El Kurdistán es una nación sin estado. Podríamos asimilar el final de la palabra a la ex república soviética de Kirguistán, patria del pueblo Kirguiz, o Turkmenistán… En este caso se trata del pueblo Kurdo.
Redacción propia de purochamuyo.com / Cuadernos de Crisis, con una extensa contribución especial del cronista del diario GARA del País Vasco, Miguel Fernández Ibañez
La Primera Guerra Mundial que comenzó en 1914 como es bien sabido fue una guerra imperialista, por el nuevo reparto del mundo. En medio de esa guerra se forjó la Revolución Republicana en Irlanda en 1916, la Revolución Bolchevique en Rusia en 1917 y también se firmó el pacto entre Gran Bretaña y Francia para repartirse -tras la guerra- los territorios del Imperio Otomano en la zona del Cercano Oriente. Este pacto secreto de 1916 llamado Sykes-Picot estipulaba que, pese a las promesas realizadas a los árabes a cambio de su levantamiento contra los turcos, Siria, Irak, Líbano y Palestina se dividirían en áreas administradas para los británicos y los franceses. Ese acuerdo secreto contó con un jugador esencial, que era el Imperio Ruso zarista.
Tras el triunfo de la Revolución Rusa, el acuerdo fue divulgado por los bolcheviques el 23 de noviembre de 1917, y publicado asimismo tres días más tarde en el diario británico The Manchester Guardian.
Esa reconfiguración de fronteras dividió el Kurdistán en pedazos que hoy están en los territorios nacionales de Siria, Irán, Irak y Turquía. Es decir que toda la lucha de los kurdos desde hace un siglo es por tener su propia nación, algo que ninguno de los países mencionados está dispuesto a aceptar, y en razón de eso los combaten a sangre y fuego.
Los kurdos son entonces un rompecabezas para armar. Y donde peor la pasan es en territorio turco y en territorio sirio. El viernes 20 de mayo de 2016, se votó en el Parlamento turco un proyecto de ley para quitarle la inmunidad a los diputados que tienen ‘causas abiertas’. Por ‘causas abiertas’ se entiende que esos legisladores, sean o no de origen kurdo, apoyan la causa de ese pueblo. Fueron 376 parlamentarios los que respaldaron el proyecto de ley que apunta directamente contra esos 138 diputados. El objetivo principal del ‘castigo’ son los 50 miembros del HDP- Partido Democrático de los Pueblos, acusados de apoyar al principal partido kurdo, el PKK. El 85% de los parlamentarios kurdos tienen causas abiertas, incluido su copresidente Selahattin Demirtas, que acumula decenas de procesos legales y lo más probable es que alguno de ellos le conduzca a la cárcel. En esa lista también aparecen el líder panturco Devlet Bahçeli y Kemal Kiliçdaroglu, este último por insultar al presidente, Recep Tayyip Erdogan.
Visto así, la trabajosa vía política kurda parece destinada a terminar de nuevo en la cárcel. “Ninguno de nuestros compañeros aceptará la petición de los fiscales para testificar. Que nadie espere que aceptemos este golpe de Estado que impone una manifiesta dictadura”, dijo Demirtas.
Hisyar Özsoy, diputado del HDP por Bingöl, declaró al matutino vasco GARA: “la mayoría de nuestras causas son por nuestros discursos. Erdogan usa la ley como un arma de guerra, pero no tenemos miedo porque al final resurgiremos aún más fuertes. Esto ya nos ha sucedido y estamos acostumbrados”.
Mientras transcurría la sesión, Erdogan se encontraba en Rize, su ciudad natal. El presidente recibió la decisión de levantar la inmunidad parlamentaria ante una multitud que coreaba “echen del Parlamento a los traidores”. Y el presidente respondió “Mi nación no quiere ver en el Parlamento a esos diputado que apoyan a la organización de terror separatista”, exultante en lo que parece un nuevo triunfo en su camino hacia el sistema presidencialista.
