Uno de los más interesantes intelectuales que hace décadas analiza la pedagogía del terror sobre la población negra y otros colectivos subsumidos, es el canadiense Henry Giroux, de la McMaster University de Ontario, y autor del reciente American Nightmare: Facing the Challenge of Fascism.
Giroux escribió el 1 de junio sobre la rebelión social en Estados Unidos, tras el asesinato de George Floyd, que esto “no solo simboliza el racismo cristalizado en una cultura que mira para el costado ante la violencia contra los negros, sino también una sociedad en la cual cierta forma de terrorismo interno racializado, se ha convertido en norma. El crimen de Floyd debe entenderse como parte de un sistema político más amplio que se asienta en el legado de la cultura racista del terror, que va de la esclavitud a Jim Crow, pasando por el flagelo del encarcelamiento masivo y una política de descarte social.
No hay nada nuevo en la promoción de la violencia del estado norteamericano, a través de un sistema donde las cárceles se llenan con un criterio racial. Lo nuevo, entonces, no es la violencia, sino que en la era digital esos asesinatos son más visibles, y aun así, vistos por millones, no se logró reformar la violenta cultura policíaca y el terror racialista estatal. Los norteamericanos vieron el crimen del chico de 12 años Tamir Rice. Vieron el estrangulamiento de Eric Garner por supuesta venta de cigarrillos en una esquina. Vieron la captura y secuestro de Freddie Gray metido en el baúl de una camioneta policial en Baltimore, para morir poco después. Vieron la detención de Sandra Bland por una infracción de tránsito, y que luego apareció ahorcada en una celda. Vieron los disparos a quemarropa que liquidaron a Philando Castille frente a su novia y su hijito…y vieron morir a George Floyd asfixiado bajo la rodilla de un policía. ¡Nueve minutos asfixiándolo con su rodilla como para dejar en claro que se trataba de un símbolo de orgullo!
El aparato punitivo del estado racialista se ha vuelto más bárbaro en la medida en que está concentrado en las manos de los ultra ricos, nazionalistas blancos y supremacistas blancos, que son quienes hoy ocupan la Casa Blanca. El fascismo neoliberal se ha quitado los guantes, y ahora directamente recurre al terror para poner en caja a la población ‘de color’. Cada baldosa que ocupa esa población en Estados Unidos, está militarizada. Y está militarizada por el racismo del sistema que no solo aplasta a los negros, sino que ha sumergido a los más necesitados en enclaves de pobreza en numerosas ciudades, pero que tiene su imagen más visible en los hombres y mujeres negros aterrorizados por la policía. Ahora, cuando ellos salen y gritan “Enough is enough”, “No justice, no peace”, lo que hay, ante todo, es una rebelión ancestral”.
Sin embargo, en esa sobreactuada visibilización de la asfixia de 9 minutos, hay un límite. ¿Para quién, el gladiador, exhibe el trofeo de la muerte de su presa? Para los suyos, o mejor dicho: para enseñarle a los negros y pobres (como bien describe el profesor Aziz Choudry en “Pedagogías de la represión…”), y para los supremacistas blancos. Para que unos bajen la cabeza y guarden sus puños en los bolsillos, y los otros celebren con la bandera confederada y los rifles en la mano. Pero cuando los medios de comunicación ponen su cámara, o las redes sociales estallan con videos y fotos mostrando incontables bastonazos, balas de goma, trompadas en el bajo vientre, cuasi-asfixias, corridas, persecuciones con perros, gases lacrimógenos, gas pimienta…ahí la bestia se enfurece, porque el fascismo precisa de la oscuridad.
En consecuencia, 2020 será recordado en Estados Unidos por muchas imágenes (las fosas masivas cavadas en Nueva York, por ejemplo, o el oscurecimiento de la Casa Blanca frente a las protestas de la multitud), pero para la tan mentada libertad de prensa y pensamiento, el arresto frente a las cámaras -esposado- del corresponsal Omar Jiménez, de la cadena CNN, marca un mojón.
El gorila blanco ya no quiere que su show de muerte se vea en la tv. Tal vez porque en el último semestre se desarrollaron las primarias para las elecciones presidenciales de noviembre 2020, y la inscripción y participación de esos sectores postergados (negros y latinos), sobrepasó largamente la de todas las elecciones anteriores. Y porque entre los casi 110.000 muertos por coronavirus, 3 de cada 4 se registraron en esos segmentos de población empobrecida, sin posibilidad de aislamiento social, con altos índices de diabetes y enfermedades coronarias, y sin protección médica adecuada.
