Escriben German Pinazo y Darío Bursztyn
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Argentina arrastra desde 2014 una inflación acumulada del 260%. Fueron siete años, en particular 2016/2019, con un índice de precios al consumidor que triplicó el acumulado en los siete años anteriores (2007-2013).
La batalla por controlar el aumento de los precios, y en particular de los alimentos, ha llevado al gobierno de Alberto Fernández a impulsar esquemas como Precios Cuidados, Precios Máximos, acuerdos sectoriales, Tarjeta Alimentar, etc. Pero la inflación luce desbocada, si bien está 15 o 20 puntos por debajo del período del ejecutivo encabezado por Mauricio Macri.
¿Tiene una única salida el tema inflación de alimentos? ¿Cuándo empezó este ciclo que hoy lleva a reunión tras reunión en los ámbitos oficiales mientras la población bajo la línea de pobreza sube un cuatrimestre tras otro?
La inflación afecta al conjunto de la población mundial, particularmente a los sectores mayoritarios que tienen menores ingresos. Puede ser en Canadái, con una inflación histórica menor al 3% anual donde este año se espera un 5% de aumento en alimentos (casi un 100% de incremento), o en Estados Unidosii.
Esto tuvo su punto de partida al comenzar el nuevo milenio.
El ritmo de aumento de los precios de los alimentos en estas dos décadas es, en promedio, superior al 4% anualiii.
Sin embargo en Argentina, que produce o puede producir alimentos para sí y para muchos millones más, la inflación está atravesada por el muy fuerte vínculo entre alimentos-exportaciones-usos de la tierra, por un lado, y lo que sucedió en China y en India desde fines de los años ’70.
Dicho muy esquemáticamente, desde 1978 China viene llevando adelante una serie de reformas económicas que, arrancando por lo que se denominó como sistema de responsabilidad familiar, en la agricultura, y la creación de las llamadas Zonas Económicas Especiales en las provincias de la costa este, tuvieron como propósito la apertura cada vez mayor de espacios para la organización privada del trabajo social.
Este proceso, que se produjo de manera paulatina pero progresiva, coincidió con un momento en la historia del capitalismo donde las empresas con capacidad de operar a escala transnacional, originarias de los países centrales, se encontraban redefiniendo sus estrategias productivas y comerciales globales.
Si antes esas corporaciones sólo producían en países periféricos sin tradición industrial los modelos viejos de productos ya desarrollados y amortizados en sus casas matrices (fueron claros ejemplos el Falcon de Ford y los autos de la FIAT), en los años ’90, pero sobre todo después de los 2000, comenzaron a trasladar determinadas partes de los procesos productivos (en la medida en que las condiciones tecnológicas y los costos de transporte lo permitieron y lo hicieron rentable) a países sin tradición industrial. El objetivo elemental: aprovechar sus bajos costos laborales.
India, y sobre todo China, fueron los grandes receptores de estas nuevas filiales, en una dinámica que las transformó completamente y que transformó al capitalismo entero.
La industrialización y urbanización acelerada de China e India (sobre todo del primero) volcó a decenas de millones a salir de la vida rural y trocar una alimentación producida familiarmente en una vida urbana de consumidores.
Esos cambios en los patrones de consumo de alimentos de los dos países más poblados de la Tierra, tuvo en paralelo una decisión trascendental: el capital decidió lanzarse a la financiarización de los productos agrícolas.
Esa mutación del capitalismo mundial incidió directamente en la Argentina, en los usos de la tierra y en lo que se dio en llamar ‘proceso de sojización’, además alentado por la voluntad concreta de reprimarizar la economía durante la dictadura cívico-militar 1976-1983.
LA FINANCIARIZACIÓN DE LOS ALIMENTOS
De manera contemporánea a la caída en el atractivo de las “acciones punto com”, distintos grupos de inversores comenzaron a ver, asociado a la tendencia alcista de los precios, al mercado agrícola como un lugar donde realizar ganancias con una seguridad que otros espacios no ofrecían. Comienza así un período donde se implementan varias medidas de desregulación de dicho mercado. Unos mercados que transaban según oferta y demanda tradicional, comenzaron a estar atravesados por diversos tipos de herramientas financieras que le eran ajenas o no estaban difundidas.
