Escribe Diego Ortolani
Cuenta la leyenda que la sirena Parténope se enamoró perdidamente del astuto Odiseo, y al no poder tenerlo, pese al embeleso de su canto, murió de amor. Odiseo se había hecho atar al palo de su nao , para poder escuchar la dulzura sin par del canto de las sirenas sin sucumbir, loco, a su trampa. El cuerpo de Parténope fue a dar a la playa donde colonos griegos, de la vecina Cuma, fundaron en su honor la primera urbe en el siglo VIII a.C.
Las sirenas moraban en Capri, la bellísima isla frente a la ciudad que luego los griegos refundaron un poco más arriba, en las colinas, como Neapolis. Así empezó la historia napolitana, envuelta en la leyenda y el misterio.
Arribé a Napoli más prosaicamente el último diciembre por 3 meses, pletórico de ganas de conocer un territorio que se avistaba fascinante, entusiasmado con explorar la indicación que coincidentemente le había cazado a Franco «Bifo» Berardi en uno de sus inspiradores artículos. Allí Bifo, luego de hacer un repaso bastante ominoso sobre el presente europeo y global, discurría sobre la necesidad de dedicar los mejores esfuerzos a la creación de alternativas desde abajo, en el ejercicio cooperativo de las potencias autogestionarias, sin las cuales, como mostraban las recientes experiencias de Grecia y España a nivel macropolítico, y también en parte las de Latinoamérica, toda búsqueda de alternativas al neoliberalismo, al austericidio, a la derecha xenófoba y a la guerra, no tendrían destino. Señalaba a Napoli como una vanguardia en esa experimentación, en un panorama de luchas e imaginación política italiano bastante deprimido. Esto, como conversaba después con compañeros llegados a vivir allí desde experiencias anteriores, luego de aquellos años recientes de gran agitación y creatividad movimientista, que fueron refluyendo por las represiones en torno a Génova 2001 y las dificultades al interior del «movimiento de movimientos».
Pensaba también que quizás podría encontrar indicaciones e inspiraciones que compartir en nuestro contexto latinoamericano, signado por el reflujo de los movimientos sociopolíticos y los gobiernos populares que, digamos en una década y media o dos -si contamos desde la emergencia zapatista-, se habían constituido en la avanzada de la contestación al neoliberalismo global, y que ahora se ven constreñidos contra sus propios límites y dificultades por una parcialmente exitosa contraofensiva neoliberal a nivel regional. Con todo ello en mente llegué a la ciudad, para constatar que una vez más la realidad supera a la letra.
Pronto conocí una serie de cuadros de Andy Warhol producto de su estancia napolitana en 1985, que para los locales es icónica y para los turistas souvenir; no así para el viajero que llega por vez primera con ánimo de implicación. Se trata (como es costumbre en Warhol) de varias repeticiones en distintos juegos cromáticos de la misma imagen, la de un Vesubio pop en telúrica erupción. Pese a la obviedad, no se me ocurre una representación mejor de la actual ebullición napolitana.
Es como si toda la urbe fuera un magma en movimiento iridizado por esos mil colores. Me gustaría poder reinterpretar la serie de Warhol desbordándola a la ciudad toda.
EL RENACIMIENTO PARTENOPEO
No es sólo creatividad política, aunque haya sido el punto de partida y sea el punto de llegada. Se habla de un «Renacimiento partenopeo» y parece no ser exagerado: una gran ebullición cultural, social, artística, intelectual con decenas de centros sociales y espacios ocupados o liberados, hervideros de autogestión, además de redes de economía cooperativa, miríadas de colectivos artísticos y sociales, de revistas culturales y teóricas. Intensas escenas musicales y teatrales, en buena parte eclécticas, experimentales y comprometidas con las vivencias populares; un agitado panorama literario y un movimiento vibrante en torno a las artes visuales, junto a una gran efervescencia expositiva: la riqueza museística napolitana es excepcional, por razones históricas, pero ahora atravesada por ese activo movimiento visual, de una contemporaneidad muy creativa, rebasado además por una ubicua escena de arte callejero trashumante.
Si bien el panorama napolitano tiene toda esa riqueza, la mutua interpelación del magma creativo con la rebeldía y la experimentación política intensifican la vivencia «renacentista», y lo dotan de un tono comprometido y politizado.
Estando en Napoli sucedió una intensa polémica mediática entre el célebre escritor napolitano Roberto Saviano y Luigi De Magistris, el Sindaco (alcalde) de la ciudad. Saviano, mientras lanzaba su nueva novela, «La pandilla de los niños» (donde ficciona la realidad de la baja de la edad de las gangs camorristas, la crueldad adolescente circulando en motorino dejando una estela de sangre tras de sí), acusaba que, en lo esencial, no ha cambiado nada en la ciudad-Gomorra, algo que sutilmente editorializa con frecuencia la gran prensa.
El alcalde De Magistris le respondía mostrándole este ‘Renacimiento partenopeo’ y la insurgencia napolitana.
La polémica se extiende un tanto fatigosamente; en apoyo de De Magistris acuden otros dos grandes escritores napolitanos, Maurizio de Giovanni (una suerte de Leonardo Padura local) y Erri de Luca (quien fuera militante de la Autonomía en los 70), fortaleciendo la tesis de que con todo y las contradicciones y los puntos oscuros, la ciudad está en activa transformación.
No siempre fue así. De hecho, hace una década, la última gran guerra por el control entre los clanes camorristas, como epítome de su imperio mafioso plenamente imbricado con la corrupción política y económica, dejaba un reguero de sangre en la ciudad y ganaba espectacularmente la atención mediática global, amplificada además por el suceso de «Gomorra», la novela de Saviano devenida film y luego serie de TV. La imagen de una Napoli sumida en la violencia, la degradación de sus periferias (que llegaron a ser calificadas como las más peligrosas de Europa) y la decadencia económico-política se volvió algo consuetudinario.
Por una de las derivaciones más nefastas de esta trama, la Tierra de los Fuegos, el nombre de la zona más golpeada, se extendió casi a toda la zona metropolitana: los fuegos de las montañas de basura que la Camorra quemaba en cualquier baldío, sin control ni distinción de periferias y centros. Los barrios constantemente desbordados de basura en las calles, Napoli toda convertida en ciudad-basura.
Eleonora de Majo, joven militante del movimiento Insurgencia, y Consejera del Comune de Napoli, napolitana de pura cepa, desbordante de esa contagiosa energía partenopea y de un sugerente pensamiento político, me contaba sobre aristas aún peores de esta historia padecida por la ciudad.
La Camorra no sólo controlaba el negocio de la basura, sino que desarrolló toda una cadena transnacional para gestionar y depositar ilegalmente en la región residuos tóxicos, en complicidad con el poder político y corporaciones del norte de Italia y de Europa. Las altísimas ganancias de la Camorra eran directamente proporcionales a la baja de costos operativos de las conspicuas corporaciones implicadas. El volumen del negocio era enorme, y el humo de los Fuegos una diseminación mortal: crecieron exponencialmente los índices de polución, la contaminación de suelos y aguas, los índices de cáncer y otras patologías vinculadas a esta toxicidad, esparcida bajo el signo de una lógica empresarial así de corrupta. Sobre la ciudad pendía además la amenaza de multas de la CE, que supondrían el retiro de ingentes fondos europeos.
Luego de la gran crisis abierta en 2007-2008, el austericidio acelerado impuesto por la tristemente célebre Troika (UE, BCE, FMI) no hizo más que profundizar lo opresivo de una realidad económico-social de por sí deprimida, con sus recortes de presupuestos estatales a toda escala y de todo tipo de welfare.
Se piensa en el sur de Italia como una región postergada, pero en verdad ha estado postergada desde la Reunificación italiana: antes no estaba postergado con respecto a un país que no existía, y más aún, Napoles durante el virreinato español y el reino borbónico resplandecía. Salió perdiendo con la Reunificación.
