DEBATES: QUÉ PASA CON LULA Y VENEZUELA


Brasil ha mantenido, históricamente, una agenda diplomática estable y consolidada. Cuando el presidente Nicolás Maduro impulsó una consulta popular en diciembre de 2023 por el Esequibo, territorio rico en petróleo y oro, en disputa con Guyana, la posición de la cancillería brasileña fue de alerta.

Lula, que asumió su nuevo mandato en enero de 2023, mostró la ‘disposición’ del Estado brasileño por una solución negociada de las diferencias y ‘evitar medidas unilaterales que lleven a una escalada’. En simultáneo, reforzó militarmente su presencia en la región. Brasil es vecino tanto de Venezuela como de Guyana.

Sin embargo, tras ese referéndum por el cual el 90% de los venezolanos votaron afirmativamente avalando la posición del gobierno bolivariano en torno a la soberanía del Esequibo, el Comando Sur del Pentágono realizó ejercicios militares conjuntos entre los marines y las fuerzas de defensa guyanesas, precisamente en el Esequibo. En América Central y del Sur, nada es más demostrativo del valor estratégico de un territorio que cuando el Comando Sur y su generala activan ‘ejercicios conjuntos’.

Maduro nunca tuvo carta blanca desde Itamaraty, ni de Lula. Y las elecciones presidenciales del 28 de julio, mostraron otra faceta más de una relación tibia.



El profesor Valter Pomar, que ya había analizado en un meduloso texto para www.purochamuyo.com / Cuadernos de Crisis los primeros 100 días del gobierno Lula (ver aquí => https://www.purochamuyo.com/100-dias-de-lula-un-primer-balance/ ), desglosa en una serie de breves artículos lo que hizo, dijo y calla Lula frente a los comicios venezolanos.


El trasfondo del debate respecto de las elecciones en Venezuela y la posición que toma el gobierno Lula es la relación que hay entre democracia y soberanía.

Estados Unidos vulnera las libertades y los derechos humanos en todo el mundo, pero Cuba sigue manteniendo relaciones con gobiernos tanto Demócratas como Republicanos. El gobierno de Italia está dirigido por una neofascista, pero nadie piensa en colgar a alguien de los pies…Macron dijo que si en las elecciones parlamentarias ganaba el Nuevo Frente Popular o la agrupación de Marine Le Pen, en Francia habría una guerra civil, pero la cancillería brasileña no prohibió el consumo de croissants, y la lista de ejemplos podría extenderse mucho más.

En las relaciones internacionales una cosa es lo que creemos, y otra lo que debemos hacer. Esta diferencia se entiende en cualquier parte del mundo, excepto cuando el destinatario es un gobierno encabezado por la izquierda. Ahí hay quienes se creen con derecho de atropellar la soberanía, las instituciones, la constitución, la cultura política y el sentido común y hasta el buen gusto. Todo siempre, en nombre de la “democracia y los derechos humanos”.

Venezuela es solo la última víctima de esta injerencia selectiva.

Desde 1999 hasta ahora, en ese país hubo unos treinta grandes procesos electorales. Cuando ganó, la derecha siempre asumió; casi todas las veces que perdió, la derecha venezolana reclamó que hubo ‘fraude’.

En épocas recientes, Guaidó se autoproclamó presidente y esa ficción fue reconocida por quienes sabían que se trataba de un fraude. A Venezuela le robaron sus empresas y sus depósitos en el extranjero, y el país fue sometido a duras sanciones. El empeoramiento en las condiciones de vida y la oleada migratoria resultantes fueron total y cínicamente puestas en la mochila de Maduro. En ese contexto, las recientes elecciones presidenciales -obviamente- casi le dieron la victoria a la oposición. Pero como el Tribunal Superior Electoral declaró la victoria de Maduro -también, obviamente, por muy poco-, la reacción de la extrema derecha y de EE.UU. fue la habitual.

