Las cifras nunca fueron más frías que en Haití, a pesar de su eterno e incendiado calor. 500 años de opresión colonial y neocolonial. 2191 días después de un terremoto que hace 6 años, un 12 de enero, devastó lo que había. 316 mil muertos, miles de huérfanos y más de un millón de afectados. Miles de millones prometidos que no llegaron a destino o que pasaron antes por otras ventanillas.
Argentina integra junto a una veintena de países el contingente de tropas al servicio de la ONU para garantizar la paz en Haití. Lucas Laviana Solanet, periodista argentino, estuvo en ese país 29 horas, en febrero de 2015. Pocas horas para ver mucho, para captar la esencia de un proceso complejo como pocos. La intensidad de este relato (habrá otra entrega) en primera persona se nutre de haber tenido vínculo directo con el poder político de aquí y de allá, y al mismo tiempo caminar por las calles donde casi nadie hizo nada para resolver la problemática haitiana que -justo es decirlo- el terremoto sólo agravó.
Febrero 2015. Gobierno kirchnerista. El ministro de Defensa es el ingeniero Agustín Rossi que visita a las tropas argentinas en Haití y van los cronistas argentinos.
Enero 2016. Gobierno macrista. El jefe de la cartera es otro ingeniero, el radical Julio Martínez, crítico de la presencia militar en la isla. El contingente militar argentino se reduce ahora a 70 médicos de la Fuerza Aérea, pero no hay señales concretas sobre la política que se adoptará en el corto plazo con lo que queda de Argentina en la MINUSTAH.
El siguiente relato intenta volcar las sensaciones de un cronista ávido de información y trabajo en el campo. Con tiempos y espacios limitados se construye una verdad relativa, indiscutiblemente subjetiva, sobre la actualidad haitiana. Fue a pocos de días de haberse cumplido cinco años del terremoto de 2010. Hoy se acerca el sexto, el próximo 12 de enero.
Micro-relatos, conversaciones, recorridas en los camiones oficiales de Naciones Unidas. Hay que aprovechar cada momento para investigar, preguntar, indagar. Una foto de aquel Haití, con apoyo estadístico. Hace un año y en la actualidad.
Romper con la arbitrariedad de la posición ejercida, deconstruir la postura hegemónica pero desde su propio lugar. Hacer contra-hegemonía, para descentrar la mirada en una experiencia cuasi etnográfica. En síntesis: vivenciar en 29 horas los cinco siglos de opresión en Haití. Primero española, luego francesa y ahora norteamericana: la opresión imperial-colonialista.
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Leonel dice que hay una operación desde afuera para hacer creer al mundo que Haití no se puede auto-gobernar. Agustín reconoce que la estabilidad es frágil. Carl confía en el crecimiento de la policía local. Reginald es de River. Alice camina sola por las calles de Puerto Príncipe. Stephane vive en Nueva York, pero hace su negocio en la isla. Beverly y Henry piden el fin de la ocupación.
Esos nombres, y otros son una historia que se entrelaza con la otra Historia, y juntas posibilitan un argumento. Haitianos que trabajan en el hospital de Fuerza Aérea, el ex ministro Rossi, el número dos de la ONU en Haití Carl Alexandre, un empresario y múltiples investigadores. Ya al regreso de Haití, todos permiten un acercamiento.
La denominada MINUSTAH, Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití, se inició en 2004 tras el golpe de Estado al entonces presidente Jean-Bertrand Aristide, y hoy tiene 2.338 soldados de diversos países: desde Brasil y Argentina, hasta Filipinas y Jordania. Hasta mediados de 2015, el contingente militar era el doble.
El Consejo de Seguridad de la ONU explica que se logró cierto nivel de equilibrio en la isla y un crecimiento de la Policía Nacional, por lo que fue posible replegar algunos contingentes. Argentina se retiró en forma completa de la ciudad de Gonaives, cuna histórica de los principales levantamientos, incluso de la Revolución Haitiana de 1804, la primera de América Latina.
