BLACKROCK NUNCA SERÁ TU AMIGO

Escribe Darío Bursztyn


Las ficciones que tuvo Hollywood, y ahora las usinas de fantasía de Netflix o Amazon, no pueden hacer una serie sobre Larry Fink, capomafia de BlackRock, porque su empresa excede la fantasía, y eso no tiene gracia: terminarían filmando un documental. Y las audiencias no ven documentales, no comentan sobre documentales. Buscan fantasía. Hay al menos una docena de Festivales de documentales que incluso siendo gratuitos, como el de Cine Migrante, no logran en una semana los millones que ven, por hora, las fantasías.

Pero Larry Fink es tan real que parece salido de una ficción. Su poder reside en manejar como nadie algo que no existe: el dinero. Y por eso es más poderoso que cualquier súper rico. No porque los supermillonarios como el dueño de Amazon, o el de Microsoft, o el de Zara o el de Facebook no sean poderosos. Es otro tipo de poder, y de tal potencia, que pone a discutir a todo un país como Argentina sobre su deuda. Larry no precisa Netflix: él ve a 45 millones debatiendo, dando discursos, carajeándose en las redes, revolviendo en la basura, marchando con banderitas y publicando manifiestos, todo al mismo tiempo. Un capo.


DID YOU WONDER WHO FIRED THE GUN – Cortesía CineMigrante

EL HUEVO DE LA NUEVA SERPIENTE


En 1988, pocos meses antes de la caída del Muro, nació BlackRock, asociada al Blackstone Group. Luego, en 1995, Fink se abrió con su proyecto para un destino independiente. Constituyeron una gerenciadora de fondos privados con ramificaciones multinacionales.

Hablar de Blackstone llevaría a las lágrimas a grandes audiencias de espectadores, porque es el fondo número 1 del mundo en poseer o gerenciar propiedades. Nadie tiene más metros cuadrados en el planeta que Blackstone, y ha dejado a incontables (incontables no es una expresión idiomática, es una definición) familias en la calle. Blackstone es el campeón mundial de los desahucios, y responsable directo de tantos suicidios en España y otros países por gente que perdió el techo. Los condimentos de ese guión cinematográfico del terror los puso en escena en 2008-2009, cuando se quedó con muchísimas casas y departamentos que ‘compró’ a precio de nada, y tuvo el tiempo para esperar. Luego las alquiló o vendió a valores siderales, todo eso al ritmo de las panderetas y pasodobles, con carteles de ‘no a los desahucios’.


TRAJECTORY DRIFT – Cortesía CineMigrante

Volvamos a ‘nuestro’ BlackRock. Entre 1990 y buena parte de la década del 2000, la corporación financiera creció al transar, o sea, comprar y vender bonos cuya garantía eran los créditos hipotecarios. Técnicamente, se llaman mortgage-backed securities (MBS), y por eso el estallido bancario se conoció como ‘crisis de las hipotecas’. Gobernaba el demócrata Barack Obama. Hay que decirlo: Larry Fink es un demócrata, aunque eso no importa demasiado porque en esta mini-serie se verá que puede maniobrar cerca de cualquier …-crata o …-ano.

Obama puso a BlackRock a operar lo que se denominó ‘Maiden Lane’, tres líneas de crédito-salvataje para los mayores bancos norteamericanos, que por esos créditos hipotecarios impagos, se estaban cayendo a pedazos. El espectador de esta saga se pregunta ¿pusieron a cargo de los fondos públicos de salvataje (dinero de la Reserva Federal) a quien creó los vehículos financieros con los que se enriquecieron los bancos, y que derivaron en la crisis de esas hipotecas? Sí. Pero, ¿por qué?

Razones puede haber muchas, pero lo cierto es que el lobo sabe bien qué ovejas comerse, y desde el punto de vista estatutario, la Reserva Federal no puede entrar en el mercado, y entonces, terceriza la operatoria.

Sin duda, si en Washington o Nueva York hubieran querido preservar el dinero público, quien debió administrar esos programas no debía tener ninguna semejanza con BlackRock. Pero esa sería otra ficción. Por cierto, es todo tan romántico que bautizaron a esas tres líneas de salvataje ‘Maiden Lane’ por el nombre de la calle donde está la Reserva Federal en Manhattan.