¿Lograron probar que hubo fraude? No. Y como ya nos enseñó el Lava Jato, “indicios de” no es prueba de; “convicción” no genera condena y gritar, no otorga razón. A pesar de eso, mucha gente sigue con legítimas dudas y otros con absoluta certeza que hubo fraude. Entre éstos, personas progresistas y de izquierda, que comparten la posición de los Trump, Milei, Vox, Bolsonaro y toda esa caterva.

Lula dio una entrevista a Radio Guaíba el 16 de agosto. Habían pasado dos semanas de las elecciones. Allí dijo que “el problema de Venezuela lo resolverá Venezuela”. Casi, casi, dijo que Venezuela no es una dictadura.

La parte más curiosa que la prensa recogió de esa entrevista fue cuando Lula definió el régimen política venezolano:


De hecho, a veces, parece difícil clasificar al régimen político de Venezuela.

La oposición gobierna provincias (estados) y ciudades, tiene fuertes bancadas parlamentarias, obtiene más del 40 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales, controla importantes medios de comunicación, tiene mucho dinero, más allá de usar y abusar de apoyo internacional. Sin ir más lejos, la tal Corina defendió una intervención militar extranjera en su país, y Guaidó fue reconocido como presidente por muchos gobiernos supuestamente democráticos.

En síntesis: Venezuela es muy diferente a las “dictaduras” como “como otras que hay en el mundo”.

Por otro lado, en Venezuela la izquierda hegemoniza, al menos hasta ahora, el gobierno y el parlamento nacional, la justicia y las fuerzas armadas.

Esto también es muy diferente a las “dictaduras” como “como otras que hay en el mundo”.

En Brasil, por ejemplo, la oposición hegemoniza el Congreso, las Fuerzas Armadas, las fuerzas de seguridad, la mayoría de los gobiernos estaduales, buena parte del sistema judicial, los medios de comunicación, y el dinero. Todo esto convierte a Brasil en un “régimen”, también, “muy desagradable”, todo depende de qué lado se mire.

Por eso, vamos a recordar que la ex presidenta Dilma fue destituida y Lula fue encarcelado por este “régimen”. En esa ocasión, dentro y fuera de Brasil, hubo gente “agradable” que prefirió creer en las mentiras y mantuvo una prudente distancia tanto del PT como de Lula.

En la vida real, a menudo nos vemos obligados a elegir entre enemigos ‘aparentemente agradables’ y amigos ‘supuestamente desagradables’. Puede que no sea lo más bonito. Pero sin duda es el más saludable.

Lo que pasó en Venezuela después del ruido inicial de la elecciones fue así: el CNE divulgó los resultados, hubo una controversia, uno de los dos candidatos fue a la Justicia a pedir que la controversia fuera dirimida.

Quien fue a la Justicia fue el candidato proclamado vencedor por el Consejo Nacional Electoral, Nicolás Maduro, que recurrió al Tribunal Supremo de Justicia.

¿Qué hizo el Tribunal? Convocó a los partidos y candidaturas a presentarse. De los 38 partidos que compitieron, 33 se presentaron. De los diez candidatos, nueve acudieron al TSJ. Edmundo González Urrutia, también conocido como el ‘Guaidó II’, prefirió desacatar la justicia.

De inmediato, el Tribunal realizó un peritaje de los documentos y del sistema informatizado del CNE. Y finalmente, el 22 de agosto, el TSJ publicó la siguiente resolución:

O sea, el Tribunal confirmó la victoria de Nicolás Maduro. El Tribunal también decidió que el Consejo Nacional Electoral debe


Desde el punto de vista institucional, eso marca el final a la novela estrictamente electoral. Desde el punto de vista político, no. Los defensores de la legalidad, chavistas o no, dentro y fuera de Venezuela, van a tener que evaluar lo que pasó, que deja muchas enseñanzas para quien quiera aprender.

La extrema derecha y sus socios globales, seguirán berreando que hubo fraude. Pero van a tener que decidir si escalan, sea a través de modalidades como levantamientos, golpes, intervención extranjera o desobediencia civil, o si van a permanecer en el terreno de la disputa política, a la espera de la próxima elección.