Es así que se eliminan topes para las posiciones que cada inversor puede tener en el mercado de futuros, a la vez que se introducen los famosos “derivados”, a partir de los cuales los inversores se cubren del riesgo financiero. Como señalan Allami y Cibils4
A partir del año 2000, con el fuerte aumento de los precios de los commodities agrícolas, distintos inversores comienzan a invertir en los mercados a futuro, buscando realizar ganancias, diversificar sus portafolios y reducir riesgos. Esa posibilidad se vio favorecida por la desregulación del mercado de futuros de Chicago y la creación de nuevos instrumentos financieros como los derivados. Asimismo, durante la década de 1990 se crean varios mercados de materias primas en los cuales los fondos de cobertura de riesgos y bancos de inversión pueden contratar futuros sin limitación alguna y sin ningún control sobre su operatoria (Gras, 2013). Así, la desregulación financiera de las últimas décadas ha provocado que las conexiones entre los mercados financiero y alimentario se hayan vuelto más intensas e intrincadas, debido a la complejidad que adquirieron los productos de cobertura de riesgo y al aumento de los derivados que se comercializan en los mercados.
En algunos casos, estos derivados de materias primas agrícolas han fusionado los activos de materias primas agrícolas y no agrícolas, vinculando fuertemente las materias primas alimentarias a otras materias primas en los mercados financieros.
¿Qué significa esto y por qué inflacionó los alimentos desde entonces? Porque desde ese momento ‘alimento’ pasó a ser un activo financiero transable separado del consumo necesario de la población. Esos ‘mercados de futuros’ divorciaron los precios de los costos.
El volumen de dinero vinculado al intercambio de derivados de commodities es equivalente a veinte o treinta veces más que su producción física. Es decir, estamos hablando de una cantidad de dinero tal, que gracias a esas herramientas financieras, tiene una enorme capacidad de disociar los precios de los alimentos de sus condiciones “físicas” de producción.
Y en esa disociación los aumentos de los precios de los alimentos no son controlables para ninguna economía nacional, a menos que decida (decisión política) que los precios internos de los alimentos no los marcan las finanzas.
EL ROL QUE LAS FINANZAS LE IMPONEN A AMÉRICA DEL SUR
El perfil de producción alimenticio de América del Sur se ha visto fuertemente atravesado por estas tendencias, con importantes consecuencias tanto sobre los precios de sus productos como de sus cantidades producidas. Algunos datos a modo de ejemplo. Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), el peso de la soja en la superficie total sembrada para el período 1974-2014 pasó
- en Argentina del 2,1% al 56%,
- en Brasil del 12,4% a casi el 40%,
- en Paraguay del 15,5% al 60% y
- en Uruguay del 0,6% al 57,5%
En el siguiente mapa se puede observar cómo ha crecido el comercio mundial de productos agrícolas en 2019, y cuál ha sido el rol de China e India en ese proceso.
Medida en dólares corrientes, ha crecido 2,71 veces, motorizado por la demanda importadora de China. Ya en 2016 este país se convirtió en el principal importador mundial de productos agrícolas, con 117 billones de dólares, un 25% más de lo que importa el segundo, Estados Unidos, y por delante de India.
Mapa: Comercio mundial de productos agrícolas Año 2019- Puede observarse que el tamaño de las flechas es proporcional a la magnitud del intercambio comercial. En rojo las exportaciones, y en azul, las importaciones. Los mapas pueden consultarse en https://resourcetrade.earth
El impacto de lo anterior claramente no es neutro. Los beneficios del nuevo perfil productivo no son los mismos para quienes son dueños de la tierra y/o tienen la capacidad de invertir en los mercados de commodities, que para quienes no lo son o no la tienen. Cuando este proceso estaba desplegándose ya se reconocía que la población pobre dedica la mayor parte de su presupuesto a los alimentos y que el aumento de estos, aumentaba la pobreza total. El informe del Banco Mundial de 2008 (¿con algo/mucho de cinismo?) 5 señalaba, hablando de América Latina, que
la población pobre debe hacer frente a una inflación que es cerca de tres puntos porcentuales más alta que la tasa general –en años donde la inflación superaba en muy pocos países el 15% anual-. Debido a que la población pobre dedica una mayor proporción de su presupuesto a alimentos y debido a que el precio de los alimentos ha aumentado más rápidamente que la inflación general, el índice de precios de la población pobre también ha aumentado más rápidamente que los índices de precios al consumidor en todos los países donde se han obtenido datos, a excepción de República Dominicana y Haití.
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¿QUÉ PASÓ EN ARGENTINA DEL AÑO 2000 AL 2016?