En estos años de Misión fluyeron fondos multimillonarios que no llegaron al pueblo, un brote de cólera originado en las tropas de paz y hasta un caso de violación de un joven local. En las sombras -y no tanto-, el lobby de los EE.UU. en cada elección y en el medio un terremoto que dio la posibilidad a los poderosos de lucrar con la desgracia de 300 mil muertos y cientos de miles de huérfanos y sin techo.
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9,15 horas, aterriza el avión en Puerto Príncipe desde Miami. Quedan atrás las conversaciones frívolas que circulaban en el tramo anterior y ya transpiro Haití.
Bajo en pista. Cuatro músicos -voz, banjo, conga y acordeón-, reciben a los pasajeros. Trova haitiana. Exhiben y venden su disco en una mesita de luz. Descansa un dólar arrugado.
En minutos estoy frente a la cinta que trae el equipaje. Después de un rato de esperar, contemplo una montaña de valijas a un costado. Muchos se acercan, revuelven, encuentran.
No dudo más, camino unos pasos y ya la veo. Listo para salir, la caminata hasta la puerta no es de lo más convencional. “Rápido, rápido”, apuran. En medio de estrictas medidas de seguridad, los militares argentinos nos escoltan hasta un vehículo de Naciones Unidas. “Solo en la calle, nunca”, advierten.
La profecía autocumplida de la inseguridad latente fue presentada. Condicionado, acato órdenes.
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Haití tiene mala prensa, o ninguna. La tasa de asesinatos es de 10 por cada 100 mil habitantes. Está lejos de los casos más extremos de Latinoamérica y el Caribe, como Honduras con 90, El Salvador 41, Jamaica 39, o México con 21,5 por cada 100 mil, según los últimos datos de ONU, en 2013[1].
Incluso sus hermanos dominicanos, que comparten la Isla La Española, ostentan cifras mayores en tasa y cantidad: 22, 2.268 asesinatos. Sin embargo la República Dominicana sí goza de una apreciación social más amable y ostenta un resort de prestigio mundial: Punta Cana.
La tasa haitiana hasta 2007 era 5,1 y luego se duplicó por los “altos niveles de violencia por parte de pandillas de Puerto Príncipe”. En la capital ocurre el 75% de los crímenes. La ONU reconoce las bajas cifras del país en el acto comparativo. La tasa es menor al promedio del Caribe, pero hay alta sensación de inseguridad.
No puedo no preguntarme, estando allí, el por qué. Estigmatización y criminalización. Por pobres, por negros, por enfermos, por analfabetos, por exesclavos. El significado se amiga con un significante variable pero funcional para cristalizar el concepto hegemónico dominante: excluidos, apartados, cuarentenados.
Eduardo Galeano apuntaba que la insolencia negra de haber logrado ser los primeros independientes latinoamericanos y en ese mismo acto desterrar la esclavitud, sigue costándole a Haití una gigantesca indemnización por parte de los blancos amos del mundo.
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El camino del Aeropuerto Internacional ‘Toussaint Louverture’ hasta el hotel donde alojan a la delegación argentina es corto. No más de 15 cuadras, pero es difícil hacer el cálculo por la irregularidad de las calles, en su mayoría de pavimento desmejorado o tierra.
Los periodistas sacamos las cámaras de fotos. Nos piden que no abramos las ventanas. Afuera un haitiano grita, gesticula, hace ademanes que denotan su enojo. Un militar brasileño pide que si hacemos fotografías, sean con cuidado. A los locales no les gusta.
Porque la posición dominante se practica en cada acto, mi visión blanca a través del vidrio, me aleja y me define ante el otro. Construyo la otredad, y ese otro me construye a mí ¿Dónde queda la capacidad alterativa? La relación sujeto-sujeto está contaminada, parcializada, mediada por la violencia de nuestras posiciones objetivadas. Yo saco una foto, él me insulta. La escena parece más una reproducción de un safari africano. Arriba de los camiones, los blancos; abajo ¿los animales?