Quienes tenían dudas, van a tener que decidir si reconocen el resultado, o no. Cualquier ciudadano es libre de pensar lo que quiera, pero para quien ocupa una posición oficial en el gobierno, la cuestión es diferente. Porque no reconocer el resultado implicaría cuestionar la legalidad del orden jurídico de Venezuela, y desde el punto de vista práctico implicaría consecuencias que nadie expuso…hasta ahora.

Si la diplomacia brasileña hubiera sido más cautelosa, tal vez el problema sería menor; pero esta vez la diplomacia fue demasiado locuaz, y por ende la solución más difícil.

Brasil y Colombia presentaron el 24 de agosto una “Declaración Conjunta” sobre Venezuela. Según la Declaración, Gustavo Petro y Lula da Silva

>Desde el punto de vista subjetivo, no hay nada para objetar: los dos presidentes informan que solamente quedarán convencidos de la victoria de Maduro si los resultados fueran publicados de forma desagregada “por sección electoral y verificable”.

>Desde el plano diplomático, no es algo trivial el cuestionamiento a la credibilidad del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela. Al fin de cuentas, una cosa es que esto lo haga una persona o un partido, pero cuando es un gobierno el que comete este gesto, se trata de algún grado de injerencia, incluso si se sustenta por el hecho de que Brasil es parte de los Acuerdos de Barbados.

>Desde el plano político, es improbable (para ser optimista) que la “publicación transparente de los datos desagregados” logre cambiar la postura de la oposición de extrema derecha. Más bien, lo más probable es que antes de la elección propiamente dicha, estaban seguros de que iban a ganar, que el día de la votación ya estimulaban un golpe militar, que al día siguiente denunciaron fraude y siguen denunciándolo, y que cuando aparezcan los “datos desagregados” dirán que es una nueva etapa de lo que, ellos consideran, fue ‘un fraude’.

Si esto fuera verdad, la tan pedida “publicación transparente” puede crear las condiciones para que Colombia y Brasil reconozcan el resultado, pero eso no va a “normalizar” la situación en Venezuela.

Dicho esto, la crítica y la solicitud hecha por esta Declaración no es inocua. Al menos en el cortísimo plazo, incluso si ese no fue el objetivo, el texto de la Declaración de Lula y Petro -en la práctica- contribuye a prolongar la presión de la oposición de extrema derecha; una oposición que no está interesada en el “diálogo pacífico” ni en la “convivencia democrática en la diversidad”. Más grave, aún, una oposición que no respeta y quiere subvertir la constitución venezolana.

Cabe preguntar ¿cuáles fueron los motivos de los gobiernos de Colombia y de Brasil para publicar una Declaración cuyo efecto práctico inmediato es prolongar la presión de una oposición que, además de todos los problemas, es aliada a las extremas derechas colombiana, brasileña y argentina?

Tal vez, uno de los motivos -al menos en el caso brasileño- sea el profundo apego a la democracia, por encima de todo y de todos. Un apego tan grande que nos lleva a cuestionar la justicia de allá, en el mismo momento en que la extrema derecha cuestiona a la justicia de acá.

No obstante, si el apego a la democracia fuera verdaderamente uno de los motivos, vale la pena registrar una ‘curiosidad’: al realizar una justa crítica a las sanciones unilaterales (dicho sea de paso, cuestionan las sanciones sin mencionar a quién las hace), la Declaración cita que tales sanciones son “contrarias al derecho internacional y perjudican a la población de los países sancionados, en especial a los sectores más vulnerables”.

Muy cierto. También es cierto que las sanciones afectan a la propia democracia. Y no solo: este es uno de los objetivos de las sanciones, o sea, hacer ‘sufrir la economía’, perjudicar a la población más vulnerable y reducir el apoyo al gobierno, con el objetivo de favorecer a la oposición.