Los países, como Argentina, que han participado de ese boom sojero y del paquete agroindustrial generalizado, establecieron en esos 3 quinquenios una serie de políticas que, vía transferencia de ingresos, han financiado una mejora en los niveles de subalimentación de la población.
La FAO indicaba que la subalimentación en toda América Latina y el Caribe se redujo de alrededor del 12% del total de la población en los primeros años 2000, al 6,4% en 2016. Seguramente gran parte de esta reducción haya que buscarla en el impacto que ha tenido este “boom” de los commodities en el nivel de actividad de los países de la región.6
Sin embargo, sin analizar aquí las intensas polémicas en torno al paquete tecnológico, el uso de agroquímicos y fertilizantes, que los productos alimenticios se hayan convertido en commodities, acarrea varios problemas.
En primer lugar, subordina el perfil productivo de los países a los cambios que imponen la geografía económica internacional: esas ‘necesidades’ llevan a priorizar ciertos cultivos y se desplazan otros, pero no en función de las necesidades de la población local. Aquí hay una clave básica para entender el impacto constante en los precios y asimismo, en la inexplicable escasez de algunos alimentos.
En segundo lugar, limita fuertemente la capacidad nacional de operar sobre los precios de los alimentos, que tienen un peso importante en las canastas de consumo de las grandes mayorías más vulnerables; y en tercer lugar, estrangula la balanza de pagos de Argentina, un asunto que se deja de lado con análisis interesados y sesgados, pues el precio del dólar se vincula con la histórica escasez de divisas del país. Si esas divisas se vierten para la compra de insumos relacionados con el paquete tecnológico, de cuyo producido se apropia principalmente el capital financiero y concentrado, la consecuencia directa es una virtual dolarización y aumento constante de los precios internos de los alimentos.
Todo lo anterior se ve agravado por el problema de la propiedad, no necesariamente de la tierra, pero sí del negocio, y su subordinación a lógicas productivas, comerciales o especulativas globales que -como ocurre en Argentina- no son compatibles con las necesidades del grueso de la población.
Al eterno problema del desigual acceso a la tierra en la región, se le suma una novedosa forma de vínculo entre empresas extranjeras y viejas familias de empresarios locales. 7
A diferencia de África, cerca de un tercio de la inversión en tierras en América Latina procede de países de la misma región, en un flujo de capitales que buscan un menor precio de la tierra, disponibilidad de agua, oportunidades comerciales, beneficios fiscales y otros incentivos. Las empresas brasileñas, por ejemplo, impulsaron el boom de la soja en Bolivia y Paraguay, y también controlan la exportación de carne desde este último.
La tierra se ha convertido en un activo al alza, y un refugio más seguro para inversores institucionales tales como fondos de pensiones, fondos soberanos y agencias de gobierno. El número de fondos de inversión operando en los sectores de agricultura y alimentación pasó de 33 en 2005 a 240 en 2014, manejando unos 45.000 millones de dólares en activos a escala mundial. Mediante sistemas conocidos como “pools de siembra”, reúnen capital procedente de múltiples inversores con el que adquieren o alquilan tierras donde producir materias primas para la exportación, de manera muy tecnificada y a una escala nunca vista.
El dominio cada vez mayor de las corporaciones translatinas, los actores financieros internacionales y las multinacionales del negocio agrícola tiene consecuencias sociales, económicas y sobre todo políticas que no han sido suficientemente estudiadas, en gran medida debido a la opacidad en la que actúan. A menudo operan a través de filiales o alianzas con empresas locales, por lo que su participación no siempre resulta evidente. Pero, sin duda, ejercen una poderosa influencia en los espacios de decisión nacionales e internacionales sobre las medidas de política y los marcos normativos que afectan a sus intereses. (OXFAM, 2016, p. 43) 8
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Dicho de manera esquemática, estamos en presencia de un negocio controlado en gran medida por fondos productivos/especulativos globales (9), subordinado a lógicas productivas/especulativas globales, que definen qué se produce, cómo y a qué precio en Argentina y en las economías de la región y que además, a través de la privatización de dos recursos estratégicos clave (los alimentos y las divisas) 10 tienen poder de vetar cualquier decisión de los Estados que vaya en contra de sus intereses. No es casual la tala de bosques y vegetación para ampliar la superficie sembrada por estos consorcios, un fenómeno extremo en Brasil, pero también en Paraguay y en Argentina.
En ese sentido, no hay ‘conflictos territoriales’, sino exacciones por la fuerza bajo el comando de las finanzas internacionales.