En 1994, los diputados del Partido Democrático (DEP), uno de los antecesores del Partido Democrático de los Pueblos- HDP, perdieron su inmunidad política. Poco después entraron en la cárcel durante una década. Entre ellos estaba Leyla Zana, quien en 1991 se atrevió a utilizar la lengua kurda para jurar su acta de diputada. Mientras dormía en una prisión turca, Zana recibió el premio Sájarov del Parlamento Europeo a la Libertad de Conciencia. Años más tarde, el Tribunal Europeo condenaría a Turquía por violar los derechos políticos de los kurdos, algo que podría volver a ocurrir.
En los últimos meses, los políticos y la sociedad han vuelto a hablar de un giro hacia los años 90. En 1994, más de 1100 agentes de las fuerzas de seguridad perdieron la vida en la lucha contra el PKK. Es, por número de bajas turcas, el peor año en la historia de este conflicto, que ha dejado 40.000 muertos.
El máximo líder kurdo es Abdullah Ocalan. Fundador en 1978 del Partido de los Trabajadores del Kurdistan–PKK, cuando inició su resistencia al gobierno turco, hasta 1998 pudo vivir en Siria, de donde luego fue expulsado para pasar por la URSS, Italia y otros destinos hasta ser detenido y confinado a prisión perpetua por cargos de separatismo y terrorismo armado. Sin embargo, la palabra de Ocalan se divulga por todos los territorios y comanda de hecho las acciones kurdas. Fue justamente Ocalan quien propuso en 2006 cesar la lucha armada para aportar a una salida política y democrática a la cuestión kurda.
En marzo de 2013 reiteró su llamado a un cese al fuego y el retiro de las guerrillas, lo que conmocionó a Turquía pero no fue respondido por el gobierno de Ankara. Entendiendo que el partido AKP en el poder en Turquía llevaba el proceso a un callejón sin salida derivando en nuevos enfrentamientos, en noviembre de 2014 presentó al Estado y al movimiento kurdo un documento en borrador de negociación democrática. Ese documento de 10 artículos se debía negociar hacia el 15 de febrero de 2015, luego de lo cual Abdullah Ocalan haría un llamado a detener la resistencia armada contra Turquía. De acuerdo con este llamado, el PKK reuniría su congreso y proclamaría la decisión en conjunto.
Estos son los ejes que proponía debatir el PKK, como columna vertebral de una nueva democracia y de la paz:
La política democrática, su definición y contenido
Resolución democrática y el reconocimiento de las dimensiones nacionales y locales de resolución
Las garantías jurídico-legales y democráticas de la ciudadanía libre
Directrices relativas a la relación de las políticas democráticas respecto al Estado y la sociedad y su institucionalización
Las dimensiones socio-económicas del proceso de resolución
El tratamiento de la relación entre la democracia y la seguridad en el proceso de manera que proteja el orden y las libertades públicas
Las soluciones y garantías legales para los problemas de las mujeres, la cultura y la ecología
Desarrollo de una comprensión pluralista del concepto de identidad, su definición y reconocimiento
El reconocimiento de una república democrática, patria común y los pueblos con criterios democráticos, dentro de un sistema democrático pluralista con garantías legales y constitucionales.
Una nueva constitución con el fin de internalizar toda esta transformación democrática.
El proceso no avanzó.
Ahora mismo todos los ingredientes de aquella época están sobre la mesa. La única diferencia es que las nuevas tecnologías permiten a la sociedad conocer la versión del PKK. Desde que se rompió el proceso de diálogo en 2015, más de un millón de personas se han visto afectadas por los toques de queda impuestos por el Gobierno. Al menos 250 civiles han muerto. Este dato no es del HDP, sino del respetado centro de análisis Crisis Group. La presión policial no para desde marzo 2015, al igual que las acciones del PKK, que día a día está intensificando su ofensiva. Y, como nuevo foco de tensión, entró en juego otra figura clásica de los años 90: los korucu, que son kurdos contratados por el Estado para informar sobre los movimientos del PKK en Kurdistán Norte. Según medios locales, un camión del PKK lleno de explosivos estalló en la región de Diyarbakir cuando los korucu trataban de detenerlo. Hubo casi 20 fallecidos.