Napoli, siendo la capital de la Campania, es también capital simbólica de todo ese sur con el cual comparte tal postergación, agudizada por la crisis y deslocalización industrial de la primera onda neoliberal de los 90, y por la retirada gradual de la inversión y la actividad económica estatal o bajo promoción del Estado. En una realidad postergada como la meridional, todas esas cuestiones pegaban doble. A este paquete, agregarle un cocido a fuego lento de la corrupción político-administrativa de las centroizquierdas y derechas en proceso de neoliberalización, y su entramado con la Camorra. Y aquí una pausa para abrir la trama de ese tejido: la Camorra junto a los poderes del Estado cogestionaba los grandes recursos de los fondos de recuperación estatales tras el terremoto de 1980 (algo que supuso un salto cualitativo en el poderío y el significado socio-territorial de la Camorra).
Me encuentro con Eleonora gracias a Camilla Fratini, compañera suya en el movimiento Insurgencia, aunque ella viene de una militancia anterior en los centros sociales romanos. Camilla llegó a Napoles luego de haber compartido también la experiencia zapatista en Chiapas y los dilemas mexicanos y latinoamericanos en el D.F. De allá trae su español mexicanizado dulce y gracioso, con el que vamos parlando mientras acelero mi curso autodidacta de italiano.
Mientras las espero en Piazza Municipio, disfrutando el alboroto de niñas y niños jugando frente a la bellísima Fuente de Neptuno, levanto la vista y veo colgando del frontis del Palazzo San Giacomo, sede del gobierno comunal de Napoli, una bandera multicolor con el lema «Paz». Rememoro entonces la bandera similar que vi días atrás colgando del frontis del Ayuntamiento de Madrid, aquella con el lema «Refugees Welcome», y recuerdo la inscripción de Napoli en el movimiento de ciudades y municipios rebeldes que recorre el sur de Europa, intentando levantar una alternativa a la xenofobia contra las ondas de migración de los desesperados de la tierra y la violencia de la guerra. Me digo, «¡del carajo!, mira que tiene que haber corrido agua bajo los puentes para llegar de aquella degradación a esta efervescencia».
UN NUEVO COMUNE Y LA ANTIMAFIA SOCIAL
Allí donde dice el dicho: «¡Ver Napoli y después morir!», loa a la proverbial belleza de la ciudad, me digo también «¡Ver Napoli y después comer!», en honor a esa gastronomía partenopea sabrosa como pocas. Mientras mangiamos un plato de deliciosas pastas en una piccola trattoria, escanciadas con un buen tinto campano, Eleonora y Camilla cuentan cómo el Sindaco De Magistris ganó parte importante de su inicial aprobación popular por su compromiso e implicación con los movimientos ciudadanos contra el desastre de los residuos tóxicos, que dada la gravedad del problema y la intensidad de su activismo, supusieron un antes y un después en la vida política de la ciudad (de estos surgió el liderazgo del compañero de Eleonora, Egidio Giordano, otro referente napolitano). Por lo que retengo, claro que había movimientos antes y se relanzaron luego, pero la confluencia de una candidatura como la de De Magistris con los movimientos contra la muerte tóxica produjo un tipo de click, de activación, muy relacionado con lo virtuoso del ciclo que se abrió después, de cooperación e interpelación mutua entre gobierno comunal y movimientos sociales.
De Magistris venía de una jugada trayectoria como fiscal antimafia (destacado en territorios del Sur más allá de Napoli), y se había afiliado al partido Italia de los Valores fundado por Antonio Di Pietro, aquel recordado juez anticorrupción, famoso por el proceso Manos Limpias, que terminó de sepultar en los años ‘90 a la vieja clase política de la posguerra. Fue elegido intendente en 2011.
Los tres candidatos principales eran De Magistris, el del PD -la centroizquierda devenida neoliberal que se alternaba en el gobierno nacional con el berlusconismo-, y el de la derecha. En primera ronda De Magistris dejó tercero al del PD y en segunda vuelta derrotó con el 65% de los votos a Gianni Lettieri, un importante industrial aliado de Berlusconi. Esa primera coalición, que incluía también partidos de izquierda alternativa y diversos movimientos sociales ciudadanos, se presentaba a sí misma como una lista cívica, noción que luego hemos visto reelaborada como plataformas ciudadanas en el municipalismo rebelde español.
En 2016, a la cabeza de una coalición más amplia aún, volvió a derrotar a Lettieri en segunda vuelta con casi 68 % de los votos, pero entre una elección y otra, había fundado con sus compañeros y compañeras (entre ellos su hermano Claudio) el Movimiento Naranja, una convergencia política entre movimientos, colectivos y personalidades, devenida este año Dema, Democrazia ed Autonomia. Según el mismo De Magistris, en el lanzamiento en febrero de este nuevo espacio, se trata de «…un movimiento político completamente distinto de los partidos tradicionales y del Movimiento Cinque Stelle, mediante el cual hacer converger a tantos movimientos autónomos que del Sur al Norte de Italia, en Europa y en otras partes del mundo están demostrando con hechos que existe un nuevo modo de hacer política».
De Magistris encabeza un Comune que abarca la ciudad de Napoli, de 1 millón de habitantes, pero también una Ciudad Metropolitana que abarca 92 municipios y 3,2 millones: el tercer conglomerado en el país detrás de Roma y Milán. Su propuesta y la de las fuerzas políticas que sostienen su administración, es una experiencia revolucionaria en el actual panorama italiano y europeo, por la importancia dada al concepto y la experiencia de la autonomía.
¿Qué Autonomía? La de los movimientos sociales para construir prácticas cooperativas y autogestionarias, opuestas a la lógica capitalista de la explotación de los territorios; la autonomía de unas instituciones políticas de nuevo tipo con respecto al sistema político tradicional, que se pretenden expresivas de aquella autonomía construida desde abajo; la autonomía de la metrópoli con respecto a la dinámica austeritaria neoliberal y la triple pinza nacional, europea y del capital transnacional. Naturalmente, esto es un programa político y una dinámica ambigua en las realidades concretas, dado el poder de presión que puede ejercitar en distintos planos esa triple pinza, además del peso de lo atávico, las dificultades de la construcción política cotidiana, y las contradicciones entre lo institucional y los movimientos. Mucho de esta elaboración está recogido en un libro del propio De Magistris intitulado «La ciudad rebelde. El caso Napoli».
Más acá del discurso, lo cierto es que el activismo movimientos-Comune logró superar lo peor de la emergencia de los residuos y cortar el negocio de la muerte.
A partir de eso, se organizó municipalmente la recogida diferenciada de la basura y diversas acciones de educación socio-ambiental orientadas al reciclaje y la conciencia ecológica. Sin embargo, todo el tema de los residuos tóxicos enterrados por doquier sigue pendiente, ya que ni siquiera han podido ser completamente catastrados, sin hablar de la dificilísima descontaminación (lo cual ha generado muy recientemente nuevas movilizaciones sociales). Ese activismo operó como «antimafia social». En consonancia con el divorcio operado entre la Comuna y la Camorra (y lógicamente con el concurso de la acción antimafia de la Fiscalía y los jueces), los movimientos -incluso en los territorios más calientes- han liberado vetas importantes de la vida metropolitana de la opresión político-camorrista, permitiendo el desarrollo en paralelo de formas de estar y actuar en el territorio propias de los movimientos sociales. En el barrio la Sanitá, por ejemplo, este enfrentamiento entre organización social y lógica mafiosa es muy intenso.
La Camorra por supuesto está ahí: hay balaceras mortales, hay aprietes extorsivos a los pequeños puestos de inmigrantes africanos en las ferias, se develaron sofisticadas redes de tráfico y grandes decomisos de drogas y armas, todo lo cual da cuenta de su presencia. Como dicen los compas en los territorios, a la Camorra no la ves -solo la ve quien entrena la mirada en el día a día-, pero siempre está. Cuestiones como estas dan cuenta de los logros de las luchas pero también de las grandes dificultades y losas que pesan sobre las vidas cotidianas.
LA «DELIBERACIÓN SOBRE LOS BIENES COMUNES»
Quizás el elemento más interesante de la acción del Comune haya sido su adhesión a la cuestión de los bienes comunes, de su debate y promoción. Tal debate ha ido ganando centralidad en las discusiones y las prácticas críticas en la cuenca del Mediterráneo y más allá (en EE.UU. y América Latina con sus propios acentos y derivas), hasta ocupar el corazón de las mismas. No es el lugar aquí para desenvolver esta cuestión fundamental, pero claramente está relacionada con la devastación de la «acumulación por desposesión» neoliberal (como la teorizara David Harvey). Estamos ante un proceso de décadas que implicó la privatización y la mercantilización no sólo de bienes comunes elementales y primarios para la vida -tierras, aguas, biodiversidad- sino también aquellos relacionales, plenamente cívicos, como las redes de conocimiento y la ciencia, los saberes, lenguajes y afectos y su forma de expresarse en los territorios y ciudades. Es decir, las formas de vida mismas en lo que tienen de productivas y reproductivas, proceso mediado por la inmaterialización y cognitivización de la acumulación capitalista.
