Escribe Pablo Tigani *
El J.P. Morgan a pleno se pasea por Buenos Aires. Y el país opera como una filial de Wall Street. El relato oficial esconde la subordinación financiera bendecida por Donald Trump y coordinada desde Nueva York, aunque los funcionarios insistan con que “el plan económico es decidido acá”.
En octubre de 2025, mientras las cámaras enfocaban a un presidente argentino abrazando a Donald Trump, los mercados sonreían con la satisfacción de quien ya conoce el final del guion.
Wall Street sabía que estaba consolidando una posición larga. La campaña electoral de La Libertad Avanza se hizo sin dólares, y como en 2023, con poco territorio: sólo con tweets de Scott Bessent, selfies de Trump y el aval silencioso del magnate Jamie Dimon, uno de los “salvados” por el Tesoro de EE.UU en la mega crisis de 2008. Ninguna potencia había invertido tan poco para obtener tanto.
El mito libertario de un país redimido por la “racionalidad de mercado” ocultó lo obvio: la racionalidad era de otro mercado. El verdadero think tank no estaba en Buenos Aires (a pesar de que el pleno del equipo económico fue empleado del JP Morgan), sino en Park Avenue, y su plan de estabilización consistía en vender futuros del BCRA mientras el Tesoro estadounidense, discretamente, convertía su esfuerzo en pesos argentinos, en poder. En los pasillos se habla de “trade off” o “no pusieron un dólar”. Lo cierto es que, en rigor, no asistimos al ascenso de un movimiento político sino a la expansión territorial del carry trade.
EL NUEVO MARKETING DE LA DOMINACIÓN FINANCIERA
Desde los años 80, los analistas del JP Morgan fabricaron el “mercado emergente” como un laboratorio donde la deuda era materia prima de la ingeniería financiera.
Argentina fue su alumno modelo. Con un endeudamiento imparable, en los 90, con Menem y Cavallo el país canjeó soberanía por spreads, y en 2018 con Macri volvió a hacerlo con la cobertura del stand-by del FMI. Los mismos The Caputo’s of life, idénticos socios y las mismas excusas.
Aquel informe técnico de JP Morgan de 2019 ya anticipaba la tragedia porque advertía que el 81 % de la deuda argentina estaba en moneda extranjera y que cualquier movimiento del tipo de cambio podía volverla impagable. Los mismos cambistas y operadores de la gran banca internacional, ex-traders reconvertidos por un rato en funcionarios (y probablemente luego vuelvan a las oficinas de esos mismos bancos y Fondos), recitan diagnósticos, y se presentan como “sabios de la estabilidad”. La ironía es circular; los responsables del problema administran ahora su solución, y cobran doble comisión.
El relato libertario logró, sin embargo, un golpe publicitario admirable. Donde antes había bonos y swaps, hoy hay memes. El endeudamiento se disfrazó de gesta moral. Y la obediencia a Washington -ese ritual de la periferia financiera- fue reinterpretada como “sinceramiento del mercado”. Nada más eficiente que convertir la subordinación en épica.
UNA TASK FORCE DE LA NUEVA GUERRA HÍBRIDA FINANCIERA
El discurso oficial dice y reitera que todo se trata de un “alineamiento estratégico” con Estados Unidos. Es un eufemismo amable para designar una relación de tutela.
¿Cómo opera esa “fuerza operativa”? Es una task force permanente conformada por el gobierno argentino, el Tesoro de EE. UU., JP Morgan Chase y la comparsa de funcionarios que orbitan entre Buenos Aires y Nueva York. Donde podía pensarse en conspiración, en la práctica, es un organigrama.
Bessent -gestor del fondo Key Square Capital y discípulo directo de Soros- opera como intermediario informal entre Trump y el ala financiera libertaria. Su papel recuerda al de los operadores de deuda que en los 90 coordinaban canjes y discursos. La diferencia es que ahora el flujo no pasa por Bloomberg Terminal sino por Twitter.
Así, esta task force domina la escena informativa. Cada tweet de Bessent equivale a una operación de mercado, y cada foto de Trump con Milei es un activo simbólico que revaloriza el “riesgo Argentina” en los fondos de inversión. Mientras tanto, el relato de éxito -reservas “recuperadas”, inflación “contenida”, crecimiento “por venir”- funciona como hedge comunicacional. La política se transformó en derivado financiero; su valor depende de expectativas, no de fundamentos.