Ahora llega este quite de inmunidad para los diputados. Mirando hacia los 90 solo falta que reaparezcan los enfrentamientos con Hizbulah, el grupo kurdo-suní que utilizó el Estado en su lucha contra los combatientes kurdos. Selahattin Demirtas no ha cesado de repetir que ahogar la vía política kurda enviará a los jóvenes kurdos a la montaña, en referencia a sumarse al PKK y a la probable radicalización del conflicto. Erdogan nunca se ha escondido y está decidido a acabar con los incómodos políticos kurdos, que aún representan al 10% de los anatolios y son la tercera fuerza política de Turquía.
El representante del HDP en Europa, Eyyup Doru, defendió una solución dialogada y política para el conflicto kurdo al tiempo que advirtió de las “dimensiones incalculables” derivadas de la apuesta militar del presidente turco. “Erdogan es un peligro para los propios turcos porque se queda prácticamente sin oposición”, enfatizó.
Doru denunció la ofensiva militar turca en Bakur (Kurdistán Norte), donde decenas de alcaldes han sido arrestados y 25 ciudades, bombardeadas y arrasadas, aunque no controladas por el ocupante. Por eso, subrayó que una victoria militar es imposible frente a una resistencia kurda “decidida a conquistar su libertad, ejercer su derecho de autodeterminación y constituir su propio Gobierno” y un PKK con “suficiente poderío para continuar su lucha contra el Gobierno” de Ankara.
El sábado 21 de mayo de 2016, el Consejo Ejecutivo Copresidente de la Unión de Comunidades del Kurdistán- KCK emitió un comunicado rechazando el intento de quitar inmunidad a los diputados. “Este ataque pretende quebrar la voluntad del pueblo kurdo. El gobierno fascista del partido AKP y sus aliados no quieren que haya un solo kurdo objetando sus políticas genocidas. Quieren arrodillar al pueblo kurdo y que les rinda reverencia. Turquía permitió la elección de diputados con la intención de engañar a Europa y a la opinión pública mundial, usando mientras tanto una guerra sucia contra el pueblo kurdo. Los diputados electos por la gente nunca fueron respetados ni reconocidos como tales, y han enfrentado una guerra específica desde 1991. Lo que Turquía pretende es que el mundo entero trate a los diputados del PKK como lo hacen ellos. En verdad, si tuvieran la chance anularían los parlamentos y meterían en la cárcel a los diputados”, concluyen.
Según la Asociación de Derechos Humanos (IHD), más de un millón de personas se han visto afectadas por los toques de queda que el Estado turco comenzó a imponer en agosto, poco después de que se rompiese el proceso de paz con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). El cerco ha desembocado en la segunda mayor migración interna desde los años 90, un dato más para reflejar la insostenible situación de las ciudades asediadas: no hay comida entre los escombros, los negocios no pueden retomar la normalidad, los colegios no abren sus aulas y las muertes de civiles no abandonan su manía por sumar.
El Gobierno ha repetido que no detendrá sus operaciones hasta “limpiar de terroristas” cada rincón de Kurdistán Norte. Tras meses de ofensiva, los kurdos se han dado cuenta de que el conflicto podría alargarse mucho, probablemente hasta donde quiera el reelegido gobierno islamista del Partido Justicia y Desarrollo (AKP).
“Los toques de queda en las regiones de Diyarbakir, Mardin y Sirnak han durado más de un mes. En algunos distritos como Cizre, Silopi y Sûr aún continúan. Esto ha creado miles de desplazados porque no se puede vivir bajo esas condiciones. Nadie sabe con precisión cuántos hay, pero se estima que entre 150.000 y 200.000 kurdos han dejado sus casas”, explica Ahmet Faruk Ünsal, presidente de la ONG Mazlumder, una de las pocas que monitoriza los sucesos en Kurdistán Norte.
En los años 90, miles de kurdos abandonaron sus aldeas por la política de tierra quemada dirigida por el Estado, que trataba de evitar la connivencia pueblo-PKK eliminando aldeas y torturando a sus habitantes. La mayor parte se desplazó a las urbes que hoy son testigo de esta revuelta popular.