Como en todo el mundo, pero de modo más reciente también en Europa (primero que todo en la del Sur, pero no solo), un capítulo fundamental de esta reconquista neoliberal-financiera sobre los bienes comunes es el sacrificio del Estado de Bienestar y los derechos sociales tras un siglo y medio de luchas de clase, desde la emergencia de «la cuestión social» en el siglo XIX hasta la del neoliberalismo en los 80.
«There is not alternative», dijo Margaret Thatcher en aquellos años, y realmente hasta aquí no la habido.
A diferencia de lo ocurrido en América latina desde el terrorismo de Estado y luego las terapias de shock del Consenso de Washington impuestas salvajemente en los ’90 -con un interregno moderado de los últimos 15 años-, esa ‘no-alternativa’ austericida se ha cocido en Europa a fuego lento. Deambuló de la mano de las socialdemocracias e izquierdas de todo tipo, aggiornadas a la capitulación ante el nuevo comando abstracto del capital financiero y toda su red institucional, que ha colonizado la vida planetaria y derogado en la práctica la democracia liberal, porque cada vez más, sostiene la Troika, ‘there is not alternative’.
En esas hogueras se han venido quemando todos los derechos: a la educación y la salud pública, a una seguridad social digna, a la vivienda, al acceso a la cultura, y en fin, todos, privatizados o drásticamente recortados, en una espiral que parece no tener fin y alimenta el fantasma de la ultraderecha xenófoba. Esta desposesión, también del welfare, también de las formas de vida (aquella «subsunción real del mundo entero, en lo geográfico y lo social»), es la que viene captada en una de las caras del debate sobre los bienes comunes y una política de lo común.
En Italia, precisamente, el debate sobre los bienes comunes y la política del común tiene inspiradoras declinaciones. Cargan en su historia con las prácticas y debates autonomistas sobre el rechazo al trabajo fordista y el éxodo, la emergencia del obrero y la fábrica social, la autovalorización de la multitud y la cooptación por parte del capitalismo cognitivo-financiero de estos procesos. Por otro lado, está toda una tradición de constitucionalismo social como expresión de las luchas en los textos constituyentes.
Su posición subalterna en la escala del capitalismo europeo y global -y más aún la del Sur italiano, cuyo epicentro es Napoli-, constituye el marco tanto del incrementado padecimiento de los efectos de la desposesión y el austericidio sobre las poblaciones, como de la intensidad e interés de lo que en Napoli resuena fuerte como «deliberación sobre los bienes comunes». Un hito en este sentido fue aquel Referéndum de 2011 en el cual la población rechazó por amplia mayoría la propuesta de Berlusconi para privatizar el agua, la mercantilización público-privada de la gestión de las empresas de servicios públicos, y el relanzamiento en gran escala de la energía nuclear.
Coincidió con la intensificación del movimientismo partenopeo y el ascenso de la primera administración De Magistris. Fue un proceso en el cual la discusión sobre los bienes comunes y las formas de vida alternativas creció fuerte. Juristas como Stefano Rodottá contribuyeron profundamente a este debate desde la investigación y la actividad política. Napoli fue la única ciudad importante de Italia que produjo prácticas reales de adaptación de la gestión de los bienes comunes al espíritu y la letra del referéndum.
Se creó una empresa de gestión comunitaria (no meramente público-estatal) del agua, Acqua Bene Comune, en cuyo Directorio participan representantes de los movimientos y asociaciones de defensa del agua como bien común, con voto en las decisiones de gestión.
Toda la red de empresas de servicios públicos fue reorganizada como un Ente plenamente público (una dinámica difícil y contradictoria, por la espada de Damocles permanente de los recortes presupuestarios, las atávicas inercias burocráticas y los bolsones de corrupción).
OCCUPY NÁPOLES
Por otro lado, la deliberación sobre ‘lo común’ ha tenido grandes efectos en torno al patrimonio inmueble público. Así como en la cuestión del agua, también en este plano el municipio dialogó con los movimientos sociales y las asociaciones comunitarias, y designó un «Asesor al Derecho a la Ciudad, a los Bienes Comunes y a la urbanística social» como cargo formal de la Junta Comunal. Asumió Carmine Piscopo, un lúcido arquitecto y urbanista que en paralelo a todo el trabajo institucional en este plano, junto a su equipo, han cuidado este diálogo constante. Como resultado, la extendida dinámica de ocupación o liberación de edificios y otros espacios públicos que han desarrollado las redes movimientistas en Nápoles, transformando esos espacios en laboratorios de autogestión y autonomía social, encontró un marco de acompañamiento, de protección y legitimación sin parangón en Italia.
El movimiento de ocupación y centros sociales ha sido fuerte y extendido en distintos períodos históricos recientes en la península, pero siempre enfrentado a la precariedad que imponen la represión y el desalojo (en julio y agosto del 2014, pleno gobierno de Renzi, hubo una masiva ola de desalojos de ocupaciones y experiencias autogestionarias en muchos puntos del país, y ahora mismo hay nuevas olas, como recientemente en Bologna). En Napoli han sucedido algunos, porque además muchas veces las jurisdicciones implicadas escapan a las competencias del Comune, pero los compañeros y compañeras de distintos movimientos y territorios, coincidían en destacar que la voluntad política comunal ha sido de diálogo y legitimación, todo un recurso para el desarrollo de esta dinámica.
Las ocupaciones se han desarrollado en edificios y palacios de propiedad pública (no sólo comunal), universitaria, de la Curia (el mayor propietario inmueble de la ciudad), e incluso en algunos casos privados.
LA CREACIÓN MOVIMIENTISTA DE LO COMÚN
En Napoli existen diversas redes militantes y cooperativas que ponen en juego, lógicamente, distintas lecturas políticas, y por supuesto también distintas tradiciones ideológicas. Sin embargo, quien recorre sus tramas nota que existe un «movimiento de movimientos» con un cierto tono y ciertos vectores de proyección política relativamente comunes. Aquel de la ocupación/liberación y el desarrollo de experiencias de autogestión en los territorios es uno de los de mayor latencia.
Mientras tomamos un café en la bullente Piazza Bellini, frente a los restos de las murallas griegas del siglo V a.C., y luego mientras caminamos por las fascinantes calles del Centro Storico, el periodista-activista Lorenzo Face me va dando cuenta de algunas de las más importantes de estas redes y ocupaciones. Igual que Camilla, Lorenzo arribó a Napoli desde las experiencias de los centros sociales romanos, y expone, convencido, que realmente un movimiento de esta extensión y duración no había existido en la historia reciente, que este nivel de diálogo/colaboración entre movimientos e instituciones es inédito.
Llegamos a Zero81, uno de las decenas de centros sociales que se autodefine como Laboratorio de Mutuo Socorro y Zona de experiencia rebelde, y ocupa el ex-comedor de la Universidad de los Estudios de Napoli L’Orientale (una de las dos grandes universidades públicas napolitanas, junto a la Federico II), un antiguo palazzo renacentista en el Largo Banchi Nuovi, pleno Centro Storico.
Allí nos recibe Michela Antonucci, estudiante en L’Orientale y activísima militante de este espacio. Recorremos los distintos pisos del palazzo en paulatina restauración autogestionaria, mientras Michela nos va explicando las actividades que desarrollan de manera abierta e imbricada a la vida del barrio: el «después-de-escuela más allá de la escuela», donde trabajan con niñas, niños y muchachos en torno al reforzamiento escolar, pero también en la deconstrucción de los saberes escolares y el rescate compartido de saberes populares críticos; el Consultorio de Salud Solidaria, autogestionado por médicos y activistas, básicamente equipado y activo toda la semana; una diversidad de talleres culturales, cursos artísticos y de oficios; gimnasio popular y campeonatos deportivos; cursos de formación histórica y política; actividades culturales y fiestas populares en el gran café-salón que acondicionaron en el primer piso.
