En la última celebración del Día de la Alimentación en la sede de la FAO en Roma, participaron el titular del Organismo, José Graziano da Silva, el primer ministro italiano Matteo Renzi y el ministro argentino de Agroindustria, Ricardo Buryaille. Todos prometieron y celebraron que la tecnología agrícola vaya a terminar con el hambre en el mundo.
Para el evento, el Papa Francisco envió un escrito en el cual expresó su preocupación de que un número cada vez mayor de actores de la agricultura «crean que son omnipotentes, o son capaces de ignorar los ciclos de las estaciones y de modificar en forma indebida las diversas especies animales y vegetales, lo que lleva a la pérdida de diversidad que, si existe en la naturaleza, tiene y debe tener su papel». Muy a tono con su extensa encíclica Laudato Si’ que tanto cuestionó Donald Trump y los círculos de poder vinculados a la producción de semillas transgénicas, fertilizantes y agroquímicos.
El Colegio de Ingenieros Agrónomos de Entre Ríos, habilitó un espacio de reflexión en torno a la necesidad de pensar en nuevas prácticas productivas que eviten el uso del glifosato.
Los más de 100 participantes entre estudiantes, docentes, técnicos y público interesado reunidos en el Jardín Botánico en Oro Verde, pudieron conocer las experiencias de los ingenieros, quienes se desempeñan en el ámbito privado y en investigación.
El disertante fue Eduardo Cerdá, profesor y asesor, vicepresidente del Centro de Graduados de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de La Plata, y quien hace más de 20 años trabaja con productores agroecológicos. “¿Por qué se enseña una sola agricultura en las Universidades si existe una agricultura predominante industrial, una orgánica, una agroecológica, otra biodinámica, una natural y la permacultural?”, se interrogó para dar cuenta de la situación donde el saber está orientado a reproducir una sola agronomía, una sola agricultura, sin considerar la heterogeneidad de productores que existen.
Cerdá se centró en presentar las distintas “agronomías” y “agriculturas” que existen.
“Para los años ‘99-2000 empezaron a plantearse los problemas de la agricultura actual: veíamos el problema y está escrito en el primer libro de agroecología que sacó la Universidad de La Plata en el capítulo 24: Los desafíos de una gestión municipal sustentable. Analizamos cómo Tres Arroyos iba perdiendo sus cultivos recuperadores de fertilidad desplazados por los fertilizantes. El fertilizante tiene dos o tres nutrientes y la planta necesita 16 nutrientes. Y lo otro que analizábamos era que en 1991 hacer una hectárea de trigo costaba cien dólares, y decíamos que de seguir así en el 2015 estaríamos en 300 dólares. Cuando llegó 2015 estaba en 400 dólares. La agroecología nos permite identificar problemas a futuro por tener una mirada sistémica, porque estos son procesos complejos”.
“Nos hicieron creer que el campo es una industria y a muchos productores los transformaron en empresarios alejados de la tierra, y de la comprensión de la vida que estaban manejando”, aseguró Cerdá. En las estadísticas presentadas subyace uno de los problemas fundamentales de la agricultura convencional, la dependencia de los insumos externos y el incremento de los costos a la hora de producir. “Piensen si un productor de trigo de Tres Arroyos gastaba 100 dólares, y ahora gasta 400, ¿cuántos kilos tendría que sacar para estar igual? Entonces gastamos cuatro veces más, arriesgando. Cuando la producción agropecuaria depende del clima, es algo muy inestable, no es una empresa.
“En nuestra zona desde el ‘98 habíamos perdido el 40 por ciento de los productores y a nivel nacional se perdió más del 50 por ciento, porque en esta agricultura industrial hay que tener mucha plata”.