LA CARNE MALDITA
¿Por qué en el marco del capitalismo un productor chico o mediano, para no hablar de los grandes consorcios, habría de esperar obtener una renta menor de la que impulsan los commodities sojeros (y no solo)? La soja es a los países del Mercosur lo que el cobre es a Chile: fija el valor de todos los bienes porque de allí surge la máxima renta.
En consecuencia, si bien ni el poroto ni el aceite de soja es en lo esencial para el consumo doméstico, el rendimiento en dólares arrastra el conjunto de los precios de la economía. Toda la cadena de valor alimenticia local está montada en el maíz, no en la soja. Pero los vaivenes internacionales del tridente soja-maíz-trigo empujan a todos los precios, y por supuesto, impulsan el precio de la carne vacuna. Tras ella, la de las otras proteínas. Si sube el precio de la carne vacuna el aumento de la carne de cerdo, pollo o pescado es cuestión de días.
En los debates recientes sobre el problema de la carne en Argentina, algunas de estas cuestiones son perfectamente evidentes. Desde 2014, China incrementó su consumo de carne proveniente de la Argentina en torno al 30% anual, triplicando su participación en las exportaciones argentinas de este grupo de productos y alcanzando alrededor de las dos terceras partes de las mismas. Nuevamente la renta en dólares como patrón de fijación de precios.
¿Por qué vender dentro del país si el valor obtenido en la exportación a China es inmejorable?
De ahí, el traslado a los precios domésticos es difícil de evitar.
Al comienzo de este análisis señalábamos que ante la inflación no hay una respuesta única, pero es evidente que no puede imaginarse una adecuación de precios en beneficio de las mayorías por mera voluntad de los formadores de precios, menos aún cuando el 70% de los principales consorcios exportadores, los famosos 10 que van y vienen por el Paraná en lo que gustan llamar la Hidrovía, ni siquiera son empresas locales. Es imprescindible alejar de cualquier análisis que los alimentos clave de la mesa de los argentinos suben o bajan por oferta o demanda local. Es falso.
¿Qué debería hacer el Estado nacional? Una de las medidas más efectivas para lograr bajar el precio y que se vuelque la provisión de carnes hacia el mercado interno son las retenciones. Cobrando un impuesto a la exportación, no sólo el Estado mejora su recaudación, sino que reduce la rentabilidad asociada a la exportación, haciendo más “atractiva” (en términos relativos en relación a la situación sin retenciones) la venta al mercado interno a un menor precio que el internacional.
El problema es que, de un tiempo a esta parte, y en línea con la “opacidad” a la que hace referencia el informe de Oxfam antes citado, cada vez es más difícil fiscalizar (y por lo tanto cobrar) sobre las operaciones de exportación que efectivamente se realizan. Entonces, no solo no se recauda, sino que no se impacta sobre la disociación de precios internacionales y locales, y tampoco se acumulan reservas internacionales.
En el caso de la carne, una reciente investigación de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP)i realizada sobre 154 establecimientos frigoríficos en 2021, arrojó que “en nueve de cada diez establecimientos relevados se identificaron maniobras de subfacturación o no declaración de operaciones, tanto de venta (carne faenada) como de compra (animales en pie)”ii. Esta cuestión influye entonces no solo en la capacidad de disociar los precios internos de los movimientos del mercado internacional, sino en la posibilidad de que la sociedad toda se beneficie, en alguna medida, del incremento de los mismos. Solo a modo de ejemplo, no deja de ser curioso que en 2020 se hayan exportado bienes por un total de más de 54 mil millones de dólares, pero sólo se hayan liquidado en el mercado local apenas 50 miliii.
Claramente la inflación en Argentina tiene otras causas que no se agotan en el problema alimenticio. Solo que la inflación en alimentos es determinante en la desmesurada proporción de pobres o cuasi-pobres estructurales que tiene el país.
Por cierto, en el tema inflacionario hay problemas de costos, distributivos, y una inercia o indexación que es de muy difícil abordaje. Efectivamente, casi en cualquier negocio hay un componente en la fijación de precios que se relaciona con alguna hipótesis de inflación futura.
Básicamente porque con las ventas presentes será necesario reponer, en el futuro, insumos o mercaderías. Incluso las negociaciones salariales se fijan sobre la base de alguna expectativa de precios.
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No obstante lo anterior, hay una raíz profunda en el problema inflacionario, sobre todo en los productos que más inciden sobre el costo de vida de las grandes mayorías, que tienen sus raíces en la tierra. Y ese asunto clave debe encararse para romper un ciclo que lleva más de 20 años y arrojó, en última instancia, un constante crecimiento…de la pobreza.
