escribe Darío Bursztyn
El profesor de la Facultad de Diplomacia de Ginebra, Alfred de Zayas, considera que la OTAN opera bajo la creencia de que tiene una ‘misión’, que es exportar su modelo socio-económico a otros países. Funciona como una religión, como un credo calvinista…ser ‘los elegidos’. Por definición, entonces, Occidente es el ‘elegido’, siempre los buenos muchachos, y sólo ellos serán salvados. Es una cuestión de fe, pareciera.
Como toda religión, la OTAN tiene su propio dogma y léxico. Para ellos una ‘revolución de color’ es lo que para la humanidad es golpe de estado, una ‘intervención humanitaria’ es forzar un cambio de régimen, y el ‘gobierno de la ley’ no es otra cosa que imponer las leyes que sirven a la OTAN. Así como se creen Dios y ser los elegidos, siempre hay uno o más personajes demoníacos. Hoy el Satán Nº 1 es Vladimir Putin, y el Satán Nº 2 es Xi Jinping. Cambia según las épocas…
Alfred de Zayas sostiene que por aceptación, o por complicidad, los medios corporativos fueron muy eficaces en convencer a millones de norteamericanos y europeos sobre esta narrativas envenenadas.
Las audiencias están plenamente convencidas de que hubo algo como la ‘primavera árabe’ o en el caso de Ucrania, la ‘euro Maidan’, en referencia a la plaza principal donde fueron las protestas que derrocaron a Viktor Yanukovych, quien con virtudes y defectos, había sido elegido democráticamente, pero no jugaba el juego que la OTAN precisaba. Entonces, una vez más, se habla de ‘revolución de color’, cuando lo que se impulsó es un putsch.
Y se pregunta: ¿Cómo es posible que se haya inventado que Irak, gobernado, por Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva para justificar la invasión, y todavía se siga creyendo no sólo en esa mentira sino que fue una acción ‘defensiva’? Hay una profusa evidencia de que la CIA y el MI5 organizaron operaciones encubiertas en Oriente Medio y en el mundo. Si personas educadas pueden seguir creyendo sin cuestionar un ápice de estas mentiras, sólo puede explicarse con la hipótesis de que la OTAN es una poderosa religión, una religión secular, y en tanto tal, debemos creer en su narrativa y sus dogmas, porque es una cuestión de fe. De la alianza anti-Irak formaron parte 43 países. La comandó Estados Unidos y la OTAN, pero ni siquiera todos eran parte de ella.
La OTAN existe hace 73 años, en los cuales ha cometido toda clase de crímenes y ‘errores’.
Dice de Zayas: Desearía preguntar a las víctimas de los drones repletos de uranio que cayeron sobre Afganistán, Irak, Siria, Yugoslavia qué piensan sobre la autoproclamada idea de la OTAN que es ‘portadora de la democracia y los derechos humanos’.
Como historiador, no solo como jurista, creo que estamos perdiendo la batalla por la verdad.
Es bastante probable que dentro de treinta, cincuenta u ochenta años, la propaganda de la OTAN emerja como la verdad histórica, y quede firmemente cementada y sea repetida en los libros de historia.
Parte de eso es posible porque la mayoría de los historiadores y abogados, son plumas que se compran para que escriban lo conveniente. Rechazo la idea de que con el paso del tiempo se impone la objetividad histórica. Más bien creo que todas las patrañas de las que somos testigos serán instaladas como la narrativa histórica cuando los expertos estén todos muertos y no haya quien contradiga este universo de mentiras.
Ni los documentos desclasificados que revelan los planes siniestros de la OTAN desbarrancan esa narrativa, porque la experiencia nos enseña que muy de vez en cuando se puede desanudar una mentira política bien construida.
Ninguna mentira política cae mientras sea políticamente útil.
Desde www.purochamuyo.com / los Cuadernos de Crisis, vamos a intentar no ser parte de los escribas de la mentira.
UNA LÍNEA DE TIEMPO
En 1991 cuando desaparece la URSS, Ucrania ya tenía sus propios incipientes oligarcas: políticos o círculos cercanos al poder central que habían empezado en los años 80 de la perestroika a amasar pequeñas fortunas que luego, en la debacle, les permitió ‘comprar’ por monedas las grandes industrias y unidades productivas en general.
Aquí entra el nombre de Leonid Kuchma, primer ministro en 1992-1993 y luego presidente en dos períodos, entre 1994 y 2005.
La conocida como “revolución naranja” de 2004, y las posteriores “guerras del gas” de 2006 y 2009, fueron todo el tiempo un ida y vuelta de seducción a los capitales europeos, pero sin quebrar esas nomenclaturas.