¿Qué pasa 25 años después? La aparición de las milicias urbanas del YDG-H ha supuesto un cambio en la estrategia del PKK: la guerra ha llegado a las urbes. Ünsal destaca que los militantes no quieren que la gente abandone la actual lucha: “Se han esforzado mucho por esta forma de rebelión en las ciudades, pero algunos civiles no aguantan más. Si todos abandonasen las zonas de conflicto, el PKK tendría un serio problema porque todo sería más fácil para el Estado. Pero hay que dejar claro que el PKK no pone trabas a los civiles que quieren irse”.
Poco a poco, el YDG-H se erigió como la autoridad evidente en diferentes barrios de las urbes kurdas: zanjaron las calles, crearon barricadas y evitaron que la Policía entrase en sus dominios. Esto se tradujo en las autonomías democráticas, una violación de la integridad territorial turca. En ciudades como Silopi, este despliegue ocupaba cerca del 30% del espacio urbano. La situación, si bien era tensa, no tenía nada que ver con lo que acontecería después de las elecciones del pasado 1 de noviembre: el Gobierno incrementó el cerco y mandó a los militares a deshacer los obstáculos plantados por los jóvenes militantes y para ello, implantó toques de queda prolongados,
El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, prometió al pueblo anatolio estabilidad, pero nada ha cambiado.
Ünsal, de la ONG Mazlumder, comprendiendo la situación del Gobierno frente a las autonomías del YDG-H, pide que se respeten los derechos de los civiles y se vuelva a la mesa negociadora porque la gente lo está perdiendo todo en una espiral de violencia que recuerda a los años 90: “Los desplazados no podrían regresar aunque quisiesen porque sus casas ya no existen. Todo está destruido y el Estado tendrá que reconstruir las ciudades. Lo hará con avenidas más anchas para evitar los futuros movimientos de los militantes kurdos. Pero al final, la solución está en volver a hablar con quien representa a la mayoría del pueblo kurdo, el líder del PKK Abdullah Öcalan, incomunicado desde abril. Todo lo demás será un baño de sangre innecesario en el que cada parte buscará la revancha por sus muertos. Este es un círculo vicioso que ya conocemos”.
Sara Kaya es oficialmente la ex-alcaldesa de Nusaybin, una ciudad de 100 mil habitantes, pero aun así el pueblo se refiere a ella con el término baskan, o sea, presidenta del gobierno. Tras apoyar las autonomías democráticas, pasó dos meses y medio encarcelada y fue apartada de la Alcaldía. “Cuando formamos el DBP, nuestro eslogan era que nosotros mismos tomaríamos las decisiones. ¿Por qué no nos ilegalizaron entonces?”, se pregunta indignada.
“Nuestro pueblo ha aguantado, pero hay familias con niños o enfermos que se han movido a otros barrios menos conflictivos. El objetivo del Estado es vaciar Nusaybin con el miedo. El primer ministro dijo que representa a todos, pero para eso tiene la responsabilidad de responder a las necesidades de seguridad y educación. No lo está cumpliendo y por lo tanto no nos representa”.
Sara agrega: “En los 90 ya vaciaron las aldeas. Esta coyuntura está volviendo, pero con otra forma. Después de las 4 de la tarde no se ve a nadie por la calle porque todo ciudadano es un objetivo para el Ejército. El Estado turco relaciona todo con las zanjas y piquetes, pero ¿por qué están las zanjas en estas calles? Durante la noche, presionan y arrestan a los jóvenes. Después de conseguir el 91% de los votos, ¿por qué tengo que ir cada día a la comisaría? Si son capaces de hacer eso a una alcaldesa electa, imagínese qué harán con el pueblo. Pero el pueblo de Nusaybin nunca estará de acuerdo con estas injusticias”, remata.
LOS HIJOS DEL CONFLICTO
“La vida se ha detenido en Nusaybin”, resume un vecino. Tan solo los panaderos se han atrevido a abrir las puertas de sus hornos. “Nos están matando poco a poco y no van a parar”, dice entristecida Ayse Gül, una costurera. El pesimismo del pueblo kurdo refleja la coyuntura que vive Kurdistán Norte desde el colapso del proceso de paz entre el Ejecutivo turco y el Partido PKK.
