AMAZON: EL ÚLTIMO IMPERIO AMERICANO

Jeff Bezos es el emperador de la más perfecta maquinaria del capitalismo visible. Ni Rockefeller que llegó a procesar el 90% del petróleo fue tan rico y transversalmente dominante.

Bezos controla un tercio de todo el comercio electrónico de Estados Unidos, lo que traducido a números significa que facturó en el último año, unos 300 mil millones de dólares. Para entender la dimensión hay que compararlo con otros dos nombres que atraviesan el día a día de buena parte del planeta: Amazon tiene más ‘búsquedas’ y ‘entradas’ en la web que Google, y la empresa vale tanto como IBM.

¿Donde reside el poder de Amazon? En la intermediación virtual a gran escala, o lo que es igual, vende velocidad a empresas y humanos que habitan la globósfera donde se juega el grueso del ingreso mundial.


Amazon Web Services – AWS controla casi la mitad de las ‘nubes’ informáticas, y gigantes como General Electric (cuya cara conocida son los electrodomésticos pero cuyo mayor negocio está en la industria de la aviación, la salud, turbinas y energías renovables), Unilever (el mayor titán con 400 marcas incluidas Lipton, Axe, Dove, Knorr, Hellman’s, Drive, Cif, Sedal), y la propia CIA, son sus clientes. AWS le reporta a Amazon más del 58% del total de su facturación.

Hasta marzo de 2020, cuando la pandemia cambió los porcentajes porque muchas otras empresas debieron salir a vender por canales on-line, Amazon tenía el 42% de las ventas de libros impresos, casi un tercio del streaming por video a través de Prime Video, y Twitch, su plataforma para gamers, hipnotizaba a 15 millones de usuarios por día. Entre otros activos, es dueño de Whole Foods, una enorme cadena de supermercados con algunas góndolas ‘snob’, con casi 500 sucursales, y del diario The Washington Post.


Amazon ofrece más de 600 millones de artículos y tiene un ejército de 3 millones de vendedores. Gracias a ese poder ha coleccionado (guardado, archivado e indexado) el mayor catálogo imaginable de los deseos de los consumidores, lo que le permite anticiparse a las necesidades de (casi) cualquier comprador. Alguna vez, hace pocos años, alguien ironizó que en Norteamérica si se quisiera cumplir con la revolución inspirada por Marx, bastaría con nacionalizar el imperio Amazon.



En el año 2019, Amazon pretendía -o incluso ya puede haber lanzado, en ciertas geografías, algunas de las siguientes propuestas-: convertirse en la ‘agencia matrimonial’ entre quienes buscan casa y los agentes inmobiliarios, y llenar esas viviendas con todos los electrodomésticos que Amazon vende; pretendía, también, habilitar a su asistente virtual Alexa para que administre la información de salud de sus usuarios, incluyendo la provisión de los medicamentos y la toma de presión o medición de azúcar en sangre (Alexa ya podía, entre tantas otras ‘virtudes’, leer tus e-mails, pedir pizza, preparar el café, etc); también antes de la pandemia de coronavirus iba a lanzar 3000 satélites al espacio para ofrecer un servicio de alta velocidad de internet; expandir la red de entrega de paquetes por drones, y mucho más.

En mayo de 2021, por menos de 9 mil millones de dólares, Jeff Bezos compró la MGM (Metro Goldwyn-Mayer) de Hollywood para poder incrementar a costo cero el catálogo de Prime Video y competir mano a mano con Disney y Netflix.


Andrea Stone Rob Stone 2018

Pero, ¿para qué este emperador siglo XXI querría esa masa de dinero imposible de dar dimensión?

Según Franklin Foer, un periodista de investigación que estudió el caso Jeff Bezos por más de una década, “la razón por la que quiere ganar mucho dinero es para ir viajar al espacio. En su discurso de graduación en la Miami Palmetto Senior High School, en 1982, Bezos dijo que soñaba con que millones de terrícolas pudieran trasladarse en colonias en el espacio. Que todo el mundo se fuera del planeta Tierra y convertirlo en un gigantesco parque natural”.


