Soy negro. En 1997 llegué desde Camerún a Berlín para estudiar en la Universidad Técnica, la Technische Universität Berlin, de donde pasé a hacer el doctorado en Biotecnología en la Heinrich-Heine-Universität Düsseldorf /TU Berlin.
Como en los últimos días, amigos dentro y fuera de mis círculos artísticos, así como colegas, estudiantes y muchos con quienes ni siquiera estoy cercano, me han pedido que me sume a una declaración pública y ponga mi firma -o comparta- cartas de solidaridad con Ucrania, me veo en la obligación de escribir y publicar estas palabras.
**
Si bien he compartido mi solidaridad con ellos, he dejado claro, tal como lo hice en los últimos años cuando me contactaron con respecto a otros conflictos, que la solidaridad no es una calle de mano única, que va en un solo sentido: la solidaridad debe ser multidimensional y multidireccional. La solidaridad no es de color blanco, y también debe aplicarse a los que, como dijera el cantante, compositor y guitarrista Curtis Mayfield, somos “más oscuros que el azul”1.
La solidaridad no puede ser una noción o una práctica racializada.
¿SOLIDARIDAD CON QUIÉN?
Este llamado a la solidaridad, especialmente en apoyo de los ucranianos que intentan salir del país para ingresar a Polonia y otros países vecinos, es muy oportuno, porque los niños, las mujeres y los adultos están en una situación desesperada. Pero lo más desconcertante es que en pleno invierno, hace apenas unas semanas, miles de personas que huían de las guerras en Oriente Medio también intentaban cruzar estas mismas fronteras hacia Polonia. Sin embargo, fueron golpeadas, maltratadas y baleados por la policía fronteriza, mientras que muchos fueron dejados morir en el frío (2).
Ninguno de los muchos colegas y amigos que me escribieron hoy, y muy pocos en mis círculos íntimos, mostraron preocupación por el destino de los refugiados de Medio Oriente, y ninguno inició un movimiento de solidaridad por la causa siria, yemení o de otro tipo mientras la gente estaba atrapada en las fronteras.
¿No merecen las mujeres y los niños de Oriente Medio tanto refugio y solidaridad como cualquier otro ser humano necesitado?
Mientras escribo, circulan noticias y videos en las redes sociales que muestran a cientos de los más de 30.000 africanos en Ucrania, que también están tratando de abandonar el país. La única diferencia es que mientras el mundo se une en solidaridad con Ucrania, el ejército y los paramilitares ucranianos impiden que los africanos, sudamericanos y caribeños aborden los trenes.
Se dice que la prioridad la tienen los ucranianos. ¿Y quiénes son ‘los ucranianos’ en esta jerga diplomática y burocrática?
Los ucranianos son los ucranianos blancos, ya que muchas de estas personas negras también tienen ciudadanía ucraniana. Según informes de testigos, el ejército ucraniano ha señalado que prioriza la fuga de niños y mujeres, pero al mismo tiempo ha impedido que mujeres y niños negros tomen los trenes. Sucede que algunas personas negras que lograron, después de una enorme insistencia y presión, subir a los trenes y autobuses, se ven obstaculizadas por el control fronterizo polaco para ingresar al país.
La solidaridad no parece ser ciega, sino más bien discriminar por color de piel.
Y entonces, amigos, la mentada ‘solidaridad’ a secas, la supuesta neutralidad de la palabra solidaridad, parece que tiene colores, pero no incluye el negro, a los negros. Irónicamente, las bombas lanzadas por el ejército ruso en Ucrania son indiscriminadas, no saben del color de la piel, no discriminan: simplemente matan.
**
Camerún, mi país de nacimiento, ha estado en una guerra feroz, al menos la parte “anglófona” del país de donde proviene mi familia, se ha convertido en gran medida en una zona prohibida para muchos (3).