LOS TRADERS SON LOS MINISTROS, Y VICEVERSA
La gran innovación del siglo XXI no es el fintech sino la tecnocracia performativa; individuos que aprendieron en los bancos de inversión a simular conocimiento y a convertir la mentira en “activo”. Su mérito no es técnico sino estético, dominan la gramática de la impostura. Presentan el ajuste como si fuera un algoritmo y la entrega nacional como si fuera benchmarking. La “república de los traders” ha reemplazado la deliberación política propia de una democracia en funcionamiento, por la planilla Excel y la ética por el spread.
El conocimiento financiero se volvió pseudociencia del Gabinete. Cuando anuncian que “no hay dólares”, omiten que ellos mismos los vendieron en el mercado futuro para sostener el tipo de cambio electoral. Hay estimaciones de que el BCRA superó los 7.000 millones de dólares vendidos en futuros durante octubre… Es decir que mientras se hablaba de “ayuda”, en los pasillos de la City había hipótesis potenciales: comprarían pesos y simultáneamente backupearian con “manos amigas” (dólares futuros). El carry trade más caro de la historia.
Estamos ante un planificado mecanismo de deuda forjado en los laboratorios financiero-sociales de corporaciones como JP Morgan. Primero, los bancos crean el problema: endeudamiento en moneda dura, déficit externo, fuga. Luego, diseñan el remedio: un programa de estabilización con metas imposibles y condicionalidades infinitas. Finalmente, cobran por el asesoramiento. JP Morgan lo perfeccionó en América Latina y lo institucionalizó en Argentina, donde cada crisis se celebra como “nuevo comienzo”. De esos cobros por asesoramiento para reestructurar deuda cada uno de los funcionarios top del equipo Caputo, incluido él mismo, son expertos.
Dimon, en Buenos Aires, junto a la ex del gobierno de Bush, Condolezza Rice, y el inefable todoterreno Tony Blair, bendijo la “nueva etapa” y vino a dejar claro quién manda. Bajo su liderazgo, el banco que recibió 25.000 millones de dólares del programa TARP (Troubled Asset Relief Program o Programa de Alivio de Activos Problemáticos-un eufemismo) durante la crisis de 2008 reaparece ahora como garante moral de la “racionalidad macroeconómica”. El milagro del capitalismo es su capacidad para convertir al rescatado en rescatista.
La subordinación argentina no es fruto de la ignorancia sino de la conveniencia. Los ex-traders devenidos funcionarios conocen las reglas: el premio es pertenecer, sobre todo si se tienen que ir. La ideología libertaria, en realidad, es un instrumento de poder global: desmantelar al Estado, dilapidar los bienes públicos, desmembrar políticas nacionales para que la focalización en las provincias haga más simple que se traguen el bocado cuando ellos abren los espacios a los flujos financieros. El resto es storytelling.
EL EXPERIMENTO ARGENTINO, O CÓMO VOLAR POR LOS AIRES CON ELEGANCIA
Argentina se ha convertido en el experimento más reciente de una ingeniería financiera que disfraza la dependencia de meritocracia. El gobierno actual, incluso más que el de Mauricio Macri, funciona como filial de Wall Street, con un board mixto de economistas locales y asesores extranjeros. Si las cuentas (de ellos) cierran, el crédito sigue; si no, el país explota, y el comunicado de los expertos dirá que fue “por exceso de populismo”.
El resultado inmediato que encandila a través de las redes sociales es el espejismo de estabilidad; el resultado final, la destrucción de la legitimidad democrática. Si el cálculo falla -si el experimento electoral no se renueva- la task force (la misma que en su versión borceguíes y misiles iba a devolver la democracia a Irak o a Afganistán), se retirará y dejará a la Nación argentina exactamente donde empezó; con las ruinas de su propio autoengaño. Y, por supuesto, con un nuevo informe de JP Morgan explicando por qué “nadie lo vio venir”.
Lo cierto es que mientras se proclama la soberanía del mercado, la Argentina es hoy un hedge fund soberano, administrado por quienes siempre apuestan contra ella, porque su negocio desde hace más de cuatro décadas, es que haya deuda.
Pablo Tigani es Profesor de posgrado en la Universidad de Buenos Aires y universidades privadas. Tiene una Maestría en Política Económica Internacional, un Doctorado en Ciencia Política, es Director de la Fundación Esperanza y de la consultora Hacer.com.ar, y es autor de seis libros.
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