Precisamente en 2004 es cuando se produce la primera gran descomposición del sistema de clanes en el poder político-económico, y surgen varios conglomerados empresariales, que en sucesivas etapas, y este no es un orden cronológico, han tenido el máximo poder: el Clan de Kiev, el Clan de Dniepropetrovsk y el Clan de Donetsk.
Para llegar a los sangrientos hechos de 2014 y a los hechos en Crimea, hace falta aclarar que la reforma del sistema político presidencialista hacia uno parlamentarista, votada en 2004, fue revocada en octubre de 2010 por parte del Tribunal Constitucional, una vez que Victor Yanukovich ya había asumido la presidencia, postulado por el Partido de las Regiones.
La ‘Familia’ (el clan Yanukovich) podría incluso haber amasado más de 400 millones de dólares. ¿De dónde provenía? Buena parte de la élite dominante desde el año 2010 cuando él asume la presidencia proviene de la región de Donetsk y las áreas adyacentes (el conocido como Clan de Donetsk), del cual el mismo Yanukovich es la principal cara política; y el magnate Rinat Akhmetov, la cara económica.
Hubo acusaciones frente a la Comisión Interdepartamental para el Combate de las Adquisiciones Ilegales de empresas, de que en 2010 unos 75 empresarios fueron obligados a vender sus emprendimientos, y en 2011 las denuncias subieron a 1000 a favor de los amigos del poder. La concentración del capital y la monopolización de ramas económicas duplicó y hasta triplicó los bienes en poder de los oligarcas, sostiene el especialista Abel Riu de la Universidad de Barcelona.
En 2010-2014 el Partido Comunista de Ucrania y el Partido de las Regiones tenían un apoyo electoral que va del 60% a más del 90% en las regiones orientales y del sur del país. Justo es decir que esas regiones del este, vecinas con Rusia -Donetsk y Lugansk- concentran una de las mayores industrias metalúrgicas del mundo, y además son parte de las tierras más fértiles.
Pero tras largos dos años de conversaciones para la firma del Acuerdo de Asociación con la UE, finalmente el 21 de noviembre de 2014 Yanukovich anunció que Ucrania se retiraba de las negociaciones, y en protesta las zonas occidentales y en especial la capital, Kiev, estallaron.
La madrugada del 30 de noviembre eclosionó en la plaza de la Independencia (Maidan) de Kiev una multitud que fue reprimida, y que tras ello se convirtió en una multitud mayor que algunos calculan en un millón de personas.
Salieron a protestar contra los abusos policiales, el gobierno y contra el presidente. Naturalmente, dentro de las demandas estaba proseguir el curso de ingreso a la Unión Europea, y le agregaron el pedido de renuncia de Yanukovich.
En esa circunstancia, convocó a los líderes opositores del partido por la Patria (Batkivshchyna) del que destaca quien había sido primera ministra Yulia Timoshenko, y el UDAR (Ukrainian Democratic Alliance for Reform) que encabeza el ex campeón mundial de boxeo Vitaly Klitschko.
En simultáneo, en el oeste del país, los parlamentos regionales de Ternopil y Ivano-Krankivsk, más próximas a Polonia, Eslovaquia y Rumania decidieron prohibir al Partido Comunista de Ucrania y el Partido de las Regiones. Algunos sectores de la población occidental, de hecho, se identifican con el partido de ultraderecha neonazi Svoboda. Lo cierto es que cuanto más próximo a occidente está la población de Ucrania, más ve a las provincias del Donetsk y la de Lugansk -donde la población es mayoritariamente rusa-, como ajena, aliada a Rusia. Y ciertamente la mayoría de esa población es pro-rusa, se mantiene en rebeldía, y disiente con su incorporación a la Unión Europea y la OTAN.
Como indicamos, en 2004 se inició una reconfiguración del mapa de la nomenklatura ucraniana: en cada paso la política está trenzada con los grupos económicos y los clanes.
La dinámica de concentración de capital y la monopolización de los principales sectores económicos en pocas manos, no representa una novedad. Lo que ha ocurrido es que mutaron los vínculos más o menos estrechos con los oligarcas de empresas rusas, y/o con los intereses corporativos de empresas capitalistas occidentales.