Es gracias a esta guerra, que vio a jóvenes y viejos secuestrados, niños y mujeres asesinados a sangre fría tanto por las tropas del gobierno camerunés como por los Ambaboys que mis padres, de 70 años, tuvieron que exiliarse, donde finalmente murió mi padre. Como señalan los profesores Henry Bang y Roland Balgah, este conflicto ha provocado el desplazamiento de más de 1.300.000 cameruneses anglófonos: desplazados internos y refugiados a la vecina Nigeria. En algunos pueblos, más del 80% de los habitantes se han escapado y ahora viven en la selva. En un lapso de cinco años, algunos pueblos han quedado completamente desiertos y reducidos a pueblos-fantasma. Las bajas en esta crisis oscilan entre 4 000 y 15 000 civiles.
He escrito ensayos y di charlas sobre el tema, así como numerosas publicaciones en las redes sociales al respecto.
Las violaciones de derechos humanos particularmente graves, como cuando las fuerzas de seguridad del gobierno, además del uso excesivo de la fuerza, torturan y/o detienen a presuntos separatistas Amba, y también incendiaron casas de anglófonos en más de 170 aldeas, incluida la masacre de 21 civiles desarmados en Ngarbuh, un pueblo de la Región Noroeste de Camerún el 14 de febrero de 2020.
Ese mismo año, el 24 de octubre, jóvenes, presuntamente Ambaboys, irrumpieron con armas y machetes en una escuela de Kumba, en la Región Sur-Oeste, y filmaron mientras mataban a siete niños de 12 a 14 años, e hirieron a más de 13.
Después de estas atrocidades, vi ínfimas muestras de indignación de las mismas personas que ahora me convocan a ‘ser solidario’.
De hecho, no vi a nadie izando las banderas de Camerún o Ambazonia en sus muros de Facebook.
Todavía estoy esperando que uno de mis amigos y colegas liberales y de izquierda, en su mayoría preocupados por el mundo y listos para ir a cualquier protesta contra la crisis ambiental, me escriba pidiendo mi solidaridad y apoyo al pueblo del Camerún anglófono.
Y mientras espero, me veo obligado a reflexionar si, después de más de cinco años de guerra, la gente del Camerún anglófono no está recibiendo la misma solidaridad que nuestros hermanos y hermanas europeos porque están demasiado lejos, o porque no son lo suficientemente blancos, o porque son demasiado negros, o simplemente no son lo suficientemente humanos para recibir la misma solidaridad…Porque, vamos, estamos hablando de un millón 300 mil desplazados y 15 mil muertos civiles.
**
UNAS VIDAS IMPORTAN Y SE PUBLICITAN MÁS QUE OTRAS
En cuanto a la República Democrática del Congo (RDC), parece que todos hemos dejado de contar el número de personas muertas en los múltiples conflictos que han sumido al país en las últimas décadas. La vida de un joven en el Congo vendría a tener la misma dignidad que una mosca, en verano, estampada contra la pared.
El Global Conflict Tracker de las Naciones Unidas (4) estima que en la República Democrática del Congo hay alrededor de 4,5 millones de desplazados internos, y huyeron 800.000 personas que debieron refugiarse en otras naciones.
Aunque la Segunda guerra del Congo terminó oficialmente en 2003, y se dice que costó 5,4 millones de vidas, después de esa fecha y hasta hoy se han perdido unos cuantos millones más. ¡Cifras tristes y alarmantes!
Sin embargo, ni siquiera el movimiento #Black Lives Matter, iniciado en Estados Unidos, tiene dolor de cabeza cuando miles de personas mueren en el Congo. No solo algunas vidas importan más que otras, también algunas vidas negras son más valiosas que otras.
**
Volvamos la historia 7 años y vamos a enero de 2015, tras los cobardes atentados terroristas contra la revista satírica Charlie Hebdo que dejaron 12 muertos.
El entonces presidente francés, François Hollande, hizo un llamamiento a la solidaridad mundial. Estas 12 vidas francesas tuvieron suficiente peso como para que 60 líderes mundiales fueran a París, donde marcharon con grandes multitudes para mostrar su indignación contra el terrorismo.
Entre estos 60 líderes se encontraban el ex primer ministro Benjamín Netanyahu de Israel, la ex canciller de Alemania, Angela Merkel, el ex presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, el presidente palestino Mahmoud Abbas, el ex presidente de Malí, Ibrahim Boubacar Keïta y varios otros líderes africanos.