“¿Escucha el sonido de las balas? Son del Estado Islámico, los amigos de Erdogan”, dice Hayvar Roje en uno de los comentarios más usados por los kurdos para atacar al presidente. Un grupo de niños que se están criando entre los escombros y condicionados por la guerra, acusan a Erdogan con las mismas palabras que Hayvar. “El Estado está matando a nuestros hermanos”, dicen estas criaturas de 10 años que poseen nociones políticas propias de adolescentes. Un lustro de crecimiento prematuro que es consecuencia de las décadas de sufrimiento derivado del conflicto kurdo.
“Los niños saben lo que ocurre aquí”, señala el padre de los muchachos, reconociendo que sus tres hijos no son ajenos a la situación. “Los niños no podían salir a la calle y en cuatro barrios aún no pueden ni salir de casa. ¿Qué gobierno hace eso?”, se pregunta enfurecido Hayvar.
Los más jóvenes reconocen apoyar las ideas del PKK. No luchan en las calles, pero han visto morir a sus hermanos o conocidos en los últimos meses. El YDG-H se nutre de adolescentes locales que ya no confían en una solución dialogada al conflicto. Sus familias temen que el nuevo mártir de esta eterna lucha sea su hijo. Por eso, según afirma un joven, algunos kurdos están dejando la lucha en las calles.
LOS SUEÑOS DE LOS JÓVENES KURDOS CHOCAN CON LA GUERRA
En los sueños de las cunas más prominentes del decadente Imperio otomano siempre estuvo presente la ciudad de París. El triunfo de la revolución dirigida por Mustafa Kemal Atatürk no apagó ese sueño, sino que lo expandió, marcando Europa Occidental como el ejemplo del desarrollo.
Los kurdos, quienes durante el siglo XX apenas podían sobreponerse a las hostilidades en su región, frontera de conflictos y proclive al choque de naciones, emigraron a Europa por la represión de un Estado que no reconocía sus derechos. Sin desearlo, cumplían los sueños turcos. Pero todo comenzó a cambiar en la última década, cuando saborearon la paz y la educación aterrizó en su región: ya no huían, querían formarse para colaborar en el desarrollo de Kurdistán Norte.
En los últimos años, los de la relativa paz, miles de kurdos emprendieron el camino de la educación superior. Se marchaban, como siguen haciéndolo todavía, a las ciudades turcas para intentar destacar en las universidades más prestigiosas. Esto provocó el cambio, y algunas tradiciones comenzaron a sucumbir: los matrimonios concertados se retrasaron, las madres ya no daban a luz a los 15 años y la religión perdió su omnipresente influencia en una sociedad patriarcal. Pero desde hace medio año, la esperanza, ligada a la paz, ha vuelto a chocar con la guerra, arruinando el desarrollo económico y social de las primeras legislaturas del Partido Justicia y Desarrollo (AKP).
Los sueños de Zeynel Kirsan, un arquitecto de 28 años, se convirtieron en pesadillas cuando estalló el conflicto. La empresa que él mismo montó junto a un compañero de la universidad se tambalea con cada proyectil que cae al suelo en las ciudades kurdas.
“Estoy nervioso todo el día. Los proyectos que hacemos están relacionados con los ayuntamientos del Partido Democrático de los Pueblos (HDP). Antes podíamos trabajar, prosperar, pero desde que comenzó la lucha las alcaldías no pueden aprobar los proyectos o tienen otras prioridades”, reconoce en su oficina de Diyarbakir, desde donde se escuchan el repiqueteo de las balas proveniente del distrito de Sûr.
Tiene una hermana y dos sobrinos. Nació en Batman, en el seno de una familia religiosa. Su madre y su padre hablan de su viaje a la Meca con pasión. “Quieren volver otra vez”, cuenta Zeynel, quien destaca que el islam no tiene la misma importancia para él. Su familia aportó mucho para ayudar a construir los cimientos del ambicioso proyecto de su único vástago varón. Hoy, el sueño de Zeynel está siendo enterrado por la guerra: «Tengo proyectos en Çukurca, Yüksekova y Van. Pero los alcaldes están siendo arrestados, los plenos municipales no se hacen. ¿Cómo pueden entonces apoyar mis propuestas?”.