IN THE FUTURE THEY ATE – Cortesía CineMigrante

Técnicamente, el dinero debía utilizarse para comprar los ‘activos tóxicos’, los MBS inflados (por favor, fíjese arriba de su pantalla, en el párrafo anterior, gracias) de Bear Stearns. En la práctica, el dinero ni siquiera fue para ese banco quebrado sino que terminó en manos del JP Morgan Chase, que en 2008 ya se había hecho cargo de los activos de Bear Stearns; y de AIGAmerican Insurance Group. Interesante un dato:solo para ver las interconexiones financieras, en el AIG tenían 12 mil millones de dólares el banco Societé Generale, de Francia, 12 mil millones el Deutsche Bank, de Alemania, y 8500 millones el Barclays británico. A todos esos, con el dinero público, se les pagó sus lote de bonos basura.

No pretendemos hacer la radiografía de aquel momento y su telaraña, sino apenas dar cuenta de que pusieron a BlackRock a cargo del salvataje (bailout, en inglés) de empresas financieras que sabían que operaban con basura, pero que también sabían que podrían recurrir, tarde o temprano al Estado. Llamativo en un país que da cátedra sobre la libertad de mercado y repudia la intervención estatal. Cientos de millones de norteamericanos no solo atravesaron la crisis, sino que la pagaron de sus propios bolsillos a través de la Reserva Federal. El pueblo, los trabajadores, los pensionados, los pequeños ahorristas, salvaron a sus predadores. Los medios colaboraron grandemente para que este síndrome de Estocolmo pasara desapercibido.



Como todo esto tiene que ver con la histórica deuda argentina, con el canje de deuda realizado en los años 2000, y con la negociación que emprendió la gestión de Alberto Fernández en diciembre de 2019 para, además, intentar disminuir y postergar el nuevo endeudamiento del mejor equipo de los últimos 50 años (sic), vamos a transcribir un fragmento que fue publicado hace poco por Ellen Brown, especialista californiana en finanzas, abogada, fundadora del Public Banking Institute, autora de más de una docena de libros, y persistente militante por convertir los bancos como entidades de ‘utilidad pública’, tal como lo manifiesta en su último libro ‘Banking on the People: Democratizing Money in the Digital Age’.

“Para comienzos de 2020, con el arrasador éxito de sus iShares, BlackRock ya manejaba 800 Fondos de inversión, por valor de 1 billón 900 mil millones de dólares. Los fondos que se compran y venden como acciones (ETF o Exchange Traded Funds), en la práctica operan como indicadores. No son realmente las acciones de las empresas. Pasivamente siguen el movimiento del S&P 500 que va mostrando en Wall Street las cotizaciones de las mayores corporaciones norteamericanas, que es donde más invierte la gente su dinero. Pero el sector de las ETF, hoy por hoy, controla casi la mitad de las inversiones en acciones en EE.UU., y está extremadamente concentrado. ¿Quiénes dominan la administración, el gerenciamiento, de esa inmensa fortuna? Tres grandes: BlackRock, Vanguard y State Street.

Para tomar una dimensión, aunque es casi imposible racionalizarla, ya hace 3 años los ‘Tres Grandes’ eran el mayor inversionista en el 90% de las empresas que cotizan en Wall Street. O para decirlo de otro modo, esas tres administradoras de Fondos, participaban con dinero (mucho) en el 90% de las 500 mayores corporaciones norteamericanas, incluyendo Apple, Microsoft, ExxonMobil, General Electric y Coca-Cola. Además, siendo la mayor de las 3, BlackRock tiene enormes participaciones en todos los bancos líderes, y en los medios de comunicación líderes del mundo”.


EL LOBO, CON TODO DISPUESTO PARA VOLVER A ENTRAR AL CORRAL


Continúa su texto la impulsora del Public Banking Institute: “En marzo de 2020, BlackRock y su capo, Larry Fink, había acumulado una experiencia extraordinaria. Maniobró con cientos de miles de millones de la Reserva Federal en los Maiden Lane de la época de Barack Obama, y además, desarrolló un sofisticadísimo sistema de software llamado Aladdin, que monitorea el riesgo financiero. El diario The Economist en el año 2013 lanzó un alerta con respecto al software Aladdin, porque estaba alineando a todo el mundo bancario y financiero, y podía establecer patrones de decisiones con tendencias a favor de donde BlackRock tenía intereses.