Este tipo de injerencia descarada en el proceso electoral, practicada por los Estados Unidos de Norteamérica y los países de la Unión Europea, debe ser denunciada siempre, bajo pena de reforzar una interpretación parcial y sesgada de los problemas habidos en el proceso electoral.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, afirmó el viernes 30 de agosto que no reconoce la victoria del presidente venezolano, Nicolás Maduro. Además, volvió a exigir transparencia en la publicación de las actas electorales.

“No acepto ni su victoria ni la de la oposición”, declaró el mandatario durante una entrevista con una emisora brasileña, instando al equipo del ex candidato presidencial opositor Edmundo González a “presentar pruebas”.

Lula se mostró crítico con el gobierno de Maduro por acudir directamente al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), para validar su victoria en vez de “escuchar” primero al Consejo Nacional. Las declaraciones del presidente de Brasil ocurren luego de que Maduro exigiera a todos los países del mundo a respetar “los asuntos internos de Venezuela”.

El diario venezolano El Nacional recogió las palabras de Maduro respecto a lo que su gobierno hizo cuando en las presidenciales de 2022 Jair Bolsonaro hablaba de fraude en Brasil:

Venezuela vivió el 28 de agosto una jornada de marchas y movilizaciones, para celebrar un mes de la victoria del PSUV y la coalición bolivariana, y también de la oposición para protestar por los resultados y reiterar la denuncia de fraude.



La madrugada del 30 de agosto, a las 4,40 AM, Venezuela vivió un gigante sabotaje al sistema eléctrico nacional que dejó sin luz a todo el país, y movilizó al gobierno para intentar restituir el servicio. Llevó horas reconectar a la red a los 79 hospitales de alta complejidad distribuidos en todo el territorio venezolano. A las 22 del viernes 30 de agosto, más de la mitad del país seguía sin energía eléctrica, producto de una acción de sabotaje contra el complejo hidroeléctrico del Guri.


Valter Pomar es Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Federal del ABC en San Pablo. Es Director de la Fundação Perseu Abramo, e integrante de la Dirección Nacional del PT. https://valterpomar.blogspot.com/



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REGISTRO ISSN 2953-3945


6 comentarios

  1. Texto claro, sin el más mínimo apasionamiento y a la vez medular … una vez más “quien quiera oír que oiga…”

  2. me repugna el análisis sesgado y parcial, como hacían los stalinistas diciendo que no había que criticar la dictadura porque se favorecía la reacción (ver debate Sartre con Albert Camus)
    comparar la dictadura violadora de los derechos humanos del gobierno de Venezuela con Estados Unidos, Italia y Francia y sus circunastanciales gobiernos, es ridículo
    DICTADURA Y TORTURAS son DICTADURA Y TORTURAS ya sea que la ejerzan los que ponen como excusa ser de izquierda o ser de derecha.
    No tienen ideología, solo los anima el poder. Si no criticamos de igual manera a Venezuela, Nicaragua, Afganistan, Arabia Saudita, Corea del Norte y todas las dictaduras que lamentablemente hay en el mundo, SE ES COMPLICE. No debe entrar en el análisis de que lado de la grieta, guerra fría, y demás nombres que toma la disputa geopolítica en cada momento.
    Milité durante la dictadura civico militar argentina en el campo popular, y la posición tibia de los gobiernos no me era indiferente.
    Sin dudas estoy del lado de Camus y no de Sarte: ABAJO LA DICTADURA GENOCIDA DE VENEZUELA

    1. Estimado Leonardo, gracias por la lectura. Hemos propuesto un debate a partir de los análisis del profesor Pomar, que precisamente integra la Mesa directiva nacional del PT en Brasil. Respetamos todas las opiniones. Lo hemos publicado para que toda la sociedad piense en estos temas. Cordiales saludos

  3. Me da asco que alguien compare a Venezuela, Honduras (hoy ) o el Chile democráticamente elegido de Salvador Allende, con el imperio Genocida.

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