Este intenso tipo de actividad (cotidiana, sostenida) de co-investigación y autogestión cooperativa en los barrios y territorios lo veo desarrollarse de similar manera en otros centros sociales como el Ex-OPG y el Giardino Liberato en el barrio Materdei; Lido Pola y Villa Medusa en Bagnoli; Santa Fede Liberata, Mezzocanone Occupato del Movimiento Insurgencia, Asilo Filangieri, en el Centro Storico; Il Mammut o Chikú en Scampia.
Me cuentan, o leo, cómo se desenvuelve también en tantos otros de estos lugares que no logro conocer personalmente: la ex Schipa Occupata, Scugnizo Liberato en la ex Carcere Minorile, la Mensa Occupata o el Laboratorio Ska, en Villa de Luca, el Cap en Soccavo, la ex Scuola Virgilio en Scampia, y así, en una profusión de nombres evocativos de espacios y tiempos creadores que me enfebrecen la imaginación, y me hacen percibir el movimientismo napolitano como un cuerpo/mente múltiple en acción, un archipiélago de nuevas posibilidades y formas de vida en plena experimentación.
En un artículo donde se hace un balance de la experiencia napolitana reciente, se menciona el importante desafío de la extensión del clima de la ciudad activista más allá de los barrios centrales y las periferias emblemáticas. En mis cruces creo haber percibido algo de aquello, la noticia de nuevas ocupaciones y redes más allá de los territorios conocidos.
MASSA CRÍTICA, QUE NO ES UNA SFOGLIATELLA NAPOLITANA
Mientras tomamos junto a otros compas un café y un pastelillo (¡qué repostería, aquella napolitana!), Michela me cuenta de la pertenencia de Zero81 y otros de los espacios mencionados a Massa Critica, una red movimientista que conforma prácticamente todo un proyecto político. Se presenta, bajo el lema «Decide la ciudad», como «una trayectoria abierta sobre el futuro de la ciudad, la vía para crear una gran ágora ciudadana, un proyecto para la otra Napoli, a construir juntos más allá de los partidos y las listas electorales».
Massa Critica sostiene cuatro mesas de trabajo abiertas y asamblearias: Democracia y autogobierno; Trabajo, ingresos y finanzas públicas; Cultura, formación e investigación; Ambiente, territorio y derecho a la ciudad. Esta red ha mantenido una autonomía crítica con respecto al gobierno municipal de De Magistris y las fuerzas políticas que lo impulsan, y a la vez también un diálogo, un cierto reconocimiento mutuo y una colaboración en la práctica, en diversos planos y acciones.
Junto a la comunidad de «trabajadoras y trabajadores del arte, la cultura y el espectáculo en autogobierno» que sostienen la experiencia del ex-Asilo Filangieri ocupado; a la red Je So Pazzo (Yo estoy loco, según la canción homónima del legendario cantautor napolitano Pino Daniele) que ocupa el ex-Ospedale Psichiatrico Giudiziario OPG en Materdei; y diversas otras asociaciones, Massa Critica ha impulsado una «Deliberación sobre los bienes comunes» nacida desde todas estas experiencias concretas. Cuentan con el aporte de un colectivo de juristas críticos que han trabajado a fondo el tema de los bienes comunes, generando jurisprudencia en torno al Uso Cívico/Colectivo Urbano y la gestión participativa de los commons, todo un trabajo en torno al derecho de lo común, más allá del derecho público tradicional y por supuesto del privado. Una cuestión clave es cómo protagonizar un incipiente tránsito de lo público-estatal a lo común, sustrayéndolo a la rapiña privatista.
Este tipo de aportes han sido también sistemáticamente compartidos por el Comune. Con encuentros y desencuentros, se ha conformado un campo de elaboración mutua que entre otras cosas ha sostenido aquella legitimación de las ocupaciones, en las que se desarrolla no solo ese extraordinario trabajo de autogestión, sino también un proceso colectivo de restauración basado en el trabajo voluntario.
Muchas de ellas tienen ya años: han crecido, se han sumado nuevas, han profundizado sus derivas…todo un logro en un tiempo -el nuestro- signado por la precariedad y la inconsistencia existencial, consustanciales al neoliberalismo. Como es natural, la presencia juvenil es mayoritaria, pero en muchos de estos espacios hay un cruce generacional evidente.
También, Massa Critica ha colaborado, junto a otras redes, en el desarrollo de un notorio movimiento en torno al derecho a habitar, denominado Magnamecce ‘o Pessone (algo así como Comámonos la renta del alquiler). MOP ha realizado desde principios de la década una labor de auto-organización alrededor del ingente problema de la vivienda popular, una verdadera emergencia en medio del empobrecimiento de ingresos, el freno de la construcción de viviendas sociales por los recortes, y en paralelo, el aumento de los alquileres por la gentrificación vinculada al turismo masivo. Todo esto, claro, intensificado por eso de ser ‘el Sur’. Nápoles comparte con muy pocas ciudades (me viene a la memoria inmediatamente La Habana, salvando las distancias) la excepcionalidad de un casco histórico de una enorme riqueza patrimonial pero todavía no definitivamente gentrificado ni museizado, sino habitado por sus moradores históricos, personas y familias de sectores populares, conviviendo con artistas, estudiantes, profesionales, inmigrantes, una mixtura fabulosa. Sin embargo, la crisis ha metido una fuerte cuña en esta trama, la emergencia habitacional es una realidad, la gentrificación se hace presente.
Magnammece ‘o Pessone se ha opuesto a los desahucios y desalojos, pero sobre todo ha realizado un minucioso mapeo del patrimonio público en desuso, para oponerse al negociado inmobiliario y desarrollar una campaña de ocupaciones con propósito habitativo. Sus activistas son conscientes de que el problema del derecho a la vivienda rebasa este tipo de acción directa (de hecho, tienen catastrada la cantidad de personas en situación de emergencia habitacional, decenas de miles en toda la ciudad).
A la vez, resaltan la dignidad que contribuye a crear este tipo de autonomía práctica y lo que va diseminando en las realidades populares. Comoquiera, es un movimiento que involucra a varios miles de personas; en las ocupaciones vive una gran cantidad de familias, que además organiza un tipo de vida comunitaria y de condivisión de tareas y sueños. Las ocupaciones se ligan a los barrios donde suceden y se transforman en vectores de auto-organización comunitaria, tejiendo lazos con los centros sociales y asociaciones territoriales, generando iniciativas concretas en torno a la cooperación.
Además, MOP sostiene la actividad de los «sportelli casa» (ventanillas de atención), en los cuales activistas capacitados reciben a las personas con necesidades habitacionales urgentes y a familias desahuciadas de sus viviendas por incapacidad de pago de los créditos, y las orientan frente a los entes estatales, comparten en torno a las posibilidades de auto-organización, debaten sobre las cuestiones del derecho al habitar y de su devenir derecho a la ciudad. Tal iniciativa multiplica las posibilidades del trabajo del movimiento en este plano fundamental de la vida metropolitana.
Aquí podemos ver derivaciones concretas de la deliberación en torno a los bienes comunes, más acá de las ideologías, porque el entrecruzamiento de todas estas cuestiones conforma un campo de lo más urgente.
Los movimientos reconocen la actividad del Comune en este plano, no sólo en cuanto a la legitimación de las ocupaciones (habitacionales o no), sino en cuanto a políticas de destinación de recursos para apoyar a familias en situación de incapacidad de pago, en haber presionado para revitalizar la construcción de viviendas sociales, en haber compartido activamente la deliberación sobre los bienes comunes. A la vez, afirman, son planos que evidencian las limitaciones institucionales y la necesidad de profundizar las dinámicas de autogestión, autonomía y proyección política de nuevo tipo, dado que muchas de las competencias en torno a decisiones y recursos descansan en instancias supra-comunales, estructuralmente subordinadas a Roma, y al ajuste neoliberal.
BENVENUTTI, TURISTI
Otro debate que se ha planteado es sobre el turismo masivo. Una vez contenida parcialmente la ‘emergencia Residuos y Camorra’, Napoli ha conocido un gran boom turístico, un tema constante en el ágora ciudadana y mediática.