Jeff Bezos Blue Moon

En mayo de 2019 se subió al escenario del Walter E. Washington Convention Center, en la capital norteamericana. En esa ocasión develó sus planes de enviar a los humanos a la luna y establecer colonias sobre la superficie del planeta perlado para el año 2024. Y algunos recuerdan que fue allí cuando mostró la réplica, en pequeño, del ‘ferry lunar’ bautizado como Blue Moon.

“Hay que regresar a la luna para quedarse”, dijo Bezos. “Esto es Maui (en referencia a la paradisíaca isla del archipiélago de Hawai), en su mejor día, pero todo el año. Sin lluvias, sin tormentas, sin terremotos. La gente querrá vivir aquí”, sostuvo con entusiasmo, al describir las futuras colonias espaciales que podrían estimular la gravedad para permitir la vida humana y de las plantas en el espacio.

En el año 2000, creó la empresa Blue Origin, con el objetivo de desarrollar vuelos espaciales de tipo turístico…y hace días, el 20 de julio de 2021, Jeff hizo su primer viaje al espacio, para el que se preparó, prácticamente, durante 40 años. La nave espacial reutilizable fue bautizada como New Shepard (el Nuevo Pastor). Está en pleno desarrollo un cohete orbital que bautizaron New Glenn, y como era de esperar para un colonizador, un módulo de aterrizaje lunar. El precio del paseo de unos minutos, por ahora, está valuado en 100 millones de dólares. Aquí el link para ver el video que publicó del Wall Street Journal.

https://www.wsj.com/00da1561-0418-430c-b874-723c771b89a7


CÓMO ES AMAZON, EN ESTE PLANETA

En una masa de 600 millones de artículos, los depósitos para almacenarlos, empaquetarlos y despacharlos tienen dimensiones y logística de novelas de ciencia ficción. Pero aunque los robots, escáners, lectores infrarrojos y cintas transportadoras están por todas partes, el trabajo humano ha sido y es allí dentro (y en el resto de la logística de traslado y distribución), indispensable.

Amazon pidió en 2016 la patente de unas pulseras para poder seguir el movimiento de las manos de sus empleados. Ya no sólo cámaras de supervisión y grabación de movimientos, sino el propio movimiento de los brazos y las manos hacia los estantes y gavetas con objetos. Y en un sueño-pesadilla que ya imaginó el eterno Charles Chaplin en la película Tiempos Modernos en el año 1936, esas pulseras además hacen sonar una alarma si las manos del humano robotizado se equivoca de bandeja o estante.

El proyecto de pulsera robótica

La patente fue concedida en 2018, pero no fue impuesta masivamente a los trabajadores. Amazon encontró para estas pulseras otro uso: presentó en 2020 el Amazon Halo, un monitor de salud que puede decirle a su portador que durante el día usó tres frases en las que sonó enojado, irritado o disgustado, una en la que sonó condescendiente, una en la que se mostró empecinado, y le sugirió que para determinada foto se quedara en ropa interior, o que evitara recibir luz fuerte mientras conducía; y también que su esposa recibiría cada noche un informe diario, por e-mail, sobre su tono de voz…

Un extenso análisis de Bryan Menegus publicado en www.gizmodo.com se preguntaba ¿quién entrega los paquetes de Amazon? Porque nada tendría sentido para el gigante de la intermediación comercial, la tienda de tiendas online que es Amazon, si el producto no llegara a manos del comprador…y rápido.

La clave -como en cualquier otra corporación que se precie de hacer mucho dinero a tasas de crecimiento geométrico-, es la flexibilización laboral y la terciarización de servicios.


The Fin» Andrea B.Stone

Para Amazon su imagen pública es un tesoro. Todo luce correcto. A los consumidores cómo llegan los paquetes no les importa demasiado: llegan. Atrás hay una ingeniería logística, una red de mensajeros que integran el sistema Amazon Flex. Trabajadores supuestamente autónomos y totalmente flexibilizados, que forman parte de una aplicación tipo Uber, y que como ha ocurrido desde que el neoliberalismo se afincó en el mundo, vende la idea de “sea su propio jefe, maneje su propio tiempo, cumpla sus propios objetivos, no pierda esta oportunidad de crecer”.

