Enero 2019. Un huracán de despidos y cesantías en los medios periodísticos. Después de la tormenta, ¿qué?
Jill Abramson fue la Directora Ejecutiva del New York Times desde 2011 a 2014. La primera y única mujer en ocupar ese cargo. En 2014 la despidieron. Asegura que entre las razones está, notoriamente, que es mujer, pero que pesó que ella estuvo en profundo desacuerdo con poner títulos engañosos para ganar clicks y audiencia, y que eso redunde en la venta de mayor publicidad. “Hay un tipo de cambio moral y periodístico que me preocupa”, señala.
Lo que dice esta ex poderosa editora en un reciente libro donde desmenuza las internas del NYTimes y algunas claves del periodismo del siglo XXI (Merchants of Truth: Inside the News Revolution), es un grito del periodismo en todo el mundo.
Los diarios y revistas en papel han perdido a sus lectores, la tirada de cada uno de ellos se redujo exponencialmente y quienes buscan informarse no quieren pagar por ello. Simplemente quieren recibir la información o acceder a la información de forma gratuita. Del otro lado, están las empresas y las estructuras estatales, los históricos anunciantes de los medios. Y tanto unas como otras, le soltaron la mano a los medios en papel. ¿Entonces? ¿Quién paga por el oficio de buscar y producir la información que los lectores quieren gratis, y los Estados y las empresas no están dispuestos a sostener? ¿Puede haber sociedad sin circulación de información? ¿Puede haber sociedad sin periodistas y sin humanos que piensen la sociedad?
Las consecuencias se ven en todas las latitudes del mundo. Il Manifesto cobra 199 euros por año para leer el periódico en cualquier versión; Il Corriere de la Sera cobra 130 euros por año; Le Monde cobra 298 euros por año para acceder a la totalidad de sus contenidos, Folha de Sao Paulo 60 dólares por año, y como estos, cientos de medios en todo el mundo requieren del lector que se abone para leer los contenidos, y/o que se registre, aunque entre las opciones también está un acceso gratuito limitado a 3 o 5 artículos por mes. Pero lo que no se discute es que los medios como los conocimos y en especial los medios gráficos están luchando por sobrevivir.
Eso es lo que advierte Abramson: el avance de las ‘Gerencias comerciales’ sobre las ‘Gerencias periodísticas’ para lograr más clicks o más ventas ha pasado los límites.
Esta situación no es ajena a los medios y a los trabajadores de prensa del Hemisferio Sur, y en particular de Argentina.
Sin la pauta oficial o sin publicidad de las empresas, matutinos como Tiempo Argentino (en su versión Grupo 23), Página 12, Ámbito Financiero y hasta Perfil, trastabillan. El grueso de la torta publicitaria queda en manos del Grupo Clarín y de La Nación, no sólo por adherencia ideológica sino por su extensa y ramificada red de servicios multimedia conexos. Pareciera que todo depende de la cantidad de visitas en los portales web de los medios, y de los malabares y contratos firmados con Facebook, Twitter y el resto de las ‘redes’. En el medio han desaparecido portales, radios y hasta agencias de noticias como DYN.
La Revista ‘Márgenes’, una publicación del Instituto de Industria de la Universidad Nacional de General Sarmiento, publicó un Dossier en octubre 2018 donde analiza los 3 años de gestión de la Alianza Cambiemos, y cómo el Estado en manos de Mauricio Macri ayudó a la crisis (¿terminal?) de los medios. Entre esos artículos el sociólogo Rolando Schor analiza lo que define como ‘mutación de los medios’. En un fragmento asegura: “los primeros 17 años del nuevo siglo, en que crecen geométricamente los dispositivos móviles, las aplicaciones on-demand, los podcasts, el universo youtube, etc., hubo un salto de aquella ‘línea continua de producción de contenidos’ con lectores-escuchas-televidentes permanentes (y fieles) propia de la Modernidad, a una discontinuidad-fragmentación inédita. Los canales de cable y las FM que prometían en su origen aquello de una escucha de música sin interrupciones publicitarias o la visión de películas o series sin cortes, se transformaron en la misma proporción en que se fue desplegando el fenómeno. Todos están en alerta, nadie quiere perder lectores o audiencia, pero ese público pareciera que se esfumó. ¿Dónde quedaron los lectores, los oyentes, los televidentes? Nadie lo sabe demasiado bien. Las mediciones de audiencia tienen un 50% de certeza y un 50% de falsía, porque desconocen qué hacen los ciudadanos a partir de las redes y los dispositivos móviles. Medición por otro lado que habría que hacerla minuto a minuto en los propios dispositivos móviles y redes sociales. De hecho, muchas producciones (por ejemplo, las de Capusotto) tuvieron muchas más reproducciones en la web que el rating que obtenía en la Televisión Pública. Así, los medios ‘tradicionales’ pasaron a ser plataformas para que luego todo entre a rodar en las redes, que es donde se monetizan.