El freno a la publicitación del escarmiento no empezó ni terminó con el equipo de la CNN, dicho sea de paso, el equipo fue liberado porque el máximo jerarca de la corporación llamó al gobernador de Minnesota. Antes, la noche del 26 de mayo la policía le disparó al cronista del sitio de noticias independiente Unicorn Riot, cuando se acercó a asistir a una persona herida.También en Minneapolis, una patrulla encaró a una docena de reporteros que tenían sus credenciales colgadas del cuello y los barrieron con gas lacrimógeno, tal como relató Molly Hennesey-Fiske en el matutino Los Angeles Times. Y también le dispararon en cámara, mientras hacía la cobertura de la represión en Louisville, a Kaitlin Rust, del canal WAVE3 (del grupo NBC), mientras el cameraman James Dobson filmaba a otro policía que le tiraba a él con gas pimienta. En Detroit, el cronista de Free Press, JC Reindel recibió su cuota de gas pimienta en pleno rostro, a pesar de exhibirle su credencial de prensa a la policía.
La Radio Television Digital News Association (RTDNA) publicó un comunicado este lunes por la noche donde, al 1 de junio (en sólo 48 horas), se contabilizaron más de 60 trabajadores de prensa atacados o reprimidos por las policías, durante la cobertura de la rebelión social.
El lunes 1 de junio, los trabajadores de Facebook, por primera vez, hicieron medidas de protesta, que incluyeron la renuncia a su puesto de trabajo acusando al jerarca multimillonario Mark Zuckerberg de complicidad con Trump. Varios de ellos abandonaron su puesto virtual -lo que equivale a una huelga- para unirse a las protestas.
No debería sorprender ni la segregación ni la represión. ¿O sí?
¿No fue acaso el propio Donald Trump quien hace tres años afirmó (textual) que “la prensa es enemigo del pueblo”. A decir verdad, en la medida en que el supremacismo blanco fue corporizando en el gobierno (por ejemplo, disponer que haya miles de migrantes presos en jaulas, y niños presos en jaulas en la frontera con México), el ataque de Trump a la prensa fue en aumento. El asunto no es si ataca a la prensa, considerando que dentro de ‘la prensa’ están también los serviles lacayos de la cadena Fox y tantas otras. Lo que el ataque a la prensa catapulta es la violencia contra la publicación de información: el Estado es el promotor de la violencia, en boca y texto del presidente. El estado comete el delito de sedición, pero como se juzga a sí mismo, nadie juzga ese terrorismo. Esto empata perfectamente con la incitación a la violencia y la racialización de la política general. Enemigos a diestra y siniestra. Guardar a los pobres y negros en barrios lejos de la vista, y bajo vigilancia. Esconder de los medios las barbaries para seguir lucrando sin testigos.
Según el Committee to Protect Journalists, “desde que anunció su candidatura en 2016 hasta fines de 2018, el presidente Trump twiteó 1339 veces contra los medios críticos, y el 11% fue para criticar directamente a periodistas o publicaciones. El penúltimo tweet (porque siempre, a diario, puede haber un último) es del 30 de mayo y dice “Mucha desinformación proviene de la CNN, de MSDNC, del NYTimes, del Washington Post. Las fake news son enemigas del pueblo”.
El ascenso de Trump profundizó la política del enemigo interno.
La economista del EPI – Economic Policy Institute, Jhacova Williams, se tomó el trabajo de rastrear el impacto de las atrocidades cometidas contra los negros, y cómo eso se refleja hoy en el voto, en la política norteamericana, en la democracia, y en cómo puede (o no) haber voces que hablen por esos grupos sociales. Williams analizó los linchamientos de negros desde 1882 a 1930. En ese lapso hubo al menos 3.000 linchamientos. Y al mapearlos llegó a la conclusión de que en los condados donde hubo mayor tasa de esos asesinatos, un siglo después esas zonas siguen teniendo la menor tasa de inscripción de población negra para votar. ¡Linchamientos altamente pedagógicos! Williams trabaja en el “Program on Race, Ethnicity, and the Economy” (PREE), que encabeza una campaña para facilitar las condiciones de inscripción para votar, en especial en los estados más segregacionistas del sur de EE.UU.