Su pequeña empresa cuenta con un empleado para todo, y un socio. Si se mantiene la tónica de los últimos meses, puede que tenga que prescindir del empleado Hamdi, que tiene dos hijos. La otra opción pasa por expandirse al oeste, en donde tendría que empezar de cero. “¿Qué otra opción me queda si todo sigue igual?”, se pregunta antes de reconocer que ha ayudado en la reconstrucción de varias áreas de Kobane, la ciudad de Rojava que quedó completamente destruida tras la ofensiva del Estado Islámico.
Esta ha sido su contribución más tangible al movimiento kurdo, un paso que ayuda a apuntalar las relaciones necesarias para acometer los proyectos con cualquier partido, incluido el HDP. “He intentado respetar el estilo original de Kobane, con sus casa bajas. Nuestra obligación es respetar nuestra cultura y los arquitectos tienen que hacer esto con Kurdistán”, afirma.
Ahora, tras los toques de queda, las ciudades de Nusaybin, Silopi, Cizre y el distrito de Sûr, en Diyarbakir, son como Kobane (la ciudad del norte de Siria arrasada por el ISIS).
A casi un centenar de kilómetros al sur de Diyarbakir se encuentra Mardin, ciudad multicultural en donde la lengua vehicular es el árabe. Allí, kurdos, asirios y árabes abarrotan un centro histórico que es visitado por mochileros y árabes. El supuesto peligro de la región, unido a la escasa promoción internacional, evita que sus históricas edificaciones sean más visitadas.
“¡Es la Mesopotamia!”, exclama Necdet Yigit, un director de cine de 24 años que reside en Kiziltepe, la mayor urbe de la región de Mardin.
Allí, el polvo vuela todo el tiempo, y esas partículas sirven para desarrollar una de las actividades más importantes de la región: el beton (hormigón) y por esa razón se entiende que la salida laboral para los jóvenes sea la construcción o ser camionero. “Aquí todos son camioneros o trabajan en la construcción. Yo no quería eso, quería hacer cine, aunque trabajé dos años para una fábrica de hormigón para ayudar a mi familia”, precisa.
Hace un año, y pese a la oposición familiar, “que aún piensa que eso del cine no da de comer”, constituyó junto a varios amigos la agencia Mezopotamia, dedicada al cine y a los espectáculos circenses. La principal fuente de ingresos son los figurantes para las cientos de películas y series que se ruedan en las colinas de la región de Mardin.
Necdet, quien ha dirigido varios cortometrajes, acaba de terminar una película con la ayuda de Yilmaz Erdogan, uno de los máximos exponentes del arte audiovisual en Anatolia. Erdogan (el cineasta) le ha regalado una cámara profesional, objetivos, un trípode, focos… Ahora tiene un equipo valorado en miles de euros. ¿Cómo ha sucedido eso? “Él es kurdo, como nosotros, y quiere que el arte lo creemos nosotros, que desarrollemos el talento que tiene nuestro pueblo. Ese es uno de mis objetivos porque yo quiero vivir en Kurdistán junto a mi familia y mi pueblo”.
Ahora, con la guerra, su reto por demostrar que todas las tradiciones no se acoplan a la nueva generación de kurdos es un poco más difícil. “Hay que pagar las cosas, dejar dinero en casa para mis hermanos que están estudiando en la universidad. Pero seguiremos luchando. Siempre podría volver a la construcción”, asegura.
Estos ejemplos de kurdos cualificados se unen a los miles de comerciantes afectados por los toques de queda. Muchos pequeños negocios han tenido que cerrar por completo. En la ciudad de Diyarbakir, los sindicatos locales afirman que el impacto de los dos meses de cerco han dejado miles de desplazados, los hoteles de Sûr cerrados, al igual que sus 1.500 tiendas, y 10.000 nuevos kurdos sin empleo. En 2014, según los datos del Gobierno, el número de turistas extranjeros que visitó Diyarbakir se duplicó. Pero el conflicto provocará una caída drástica: los paquetes turísticos a Kurdistán Norte se están cancelando y los hoteles estiman que la ocupación pasará del 85% al 30%. En Mardin, que experimentó entre 2013 y 2014 un repunte del 15% en su turismo, han perdido en 2015 el 40% de sus visitas en julio, agosto y setiembre con respecto a los mismos meses del año anterior. «Es una tragedia para todos», se lamenta Necdet.