Este nuevo paradigma (una forma arriesgada de definir la mutación) es el que los propios medios desconocen. Hay una sola certeza, y es que el público accede a los contenidos cuando desea: entra y sale. Es fiel de a ratos, hace zapping todo el tiempo, y permanece muy poco en cada sitio que visita. Y esto explica que un porcentaje gigante de la torta publicitaria (privada y estatal) se haya volcado a las redes y los dispositivos móviles -por un lado-, y por el otro a los nuevos lugares de encierro que son los medios de transporte donde la publicidad funciona ‘sí o sí’”.
La avezada Jill Abramson en una entrevista que dio a The New Yorker luego de publicar el libro, coincide con ese eje: “la mayor preocupación que tengo es el predominio de las plataformas de redes sociales como distribuidores y, efectivamente, editores de noticias. Muchos lectores solo están expuestos a noticias a través de Facebook, Instagram o Snapchat. Esa es una desagregación de las noticias, y significa que las personas a menudo leen historias que en algunos casos son precisas y otras no, y son seleccionadas por el algoritmo de lo que te gusta. La insistencia en que las noticias sean instantáneas, y que la audiencia sepa lo que sucedió en el preciso momento en que ocurren, ha tenido un efecto poco saludable. Todo lo instantáneo es una invitación para que algunas falsedades prematuras ingresen al sistema y luego, a través de la viralidad, se propaguen muy rápidamente.”
Algunos medios, los del universo dominante, iniciaron tempranamente la campaña para que los lectores se abonen y se trasladen al universo digital, ofreciendo una gama de servicios y beneficios. “Los principales diarios de Francia como Le Monde, Le Figaro y el nativo digital Mediapart superan con creces los 100.000 abonados, cada uno de ellos. Le Monde, por ejemplo, ronda los 180.000 abonados. Mediapart, los 140.000. Le Figaro va un poco por detrás, pero en noviembre de 2018 rompió la barrera de los 100.000 suscriptores de pago”, señala en un reciente artículo Miguel Ángel Ossorio Vega, en el sitio www.media-tics.com
ENERO, UN MES DE CATÁSTROFES PARA LOS MEDIOS, INCLUSO LOS DIGITALES
Durante décadas, Editorial Atlántida fue sinónimo de revistas de tirada masiva. Casi sellos identitarios: Billiken, para los niños, Para Ti, universo femenino y moda, Gente, actualidad. En enero 2019 la empresa decidió ‘desvincular’ a 20 trabajadores que tenía bajo contrato precario, y a 3 que estaban en relación de dependencia. A esos, a comienzos de febrero, le siguieron otros 14, incluidos los directores de las tres publicaciones mencionadas. El conjunto de los y las trabajadores de Atlántida vienen sosteniendo asambleas y reclamos para evitar el avance de las cesantías, en un horizonte incierto.
Claro está que el periodismo no puede comprender apenas a quienes investigan o escriben o editan. La impresión es parte indisoluble del proceso.
También a fines de enero 2019, el matutino La Nación decidió cerrar su propio taller gráfico, para imprimir en el de su inmediato competidor, Clarín. Eso en el marco de una decisión cuestionada por un vasto conjunto de medios gráficos de todo el país, como fue la aprobación en diciembre 2018 de una norma (recogida con entusiasmo por el oficialismo y sus sostenedores) que permite a la empresa Papel Prensa -propiedad de Clarín, La Nación y el Estado argentino-, desregular el precio del papel que usan diarios y revistas, un misil que apunta al corazón de los medios comunitarios y de menor poder. Más concentración, en todo sentido.
El CEO del Grupo La Nación, desde la portada del diario, justificaba el cierre de su planta impresora (y con ella, 70 despidos además de 30 trabajadores que aceptaron el retiro voluntario):
«Queremos informarles que hoy cierra nuestra planta impresora de la calle Zepita. Esta decisión no implica cambio alguno para nuestras audiencias ya que el diario en papel empezará a imprimirse en plantas de terceros, tal como hoy sucede con otros de nuestros productos editoriales, como las revistas. Medios de referencia de todo el mundo han tomado en los últimos años decisiones similares», sostiene Guillermo Rivaben, CEO S.A. La Nación.
En los Estados Unidos de América, el conglomerado más poderoso de medios es Gannett. Su historia comienza hace un siglo pero su salto coincide con el gobierno de Reagan. A partir de ese momento, cuando nace USA Today, aparece el primer diario que se lee en simultáneo en todo el país. Y ese avance fue al precio de comprar medios locales que luego eran integrados o cerrados. Por ejemplo en la ciudad de Nashville había dos periódicos, el matutino Tennessean, y el vespertino Nashville Banner. Gannett primero compró el matutino, y en 1998 compró el vespertino por 65 millones de dólares, e inmediatamente lo cerró. Un tercio del personal fue absorbido y en total quedó un equipo de 180 profesionales trabajando. El resto, fue cesanteado. Hoy, tras las nuevas expulsiones de enero 2019, sólo hay 70 periodistas trabajando. Desde 1990 a hoy, el 65% de los puestos de trabajo en el periodismo en ese país, desaparecieron.