Posteriormente, Cerdá mostró el tratamiento que le dan a la problemática desde la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), quienes por ejemplo para el próximo congreso denominado ‘resiliar’ plantean que el sistema está enfermo, y que la falta de rotaciones y de productos llevó a que en solo tres años creciera el gasto adicional para controlar el problemas de maleza. “¿Qué pasó? ¿Se nos ‘vinieron’ las malezas? Está esa idea y en verdad tiene que ver con cómo hacemos la agricultura. En cierta manera estamos viendo el final de esta tecnología”, afirmó el ingeniero, al tiempo que reflexionó en torno a que las malezas compiten por el agua y los nutrientes. “Otra vez el miedo. ¡Guarda! porque si no usas herbicidas las malezas te ocuparán todo el agua y los nutrientes. Lo que hay que preguntarse es si los herbicidas solo afectan a los seres vegetales o tendrán que ver con la fertilidad, con el suelo… De eso se habla poco”.
El expositor compartió resultados de una investigación doctoral en el CONICET.
“Estamos muy preocupados. De los 14 campos que trabajo que no usan agroquímicos, todos tienen glifosato. No podemos tener la libertad de tener un producto sin agroquímicos. No creo que haya pasado en la historia que estemos consumiendo alimentos envenenados como ahora”. Según detalló, en la investigación miden y analizan muestras de agua, aire, suelo y lombrices.
La Aurora, en Marcos Juárez: hace agroecología y gana plata
El establecimiento La Aurora es un campo de 650 hectáreas en Marcos Juárez, Buenos Aires y fue elegida por la FAO como una de las experiencias agroecológicas exitosas. En 2014 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, determinó que el sistema actual predominante no solucionó el hambre en el mundo y que la agroecología es la clave para erradicar las problemáticas alimentarias.
“La primera estrategia es que todos los cultivos de invierno van asociados. Acá la idea del monocultivo va muy en contra de la posibilidad de solucionar algunos problemas”, indicó Cerda dando cuenta de uno de los principios de la agroecología: la asociación de cultivos. En ese sentido comentó que el trébol rojo es una de las leguminosas que usan.
“Juan, el dueño de La Aurora, nunca tomó un crédito, todo se ha comprado cero kilómetro. Se trabaja todo en blanco, tiene dos empleados y trabaja agroecología desde siempre, viaja y vive muy bien y lo ha podido hacer haciendo agroecología. No crean que el modelo productivo imperante es el único que puede generar dinero. La situación financiera de Juan es muy buena”.
“Juan lo que quería era tranquilidad. No quiere ser el que más rinde, quiere poder vivir…La naturaleza tiene sus tiempos, la ansiedad no es una buena consejera”.
Narró que el propietario de La Aurora quiere dejarles a sus hijas el campo igual o mejor de lo que se lo han dejado sus padres. “Late allí el principio de sustentabilidad. Estaba cansado de usar productos tóxicos. Nunca hicieron soja”, señaló Cerdá a la consulta de los productores.
“La visión sistémica es fundamental. Es muy complejo un campo, analizábamos todos los componentes en juego. Hay lotes en directa, cincel, convencional… Depende el año”, ello es posible porque van analizando y planificando las estrategias. “No tenemos problemas con la siembra directa, pero no usamos agroquímicos”.
Explica el especialista que el nacimiento de la siembra directa fue sin agroquímicos y relató lo indicado por Ana Primavessi, una agrónoma brasilera que trabaja en la ecología del suelo, en su visita a la Argentina. “‘Ustedes no entienden. La siembra directa es sin agroquímicos’ nos dijo. Y claro, la siembra directa es para proteger y darle vida al suelo. Con tantos agroquímicos se perdió la vida”.
El tipo de producción agroecológica es de incertidumbre, no hay recetas. Es pensar en el productor, su sociedad, su familia y hay que escucharlo, entenderlo. “No puedo ir con la receta. Hay que enseñar y prepararnos para escuchar, y con un bagaje de conocimientos acompañarlo a que tome la mejor decisión posible y escuchar lo que él quiere hacer. Porque la decisión es de él”.