Lo nuevo es el entrenamiento a los gerentes con realidad virtual: es el más reciente desarrollo en la historia moderna para que te sientas bien en el capitalismo.
¿Para qué crearon a Barry? Para ser despedido. Lo construyeron para que haga de puchingball. Una y otra vez reaparece con el único propósito de enseñar la práctica de despedir a los empleados. Barry responderá en la medida en que el ‘despedidor’ le explica los motivos que han conducido a su despido: por ejemplo, sus recientes arranques contra sus colegas en el trabajo, y por eso ya no es bienvenido en la empresa.
Las opciones están pre-escritas en un guión que ayuda a guiar la conversación, aunque no están exentas de peligros. Quienes inventaron a Barry lo programaron para que el ‘despedidor’ aprenda que si se le habla muy suave, le está mostrando a Barry un signo de debilidad y le provoca un exabrupto; pero también si se le responde al puchinball virtual de manera agresiva, Barry se largará a llorar.
A Barry lo creó una compañía llamada Talespin (https://www.talespin.company/virtual-human/), es un ‘humano virtual’. Talespin provee entrenamiento virtual simulado para empleados de empresas, y logró una enorme visibilidad recientemente por un artículo que publicó el MIT Technology Review. Pero esto no es más que una tendencia creciente que ya vienen implementando empresas como Walmart y también en la policía de Estados Unidos, como un modo de preparar a los uniformados para sobrellevar situaciones estresantes al acudir por llamados de violencia doméstica o por balaceras.
En el sitio web de Talespin hay un video que afirma: “La capacidad de liderazgo es el mayor vacío que hay en la actualidad entre las expectativas del empleador y la fuerza de trabajo…pero los humanos tienen capacidades y estas no están grabadas para siempre en una piedra”.
Como en la película Up In The Air de 2009, en la que George Clooney es un especialista en despidos que va de avión en avión, ahora Barry emerge como una herramienta tecnológica poderosa, porque tiene el ‘toque humano’.
Lo crearon para que el ‘despedidor’ evite heridas mayores en las y los Barry de la vida real, pero ante todo para que el gerente aprenda a simular que le importan los Barry.
Se ha teorizado extensamente sobre la habilidad human a de imaginar conectarse con la intimidad de los otros: la empatía. Libros, pinturas, esculturas, filosofías diversas tratan sobre la empatía, la “Einfühlung” alemana. En el universo de la realidad virtual hablan del potencial transformador que significa el acto de corporizar la experiencia ajena, algo ‘inherentemente liberador’.
El (infame) término ‘la máquina de la empatía’ fue acuñado por Roger Ebert, tomando lo que el cineasta Chris Milk explicó en una charla TED, en 2015, sobre realidad virtual.
Pero, ¿cuáles son los límites de la simulación para comunicar la idea correcta de lo que otros quieren o necesitan? Ponerse en el lugar de otro es una de las experiencias que hasta a los super ricos o poderosos les proponen practicar en el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza con respecto a los refugiados. Ver https://purochamuyo.com/la-gran-estafa-de-davos/
Milk dijo en su charla que los empresarios de Davos quedaron ‘movilizados’ y ‘afectados’ frente a lo que viven los 6 millones de refugiados sirios. ¿Afectados cómo y para que tomen qué decisiones?
La capacidad de entender y dar cuenta de las emociones y de reconocer e influenciar las emociones de otros es lo que desde 1995 popularizó Daniel Goleman con su libro Inteligencia Emocional, que desde entonces no es otra cosa que transformar las organizaciones en lugares más amables y de trato más gentil… y por eso en pleno siglo 21, los departamentos de contratación y los ‘despedidores’ le dan tanta importancia al tema porque de lo que se trata es de ser un ‘gerente empático’.
Más que un intento para explicar el mundo, el libro de Goleman y todo el universo de la inteligencia emocional intenta construir una sociedad mejor, en la cual puedan disolverse las rígidas jerarquías del capitalismo industrial.
La profesora Shoshana Zuboff, de la Harvard Business School escribió en su libro de 1998 In The Age of the Smart Machine, que una economía “informatizada” tiene el poder de desafiar los sistemas jerarquizados basados en la obediencia y el control. En un sistema laboral-informático, la necesidad de contar con empleados deferentes que sigan las instrucciones al pie de la letra es reemplazado por “la necesidad de manejar la relación psicológica entre el trabajador y la interface con los datos”. En el siglo 21, ser un ‘gerente empático’ es sencillamente lo que el mercado demanda.
En defensa de los nuevos gerentes de la inteligencia emocional, tanto Zuboff como Goleman le prestaron poca atención a las relaciones materiales entre los trabajadores y el capital, o cómo desde 1980 se produjeron masivas transferencias de riqueza desde los trabajadores al famoso 1%. Ellos eligen focalizarse en como estas relaciones las sienten los trabajadores y los gerentes. Lo que esconde un llamado a una mayor inteligencia emocional como respuesta a la situación económica, es la asunción de que el daño a los trabajadores en el capitalismo no proviene del sistema que niega el acceso al trabajador del valor que crea, sino fundamentalmente de las formas de afectación que los sistemas conllevan. En consecuencia, ¡cambie esa afectación y no solo resolverá el perjuicio causado sino -y tal vez sea lo más importante-, su organización tendrá mejores resultados! Los trabajadores seguirán siendo explotados, pero se sentirán mejor.
Todo esto no no niega la empatía y la regulación emocional como vías para un mejor trato, o que todo el mundo tenga que estar a los codazos todo el tiempo. Pero el uso de la inteligencia emocional como un talento a desarrollar para lograr mayores niveles de productividad de la fuerza de trabajo indica que una ‘máquina de la empatía’ es una herramienta ideológica que va mucho más allá de lo que debemos aceptar.
En el programa que ofrece Talespin, puede echar a la calle a Barry tantas veces como se desee. Un redivivo del reality show que enamoró a los norteamericanos cuando Donald Trump además de ser un buitre inmobiliario era comediante y tenía en la TV el show ‘Estás despedido’.
Algo de cinismo y bastante de sadismo: se resetea el programa y Barry sigue siendo empleado, y el que maneja el programa, el ‘jefe’, lo puede despedir, y volver a despedir, y seguir ‘entrenando’.
Si uno cumple bien con la tarea de echarlo del trabajo, el entrenamiento estará finalizado, y se tendrán los aprendizajes necesarios para liderar una corporación moderna, el duro trabajo de maniobrar las emociones de uno y de los demás. Además, como muestra el Instituto EPI, al menos en Estados Unidos lo que cobra un CEO trepó el 940% desde 1978, casi 280 veces más que la media salarial de un empleado cualquiera.
Probablemente sea prudente no preguntar si hay un simulador que muestre cómo despedir a la persona que fue demasiado considerada con Barry…
** Sam Heft-Luthy, desde San Francisco, originalmente publicado en The Outline, el 28-08-19