¿Que sucedió en marzo 2020? La pandemia. Un stop mundial de circulación del capital aun mayor que el de 2008-2009 y el gobierno …-ano de Donald Trump le encargó a BlackRock que administre 11 (once) líneas de salvataje por el coronavirus, surgidas del CARES Act, que es la sigla de Coronavirus Aid, Relief, and Economic Security Act. Un paquete de alivio de 2 billones 200 mil millones de dólares.

El descalabro económico dejó a los comercios locales, los municipios y los estados federales a expensas de la ayuda del gobierno de Washington. Además dejó a 42 millones de personas sin empleo.

¿Qué hizo BlackRock como administradora?

Compró ETF o Exchange Traded Funds que posee en sus propios fondos. Sí, eso. Por ejemplo, entre el 14 y el 20 de mayo, según informa la Reserva Federal, y publicó The American Prospect, se compraron en el mercado secundario (Secondary Market Corporate Credit Facility – SMCCF) 1 billón 580 mil millones de dólares de esas ETF, y de ese total, la mitad son de BlackRock. Dicho de otro modo, el dinero de la recaudación impositiva, votado por el Congreso para el salvataje, una vez administrado por esta gerenciadora, termina valorizando sus acciones o las de las empresas en las que tiene inversiones, a una escala descomunal”. Eso explica la experta Ellen Brown.


LARRY FINK – CEO DE BlackRock

ARGENTINA, YO TE CONOZCO


¿Qué le puede importar a BlackRock la deuda de la Argentina? Poco y nada. Pero como bien lo describió Julián Zícari en Ambito Financiero el 6 de julio, de lo que se trata no es del monto, sino del efecto dominó. Decía:

“El fondo BlackRock además de tener una importante cantidad de bonos argentinos también posee muchísimas acciones de empresas locales. Por ejemplo, es el principal accionista del Banco Galicia (tiene casi 6 millones de acciones allí), es el segundo inversor más grande del Banco Macro (con más de dos millones de acciones) y también del Banco Santander, siendo además el tercer accionista en importancia del Banco Supervielle. Pero no sólo sus intereses atañen a los bancos, sino también a otras empresas: es el principal accionista nada menos que de YPF (con casi 10 millones de acciones), Edenor, Telecom y de Central Puerto, el segundo de Transportadora del Gas del Sur, y sus acciones también se extienden a compañías tan distintas como Pampa Energía, Loma Negra o IRSA.”


No había nada que negociar con BlackRock, porque cuando se dijo en los medios que estaba frenada la negociación con los acreedores porque este Fondo ‘convenció a los bonistas más duros a no aceptar la propuesta de renegociación de deuda de la Argentina’, habría que leer que BlackRock se habla a sí misma, que es como hablarle al universo entero.


Por si quedan dudas, Carlos Burgueño, también en Ambito Financiero, del 10 de julio, daba más nombres de otras empresas argentinas en las cuales BlackRock tiene inversiones, y destacaba que al poseer el 6% del capital de Glencore, por esa vía el megafondo es parcialmente dueño de la mayor planta procesadora de soja del país, Renova. En consecuencia, con intereses en la quebrada corporación santafesina, Vicentín.


Al estallar la pandemia, Larry Fink ya manejaba a través de las 70 filiales en 30 países, 7 billones de dólares de manera directa y otros 20 billones 100 mil millones de dólares a través del software Aladdin.


27 billones de dólares es el total de toda la riqueza producida por todos los países de América Latina y el Caribe, multiplicada por 5 (en 2019 según el Banco Mundial, 5 billones 720 mil millones de dólares). La empresa maneja más dinero que 5 veces todo el continente, exceptuado Estados Unidos. ¿Se entiende?

BlackRock, ya era el principal accionista del Lloyds Bank, desde 2015. Y es accionista de muchos otros bancos europeos de primera línea.

Marzo fue un mes de gloria para los intereses de BlackRock.

En espejo con lo que decidió Estados Unidos y el CARES Act, fue elegido el 27 de marzo por Justin Trudeau, el líder canadiense, para aconsejar (sic) al Banco central de Canadá sobre cómo administrar los 100 mil millones de dólares que dispuso el parlamento canadiense para rescatar a empresas y particulares durante la pandemia. También fue comisionado por el Banco Central de Israel para comprar ETF, que no es otra cosa que bonos basura que luego BlackRock se encarga de valorizar a través de variados mecanismos de cobro de deuda, al valor más alto posible.