En ese mismo período, paralelamente, se creó la empresa intermediaria de energía, RosUkrEnergo haciéndose cargo a partir de ese momento de la intermediación entre el gigante ruso de energía, Gazprom y la estatal ucraniana Naftogaz, y es esta intermediaria la que hace los acuerdos para el tránsito de gas y petróleo de Asia Central y de Rusia a través de Ucrania. Allí hay un nombre insoslayable, el de Dmitry Firtash, que dirigía todas las operaciones, y a quien acusan de diversas maniobras y sobornos. Fue juzgado en ausencia en 2021 (en 2014 se exiló en Austria) y aún mantiene la propiedad de empresas químicas, incluido el titanio, de energía y medios de comunicación en Ucrania. Sin embargo la principal acusación del actual gobierno de Kiev es que Firtash operó a favor de Rusia.
Cuando asumió en 2005 como primera ministra Yulia Timoshenko, invalidó el proceso de privatización de más de 3000 empresas que había iniciado Kuchma.
Entre esas estaba la principal siderúrgica del país, vendida por 800 millones de dólares a uno de los oligarcas del Donetsk, y que volvió a manos estatales para ser subastada nuevamente.
Esta vez se la quedó la mayor empresa de aceros del mundo Mittal Steel (actualmente ArcelorMittal) comandada por el magnate indio-británico Lakshmi Mittal, por 4800 millones de dólares.
Aquí cabe una digresión, para entender otros procesos políticos y económicos que también son noticia.
En esos mismos años, Mittal se quedó con empresas siderúrgicas estatales que fueron privatizadas en Polonia (donde hoy representa el 70% de la producción polaca de aceros), República Checa, Rumania y Kazajstán (misma situación que en Polonia). Fábricas enteras con personal técnico formado, y cuyos salarios en términos internacionales eran un tercio del que se pagaba en las grandes acerías y automotrices de Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia.
En 2021, Ucrania terminó siendo el 8º productor mundial de acero (19,4 millones de toneladas de acero crudo, 19,6 M de toneladas de acero, y 17,5 M de toneladas de laminados de acero). El 30% de todas sus exportaciones responden a este rubro. Sus clientes están en 120 países. Y los dueños de este gigante negocio son pocos.
Tres grupos empresarios (los clanes) concentran el 75% del negocio: son Metinvest Holding (que encabeza Rinat Akhmetov, aquel oligarca al que le habían quitado la acería para volverla a privatizar), ArcelorMittal Kryvyi Rih (del grupo siderúrgico mas grande del mundo) y ISD (una empresa enorme que, aún siendo distinta de Metinvest, su capital accionario es un 50.2% propiedad del grupo Metinvest). Con esas cifras, no sorprende que el holding ucraniano de Rinat Akhmetov sea uno de las 10 empresas siderúrgicas más importantes a nivel global.
Tal vez por eso, con la tensión entre la OTAN y Rusia, se prendieron las alarmas en los medios económicos norteamericanos: el 26 de enero afirmaron “Rusia y Ucrania proveen el 60% de las importaciones de acero crudo (pig iron, en la jerga industrial) del total que importa Estados Unidos. Un conflicto obligaría al país a buscar con urgencia otros proveedores. Brasil, en 2021, había superado el volumen de los envíos ucranianos, pero…”
EL TEMA DEL GAS Y LA DEPENDENCIA EUROPEA
Ucrania es uno de los mayores importadores de gas del planeta, y en 2010 cuando asumió Yanukovich el 100% provenía de Rusia, que usaba el precio del gas como un condicionante político: cuanto más coqueteaba Ucrania con la UE y la OTAN, más subía el precio. Pasó de 240 dólares por mil metros cúbicos en 2010 hasta más de 400 en 2012, uno de los más caros de toda Europa.
En ese punto, decidieron comprar gas ruso de forma indirecta, reimportándolo desde Polonia, Hungría y Eslovaquia. Finalmente se firmó un acuerdo por el cual Kiev obtenía un precio de 269 dólares por cada mil metros cúbicos, un 33% de descuento.
Esa dependencia del gas ruso, se extiende a Europa.
Rusia es el mayor exportador de gas natural del planeta, siendo la UE el mayor importador. Un 76% de las exportaciones de gas naturales rusas tienen como destino los países de la UE (sobre todo Alemania con el 24%, Italia 11%, Francia 6% y el Reino Unido también un 6%).
En 2014 a 16, el 50% del total de comercio de gas natural entre Rusia y la UE pasaba por los gasoductos situados en territorio ucraniano. Rusia exporta alrededor del 34% del total de importaciones de gas natural que se consume a la UE.
Para la Federación Rusa asegurarse fuertes vínculos con Ucrania significa asegurar que el gas llegue a Europa, y eso representa un porcentaje superior al 50% del total de las exportaciones al país de Putin
Eso motivó a que ambas partes, proveedor y cliente, busquen dos rutas alternativas: el gasoducto South Stream por el Mar Negro, y el Nord Stream que atraviesa el Báltico, y aterriza en Alemania.