El valor de las vidas de los africanos negros se puede medir claramente en tiempos de crisis, especialmente de ataques terroristas, ya que desde hace varios años hemos visto ataques terroristas en Malí, Camerún, Nigeria y muchos otros lugares, pero nunca hemos visto un desfile de tales líderes llegando a mostrar solidaridad.
Peor aún, ni siquiera los líderes africanos, cuando los de su propia región o color son asesinados. ¿Por qué?
Porque en la mentalidad colonial, las vidas de las personas en París son más valiosas que las vidas de su propia gente. Algunas vidas parecen ser más iguales que otras.
¿A quién debemos la solidaridad?
¿Quién merece nuestra solidaridad?
¿Con qué vidas vale la pena mostrar solidaridad?
¿Qué libros deberíamos leer, qué banderas deberíamos izar, qué declaraciones de solidaridad deberíamos compartir en las redes sociales cuando miles de personas del continente africano y Medio Oriente se ahogan en la tumba más vil de los tiempos modernos, el mar Mediterráneo?
¿Qué colores de indignación debemos vestir, qué cantos de lamento debemos cantar y en qué idioma, cuál será el sabor de nuestras lágrimas -saladas o dulces- cuando miles de personas se ahoguen en ese Mare Nostrum, el Mar Mediterráneo?
A veces me despierto sudoroso de la peor pesadilla, maldiciendo que 100 gatos se habían ahogado en el mar Mediterráneo… y las calles de Europa se habían llenado de gente triste marchando por los 100 gatos ahogados, y la Unión Europea había declarado tres días de luto.
**
Cuando Rusia lanzó esta guerra contra Ucrania, yo estaba en Martinica en un viaje de investigación analizando las repercusiones de los 600 años de duración del comercio transatlántico de esclavos iniciado por Europa, lo que significó el secuestro y el desplazamiento de millones de africanos a las Américas.
Muchos millones nunca llegaron a las otras costas del Atlántico porque murieron debido a las brutales condiciones de transporte o fueron arrojados del barco deliberadamente, como fue el caso de la masacre de Zong de 1781 (5)
Las tristes realidades de ese comercio tuvo como consecuencia la deshumanización de las personas, que aún perdura. Este genocidio de las más alarmantes proporciones imaginables es algo que hemos aprendido a dar por sentado mientras caminamos por plantaciones, por destilerías, visitamos iglesias coloniales transformadas en centros culturales en cuyos jardines crecen las más bellas rosas y otras plantas tropicales.
Es aterrador ver cuán bella, exquisita y suntuosamente pueden florecer las rosas cuando se riegan con la sangre de los esclavos, mientras crecen sobre los cadáveres en descomposición de los esclavos africanos.
En Martinica, mi colega Raisa Galofre nos leyó en voz alta el discurso de aceptación del gran premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez.
Evocando al maestro William Faulkner que dijo: “Me niego a admitir el fin del hombre”, García Márquez añadió: “Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la Tierra”.
Esta declaración me dejó temblando. Me llevó a la simple y tal vez banal comprensión de que lo que tienen en común las guerras en Ucrania, en Tigray (Etiopía), en el noroeste y suroeste de Camerún, en Yemen y en el Sáhara Occidental (6) es la herencia de un necrofantasma.
Llevan consigo las herencias de culturas en las que prosperan más las industrias armamentísticas que las industrias hospitalarias o alimenticias, en las que la muerte es el combustible que mueve la maquinaria de los sistemas socioeconómicos neoliberales que privilegian la muerte misma sobre la vida.
Más de 600 años de deshumanización y otredad han empujado a algunos humanos a la soledad de la existencia. No una soledad elegida por ellos mismos, sino impuesta, no dentro de ellos mismos, sino de aquellos que históricamente han sido los que han privado de sus derechos a los demás, y que hasta la fecha todavía tienen la influencia y deciden quién merece o no la solidaridad.
Pero, ¡atención! Afirmar la solidaridad es privilegiar la vida sobre la muerte.
Es negar la posibilidad de que unos decidan por otros cómo deben morir, afirmar la solidaridad es crear estructuras, redes, terrenos fértiles sobre y dentro de los cuales el amor sea verdadero y la felicidad sea posible.
Afirmar la solidaridad es asegurar que las razas que fueron condenadas a 100 años de soledad tengan inmediata y duraderamente su debida oportunidad en la Tierra. O dicho de nuevo en palabras de Márquez:
Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.