La ciudad y todo el territorio partenopeo son singulares también en esto, porque la riqueza histórica, cultural, arquitectónica y paisajística es excepcional, y el napolitano es un pueblo alegre, acogedor y orgulloso de su historia -nuevamente salvando las distancias, mientras descubría esto, volvía a recordar La Habana, a Cuba, sin olvidar en esta consideración del ánima popular las ambiguedades y ambivalencias, tan bien epitomizadas en el caso napolitano por la figura del Pulcinella-. Desde los orígenes griegos, pasando por el esplendor romano, las distintas dominaciones -normanda, angiovina, aragonesa, española-, el reino borbónico bajo el cual Napoli fue una de las capitales más espléndidas y avanzadas de Europa; todas estas épocas han dejado una impronta patrimonial y una mixtura cultural extraordinarias.
El turismo genera gran movimiento económico y posibilidades de todo tipo, pero también chanchullo inmobiliario, expulsión de los habitantes tradicionales del barrio, explotación de la precariedad.
Los movimientos sociales dicen que debe existir una gestión ciudadana y participativa del turismo, que genere ingresos para las políticas sociales y la promoción de aquella política en torno a los bienes comunes. El Comune es receptivo (también por motu propio) a este debate, aunque es muy difícil lidiar con los grandes intereses en juego y las inercias burocráticas, y se necesita una gran voluntad política.
DEBATIR LA DEUDA, AUDITAR LA DEUDA: EL AUDIT POPOLARE
En Zero81 me cuentan de otro importante conjunto de iniciativas que están impulsando desde Massa Crítica y otros espacios: se trata de una Auditoría Popular sobre la Deuda Ilegítima; una Campaña para la instauración de un Presupuesto Participativo en Napoli metrópoli y un Ingreso Social Garantizado en toda la provincia de Campania. Más adelante, asisto a un importante debate en torno al Audit Popolare en el ex-Asilo Filangieri ocupado, situado también en pleno Centro Storico.
En el debate «Quién está en deuda con quién», participan Massa Crítica, el Comune en la persona de De Magistris; activistas del movimiento Decide Roma y de Audit Popolare Parma y Eric Toussaint, del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, uno de los más profundos estudiosos mundiales de las deudas soberanas y conocido por su trabajo asesor en América Latina.
El debate es riquísimo, y la idea que lo sobrevuela es comprender cómo, siendo la deuda el principal dispositivo de despojo neoliberal sobre la vida productiva y reproductiva en todos los niveles, se ha formado y opera sobre los territorios y sus instituciones. Y por supuesto, la necesidad de crear iniciativas colectivas de subversión y sobrepaso de esta lógica, para arribar a reapropiaciones de las posibilidades de lo común.
Vincenzo Benessere, de MC, expone sobre inefables Memorandum orientados a crear una espiral de recortes de fondos municipales para crear déficit, conducir a los entes locales a endeudarse, tener que dedicar luego ingentes fondos para atender la deuda, y después seguir endeudándose para poder atender a los gastos sociales. Incluso, bajo estas políticas propugnadas por los ministros de Economía y Finanzas Monti y Padoan (conspicuos agentes, en la práctica, del comando financiero transnacional), se llevó a los entes locales a tomar deuda en el mercado de los derivados, con sus conocidos riesgos y volatilidades, donde «las cláusulas llevan a cláusulas»…una sujeción sin fin.
Cristina Quintavalla, de Parma, muestra cómo son arrasadas las empresas municipales y regionales de servicios públicos, constreñidas a convertirse en Sociedades Participadas público-privadas, una privatización apenas velada que al introducirlas en aquella lógica las endeuda, impidiendo su refinanciamiento bajo las reglas austeritarias de los Pactos de Estabilidad europeos. «¿Qué se hace, se cierran?».
Tanto en Roma como en Parma las Juntas comunales son conducidas por el Movimiento 5 Stelle, que del discurso anticasta, de honorabilidad y seriedad técnica, al arribar al gobierno no ha roto, ni mucho menos, con la lógica neoliberal.
En este debate veo operar en la práctica aquel diálogo crítico movimientos-Comune. Benessere de MC acusa al Comune de Napoli de haber aceptado en 2013 la deuda generada por los derivados financieros, luego de un Audit, en vez de impugnarla.
Cuando interviene, De Magistris (que tiene gran carisma, es un muy buen orador y participa en el debate con prestancia y el reconocimiento de parte de sus interlocutores) recoge el guante y recuerda cómo el gobierno del Comune, desde su asunción, se ha topado con la cruda realidad no sólo de la triple pinza y los Pactos de Estabilidad, sino también con estas deudas de los derivados y otras igual de increíbles; pero al mismo tiempo con las empresas comunales desfinanciadas y en crisis; una presión constante de la Corte de las Cuentas sobre los presupuestos, etc.
El Sindaco rememora cómo «Il Mattino» (el gran diario napolitano) llegó a editorializar que su administración suponía en la práctica «una abolición de la propiedad privada». Y desgrana una serie de fuertes enunciados que articulan bien con las propuestas que van emergiendo de las restantes intervenciones: el compromiso sobre no privatizar servicios públicos comunales y mejorarlos, impugnar las presiones de la Corte de las Cuentas sobre ellos, «convertirlos en el humus de un pacto ciudadano comunitario», y se declarará disponible para un trabajo conjunto en torno a un Audit Popolare sobre la deuda y la instauración de mecanismos de Presupuesto Participativo.
LA COMUNALIZACIÓN DEL WELFARE EN LA METRÓPOLI DE LOS COMUNES
Otra reciente iniciativa es también muy indicativa: la creación de Mutuo Socorro Napoli. Confluyen en ella las «ventanillas casa» de MOP, ventanillas de trabajadores desocupados-precarios, y otras experiencias, en una federación en torno a las nociones de mutualización del welfare, welfare horizontal, cooperativismo en torno a los derechos sociales en el territorio. El tránsito del mutualismo, que gestionaron autónomamente los propios trabajadores, al Estado de Bienestar fue paralelo a la salarización capitalista y al regulacionismo estatal de la reproducción del obrero masa. La actual desposesión neoliberal-financiera del welfare y del estado social hace emerger la noción de «welfare community» o ‘bienestar comunitario’, y una resignificación, en clave contemporánea, del mutualismo y la cooperación en el territorio.
Se trata de mucho más que una simple respuesta defensiva frente al ajuste: es una figura reproductiva apropiada a la autonomía constitutiva del trabajo cognitivo-afectivo metropolitano; una puesta en común de las potencialidades de autogobierno de la multitud al interior de la cual se siguen, en una espiral potencialmente emancipativa, la producción y reproducción de lo común en el territorio. El horizonte es «una gobernanza territorial ‘non manageriale’, vuelta a la integración social, al compartir comunitario de la responsabilidad de planificación territorial».
Más adelante, comprenderé mejor algo del marco teórico-conceptual de toda esta politicidad en movimiento. Caminando por Spaccanapoli, una de las arterias-corazón de la ciudad, llego a un café emblemático dedicado al SSC Napoli y a Maradona.
Hermanado con los napolitanos y las napolitanas en el amor y la gratitud indeleble por Diego, disfruto con placer emociones, recuerdos, un café y un babá con los parroquianos. Más allá, entro a la librería Ubik, uno de los sitios emblemáticos de la vida intelectual de la ciudad. Allí (como en la Feltrinelli de la Piazza dei Martiri, como en la Iocisto del Vomero, «librería de accionariado popular»), palpo algo de la intensa reflexión cultural de la ciudad sobre sí misma, su rica y enraizada historia, su fructífera producción literaria y ensayística. Entre tantos volúmenes encuentro uno, editado en la ciudad, que se me aparece como una intervención al interior del «movimiento real», con un filoso conjunto de ensayos plenamente atinentes. Investigaciones prácticas que teorizan más profundamente sobre los diálogos virtuosos entre las prácticas movimientistas y las prácticas teóricas…una virtud histórica de los movimientos italianos.
