Escribe Mónica Groisman
La Plaza de Mayo, emblema y bastión de movimientos, actos, fiestas, muestras de poder y manifestaciones, es un espacio donde tradicionalmente se han enfrentado instituciones, ideas y cuerpos embanderados en diferentes ideologías y proyectos políticos. Los grandes antagonistas de la historia universal, sus formas masivas, las multitudes, se han cruzado siempre en esos espacios públicos, abiertos por su misma naturaleza.
Multitud, pueblo, masas. Distintas denominaciones que desde la filosofía se discuten para dar cuenta de fenómenos que irrumpen en las sociedades modernas y ahora contemporáneas, procesos revolucionarios, levantamientos populares, protestas callejeras. Modalidades de la Unidad, de un cuerpo político, de un pueblo ejerciendo soberanía, para algunos autores. Para otros Unidad de una multitud, Uno para Muchos, un Uno en el que los muchos se singularizan y persisten. (Virno [i])
Pareciera que cada vez más los gestos republicanos como el de votar representan menos la existencia de partidos políticos que la de representaciones imaginarias, como decía Castoriadis [ii] : encarnadas, corporeizadas, vivenciadas; formas de autorepresentación de la sociedad; significaciones imaginarias que dan cierta cohesión social. Son los mismos cuerpos disciplinados, al decir de Foucault, formateados a través de las prácticas cotidianas, de los medios de comunicación, de los publicistas productores de imágenes, aquellos cuerpos que intempestivamente toman una esquina, una calle, una plaza.
Son los cuerpos que se escapan entre las fisuras que deja el poder, que cuestionan lo instituido y quieren tener además de votos, voz. Es una voz que reclama lo urgente, lo político-emocional, lo “inaplazable”. Una voz que reivindica otra política y la acepta como interlocutora.
El filósofo cordobés Diego Tatián [iii], nos ayuda a reflexionar incluyendo las ideas de Baruch Spinoza:
“Spinoza invita a pensar la democracia como manifestación, incremento, apertura, composición imprevista de diferencias, y nunca como bloqueo del deseo por el procedimiento. Democracia significa en su pensamiento un régimen en el que la Constitución, las leyes y los procedimientos son instituciones forjadas por la vida popular, por las luchas sociales y la experiencia colectiva, que de este modo, es siempre autoinstitución. Se trata de una noción de democracia que nunca presupone la desconfianza de la potencia común, la inhibición por el miedo, ni la despolitización del cuerpo colectivo para su control”.
La “Plaza” es también un “emplazamiento”, es decir un lugar, una posición al modo de los viejos fuertes, defensas que marcan y redefinen los poderes que se enfrentan; sus logros y sus límites.
En las plazas del pueblo, los cuerpos se han unido. Y esto produce fenómenos de percepción y sensibilidad diferentes. En las “plazas de pueblo” los sentidos adquieren dimensiones y funciones diferentes. Las intensidades cambian, ya no hay representación, hay presencia. Los cuerpos se presentan.
Los ojos se activan en miradas más amplias. La vista registra, planeando sobre el lugar, calculando cuántos, dónde. Quiénes somos. Y encuentra cuerpos nuevos, jóvenes o desconocidos. Pero también encuentra viejos conocidos o ‘parecidos a’…aquellos con los que compartimos un espacio o un recorrido de nuestra vida: “ese era”, “aquella fue”, “¿aquel de la remera azul no es…?”
La vista dispara recuerdos, alegres algunos, tristes otros, enojos, pérdidas. Y la memoria del cuerpo nos lleva a todas nuestras edades, a otras plazas, a las pequeñas o grandes luchas que hemos sostenido. Re-enamora amores.
Lo táctil explora sensaciones nuevas: amucharse, juntarse-con; los cuerpos eligen ser contiguos, trabajar sobre sus bordes buscando dónde hacer lugar, cómo entrar, bordes que se hacen permisivos, límites que ofrecen cuidado y no prepotencia, que avisan cuándo hay bebés, cuándo hay que hacer un pasaje, cuándo hay que ofrecer algo de piso o algo de sombra. El cuerpo suma al otro cuerpo a su imagen estallando el esquema corporal de la cotidianeidad, de la individualidad. Hay un tocar-confianza.
La piel transmite las vibraciones, los movimientos, los saltos, los aplausos, surgen oleajes energéticos que reciclan el cansancio. Hay sensación de potencia. De fuerza común, de ser codo a codo muchos más. Ese cuerpo vibrátil, “bioenergético” en el mejor de sus acepciones, deja salir sus voces.
Voces que liberan gargantas, esas que llegaron angustiadas y que arman redes nuevas de sentido, que recogen consignas ya gritadas y que inventan otras, voces que se animan a expresar lo que se silencia en otros ámbitos. Y los cuerpos cantan.
Hay cambios en el espacio y en el tiempo; espacios ocupados, donde experiencias y saberes ya populares se muestran corporizados, cultivando tareas de descolonización. El espacio que se ocupa con el cuerpo propio, sentados sobre el pasto o el cemento, haciendo circular un mate. O de pie, dejando que las plantas echen raíces ciudadanas. Los cuerpos plantados defienden sus derechos, contestan mentiras, reclaman otros cambios.
Las temporalidades se mezclan y reconstituyen, se aplanan y se ensanchan según experiencias subjetivas que poco tienen que ver con cronologías o relojes. Son tiempos de la vivencia, de la emoción, de los muchos coincidiendo en un momento.
Tiempo de unísonos, de revisión del ayer, aquí y ahora.
Las plazas activas, militantes, son verdaderos laboratorios corporales-colectivos, donde se producen subjetividades que cuestionan “lo sujetado”.
¿Qué mejor lugar que tomar las plazas?
Las plazas de distintas luchas, de sexualidades, de violencias, de pobrezas, de trabajos, de artistas, de científicos. Las plazas de las in-justicias y de la memoria. Las de la discriminación y la exclusión.
Muchas plazas con su singularidad se hicieron presentes con su rotundo NO al 2 x 1. Con diferencias que, sin embargo, construían unidad. Unidad en el reclamo de aparición, que, si bien fue consigna inicial de lucha, sigue simbolizando e impulsando las luchas actuales creando nuevas visibilidades, buscando en los rincones sociales, en las fisuras, aquellos nuevos colectivos que se producen a sí mismos, que se nombran para mostrar que hay más, que la vida sigue, que las utopías siguen, se acercan, se alejan, pero siguen. Unidad en las diferencias. Unidad en la vitalidad continuada que late en la plaza.
Mónica Beatriz Groisman es Licenciada en Sociología (UBA), escribió el artículo original para la revista argentina Kiné. Su área de interés profesional son las problemáticas del cuerpo vinculadas a lo histórico-social. Fue socio fundador del Movimiento de Trabajadores e Investigadores para la Salud. Es colaboradora de la Revista “Kiné” desde sus comienzos, siendo asesora en temas de filosofía y psicoanálisis relacionados con lo corporal,
Las fotografías fueron publicadas por Anred.org y por diarios de la Argentina.
[i] Virno, P: Gramática de la multitud. Ed. Colihue, Buenos Aires, 2008
[ii] Castoriadis, C: El avance de la insignificancia Ed, Eudeba, Buenos Aires, 1997
[iii] Tatian, Diego: reportaje realizado por Verónica Gago para el blog de “Lobosuelto”, Buenos Aires, 2013