**
A pesar de esto, a la opresión, al despojo y al abandono, respondemos con la vida…
La solidaridad sólo es digna de llamarse solidaridad si va más allá de los cómodos consignismos, y abraza a los que han sido desterrados a la soledad de la existencia. La solidaridad solo vale algo si aceptamos, cultivamos y propagamos lo que el escritor indio Amitav Ghosh llama en La maldición de la nuez moscada (7), la política de la vitalidad -y no solo para nosotros sino para todos los tipos y especies en el bendito planeta por el que estamos de paso.
En el breve tiempo en el que todos acomodamos caminamos y nos alimentamos de los dones de este espacio llamado Tierra y de su suelo, lo único que queremos es poder, con nuestras familias, amigos e incluso enemigos, encontrar una almohada para recostar nuestras cabezas y encontrar descanso.
Si no podemos asegurar que aquellos que intentan cruzar el Sahara o el Río Grande o el Mar Mediterráneo o de la manera que sea, puedan encontrar una almohada para descansar, entonces nunca encontraremos la paz, porque la solidaridad es el medio supremo para hacer nuestras vidas no solo creíbles, sino también vivibles.
***
Autor:
Bonaventure Soh Bejeng Ndikung nació en 1977 en Yaoundé, Camerún. Es escritor y curador de arte contemporáneo. Vive en Berlín. Se graduó como Doctor en Biotecnología médica en la Heinrich-Heine-Universität Düsseldorf /TU Berlin, y luego hizo un post-doctorado en Biofísica en la Universidad de Montpellier.
Ndikung es el fundador-director del proyecto SAVVY Contemporary, un espacio independiente y plataforma de exhibiciones, performances y otros eventos en Berlín, centrado en la deconstrucción de lo Occidental y no-occidental. Ha sido curador de diversas muestras, entre ellas del Pabellón alemán en la Bienal de Arte de Venecia edición 56, en Documenta 14, y también del Pabellón de Dinamarca en la Bienal veneciana, en la edición 58.
Recibió la Orden del Mérito de la ciudad de Berlín por su contribución artística y fue designado para dirigir la Casa de las Culturas del Mundo de Berlín – Haus der Kulturen der Welt desde enero 2023.
Referencias:
1 We people who are darker than blue / Are we gonna stand around this town
And let what others say come true? / We’re just good for nothing they all figure
A boyish, grown up, shiftless jigger / Now we can’t hardly stand for that
Or is that really where it’s at? / We people who are darker than blue – “We The People Who Are Darker Than Blue”, lyrics by Curtis Mayfield
2 Ver video de la cadena DW, noviembre 2021 https://www.dw.com/en/polish-police-clash-with-migrants-at-belarus-border/av-59840559
3 Refiere a la región sur de Camerún, ex colonia británica hasta 1961, autoproclamada República Federal de Ambazonia, o Amba Land
4 https://www.cfr.org/global-conflict-tracker/conflict/violence-democratic-republic-congo
6 Ver: https://purochamuyo.com/todos-somos-saharauis/
El material que publica la revista web www.purochamuyo.com / Cuadernos de Crisis pertenece al Colectivo Editorial Crisis Asociación Civil. Los contenidos solo pueden reproducirse, sin edición ni modificación, y citando la fecha de publicación y la fuente.
REGISTRO ISSN 2953-3945
Muy profundo y sentido análisis – Impactante .Acuerdo totalmente con los términos de su escrito
Los decadentes imperios europeos, desde el siglo 16 y mas profundamente en el 19, y también USA, continúan con su tarea desde que se instalaron en Africa, Sur de Asia y America para esquilmarlas no solo de sus riquezas también de sus habitantes, que valían menos que la colilla de un cigarro. Amparados en la fuerza de las armas y de la religión «cristiana» en América, sus pueblos originarios eran masacrados pero, como les habian » bautizado» sus almas, estaban a salvo del infierno, e la eternidad.. pero, la condena sigue, en pleno siglo 21, las torturas y masacres también, directas o no, siendo emitidas en las noticias a la hora de la cena, faltando a la verdad en sus presentaciones.