Mumilaaq Qaqqaq es la diputada nacional en representación del pueblo Nunavut, del extremo norte de Canadá. Asumió en 2019, y decidió no buscar la reelección, aunque la tiene garantizada.
¿Qué llevó a esta joven parlamentaria a dejar su cargo? El 9 de julio ellos celebran el día del territorio inuit, porque lograron ser reconocidos por el estado, aunque el exterminio no cesó.
Parte de esta trama vio la luz hace menos de dos meses.
Como bien resume el portal de la BBC, ‘en mayo de 2021 hallaron los restos de 215 niños en tumbas sin marcar en la Columbia Británica. En junio, encontraron otros 751 enterramientos sin identificar en la provincia de Saskatchewan. Y unos días después, 182 más cerca de la ciudad de Cranbrook.
Las 1.148 tumbas en total tienen algo en común: estaban en el sitio o cerca de donde funcionaron internados gubernamentales y operados por la Iglesia católica para niños indígenas en el país.
Entre 1883 y 1996, más de 150.000 menores indígenas fueron separados de sus familias y enviados forzosamente a colegios de ese tipo, donde sufrieron abusos físicos, sexuales y enfermedades’.
Y por eso, Mumilaaq Qaqqaq pidió este 8 de julio la asignación de un fiscal especial para investigar los miles de crímenes en esos internados.
¿En qué se diferencia la política colonial canadiense de la empleada por el general Roca en la ‘Conquista del Desierto’ en la Patagonia argentina, o la ejercida en Australia? Matices, décadas distintas, cortar orejas o crear reservas…
El continente americano, como en Chile con la elección de la profesora mapuche Elisa Loncón al frente de la Asamblea Constituyente, está vibrando sin pausa pero no con poco dolor y rebelión para convertir todos estos territorios en lo multicultural que son, a pesar de la bota colonial que pesa sobre cada uno de ellos.
Lo que sigue es un breve documental sobre el genocidio de los niños y adolescentes indígenas de Canadá, producido por la BBC, con subtítulos en castellano
HABLA MUMILAAQ, LA DIPUTADA DEL PUEBLO INUIT
“La gente de todo el país se está dando cuenta de que Canadá es un país construido sobre el despojo violento de los pueblos indígenas. Los horribles informes de tumbas sin nombre de niños en “escuelas” residenciales en Kamloops, Columbia Británica, Brandon, Manitoba y, más recientemente, Cowessess First Nation en Saskatchewan han conmocionado a muchos canadienses y al mundo. Sin embargo, estos no fueron descubrimientos, sino confirmaciones de lo que sabíamos desde el principio: Canadá se construyó sobre el genocidio.
No hablamos de una historia antigua. En ninguna parte esto es más cierto que en Nunavut, el territorio que represento en el parlamento de Canadá. Hasta alrededor de la década de 1950, los inuit vivieron como lo habían hecho durante miles de años. Luego, el estado canadiense expandió su presencia en el norte y colonizó el Ártico, como parte de su impulso por los recursos naturales y para reclamar la soberanía sobre las tierras y las aguas.
Fuimos forzados a vivir en asentamientos miserables, la policía montada disparaba contra los perros de nuestros trineos, y los niños fueron enviados a escuelas pupilos, que estaban destinadas a erradicar la cultura indígena.
Estos proyectos conjuntos de la iglesia Católica y el estado canadiense fueron focos de abuso infantil y agresión sexual llevados a cabo por sacerdotes y por administradores escolares, la mayoría de los cuales han escapado a la justicia por sus crímenes.
HABLA MUMILAAQ QAQQAQ, LA DIPUTADA DEL PUEBLO INUIT
Pero tras siete décadas, y a pesar de todo, los inuit han sobrevivido. Mi gente es resistente, fuerte y orgullosa. La propia Nunavut, el territorio más joven de Canadá, fue fundada por supervivientes. Se unieron y obligaron a la institución federal a reconocer la soberanía inuit. Por eso celebramos el 9 de julio, Día de Nunavut, porque es el aniversario del Acuerdo de Reclamación de Tierras que fundó nuestro territorio.