El proceso de selección para integrar el programa Amazon Flex incluye una entrevista por zoom o similar, tener 21 años, un smartphone propio, contar con una bicicleta o móvil,o disponibilidad para usar transporte público, y una verificación de antecedentes judiciales y penales, información reservada que posee el gobierno, etc. Amazon no entrena, ni tiene un manual de códigos éticos o de seguridad, porque no son sus empleados. Son ‘independientes’ que entregan paquetes sin un vehículo señalizado como tal.

El trabajo es, lógicamente, contra el tiempo. El que hace ‘delivery’ agarra un bloque de entregas, medido en horas, con una ruta asociada al recorrido y un pago por el servicio. Hay un servicio normal y otro premium (Prime Now) que promete la entrega de la compra en el mismo día. Así que la tarea comienza haciendo la fila para retirar el lote de paquetes, llevarse la planilla general y la individual de cada entrega, y entregarse a la aplicación Flex que armó Amazon para que la entrega sea eficaz.

El bloque puede constar de 15 a 90 paquetes. El trabajador recibe unos 20 dólares por hora. Amazon no paga ni combustible, ni teléfono, ni seguridad social ni servicio médico. Para cumplir con la hoja de ruta, muchos orinan en botellas de agua en el propio vehículo. Pero quien compra en la empresa del astronauta Bezos, no lo sabe.


Amazon no es una empresa cualquiera ni habría que estimar su potencia, apenas, por lo que factura.

Como explica el investigador Alec MacGillis, recordándonos la caída en la calidad educativa en Estados Unidos y el costo de ir a una buena institución, esta empresa es la primera opción para conseguir trabajo para quienes no tienen una formación profesional, y solo en 2020 el gigante de Bezos agregó 400.000 empleos en EE.UU, dada la alta demanda de e-commerce durante la pandemia. La fuerza de trabajo de Amazon era de 250.000 personas en 2015, y hoy es de 800.000, y eso no incluye a los cientos de miles de choferes que hacen las entregas…usan las camisetas y la ropa de Amazon pero son tercerizados. Relación laboral encubierta ilegal masiva.

Amazon paga 15 dólares la hora. Una demanda elemental que hacían los sindicatos y los empleados, cuando ese valor estaba en 14 dólares. Ese valor no es comparable con otros países: es bien sabido que el costo de reproducción de la fuerza de trabajo está condicionada por cada colectivo social, y de hecho el MIT – Massachusetts Institute of Technology, había calculado ya en 2019 que el valor de la hora debía ser mínimo de U$S 16,14.

El trabajo intensivo, que en el período fordista de producción fabril del siglo XX era la fundición de acero para puentes, túneles y edificios, hoy es Amazon: apilar, separar, elegir y empaquetar a gran velocidad. En términos comparativos históricos, un trabajador de Amazon gana un 65% menos que un obrero industrial de aquella época. Queda por fuera de este artículo las migajas que cobran, en dólares, los trabajadores de Asia que producen intensivamente los productos que luego venden Amazon, Walmart, Zara, H&M, entre otros.


“Esta nueva forma de trabajo ha reemplazado a innumerables trabajos tradicionales, pero es más agotador físicamente, y también es menos remunerativo y útil.

Se asemeja a la cadena de montaje fabril pero se han vuelto repetitivos e implacables, en la medida que los depósitos y almacenes se han automatizado con más robots para que los trabajadores sigan ese ritmo, y con cada vez más dispositivos de vigilancia para realizar un seguimiento de su rendimiento”, sostiene Alec MacGillis.

El lema de Amazon es “Always More Production”.

“Los trabajadores y trabajadoras sienten que son robots manipulados por otros robots, donde cada movimiento está siendo monitoreado, y con la exigencia de un ritmo inhumano”. Tal la declaración del titular del sindicato de empleados de Comercio estadounidense, Stuart Appelbaum.


En ese marco, en el inmenso depósito de Bessemer, del estado de Alabama, se intentó armar una representación sindical para mejorar la condiciones y ritmos de trabajo, echando mano de los mecanismos sindicales habituales: presentación de listas, firmas, convocatorias, permisos, etc.