En diciembre 2018, el presidente de Gannett USA Today Network anunció a sus empleados en todo el país (hablamos de 109 medios locales en 34 estados) que debido a la baja en las ventas de diarios en papel, el insuficiente volumen de facturación en las versiones digitales y la promesa de inversión de un fondo buitre (Alden Capital) la empresa iba a reducirse, y a partir de ahí comenzaron los despidos. O mejor, los nuevos despidos pues en 2015 el grupo Gannett tenía 19.600 empleados y a fines de 2017 eran 15.300
LOS PORTALES WEB, ASCENSO ¿Y CAÍDA?
La dinámica de los sitios web, con producción y actualización de noticias las 24 horas creció de la mano de la caída de ventas de los diarios en papel. Emparentado con lo que había ocurrido con los canales de cable que en su origen ofrecían programación sin interrupción publicitaria y películas sin cortes, los portales parecían decir “te lo informamos antes, es más breve, y es gratis”. Pero ese éxito estuvo acompañado no sólo de la ‘mutación’ on-demand que mencionaba Rolando Schor sino también de una precarización de las condiciones de trabajo para los periodistas. Jornadas extendidas, fuera del marco de los convenios laborales, de alta intensidad, y con duplicación o triplicación de tareas. Esto es: investigar, producir, reportear, redactar, editar contenidos y subirlos a la web. Los egresados de las escuelas y facultades de comunicación -prácticamente- no conocen otro esquema de trabajo.
La crisis de la prensa escrita y su hiper-concentración en Estados Unidos dio como resultado la aparición de gigantes digitales. BuzzFeed es uno de ellos, y en 2015 logró más de 200 millones de clicks en un mismo mes. Un récord. Pero en 2019, a pesar de haber generado 300 millones de dólares en ingresos por publicidad (ya sabemos, los clicks mandan por sobre los contenidos periodísticos) anunció que despedirá a 218 trabajadores.
Lo mismo pasó con el sitio Vice, con Mic, y con otros. El Verizon Media Group, que incluye Yahoo, AOL y el The Huffington Post anunció que reduce su staff en un 7%, lo que equivale a 800 empleados menos. En enero, los despidos sumaron 2100 empleados de prensa solo en Estados Unidos. Un terremoto.
El Grupo Vocento (cuyo medio insignia es el ABC de Madrid) confirmó el cierre de Eslang, su web para jóvenes, y ‘PlayGround’ despedirá a 70 de sus 150 empleados. Es una de las webs con más audiencia en redes sociales en el mundo, se edita en ocho lenguas y tiene 29 millones de seguidores en Facebook.
NUEVOS LECTORES. EL DESAFÍO
Pareciera que la única salida sostenible es el vínculo real con los lectores, no tomándolos como ajenos o anónimos, sino por el contrario, potenciando su participación y opinión. Eso implica desde los lectores una actitud mucho más participativa, y que sean quienes sostienen voluntariamente los medios. Se presume que ese nexo no puede tejerse a la distancia, y que serán los medios locales que cubran o den voz a lo que acontece localmente los que puedan sostenerse más sólidamente. El formato puede ser cooperativo o similar, y ciertamente digital. Pero lo que se avizora es que las grandes corporaciones periodísticas perdieron su esencia, la de ser canales de comunicación e información, y que esa posibilidad quedó en manos de los medios chicos, autónomos, realmente independientes.
Acaso estemos frente ya no al ‘periodismo militante’ sino al ‘lector militante’, consciente de que sin ese medio y sin el trabajo de esos periodistas, su propio futuro emerge neblinoso o ciego.
¡Excelente!
Gracias Sergio por tu atenta lectura y comentario. Nos ayuda a seguir. Y si lo deseas, por favor compartilo en las redes
Gracias Sergio por tu lectura atenta y el comentario. Nos ayuda que lo compartas y más gente se sume a leerlo y debatir
Ciertamente, ante la defección informativa de los medios tradicionales,más atentos al negocio que a la veracidad de la noticia, se impone este tipo de «lector militante» que haga su propio compilado con sentido crítico. Claro está que esto supone salir del estado pasivo-contemplativo en que la corporación se empeña en sumir a las personas. La actitud del lector militante debe ser propositiva y acertiva,igualando o superando a la de un gerente comercial de cualquier corporación, lo cual implica un abandono urgente de la pereza mental a la que se tiende en estas épocas «interesantes».
Fernando: coincidimos plenamente en que hace falta un lector activo y riguroso, que busque cotidianamente la información y salga de una actitud pasiva. Gracias por leernos y por sumar lectores. Seguimos siendo una publicación 100% gratuita de libre acceso y sin fines de lucro