Si bien la última escuela para pupilos cerró en 1996, el sistema de cuidado de crianza continúa arrebatando a los niños indígenas de sus familias y comunidades. Más del 50% de los niños en hogares de guarda en Canadá son indígenas, pero representan menos del 8% de la población infantil.
El trauma intergeneracional de la colonización y la cruel negligencia por parte de la institución federal dio como resultado que el suicidio es una epidemia, y que las mujeres y niñas desaparecen o son asesinadas, a tasas extremadamente altas.
Como vi en mi recorrido por algunas de las comunidades más pobres de Nunavut el verano pasado, demasiados Nunavummiut viven en hogares enmohecidos, superpoblados e inseguros. La causa de esta crisis es simple: décadas de falta de fondos y negligencia federal.
A pesar de todas sus bonitas palabras, Justin Trudeau y su gobierno liberal se han negado a financiar adecuadamente el agua potable y viviendas para sobrevivir en Nunavut. Los grupos indígenas de todo el país están hartos de sus muchas promesas incumplidas y gestos simbólicos que enmascaran acciones coloniales. Así es la colonización contemporánea: complacencia ante el sufrimiento indígena y una negativa a hacer lo mínimo cuando se trata de las necesidades de la vida.
Estas son las cosas en las que pienso cuando pienso en el Día de Canadá. Una historia de violencia que no ha terminado. Por eso no puedo imaginarme celebrando este país hasta que cambien tantas cosas.
Antes de ser elegida diputada, pronuncié un discurso en la Cámara de los Comunes como parte de un simulacro de parlamento para mujeres jóvenes. Hablé del precio que la crisis de suicidios ha cobrado en mi comunidad y de mis amigos, compañeros de clase y compañeros de equipo perdidos, y pregunté: «¿Dónde están nuestros aliados no indígenas?»
Al volver a hacer esa pregunta hoy, veo que muchos más canadienses de todos los ámbitos se despiertan y aparecen. Este es un buen cambio. Los pueblos indígenas no pueden ni deben asumir estas cargas solos. Nos las impuso Canadá, y necesitamos que los canadienses desempeñen un papel activo en su desmantelamiento, participar de nuestras marchas de protesta y de la Comisión de la Verdad y Reconciliación y de la Comisión de la Verdad de Qikiqtani.
Tienen la chance cuando haya elecciones, de no votar por líderes políticos que hablan pero no hacen nada. Si cada vez más personas hacen eso, tal vez los pueblos indígenas puedan tener derecho a la autodeterminación, y tendremos algo que celebrar en este país.
«Los pueblos indígenas no pueden ni deben asumir estas cargas solos. Nos las impuso Canadá»
Lo que sigue es la despedida virtual del Parlamento de la joven diputada inuit Mumilaaq Qaqqaq, cuya traducción acompañamos más abajo
“Cada vez que entro al Parlamento y hablo en la Cámara me hacen recordar que no pertenezco a este lugar.
Nunca me sentí segura ni protegida en mi cargo. En especial en la Cámara de diputados (House of Commons).
He pensado mucho al respecto, y he tratado de mantener mi compostura. Pero cuando atravieso esas puertas me recuerdan una y otra vez la institución colonial en la que estoy ingresando. Y mi vida es ‘supervivencia’: desde que fui electa me paran los de seguridad en mi propio espacio de trabajo y prácticamente me ponen las manos encima, y me hacen un semblanteo de tipo racial.
Sé qué hacer en este tipo de situaciones. Mi vida en Canadá, y en especial en estas situaciones, me han enseñado muchas cosas. Como una mujer no-blanca, sé que no debo moverme demasiado rápido ni enérgicamente. Sé que no debo alzar la voz, ni hacer gestos. También que debo mantener la vista en quien me está hablando, y que no debo esconder mis manos. Ese es el ‘modo supervivencia’ de mi gente, los inuit y nunavut. Es lo que debemos hacer.
Pero apenas dos generaciones atrás, sobrevivir, para nosotros era soportar temperaturas extremadamente bajas, y encontrar alimento en el invierno.