Según The Guardian, tomando la información pública de S&P500, BlackRock es uno de los 3 principales accionistas de todas las petroleras


… y uno de los 10 principales accionistas entre las 10 mineras de carbón más grandes del mundo (Arch Coal, Peabody de EE.UU; Glencore, AngloAmerican y BHP Biliton de Colombia; Coal India de India, DMCI Holdings de Filipinas, Vale de Mozambique; BHP y Whiteheaven Coal de Australia, y PT Buni Resources, PT Indika Energy y PT AdaroEnergy, de Indonesia). Suma inversiones por 1 billón 800 mil millones de dólares en las industrias relacionadas con el carbón. No le importa a Fink lo que piense la joven Greta Thunberg, aunque escuchó el mensaje y pondrá algún dinero en energías renovables…


The Guardian BlackRock mayo 2020

Lo llamativo, es que la Comisión Europea haya elegido hace pocos meses a…¡BlackRock! para asesorar a la banca europea sobre mecanismos de operación ecológicos.


BLACKROCK Y EL REMDESIVIR SON UN MATRIMONIO BIEN AVENIDO, Y MILLONARIO.


¿Quiénes son los dueños de la compañía estadounidense Gilead Sciences, que produce el antiviral Remdesivir? Los fondos de inversión BlackRock y Vanguard. La emergencia sanitaria mundial por el COVID-19 hizo saltar astronómicamente el valor de las acciones de la empresa. Justo es decir que un oscuro personaje, Donald Rumsfeld, mano derecha de Bush durante la televisada invasión a Irak, fue entre 1997 y 2001 el presidente de Gilead Sciences.

El precio por cada tratamiento con el antiviral Remdesivir es de 3.120 dólares. El gobierno de Donald Trump le compró a Gilead todo el stock disponible, para apagar el incendio de la vergüenza de haber convertido a Estados Unidos en un gigantesco cementerio por la pandemia.

Pero ese precio no es arbitrario. Peor aun. Es inventado. Va de la mano de las ganancias que los fondos BlackRock y Vanguard pretenden garantizar a los inversores.


Que el premio Nobel de Economía y referente del ministro Martín Guzmán, Joseph Stiglitz, criticara a los acreedores de la deuda externa argentina y los calificara de “recalcitrantes, miopes, testarudos y de corazón duro” suena un poco pueril, aunque bien intencionado. A Larry no le interesa ni siquiera la población norteamericana que no puede acceder al antiviral, y a su círculo aúlico de 43 decisores del directorio de BlackRock, tampoco. Y obviamente menos aun le interesa las pocas monedas que representa la deuda que Argentina tiene con ese fondo.

Recordaba en mayo de este año el matutino de Barcelona, La Vanguardia que Gilead Sciencies, en 2014 vendió “un nuevo fármaco antiviral para el tratamiento de la hepatitis C, bajo la marca Harvoni, a 1.000 dólares la pastilla” y que lo mismo sucedió con “el PrEP4, un retroviral para combatir el SIDA, patentado por Gilead, cuyo precio abusivo ha impedido el acceso de cientos de miles de estadounidenses a este fármaco”



Este 10 de agosto, en un hecho inédito, treinta y cuatro fiscales generales de Estados Unidos pidieron al gobierno Federal de Trump que otorgue licencias obligatorias para que el Remdesivir pueda fabricarse en versiones genéricas, y ayudar a la población infectada.

Según transcribe el sitio www.pharmabaires.com, los fiscales afirmaron que “es lamentable que Gilead haya optado por colocar sus márgenes de beneficio por sobre los intereses de los estadounidenses que sufren en esta pandemia. El antiviral está peligrosamente limitado, y el reciente anuncio de altos precios impedirá a los pacientes, gobiernos y aseguradoras el acceso a los tratamientos, además de una mayor presión sobre los presupuestos estatales”.

La respuesta de Gilead fue asociarse con Pfizer para producir “lo suficiente para cubrir a 2 millones de pacientes”. Naturalmente, hasta que no se consiga una vacuna y que sea aplicada masivamente, esa cantidad de Remdesivir es insuficiente. Y el precio, una sinrazón.

Como con la deuda argentina, a pesar de Stiglitz, y del supuesto llamado de López Obrador a Larry, al hombre más poderoso del mundo, no le importa cuánta gente que no pueda pagar el antiviral se salve. Ellos ya donaron 50 millones de dólares…


Cuesta aceptarlo, pero BlackRock nunca será tu amigo.



* Darío Bursztyn – periodista y sociólogo – Buenos Aires- Argentina – Agosto 2020

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