Este dato es sobresaliente para entender por qué la reacción de la comunidad cobra rápidamente esa temperatura. En 2016, 7 años después de la llamada ‘crisis de las hipotecas’ que provocó un desastre económico y social, el 10,8% de los niños blancos estaban en la pobreza, mientras que la pobreza entre los niños negros e hispanos se disparaba al 30,8% y 26,6% respectivamente (información basada en Current Population Survey Annual Social and Economic Supplement, 2016).
Esto naturalmente se agrava con el coronavirus. Es extraordinario el título de Zak Cheney-Rice para su artículo en Intelligencer de la New York Magazine del 27 de abril “Even naked, America cannot see itself” (Ni desnuda, America puede verse a sí misma). Sostiene que la demanda en los bancos de alimentos aumentó un 40 por ciento, y que Kyle Waide, presidente del Banco Comunitario de Alimentos de Atlanta remarcó ‘los trabajadores con bajos ingresos, las minorías, la población de color, la gente que trabaja en los servicios, los que viven en alojamientos públicos, los que tienen chicos a los que les redujeron el bono de comida, esos son los que hacen largas filas para comer’.
Ya en ese momento, fin de abril, afirmaba Zak Cheney-Rice ‘la prisión de Cook County en el sudoeste de Chicago tiene 400 infectados sobre una población (sobrepoblación) de 4000 internos, y la de Rikers Island frente a Nueva York, 370. Los negros son el 40% de las víctimas en el estado de Michigan, aunque son solamente el 14% de la población total. El 70% de los muertos por Covid-19 en Lousiana son negros, aunque representan el 33% de la población. En Milwaukee la expectativa de vida de la población negra es 14 años menor a la de los blancos, y son el 81% de los fallecidos por el virus, si bien son apenas el 40% del total de los habitantes”
¿Por qué, entonces, hoy no habrían de salir a las calles?
En 2016, cuando estaba por asumir Donald Trump, el FEMA (Federal Emergency Management Agency) editó su Manual de Operaciones de Campo, que no era otra cosa que el manual de entrenamiento policial en la represión interna, en particular las protestas públicas. El único medio que publicó la existencia del “Field Force Operations” fue Unicorn Riot. El manual no vio la luz con el republicano Trump, sino que, basado en antecedentes como el Manual del FBI de 1967, lo publicó el gobierno del demócrata Barack Obama, y lo que pudo conocerse es la versión actualizada a partir de la ocupación ‘anarquista’ de Occupy Seattle y las protestas en Ferguson, estado de Missouri, donde en agosto de 2014 hubo una pueblada tras el crimen de Michael Brown, con balas de la policía. ¿Cuál fue la respuesta del estado? El Manual de Operaciones de Campo frente a eventuales protestas.
Afirman los periodistas de Unicorn Riot: ‘La guía tiene 135 páginas, dividida en ocho secciones, que cubren “Arrestos masivos”, “Tácticas de equipo”, “Tácticas de los manifestantes”, “Dinámica de grupo”, “Equipamiento de control de protestas” y “Agentes de control de movilizaciones y municiones no-letales”. Además, el Manual contiene una lista de armas anti-motín que pasaron a venderse en las tiendas de ese tipo en todo el país. En síntesis, este manual concentra todas las tácticas desarrolladas en los últimos años para los distintos tipos de grupos operacionales, y lograr el efectivo control de las comunidades’. Aquí algunas imágenes del Manual.
El tweet madre, el de todas estas batallas, Donald Trump lo publicó el 10 de noviembre de 2016: “hay profesionales de las protestas; incitados por la prensa, protestan”.
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Ahora, el vocero de los supremacistas, metido primero en un bunker por 2 días, y luego sentado en la Casa Blanca, invoca por la intervención del ejército en las calles para que terminen las protestas que definió como ‘un campo de batalla’. En esta batalla no está solo: el establishment está nervioso, algunos piden a los militares no escuchar ese canto de sirena, otros creen que es la única solución, pero los muertos que siguen muriendo cada día, y los 40 millones de desempleados del coronavirus, no son un amable caldo de cultivo.<>
Extraordinario artículo. Hacia una revolución mundial
Gracias Diego por tu lectura y comentario. Desde 2015 intentamos proponer lecturas y rigor en la información para elaborar pensamiento crítico y ayudar a un mundo mejor.