LA CONCIENCIA DEL TERRITORIO
Los italianos hace mucho trabajan el tema del territorialismo, el concepto de Biorregión Urbana (algunos de estos territorialistas fueron militantes en su momento del movimiento de la autonomía en los 70). Reflexiono desde Nápoles, leyéndolos, sobre un tema que la comprende y la trasciende: estamos en una situación global ecocatastrófica, en la cual luego de aquel quiebre que la industrialización había producido entre la ciudad y el campo, entre la ciudad y su territorio, algo inédito en la historia, sobrevino la desposesión neoliberal sobre las tierras, los territorios y los sistemas alimentarios. Entró ahí el sometimiento a la lógica de la rentabilidad financiera, la pérdida de la soberanía alimentaria y de toda soberanía sobre el patrimonio y los ecosistemas territoriales. Hay «un pasaje de la conciencia de clase a la conciencia del lugar».
En una entrevista, Alberto Magnaghi, referente de esta corriente, dice que lo que pretende captar la biorregión es «…las relaciones de sinergia alimentaria, del ciclo del agua, del paisaje, de la salvaguardia hidrogeológica, es decir, unas funciones complejas, por las que la ciudad genera su territorio y es continuamente regenerada por él…»
En una situación así, la eventual confluencia entre los municipalismos rebeldes y las biorregiones urbanas, puede quizás potenciar la perspectiva política de federaciones de ciudades y territorios de lo común, a través de cuestiones fundamentales como la agroecología/soberanía alimentaria, la experimentación comunitaria en torno a las energías alternativas, o la planificación ecoterritorial bajo lógicas de autogobierno en torno a los bienes comunes.
Hay ya diversas experiencias de entrecruzamiento entre movimientos, colectivos territorialistas y habitantes alrededor de cuencas hidrográficas, valles y ciudades conectados entre sí por una noción de ecosistemas integrados, plenos de posibilidades económico-sociales, de valorización comunitaria del patrimonio natural y cultural, muchas veces luego de luchas contra la depredación de esos territorios.
Bajo la perspectiva de la evolución local ecosostenible, se desarrollan experiencias como los Community Mapping y los Contratos de Río. Magnaghi refiere también la experiencia europea en ciudades pequeñas y medias de las Transition Towns, presente también en Toscana y Emilia-Romagna, o aquella de la federación de los Círculos del Decrecimiento, presentes en toda Italia. Experiencias orientadas a la confederación democrática de un autogobierno comunitario de la economía territorial, incompatible tanto con la lógica neodesarrollista como con la explotación financiera sobre los territorios.
La existencia en el territorio partenopeo de diversas redes de agroecología y economía solidaria (como Cortocircuito Flegreo-Genuino Clandestino), de importantes núcleos de investigación científica, la cuestión de la «deliberación sobre los bienes comunes», la voluntad de autonomía, son todas realidades que permiten al menos imaginar aquel tipo de confluencias. Está la escala misma de la ciudad metropolitana, nada megalopólica.
PERIFERIAS Y CARNAVALES
Un problema específico de la ciudad donde se condensan muchos de estos dilemas, y donde se juega un capítulo quizás clave de la relación movimientos-Comune, está abierto en algunas de sus periferias emblemáticas. Al norte, en Scampia, una de aquellas periferias ensangrentadas de Gomorra (donde dicho sea de paso, como en otros territorios de la ciudad donde la organización social ha tomado vuelo, están bastante saturados de las diatribas de Saviano), pude tomar parte, gracias a Monica Riccio, murguista y militante social, de un recorrido que organizan periódicamente el legendario Centro Social Gridas y la Facultad de Geografía y Urbanismo de L’Orientale, para conectar a las y los estudiantes con las realidades territoriales.
Por supuesto que la Camorra sigue operando allí, pero la organización popular ha ido creciendo y proponiendo aquellas otras formas de vida y circulación, antagónicas a las camorrista-neoliberales.
La red es amplia y mancomunada, desde cooperativas de trabajo autogestionadas u organizaciones de trabajadores desocupados y precarios, hasta diversas asociaciones culturales, pasando por el Gridas, el Mammut (que desarrolla un profundo trabajo de co-educación popular crítica con niños y jóvenes), Chikú y otros activos centros sociales.
En Las Velas -emblemáticos edificios multivivienda- se desarrolló una fuerte lucha de años, mediante acciones directas y la auto-organización de los vecinos y vecinas en los Comitati delle Vele, la cual encontró un gran apoyo por parte del Municipio y de los movimientos napolitanos.
Han logrado imponer a los gobiernos regionales y nacionales un plan de demolición de las Velas (que ya comenzó), por su degradación socio-habitacional, y de construcción de nuevas unidades habitacionales en el mismo barrio, concebidas con calidad y dignidad.
En otra dirección, al oeste, uno puede seguir las avenidas costaneras de la ciudad y disfrutar primero las rivieras de Chiaia y Mergellina, con sus hermosos malecones y marinas, luego ir subiendo y admirando la belleza de la costa y los barrios de Possillipo, no tan distinta a la de Capri o la Costa Amalfitana. Entre villas, milenarias ruinas, viñedos y huertos orgánicos (que hacen rememorar tiempos ancestrales, griegos, romanos) se llega a la elevada cima del Cabo Possillipo en el Parque Virgiliano, llamado así en honor a Virgilio, el gran poeta y mago de la antigüedad, que moraba en estos dulces parajes. Parados ahí, al este, las magníficas vistas del golfo di Napoli, con el Vesubio en lontananza; de frente, el Tirreno con sus efluvios mediterráneos, los riscos verdeantes que caen a las aguas turquesa y al oeste, en cambio, la vista desolada de un futuro antiguo: es Bagnoli.
Allí se extienden las ruinas del que fue el complejo industrial más grande del área y uno de los más grandes de Italia y Europa. Enormes acerías, cementeras y otras industrias anexas. Cuando, tras casi 100 años de historia, con la desindustrialización culminada en los 90 todas estas fábricas cerraron, no sólo se perdieron 10 mil puestos de trabajo directos y otros miles indirectos (cuyo desastre socioeconómico perdura), sino que quedó como herencia un desastre ambiental de grandes proporciones, con las aguas marinas, los suelos y el aire altamente contaminados, los esqueletos inservibles de las fábricas vacías, una gigantesca colada de cemento que invade la playa y se adentra en el mar. Una postal de devastación posindustrial.
Llego hasta allá con Lorenzo Face, que tiene lazos familiares con Bagnoli. Nos recibe Nicole Amodio, joven activista del Lido Pola ocupado, uno de los centros sociales bagnolitanos, al pie de las colinas del Parque de este lado y no lejos de la entrada a la Grotta de Seiano (una de las misteriosas grutas y catacumbas napolitanas). Vamos luego con Nicole a la Villa Medusa ocupada, otro centro social donde funciona Bagnoli Libera, la combativa y plural asamblea territorial que lidera las luchas por la regeneración comunitaria de la zona. Esa vez y un par más puedo asistir a sus deliberaciones y compartir sobre sus arduas luchas.
Bagnoli es la representación misma no solo de los padecimientos posindustriales sino también de la rapiña neoliberal, la corrupción político-administrativa y la desidia e inercia de la burocracia estatal.
Hace más de veinte años que se vienen trazando planes rimbombantes de regeneración y descontaminación, mediados incluso por la constitución de fundaciones público-privadas como Bagnoli Futura. Todos los planes fracasaron, uno detrás de otro, dejando tras de sí una estela de enorme desfalco de fondo públicos, y la consabida rabia y frustración (recientemente incluso han ido presos directivos y políticos asociados a Bagnoli Futura).
La Villa Medusa-Casa del Popolo es una antigua y magnifica villa ocupada, bullente también de actividad autogestionaria.
En su espléndida terraza conversamos con Lorenzo Salemme, militante del Laboratorio Político Iskra, uno de los colectivos que le dan vida. Lorenzo, cuyos familiares trabajaron en las fábricas y militaron en el obrerismo de aquellas épocas cuenta cómo la rabia y la frustración, sin embargo, transmutaron en una intensa trayectoria de organización y lucha de la cual Bagnoli Libera es una condensación actual.
La inteligencia colectiva y la gran capacidad de movilización y organización han rendido importantes logros. En los años precedentes, gracias a una intensa investigación y denuncias públicas han logrado sensibilizar, concientizar y movilizar a la población.
De ahí, lograron resistir con éxito los recientes planes de descontaminación y regeneración del gobierno Renzi, concebidos bajo un Comisariamiento y un Gabinete de Dirección con una lógica clientelista y tecnocrática, que negaba la participación comunitaria en las decisiones, y entregaba gran parte de las posibilidades socioeconómicas territoriales (turísticas, comerciales, de servicios, culturales) a los intereses de proyectos privatizadores.
