentario-electoral va a «derrotar a la derecha» y al ‘Partido del Orden’. Difícil. No por gusto Chile es un gran alfil del neoliberalismo mundial.
PORTAR EL APELLIDO DE DON SALVADOR ALLENDE, A 50 AÑOS DE SU CONFIRMACIÓN COMO PRESIDENTE POR LA UNIDAD POPULAR, Y VIVIR ESTA FIESTA, DEBE SER CONMOCIONANTE…
P.S.Allende: La votación es histórica e inédita porque se trata de redactar una nueva constitución, no heredar una que prohijó Pinochet. Es el pueblo el que, hasta cierto punto participa, y va a redactar la nueva constitución, que no es otra cosa que una consecuencia de las masivas movilizaciones. Nos gusta llamar a esas movilizaciones ‘alzamiento popular’, porque ha sido eso: un alzamiento en contra del modelo económico y social que se impuso en Chile desde el 11 de septiembre de 1973.
Sin embargo, cuando la dictadura dejó el gobierno, la terapia de shock continuó, con los distintos gobiernos de ese duopolio, ese bipartidismo, que se formó entre la derecha y una centroizquierda.
Pero el 18 de octubre de 2019 todo empezó a cambiar. El comienzo del fin de toda una época. La chispa que prendieron los jóvenes. Y ese comienzo del fin es lo que hay que resaltar porque de eso no se vuelve. Simbólicamente el voto significa querer salir de todo ese largo período, querer cambiar. Transformar profundamente este modelo neoliberal.
Por eso prendió desde el inicio de las movilizaciones eso de ‘una nueva Constitución’, porque este salto cualitativo y cuantitativo en la conciencia política del pueblo chileno es hacer carne que todas las demandas sociales que están en juego, hoy están definidas y defendidas por esa Constitución del 80.
El proceso que se abrió tras el Acuerdo entre las dirigencias de los principales partidos políticos es un arreglo entre elites, fue la respuesta del establishment, porque lo que se veía venir era la renuncia de Piñera, un quiebre institucional por el alzamiento popular, un repudio a toda la clase dirigente.
Entonces la salida que encontraron, al que se prestaron muchos sectores de la centroizquierda, fue salvar al gobierno de Piñera y la institucionalidad neoliberal. Todo esto hay que ponerlo en perspectiva: 60 días antes de octubre, nadie ponía en duda la continuidad de la Constitución pinochetista. Era como intocable. El logro es haberlos puesto contra las cuerdas, y ahora sí hay una posibilidad de cambiarla.
Pero el mecanismo que pergeñaron no es lo que las movilizaciones masivas reclamaron: no es una Asamblea Constituyente soberana popular, es una Convención Constituyente. Y esta versión tiene muchas limitaciones. La ley electoral con la que serán electos los constituyentes es la misma con la que se eligen los representantes para el parlamento actual. Y creo que es muy probable que los partidos políticos logren que sus candidatos sean los finalmente electos, y que, entonces, se repita la misma correlación de fuerzas que ya hay en el Congreso. Es muy poco probable que salgan electos delegados o delegadas directos del pueblo: dirigentes sociales, sindicales, barriales…Esa chance es muy pequeña porque no pertenecen a partidos y su maquinaria, ni tienen los recursos en dinero. Y… ¿quién pone el dinero? Pues los grupos económicos que apoyan a sus intereses…Esa es la gran batalla que queda después de este domingo.
Apuesto porque se elijan los y las constituyentistas que tengan un real compromiso, y exigir desde las calles, desde la movilización, con organización, que se logre que la nueva Constitución no sea redactada a espaldas del pueblo, porque fue el pueblo el que logró que se haga este plebiscito.
Hay que exigir ser escuchados, y los que resulten electos deben cumplir con el mandato popular.
Los jóvenes, de un rango etario de entre 15 y 40 son los incuestionables protagonistas, y tal vez por no haber vivido en carne propia la dictadura, en la mayoría de ellos no resultó la estrategia del gobierno de reeditar el terrorismo de estado…porque eso es lo que hizo Piñera, no lo olvidemos. Toque de queda, militares en las calles, represión como en los peores años de la dictadura. Buscaron intimidar, y no funcionó por la valentía de la juventud, que siguió saliendo a las calles. Sobran los testimonios en todo Chile que dicen «Gracias juventud«, «Valiente juventud«.
Creo que la avanzada restauradora, neoliberal que se instaló en América Latina en oposición contra gobiernos progresistas y de izquierda empezó a sufrir la contraofensiva de los pueblos. El triunfo del MAS en Bolivia es el primer ejemplo.
Los pueblos están alzados, y no van a permitir que los gobiernos conservadores sigan avanzando. La disputa está instalada.
Especial agradecimiento en esta producción a Peter Kornbluh del National Security Archive de EE.UU; a S. Etchegoyen y P. Cazes Camarero; a Elisa Giordano y la LADH; a Diego Ortolani Delfino, a Pablo Sepúlveda Allende, y a todas y todos los chilenos que nunca abandonaron las utopías y la lucha.