[1] Estudio Mundial sobre Homicidio ONU 2013. http://www.unodc.org/documents/gsh/pdfs/GLOBAL_HOMICIDE_Report_ExSum_spanish.pdf
“Estabilidad frágil” es la frase que repiten los militares para justificar su presencia tras una década. La línea baja de Naciones Unidas. Fuera de los cuarteles, la ley de la selva.
Los Cascos Azules argentinos y brasileños trabajan juntos. La llegada al hotel es bajo una importante custodia. En mi cuarto, el 110, me da la bienvenida una carta y una gorra oficial de la MINUSTAH, deseándonos una “agradable estadía y participación” en la ceremonia de entrega de medallas a las tropas, el denominado “Medal Parade”. Los muros del hotel me separan del afuera, falsean cierta comodidad en un lugar plagado de urgencias.
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El terremoto de enero de 2010 significó varios pasos para atrás en la pretendida estabilidad de Haití. Lo dicen los representantes de la Misión, y también los locales.
El número de muertos varía según la fuente. La ONU informó 220 mil, pero el Gobierno ubicó la cifra en 316 mil. Fue por un temblor del grado 7.3 en la escala de Richter, y hasta se derrumbó la fachada y otros sectores del Palacio Nacional, sede del Gobierno.
En línea con los datos oficiales del Ejecutivo haitiano, los heridos ascendieron a 350 mil, con 1 millón y medio de personas que perdieron su hogar. Febrero 2015 o enero 2016: da igual. Miles de personas viven en carpas improvisadas. Se las puede ver desde el avión, antes de aterrizar en Puerto Príncipe. Toldos azules, negros y color crema hasta donde da la vista.
Henry Boisrolin, del Comité Democrático Haitiano -residente en la Argentina- considera que la tragedia facilitó un fraude electoral en 2011, sin padrones y con un bajísimo porcentaje de asistencia a las urnas: 22%
Más allá de la baja participación, Boisrolin denuncia: “Martelly asumió la presidencia a partir de una decisión de la OEA (Organización de Estados Americanos) de cambiar los resultados electorales del consejo electoral de Haití”. Fue en momentos de la gestión del chileno José Miguel Insulza, finalizada en mayo 2015 tras una década como Secretario General.
Desde febrero de 2015 -fecha del viaje- a la actualidad lo que se repite es la incertidumbre ante los diversos comicios. El año pasado las legislativas ya llevaban tres años de postergación, sumada a la ausencia de fecha para las presidenciales, y con protestas callejeras.
En los primeros días de 2016, con las elecciones consumadas, las agencias de noticias internacionales –entre otras, la estadounidense Associated Press AP- informan que la comisión especial encargada de evaluar la primera vuelta presidencial del 25 de octubre confirmó irregularidades y recomendó cambios para garantizar la transparencia del ballotage del 17 de enero[1], cuando también se vote el nuevo Parlamento.
[1] http://hosted.ap.org/dynamic/stories/C/CAR_GEN_HAITI_SPLA-?SITE=AP&SECTION=HOME&TEMPLATE=DEFAULT&utm_medium=twitter&utm_source=twitterfeed
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Me acomodo en mi habitación, pruebo el wi-fi para dar aviso a mi familia que llegué bien. Los teléfonos no agarran el roaming. El jefe militar de la delegación argentina Facundo Morán nos pide a los periodistas unos minutos para una charla informativa.
“Cité Soleil es el barrio más peligroso –dice- es la favela de Puerto Príncipe”. Y agrega “hay tiroteos todos los días incluso hoy a la mañana”. También identifica como zonas calientes Bel Air, Carrefour y Martissant. Todos barrios de la capital.
Allí, en las zonas más densamente pobladas y pobres de la ciudad, se encuentran establecidas las pandillas ¿A quiénes responden estos grupos? Consultamos. “Los brasileños tienen a todos identificados y vigilados”, contesta.
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Clifford Brandt, líder de una banda de secuestradores en Haití, fue detenido en 2012. Desde el 2008 esa modalidad delictiva se incrementó hasta su captura, según datos de la ONU. En 2014 se fugó y fue recapturado. Pero Clifford Brandt no vivía en Cité Soleil, ni en ningún barrio bajo. Brandt reclutaba milicias callejeras en situación de pobreza extrema y reproducía la lógica dominante: delinquen los pobres, secuestran los pobres, matan los pobres.