Sin dudas este es uno de los motivos principales del avance de Rusia sobre Crimea y la zona de seguridad en el Mar Negro, y es también la razón por la cual la OTAN provoca a Rusia en ese mar, con un jugador esencial que es Turquía, que no sólo forma parte de la organización militar, sino que ahora produce drones militares, los cuales con entusiasmo le ofreció a Ucrania.
En la misma dirección avanza el proyecto panturco de asociación con Azerbaiyán, que da al mar Caspio, a través del cual los países productores de Asia Central -como Turkmenistán-, pretenden llegar a Europa, esquivando a Rusia. Por ello, Armenia que es vecina de Turquía y de Azerbaiyán, vivió y vive en permanente zozobra y presión, y no tiene otra alternativa que pedir y recibir el apoyo militar ruso.
A pesar de todas las tensiones y presiones, entre la Federación Rusa y Ucrania, incluso tras la desaparición de la URSS, hay un vastísimo entramado económico, por el cual decenas de miles de productos producidos en Ucrania ingresan a Rusia con aranceles de importación preferencial, que en la enorme mayoría de los casos van de 0% al 15%. La incorporación de Ucrania a la UE -con el re-etiquetado de productos en Ucrania-, podría inundar el mercado ruso de aquello producido en Europa occidental, y quitarle a Moscú un elemento de negociación: productos x gas.
UCRANIA, EL GRANERO DE EUROPA
En épocas soviéticas, a Ucrania se la representaba con una espiga de trigo. Un país más extenso que Francia pero menor a Alemania (604 mil kilómetros cuadrados) cuenta con más del 55% de la superficie de las mejores tierras negras del mundo.
32 millones de hectáreas de las famosas chernozem (tierras negras) que tienen materia orgánica del 3 al 13 %, además de ricas en potasio, fósforo y microelementos y una profundidad de casi 1 metro, ideal para la mayoría de cultivos cerealistas.
Para decirlo brevemente, Ucrania tiene en su territorio el equivalente al 30% de toda la superficie arable de la Unión Europea.
Produce alimentos para 450 millones, 10 veces la población del país. Alimentos que no son tales, son commodities que cotizan en el mercado internacional.
Es la mayor potencia del mundo de girasol, y está entre los diez grandes jugadores en trigo, maíz, papa y algodón, aunque también produce cebada, centeno, manzanas, etc. El universo del agronegocio representa casi el 8% del Producto Interno Bruto y le da trabajo a más del 17% de su población.
Con esta base, la privatización de la tierra de Ucrania es un botín de oro para los consorcios agro-industriales occidentales. De eso, no se habla.
En 2014 el director regional de DuPont decía con entusiasmo que Ucrania se había convertido en uno de los mercados agrícolas con más rápido crecimiento del mundo.
Cuando se desintegró la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en Ucrania se desarticularon las granjas colectivas y las cooperativas.
Un viejo sueño de los sectores propietarios que se habían opuesto entre 1918 y 1922 a la colectivización, y las resistencias duraron a lo largo de los 20 y los años 30.
El odio hacia el ‘demonio rojo’ fue uno de los ingredientes para que en 1941 los rencores anti-colectivistas derivaran en la formación de una república filo-nazi tan pronto las tropas de Hitler avanzaron en territorio ucraniano. Los escalones de la historia no están ajenos en este presente.
En 1991, las parcelas fueron repartidas a quienes vivían en el campo, a razón de 4 hectáreas por familia. Sin embargo durante varios años eso no pasó del anuncio, porque hubo quienes recibieron el aviso pero no les adjudicaron la tierra.
10 años más tarde, en 2001, fue aprobado el Código de Tierras, y desde ese momento fue renovada una y otra vez una moratoria que impide la venta de tierra, que es la meta del agro-negocio.
El presidente ucraniano Vladimir Zelensky, abrió el mercado de tierras pero la venta a los extranjeros sigue pospuesta hasta 2024, para cuando se convocaría a un referéndum.
Sin embargo, no precisan comprarla. Decenas de miles de agricultores han alquilado sus campos a empresas. O bien basta conque empresas como Cargill, Bunge o Monsanto compren acciones en empresas agro-industriales ucranianas.
A la lista hay que agregar a los sauditas, los chinos que quieren comprar 3 millones de hectáreas en la provincia de Dniepropetrovsk, y por supuesto, a los rusos.