Ahora ‘sobrevivir’ significa tener la capacidad de ver todo lo que el gobierno federal de Canadá nos niega, sea abrigo o lo mínimo para sostener nuestra existencia.
Las instituciones federales tienen que cambiar sus políticas y enfrentar la realidad, en vez de crear barreras con gente como yo. ¡No debería tener miedo de ir a mi trabajo, porque nadie debería tener miedo de ir a su trabajo! Es necesario hacer ese cambio, y ese cambio puede empezar en la Cámara y expandirse en el país. Pero hay una negativa a llevarlo adelante, no una incapacidad para hacerlo.
Quienes no me quieren acá, no deberían estar en una institución federal. Yo quiero que esta institución sirva para ayudar a la gente. Pero lo que ocurre es que Canadá y el propio Parlamento fue creado a espaldas, y partir del drama y el desplazamiento de los pueblos indígenas. Nos repiten que no, pero es así.
¡A nuestros jóvenes les dicen que no tienen suficiente experiencia, que no están listos para ejercer liderazgos; a nuestras mujeres les dicen que se sienten y escuchen, a los discapacitados los dejan de lado sin siquiera pensar en incluirlos en una conversación!
Los inuit tienen la mayor tasa de suicidios del país. ¡Estamos viviendo una epidemia de suicidios, y a esta institución, el Parlamento de Canadá, no le importa!
Desde que fui electa escuché lindas palabras: “reconciliación”, “diversidad”, “inclusión”; me alabaron diciéndome que soy corajuda, valiente, fuerte…
Pero permítanme ser honesta. Todas las palabras bonitas laceran el corazón cuando son pronunciadas por los que tienen el poder de actuar.
No hay nada, absolutamente nada, de lo que esta institución pueda tener orgullo porque mantiene el statu quo, y lo alimenta.
Hablé con un ministro y le pregunté qué haría él si estuviera en mi lugar, si viera la tasa de suicidios, si viera que la mayoría de las casas están derruidas y precisan arreglos, si desaparecieran las niñas y la mujeres de la comunidades, y los niños fueran llevados por la asistencia pública sin tomar en cuenta sus sentimientos. Y no me pudo responder: me respondió que no le gustaría tener que estar en mis zapatos.
Y ese, precisamente, es el problema. Los inuit le hemos venido diciendo a quienes tienen el poder de decisión que traten de sobrevivir un día, una semana, un mes, en las condiciones en que nosotros tenemos que hacerlo.
Es posible que un ministro no pueda entenderlo. Pero les suplico vehementemente que escuchen y nos crean. Cuando les decimos que tienen que actuar ya mismo, queremos decir ‘ya mismo’.
Por el contrario, si realmente “entienden”, entonces deberían avergonzarse, porque saben, entonces, cuán profundamente nos hiere.
Creo que sería más fácil para mí que me digan que estoy equivocada, que disienten con lo que estoy diciendo.
Lo que no hay es presupuesto para los más mínimos derechos humanos, que tantos otros los tienen garantizados.
Como verán, mientras hablo, se comprueba que no pertenezco aquí. Pero preciso quebrar las bases de este Parlamento que colonizó a los inuit hace 70 años.
Soy consciente que para muchos es duro escuchar todo esto. Pero es exactamente así. Esta institución está parada sobre las cabezas oprimidas de los indios nativos.
Gente como mi abuelo que fue desplazado y metido en un asentamiento financiado por el estado canadiense. Nuestra historia está manchada con la sangre de niños, jóvenes, adultos y ancianos. Y la respuesta son pequeños granitos de arena que son como una palmada en la espalda.
Pero el proceso para que cure todo este dolor no aparece en el horizonte, y hasta tanto lo único que haya sean promesas vacías, la realidad es que yo en este Parlamento no tengo nada que hacer.
Creo que Canadá está preparado para pegar un salto y despertar a la realidad, y que gente como yo pueda realmente pertenecer al Parlamento”.
Pinta tu aldea y pintarás al mundo….
Con qué claridad nos muestra la historia de la (des)humanidad.
Gracias Oscar por tu lectura y comentario. Las naciones indígenas nunca pueden contar todo lo que han vivido y viven…