El 62 por ciento de la población haitiana está bajo la línea de pobreza, es decir, menos de 1 dólar con 25 centavos por día.
Clifford Brandt nunca fue pobre. Es hijo de Fritz Brandt, haitiano multimillonario con influencias globales.
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La otra mitad de la delegación está por aterrizar, viene en otro vuelo. La custodia va al aeropuerto y aprovecho el viaje para ver algo más en el camino y comprar un chip haitiano. Mi celular no funciona.
Subo al camión con dos militares y un colega que se suma. Llevamos varias botellas de agua, hay que estar hidratado a cada momento. El calor caribeño -aún en época invernal como febrero- se intensifica. Ya en el aeropuerto, sin la preocupación por el equipaje, tengo otro margen de movimiento.
Vallas y control militar en todas las entradas. Los haitianos, atiborrados bajo un quincho con techo de paja frente a la puerta, se refugian de los rayos solares. Algunos esperan familiares que llegan a Puerto Príncipe, otros venden comida, agua y hasta llamadas desde sus propios celulares.
Necesito comunicarme con Buenos Aires, y traje un teléfono liberado. En el hall del aeropuerto hay locales de dos empresas, elijo una al azar: Digicel. Me atiende Rivelino. Un poco de inglés, un poco de español, nos entendemos.
Me cuenta que tiene un primo viviendo en Buenos Aires, le gustaría conocer el país. Del comienzo de la charla, distante, a un vivo intercambio con todos los vendedores.
En el camino de regreso al hotel, me pego a una ventana. Miro, quedamos al lado de un micro urbano. Son los denominados tap-tap, una onomatopeya que simboliza el golpecito que le dan los pasajeros a la carrocería cuando ya subieron al rodado. Advertido unas horas antes por los militares, no fotografío. Sonrío, saludo. Sorpresa al comienzo, alguno responde con gesto de aprobación, otros me ignoran.
En pocos minutos volvemos al hotel, almorzamos y arriba al lugar el ministro Rossi. Primer contacto oficial.
Los casi 570 soldados argentinos se van en abril, quedarán solo 70 médicos de la Fuerza Aérea en el hospital argentino. Él considera “abrupto” el retiro, hubiera querido acompañar el postergado acto electoral haitiano. Pero también aclara que cambiará la estrategia de la MINUSTAH: de prevención con muchos efectivos, a acción por hechos puntuales con la mitad del contingente militar. Una situación más propicia para disparar, para reprimir.
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Bill Clinton es un personaje clave para los Estados Unidos en Haití.
Es enviado especial de la ONU, y hace trabajos allí desde su fundación. Los mismos días en que se realizó la visita de Rossi, el ex presidente norteamericano viajó a la isla.
Filantropía, ayuda humanitaria ¿caridad? Previo a su actual función, Clinton comenzó a arrodillar a Haití cuando fue Jefe de Estado. En 1995 benefició a los productores rurales de su Estado, Arkansas, cuando aplicó una abrupta caída de los aranceles que pagaba el arroz, que pasaron del 50% a un 3%, promoviendo el ingreso masivo del arroz norteamericano a la isla, destruyendo la producción local.
Clinton es clave. El y ella. Hillary Clinton aparece en los cables filtrados de la embajada norteamericana en Haití, operando en 2011 junto con la OEA para hacer ingresar a Martelly en el ballotage, que luego lo consagró Presidente[1]. En ese momento, Hillary estuvo allí.
Hoy Bill Clinton, junto al actor Sean Penn -también en Haití a fines de febrero de 2015- lidera la fundación “Haitian Relief Organization” y monitorean las millonarias donaciones ¿o condenas económicas? que provienen de organismos multilaterales de crédito, de compañías multinacionales o del Departamento de Estado de los EE.UU.
Voraz liberalización comercial con recetas del FMI y el Banco Mundial. Bill como gestor y/o administrador de los fondos.