En julio de este año se acordó un nuevo Plan entre los actores implicados que contiene importantes avances con respecto a los anteriores, y toma más en cuenta las indicaciones de estas luchas y propuestas comunitarias. En una medida importante, el Comune ha sido un aliado de los movimientos y la Asamblea, colaborando a resistir las presiones, oponerse al renzismo y amplificar la acción movimientista y su control popular difuso.
A la vez, ha habido y hay tensiones, que evidencian las lógicas movimientistas desde abajo y la lógica institucional tradicional. Por la importancia histórica y la magnitud de los recursos y posibilidades en juego, es un nodo importante en la trama de las relaciones movimientos-Comune, de sus devenires, y de la creatividad institucional necesaria de cara al futuro. Imposible no pensar hasta qué punto un Municipio puede repensarse y rehacerse en la trama concreta de la creación de lo común, o sobre la capacidad de asambleas territoriales para devenir ‘órganos de poder sociopolítico territorial comunitario’.
De todas maneras, imaginar esa devastación posindustrial convertida en un gran parque urbano, en una playa pública de 2 km que sería el gran Lido de Napoli, con proyectos culturales y económicos gestionados comunitariamente, es una regeneración territorial tal que proyecta una imagen esperanzadora acerca de las potencialidades de los esfuerzos en común.
Como también lo son, festiva y alegremente, los Carnavales Sociales. La tradición del Carnaval en Napoli es muy antigua y tiene una bella historia.
Sin embargo, en las últimas décadas se iba olvidando, a caballo de la decadencia sociocultural general. Hace 35 años, Felice Pignataro y el Centro Gridas tuvieron la idea de comenzar un carnaval popular «en un barrio sin historia» y con grandes problemas sociales, como forma de estar en la calle festejando la potencia cultural de la organización popular desde abajo. En años más recientes, y al calor del asociacionismo sociocultural, los movimientos y el rescate y autoafirmación de una identidad digna y rebelde, los Carnavales Sociales se han transformado en un movimiento en sí, aunque a su vez condensan y potencian la actividad de las asociaciones y centros sociales. Si bien están organizados en buena medida por estas realidades, las exceden con mucho. Participan murgas (algunas de estilo rioplatense), bandas musicales, escuelas, organizaciones de inmigrantes, colectivos culturales de todo tipo, en una multiplicidad de gran colorido y vitalidad.
Se organizan por barrios trabajando y ensayando todo el año, y al final muchos de ellos confluyen en el Centro Storico, en comparsas y desfiles donde participan miles de personas, interpelando a la ciudad a contagiarse de esa energía festiva. Gracias a Loredana Lauri del Giardino Liberato, que nos invita, nos mezclamos con la de Materdei, bailando y cantando por las calles con esa diversidad en acción de niños y niñas, maestras, murgas y bandas, mascaradas, militantes sociales, gente común.
Cuando sea el recorrido por Scampia, Monica nos dice que no podemos faltar al de ese barrio. No le fallamos, vamos para allá y lo mismo, arrollando por las calles con la multitud. Mezclado con la gente, como uno más, el Sindaco De Magistris. Luego de recorrer todo el barrio, el desfile termina en una plaza interior donde nos cuentan que años atrás no se podía ni estar, por el control territorial camorrista. Ahora, la alegría y la energía del Carnaval la desborda, como una metáfora de las posibilidades en juego.
EL #NIUNAMENOS EN CLAVE NAPOLITANA
Con Nicole del Lido Pola voy luego a la Assemblea Non Una di Meno, activa también en otras ciudades italianas. Al igual que Ni Una Menos en Buenos Aires y otras ciudades latinoamericanas, esta asamblea napolitana, masiva, referenciada en el movimiento que desde Argentina se ha esparcido por toda Latinoamérica y más allá, ha desplegado una intensa actividad en torno a la lucha feminista. En uno de los grandes salones de otro bello palazzo recuperado del Centro Storico, Santa Fede Liberata («un trayecto desde un Bien Abandonado a un Bien Colectivo»), escucho circular la palabra de las activistas de la asamblea, algunas de ellas pertenecientes a muchos de los espacios ya mencionados, otras a colectivas feministas y de la diversidad sexual, mucha gente también que participa en primera persona, incluidos compañeros.
Como en América Latina, Non Una di Meno lucha urgentemente contra el femicidio y la violencia de género. Circulan debates en torno a las huelgas de género; sobre la organización de iniciativas para la promoción de derechos y la prevención del sexismo y la violencia en las instituciones públicas; sobre cómo crear conciencia en los territorios.
Debates filosos: se escucha hablar de la discriminación acrecentada sobre las diversidades sexuales, sobre darle un carácter de clase a la lucha, de ir a trabajar a algunas fábricas donde las condiciones para las mujeres son especialmente duras, o al Centro Direzionale, el distrito por excelencia del trabajo terciario en la ciudad, fuertemente feminizado. De la relación entre la falta de políticas de prevención del sexismo y el ataque neoliberal a la salud pública, que en el Sur pega más fuerte; la necesidad de enlazar en la actividad de la asamblea todos estos planos.
Ahora, acaban de lanzar un Plan Feminista (La Revolución tiene rostro de mujer) lleno de propuestas concretas y radicales. Recuerdo entonces la indicación de que en estas estas luchas está naciendo una nueva radicalidad que impactará profundamente el futuro cercano.
ANTIRRACISMO Y SOLIDARIDAD CON LOS MIGRANTES
Otra cuestión fundamental en Nápoles es la de una política de acogida a las imparables ondas de inmigración masiva desde África y el Medio Oriente. En Italia y otros países europeos, operan redes de tráfico de inmigrantes que conectan a las mafias (¡aquí también las mafias!) con sectores políticos y ONGs corruptos, en torno a la gestión de las partidas presupuestarias para los campos y albergues donde van a parar los inmigrantes.
Esta trama ha armado un negocio tan lucrativo que en los años recientes ha superado en ingresos al tráfico de drogas.
El Comune y los movimientos vienen desplegando políticas de solidaridad activa con los inmigrantes y refugiados, de lucha contra el racismo y la xenofobia, que chocan con las políticas cada vez más ominosas que despliegan las instituciones neoliberales europeas, y particularmente en Italia las del gobierno central, que se subordinan plenamente a aquellas.
En el ex-OPG, quizás el centro social más grande de la ciudad, han colaborado en la gestación de una asamblea auto-organizada de inmigrantes, donde participan ya casi 300 de ellos. La intención es (me cuenta Marta Alba, la compañera que me recibe allí), facilitar estas dinámicas donde la comunidad inmigrante pueda constituirse como sujeto de sus propias luchas. Ya la asociación Chi Rom e Chi No de Scampia había desarrollado un comprometido trabajo con las comunidades gitanas segregadas. En la ciudad hay otros laboratorios políticos y culturales donde confluyen activistas e inmigrantes, es una palpitante veta en desarrollo.
Como en toda Europa Occidental, las calles y barrios están llenos de inmigrantes: los escucho hablar en babélico en los vericuetos del Centro Stórico o los Quartieri Spagnoli, en torno a la Stazione Garibaldi, en los trenes y mercados, veo el arcoiris de sus colores, siento sus ritmos contagiosos. En paralelo a sus padecimientos y duros afanes, se palpa también la fuerza de la nueva mixtura humana y cultural que están prohijando, algo que igualmente impactará el futuro de un modo productivo e inevitable.
PROYECCIONES Y DILEMAS DE LA ‘ANOMALÍA NAPOLITANA’
La corporación mediática viene hablando en Italia de los diversos populismos, como en todos lados, cada vez que surge una alternativa a esta homogeneidad que se pretende sin fin.
El mapa político italiano está ahora encabezado por la «seriedad técnica» bien de los gobiernos del PD (ahora que el berlusconismo está en un conveniente barbecho). La Liga Nord, reconfigurada en torno a la figura ascendente de Mateo Salvini (uno que en su tierna juventud militara en un centro social de izquierda…), hace las veces de populismo de ultraderecha xenófoba. También al Movimento 5 Stelle, otro motejado de populista, había venido jugando a capitalizar la disolución política en un terreno ambiguo y contradictorio, hecho de antipolítica y cierta promesa ecologista (con aterrizajes concretos poco felices como los de Roma y Parma).