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German Pinazo – Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Investigador y Docente del Area de Economía Política de la UNGS – Universidad Nacional de General Sarmiento- Director de la Licenciatura de Economía Política (UNGS)
Darío Bursztyn – Sociólogo (UBA) – Periodista – traductor
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Obras del artista plástico Carlos Alonso.
Nacido en Tunuyán, Mendoza, Argentina, 1929. Pintor, dibujante, grabador y muralista. Realizó innumerables exposiciones en el país y el extranjero, donde también vivió durante prolongados períodos. En el año 1957 gana un concurso efectuado por la Editorial Emecé para ilustrar, en edición para bibliófilos, la 2da. parte de Don Quijote de la Mancha, cuya 1ra, parte había ilustrado Salvador Dalí. En 1960 ilustra, también en edición para bibliófilos, el “Martín Fierro” con 13 litografías y 67 dibujos. El Museo de arte de la ciudad de General Villegas lleva su nombre.
En 2014, a la pregunta “Si pudiera volver el tiempo atrás ¿qué época de su vida le gustaría volver a vivir?”,
Carlos Alonso respondió: Yo creo que cuando empezó todo, cuando estaba todo por hacerse y teníamos la perspectiva de una aventura vital, humana y artística. Cuando salíamos a pintar en grupo, de forma alegre, esperanzada, soñadora, romántica; mientras al mismo tiempo luchábamos contra la tentación del dinero, del éxito, del triunfo. Lo más importante era la aventura de estar embarcados en una experiencia que iba a enriquecer y a consagrar lo mejor de nosotros a través de la alegría, la esperanza, el amor y los sueños
Notas y Referencias
i https://www.bnnbloomberg.ca/commodities/video/meat-vegetables-and-bakery-items-drive-food-inflation-rate-higher-in-2021-charlebois~2095759
ii https://edition.cnn.com/2021/06/04/business/inflation-food-prices/index.html
iii https://www.thebalance.com/why-are-food-prices-rising-causes-of-food-price-inflation-3306099
4 Allami, C., Cibils, A. (2017). Financiarización en la periferia latinoamericana: deuda, commodities y acumulación de reservas. Revista Estado y Políticas Públicas, 5 (8): 81-101
5 Banco Mundial (2008). El alza mundial del precio de los alimentos y sus efectos en América Latina y el Caribe
6 FAO (2014) Agricultura familiar en América Latina y el Caribe: recomendaciones de política, Salomón Salcedo y Lya Guzmán (eds.), Santiago, Chile: FAO
7 En un informe de 2016 la fundación OXFAM señalaba que “en total, en la región, las pequeñas fincas utilizan menos del 13% de la tierra productiva y su superficie promedio es de 9 hectáreas en América del Sur y 1,3 hectáreas en América Central”. La definición de “pequeña finca” varía según el país. En Argentina, por ejemplo, se habla de superficies menores a 500 hectareas, y en Bolivia de propiedades menores a 20 hectáreas. Al respecto, consultar https://d1tn3vj7xz9fdh.cloudfront.net/s3fs-public/file_attachments/desterrados-full-es-29nov-web_0.pdf
8 OXFAM (2016). Desterrados, tierra, poder y desigualdad en América Latina.
9 El control transnacionalizado no se limita solo al ámbito de la producción. En Argentina, en 2016, diez empresas controlaron el 63% de las exportaciones de granos, entre las cuales se destacan Cargill, Bunge, Nidera y Dreyfus. Al respecto ver https://www.bcr.com.ar/Pages/Publicaciones/informativosemanal_noticias.aspx?pIdNoticia=82
10 En FAO (2014) se calcula que más de la mitad de la superficie pampeana en la Argentina se encuentra bajo control de estos “pools” de siembra.
i https://www.ambito.com/agronegocios/carne/detectan-irregularidades-el-mercado-la-subfacturacion-evasion-y-empresas-fantasma-n5195331
ii https://www.pagina12.com.ar/346340-maniobras-ilegales-en-nueve-de-cada-10-frigorificos
iii El dato surge de comparar las exportaciones del informe del balance de pagos del INDEC (https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/bal_03_2110571B1A2F.pdf) con lo efectivamente liquidado en el Mercado Único Libre de Cambios (http://www.bcra.gob.ar/PublicacionesEstadisticas/Cuadros_estandarizados_series_estadisticas.asp)