Amazon, que tiene un variado historial antisindical y el despido de trabajadores con algún ‘roce’ gremial, desplegó su propia estrategia. Presionó al Correo (Postal Service) para que la votación se hiciera fuera de los galpones, y que se instalen urnas fuera del depósito -que era donde los trabajadores tenían que colocar su voto-, lo que inmediatamente sirvió como intimidación al dar la impresión de que se los estaba monitoreando; asimismo, cambió la duración de los semáforos en las calles cercanas al lugar de trabajo, para evitar que los promotores del sindicato pudieran acercarse y dialogar con los trabajadores, y por sobre todo, desplegó un flujo incesante de mensajes antisindicales en las reuniones obligatorias en el lugar de trabajo.

Amazon ganó la pulseada. Como en muchas otras batallas por los derechos laborales a lo largo de la historia, esta vez ganó la patronal. De los 5876 empleados, fueron a votar la mitad. 1800 dijeron que no querían un sindicato ni aportar una cuota sindical. Y menos de 800 votaron por el sí.


EL PASTOR JEFF Y SUS 14 MÁXIMAS

En la sede central de Amazon, en la ciudad de Seattle, el pastor Jeff tiene desparramado por todas partes sus catorce Leadership Principles: están en las paredes, en los baños, en las billeteras o agendas de los ejecutivos. Entre ellos, el “nunca digas ese no es mi trabajo”, “examina tus profundas convicciones con humildad”, “no consensuar solo para que haya convivencia”, “la velocidad importa”, “la frugalidad alimenta la inventiva, la autonomía y la creatividad”. Dicen los directivos que por eso han logrado el éxito: ser frugales y sin egoísmo, obsesionados por satisfacer a sus clientes…

En 2019, dos meses antes de la explosión de la pandemia, cuando se jugaban las cartas de la campaña electoral en Estados Unidos, quien había sido pre-candidata y es senadora demócrata, Elizabeth Warren, manifestaba su airada preocupación sobre cómo y quiénes podrían controlar a un gigante que se gobierna a sí mismo.

El periodista de la histórica revista New Yorker,Charles Duhigg, hizo una serie de entrevistas a empleados de Amazon, y relató cómo viven su día a día. Muchos empleados, sostuvo, llevan escaners en las manos que les dan instrucciones, tales como un cuenta-segundos regresivo de cuánto tiempo disponen para tomar un objeto de un estante.

Según pudo constatarse, los trabajadores en Amazon llegan a caminar en el interior de los galpones más de 24 kilómetros por día, y las pausas (incluyendo las idas al baño) son cronometradas. Un documento de la empresa explica “Amazon registra (tracking) el rendimiento de cada individuo y su productividad, sin la intromisión de supervisores”.

Uno de los entrevistados, que trabajó en Amazon, afirmó que hubo despidos porque para la empresa eran muy viejos, o porque de tanta presión y velocidad tuvieron problemas en las rodillas. La gerencia, se explayó esta ex trabajadora, genera a diario la paranoia de si el contrato de trabajo se renueva o no, y nunca responde si habrá despidos.

Los empleados hacen fila en las máquinas expendedoras para comprar analgésicos. Por mucho tiempo los galpones tuvieron escaso aire acondicionado hasta que en 2011 se filtraron reportes sobre empleados que debieron recibir asistencia médica de urgencia por golpe de calor.



“William Stolz, que trabajó en el depósito de Amazon en Shakopee, Minnesota por unos dos años, me dijo que le exigían que agarrara un objeto cada ocho segundos, y que había visto a compañeros de trabajo con patologías en las muñecas, rodillas, hombros y espalda por tener que arrodillarse o treparse a escaleras incesantemente, y a velocidad robótica”.

Una prueba de que a Amazon no le interesa sentarse a escuchar las necesidades de sus trabajadores es la presentación de su cabina zen. En medio de los galpones, las estanterías, las cintas transportadoras y las minigrúas, ubicaron su más reciente propuesta que bautizaron AmaZen.