Ahora la gran prensa ‘seria’ empieza a agitar el fantasma del populismo de izquierda, dibujado en torno a la anomalía napolitana y sus posibles proyecciones.
Así es como narraron el enfrentamiento que se produjo entre el Comune y los movimientos napolitanos durante la visita de su ‘muchacho’, Mateo Salvini. Hablaron de controversia entre dos populismos. La xenofobia de la Liga Nord no va dirigida sólo a los inmigrantes, sino también (en una actualización contemporánea de este diferendo histórico) a los habitantes del Sud, menospreciados reiteradamente por estos xenófobos. Salvini mismo insultó específicamente tiempo atrás a los napolitanos calificándolos como «terroni» -algo así como terrosos, mugrientos de la tierra-, y más recientemente atacó fuerte por los medios a la Consejera Eleonora de Majo.
Los movimientos organizaron actos de repudio a la visita de Salvini a Napoli, declarándolo persona non grata, que incluyeron episodios de enfrentamientos callejeros por la represión policial (fuera de la jurisdicción del Comune). De Magistris tuvo fuertes encontronazos con Salvini y las fuerzas que lo promueven. Los medios trataron de dejar pegados tanto a los movimientos como al Comune a las imágenes de violencia. El mismo Matteo Renzi aprovechó la coyuntura para apostrofar contra el Sindaco de Nápoles. Renzi era el Primer Ministro, líder de la centroizquierda devenida neoliberal del PD, dimitido tras su amplia derrota en el Referéndum de diciembre de 2016, pero conserva sin embargo gran influencia política en el interior de ese partido. En fin, como se diría, «ladran Sancho, señal de que cabalgamos».
En abril, desde Napoli, con apoyo del Comune, se organizó un festival de desagravio y al mismo tiempo de desafío a las fuerzas de ultraderecha en Pontida, Lombardía, lugar simbólico para la Liga Nord. Además de los movimientos napolitanos, acudieron activistas de muchos otros lugares de Italia, bajo el emblema de Los Terroni Unidos, un colectivo de más de 30 importantes músicos napolitanos que crearon un hermoso tema en honor a la solidaridad y al orgullo meridional. Este orgullo, como toda identidad subalterna no victimizada ni esencializada cuando permanece abierta y activa, es un fuerte componente de la politización meridional, respetada por movimientos de otras regiones de Italia (que quizás habilita, además, lazos simbólicos con inmigrantes y otras identidades subalternas mediterráneas, y para quien viene de América Latina es una inmediata señal de conexión). En mayo Napoli fue el epicentro de las caravanas movimientistas que partían a repudiar la cumbre del G-8 en Taormina, Sicilia.
Al final, no es fácil desafiar a la Troika y a la triple pinza neoliberal del Estado nacional italiano, la Comunidad Europea y la Banca transnacional, o dicho de otra manera, las 4 ciudades neoliberales: “la Smart City del control tecnológico, la Ciudad Creativa del capitalismo cognitivo, la Ciudad-Marca de territorios en competencia y la Ciudad Público-Privada, que limita el uso del espacio público y entrega ese derecho al mercado». Hasta ahora, desde aquel ‘no hay otra alternativa/there is no alternative’ de Thatcher 1980 ha sido casi imposible, y a veces parece real su contemporáneo «No future». Desafiarlas con éxito, con posibilidades de proyección, se aparece como la cuadratura del círculo.
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Me quedo pensando que las revoluciones sociales y culturales de los 60 y los 70, el éxodo, la liberación nacional, todo aquello, fue reconducido al estado de excepción neoliberal permanente y global que vivimos. Y que la gobernabilidad neoliberal «no es sólo, o no tanto, proyecto económico o diseño ideológico, sino un ‘gobierno del autogobierno’, o sea una forma determinada de gobierno de los hombres y mujeres -un sistema de normas ya profundamente impresas en las prácticas gubernamentales, en las políticas institucionales, en los estilos de management- que no sería posible en ausencia de una forma determinada de gobierno de sí. Emprendedor de sí mismo, valorización del ‘propio’ capital humano, competición y concurrencia generalizadas, son las piedras de toque de un régimen de subjetivación que es también, y sobre todo, instrumento potente de sujeción…» [1]
Ante esto, las hipótesis de la democracia y la metrópoli de los comunes parecen ser atinadas, en cuanto a la posibilidad de producir históricamente un tránsito a un gobierno de sí diferente, precisamente en torno a lo común y sus potencias, a otra ecología de sí en lo común, a una transición ecológica que supere el individualismo posesivo y cree otro modo civilizatorio. Por aquí y por allá, en medio de la devastación, se notan signos de esas transiciones. ¿De qué manera pueden una emprenditorialidad y una gobernabilidad de lo común «diseminarse progresivamente sobre todo el campo social, hasta modificar y luego superar las relaciones de fuerza dominantes»? ¿Y son los municipalismos rebeldes, las propuestas de las confederaciones de ciudades rebeldes del bien común, materializaciones de aquellas hipótesis políticas? ¿Hay un nuevo principio político en juego?
En Napoli, como en otros territorios donde van en marcha experiencias tales, se juegan además dilemas concretos difícilmente discernibles, de creación institucional, de tiempos diversos, dilemas electorales incluso. Porque por ejemplo, ¿cómo sostener aquellos círculos virtuosos sin ganar las elecciones locales, aunque un Comune no sea -todavía- una comuna, ni sus Consejos Comunales unas asambleas de nuevo tipo; ¿cómo proyectarlos sin quizás ganar una región o un estado, aunque no sean territorios liberados? A la inversa, ¿qué valor tienen los triunfos electorales sin una imaginación instituyente de nuevo tipo? Etcétera. Los afanes son duros y las proyecciones inciertas, aunque a la vez la pasión activa es profunda, plena de matices.
Al fin, la intensidad política -como vida activa de la polis- de lo visto y compartido en Napoli es ya indeleble, y se me mezcla indiscerniblemente con los recuerdos de la belleza sin par de la ciudad y sus territorios, de la vivacidad de sus calles y barrios, de la calidez y alegría de vivir de su pueblo singular.
Salvando las distancias y los tiempos, Napoli vuelve a ser rebelde, como cuando la revuelta de Masaniello o la República Partenopea, cuando los brigantes del Risorgimento, como en las míticas Quatro Giornatte o el obrerismo de los 70, y sentir esa rebeldía creadora ha sido algo inolvidable.♦♦
POSTFACIO
Yo con un napolitano puedo simplemente decir aquello que soy, porque tengo, por sus saberes, una idea llena de respeto casi mítico, y en todo caso lleno de alegría y natural afecto. …Napoli es todavía la última metrópoli plebeya, la última gran aldea (y por demás con tradiciones culturales no estrictamente italianas): este hecho general e histórico nivela física e intelectualmente las clases sociales. La vitalidad es siempre fuente de cariño e ingenuidad…
Pier Paolo Pasolini
* Diego Ortolani- Argentino– Sus padres fueron dos importantes dirigentes del PRT. En 1976 se tuvo que exiliar en Cuba con parte de la familia. Se licenció en Biología en la Universidad de La Habana. En 1993 retornó al sur militando en la agrupación HIJOS y en la Comisión Funa en Chile. También participó en el colectivo de investigación militante Situaciones y la editorial Tinta Limón. Reside en Santiago de Chile.
[1] Ciervo, Coccoli y Ametrano, Postfacio a la edición italiana de «Del Comune, o della rivoluzione nel XXI secolo», P. Dardot y C. Laval, Derive Approdi (2015). Ver https://www.alfabeta2.it/2015/04/25/per-una-governamentalita-del-comune/ . Edición española: «Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI», Gedisa (2015), https://kupdf.com/download/comun-ensayo-sobre-la-revolucion-en-el-siglo-xxi_59d6e64008bbc5426f435213_pdf
Felicitaciones un gran artículo con una brutal investigación, un gran soporte fotográfico y buena música
Muchas gracias Daniel por tu comentario. Estamos muy orgullosos de poder contar a través de Diego Ortolani qué pasa en el sur de Italia y lo que otros colectivos se han propuesto, especialmente cuando las mafias están super enquistadas desde hace décadas en el poder.