El Banco Mundial, en julio de 2021, estimó que la reforma agrícola pro-empresaria en Ucrania permitiría un crecimiento de hasta el 1% en el PIB, y los embajadores del G7 firmaron una declaración en la que sostienen que ‘una reforma agraria transparente y correcta creará enormes posibilidades para Ucrania’.
Para no dejar dudas de lo que está en juego, el presidente de la Cámara de Comercio Ucraniano-Norteamericana (USUBC), Morgan Williams, sostuvo que “Ucrania es la única gran democracia del mundo que no tiene un mercado de tierras. Eso perjudica la economía ucraniana, su bienestar y al pueblo del país”.
El entretejido de propietarios del agro-negocio en tierras de Ucrania con el capital transnacional no se diferencia de lo que ocurre en otros países. Ya en 2013 el 42.3% de la producción estaba concentrada en los ‘holdings’ y el 5% en manos de los agricultores pequeños. Estos, llaman a los otros ‘latifundisty’.
Fondos europeos de pensión, como el Third Swedish National Pension Fund y el Dutch Pension Fund for Care and Well-Being son socios-propietarios de explotaciones agroindustriales en Ucrania. Renta pura.
Lo que se pone en marcha es que cualquier ciudadano mayor de 21 años puede comprar o vender hasta 100 hectáreas, y esa cifra se elevaría a 10.000 hectáreas después del referéndum pensado para 2024.
Mientras tanto, el costo de arrendar la tierra ucraniana es de 30 a 80 dólares por hectárea, contra 165 en Francia, Italia y Países Bajos, y 194 dólares en Hungría. Negocio redondo.
Dmytro Solomchuk, ucraniano, empresario y director de PPF “Agro-Center” acusa al gobierno de estar vendiendo demasiada tierra a cambio de nada, y subraya que 5 millones de ucranianos se fueron en los últimos años al extranjero a trabajar, y que si no fuera por los 4500 millones de dólares en remesas que envían a sus familias cada año, la economía de buena parte de la población sería un colapso.
En la misma línea de razonamiento, en 2019, el presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, Yaroslav Hazalo, sostuvo que habían desaparecido más de 10 mil unidades productoras, y que el campo se está despoblando…’hay la misma cantidad de agricultores que en 1913′, afirmó.
Para celebración de las corporaciones del agronegocio, hasta el 27 de enero de 2022 se habían firmado 86.419 acuerdos de compra-venta de tierra, según la publicación del Ministerio de Política Agraria y Alimentación de Ucrania.
¿Qué está en juego en Ucrania, entonces?
Un universo de tensiones e intereses que pasan por el gas, por el dominio del Mar Negro, por la geopolítica de la provisión de energía, por los commodities alimenticios, y por los commodities de minerales y de metales a los que apuestan (y de lo que sacan ganancias) los Fondos de inversión en Chicago y Wall Street).
Ucrania vive una esquizofrenia, como alguna vez dijo la mítica reportera española destacada en el este de Europa, Pilar Bonet.
El este del país, tras haber vivido dentro del imperio ruso y haber transitado 70 años de Unión Soviética, no quiere ‘pertenecer’ a occidente. Pero allí están buena parte de las mejores tierras y de la industria. El oeste del país nunca quiso tener nada que ver con el mundo soviético, y ha demostrado en reiteradas oportunidades que va de liberal a neonazi.
Los corruptos oligarcas nativos, con o sin socios extranjeros, hablan como patriotas mientras el país expulsó más del 12% de la población en busca de trabajo en otras geografías, incluso en Polonia.
El Pentágono logró que el presupuesto militar de EE.UU sea de 778.000 millones de dólares, y el dios OTAN ha impulsado que países como Estonia, Lituania, Letonia, Polonia, Rumania y Bulgaria hayan duplicado o triplicado su presupuesto militar en una década, ante lo que definen como ‘peligro ruso’.
Sin embargo, a pesar de la penosa maquinaria de prensa, siempre según cifras del SIPRI (Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo), el presupuesto militar de Francia (U$S 52.747 millones), Alemania (U$S 52.765 millones), Italia (U$S 28.921 millones), España (U$S 17.432 millones) y Gran Bretaña (U$S 59.238 millones) supera ampliamente al de la Federación Rusa, cuyo presupuesto militar es de U$S 62.000 millones anuales.
Los datos, precisos y abundantes, están sobre la mesa. Cada uno sacará sus conclusiones sobre el conflicto en Ucrania.
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REGISTRO ISSN 2953-3945
[…] de enero de 2022, con cierta esperanza de que la guerra de las armas no se iniciara, se llamó “Ucrania navega entre la OTAN, el acero y los commodities agrícolas”– Puede leerse completo en el siguiente link: […]