Un cubículo del tamaño de una heladera familiar donde el trabajador que se siente alterado puede ingresar y encontrar ‘un estado mental y prácticas conscientes’. Hay luz de día, plantas, aire fresco, una computadora para pasear por paisajes que induzcan bienestar. El concepto de WorkingWell, o el “bienestar holístico” para aplacar la explotación y la rebeldía.


mindful practice

POR QUÉ HAY UN JEDI EN EL PENTÁGONO

JEDI es la sigla de Joint Enterprise Defense Infrastructure, un proyecto del Pentágono para dar una estructura sistemática y eficaz a un entramado de 2215 centros de datos que operan para el dueño de la seguridad norteamericana.

Eso implica trasladar los datos a las nubes virtuales, y ese es el gran negocio de Amazon, como ya expresamos. Ganar el contrato con el Departamento de Defensa implicaba para el pastor Jeff asegurarse dialogar con la mesa chica del poder en Washington, pero además recibir un contrato de 10.000 millones de dólares en pocos años. Aparentemente, el entonces presidente Donald Trump inclinó la balanza a favor de Bill Gates, pero una demanda por ‘favoritismo’ presentada por Amazon, impidió que el contrato se hiciera efectivo, a lo que se sumaron otras objeciones judiciales de IBM y Oracle.

A comienzos de julio de 2021 la justicia le dio la razón, por lo que se abre un nuevo horizonte para el astronauta Jeff.


AMAZON, LOS IMPUESTOS Y LA PANDEMIA

Las cifras son abrumadoras, pero imprescindibles. Desde marzo de 2020 hasta diciembre, la fortuna de Jeff Bezos se incrementó en 75.600 millones de dólares (ver https://www.brookings.edu/essay/windfall-profits-and-deadly-risks/ ).

Y eso fue posible porque los empleados de Amazon nunca fueron considerados como no-esenciales, y trabajaron en la primera línea. No es difícil imaginar que con los negocios, supermercados y verdulerías cerrados, la venta on-line trepó a niveles inéditos.

¿Cuánto recibieron de pago extra por sostener la empresa funcionando? Muy poco. Menos de un dólar extra por hora fue la diferencia para los empleados. 11 millones y medio de ingreso extra es lo que acumuló el plutócrata Bezos, también por hora.


La mansión de Bezos en Washington

El cálculo del Instituto de Economía Brookings es que aún con el bono extra que pagó en julio de 2020, por valor de 500 dólares per cápita, las ganancias fueron tan extraordinarias que aún si hubiera pagado el cuádruple el acumulado de la empresa hubiera sido histórico, por encima del lucro que había obtenido en 2019 (8300 millones de ganancia saltaron a 14.000 millones en 2020).

Esta máscara de benefactor y emprendedor meritócrata de Bezos no puede ocultar que ya en 2007, cuando era multimillonario, no pagó un centavo de impuesto a las ganancias. Y cuando en 2011 estaba en el ranking de los 25 más ricos del planeta, tampoco pagó impuesto a las ganancias, aunque para ese entonces tenía 18.000 millones de dólares de patrimonio. No solo eso: producto de deducciones impositivas, dudosa justificación de ‘pérdidas’ y ‘gastos varios’ e inversiones, hasta llegó a cobrar un crédito fiscal de 4000 dólares por sus hijos. La información completa puede leerse aquí https://www.propublica.org/article/the-secret-irs-files-short-form-a-quick-guide-to-what-we-uncovered


Un hogar medio en EE.UU contribuye con el 14% del total de sus ingresos en impuestos. Es mayor el porcentaje cuanto menor el ingreso. El astronauta Jeff, el pastor que quiere colonizar la luna, el que hizo imprimir sus 14 mandamientos en cada rincón, pagó entre 2006 y 2018 unos 1400 millones de dólares en impuestos. La cifra es impresionante, pero es sólo el 1,1% de impuestos reales. En ese lapso es cuando compró la magnífica residencia en Washington, que fue el Museo Textil, por unos 35 millones.

Una vez más, se comprueba que los que más ganan y más tienen, son los que menos pagan.

Así, cualquiera viaja a la luna.

2 comentarios

  1. Horrorizada. No puedo decir otra cosa. Está clarísimo quiénes gobiernan en verdad el mundo y cada día creo más que hasta las pandemias son construidas por estos dueños del universo.

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