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[1] http://cepr.net/blogs/haiti-relief-and-reconstruction-watch/clinton-emails-reveal-behind-the-doors-actions-of-private-sector-and-us-embassy-in-haiti-elections?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+relief-and-reconstruction-watch+%28Haiti%3A+Relief+and+Reconstruction+Watch%29&utm_content=FaceBook
Con Rossi en Haití, empieza a correr el reloj de la visita oficial. Después del mano a mano con los periodistas, vamos al hospital que maneja la Fuerza Aérea en la ciudad.
Ahora el operativo es aún más estricto. Se suman nuevos camiones y militares a la custodia, y el ministro se traslada en un vehículo blindado especial.
En general, recorremos calles angostas y el tránsito es intenso. Bocinazos. Múltiples vendedores ambulantes caminan entre los autos. Otros en la vereda. La mayoría tiene una particularidad: llevan lo que venden sobre sus cabezas, con un preciso equilibrio corporal.
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El Comité Democrático Haitiano afirma que entre el 60 y el 70 por ciento de la población activa no tiene trabajo. En Puerto Príncipe se observa un mercado callejero dominante.
De los que tienen empleo, la mayoría son municipales o están precarizados/esclavizados en fábricas textiles de marcas mundialmente conocidas, cerca de la frontera con República Dominicana. Otros trabajan en zonas rurales, a pesar de la importante deforestación que sufre la isla, agravada por el uso intensivo de leña que contamina el suelo.
En el hospital argentino charlo con médicos y enfermeros, además traductores y trabajadores diversos haitianos.
Reginald es ayudante de cocina dese hace diez años. Se confiesa ‘gallina’ fanático, siempre intenta ver los partidos de River de alguna manera o al menos seguir las campañas. Tiene ganas de conocer Argentina, es simpático, comprador.
Leonel es más serio. No sonríe de entrada. Es traductor, y su labor es fundamental cuando llega un herido local que solo habla creole, criollo haitiano. Conoce la MINUSTAH desde adentro. Después de consultarle por sus tareas entra en confianza y blanquea su mirada crítica.
“Se dicen muchas mentiras, por ejemplo, que no hay ley. Pero si yo hago algo malo, me agarra la policía y voy a la cárcel como en cualquier lado”, aclara.
En 2004 la Policía Nacional de Haití tenía 3 mil efectivos, hoy cerca de 12 mil y el número dos de la Misión, Carl Alexandre, confía en llevarla a 15 mil para el transcurso de 2016. Justamente este crecimiento justifica -para la ONU- el retiro de tropas anunciado.
La escuela de policías la supervisa la Misión, me explicaría Alexandre, ex fiscal en los EE.UU., al día siguiente tras el “Medal Parade”.
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Según el CEPR (Center for Economic and Policy Research), un think-thank norteamericano de perfil social alejado de las posturas liberales y crítico de los organismos multilaterales de crédito, realizó un estudio en 2013 donde comprobó que los fondos de ayuda tras el terremoto no llegan al pueblo haitiano.
Esta consultora, fundada por los economistas Dean Baker y Mark Weisbrot, informa que el gobierno de los Estados Unidos comprometió 3 mil 600 millones de dólares para proyectos de asistencia, de los cuales más de 2 mil fueron desembolsados a través de la Agencia de los EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID), que administra la mayor parte de la ayuda exterior no militar.
El informe del CEPR -realizado por Jake Johnston y Alexander Main-, habla de “falta de transparencia y efectividad” en la aplicación de los fondos. La principal acreedora de las donaciones fue la compañía privada Chemonics International Inc, solo por debajo del Banco Mundial, como beneficiario de la USAID a nivel mundial. Un capitalismo global de amigos.
Entre 2010 y 2012, la efectiva aplicación de esos fondos estuvo lejos de concretarse. De los primeros 1400 millones planificados en 2010, garantizó 181 millones y ejecutó sólo 173; en 2011 de 380 millones proyectados, comprometió 790 -intentando compensar la baja ejecución de 2010- pero gastó poco nuevamente: 176. Y por último en 2012, de los 357 millones planeados, garantizó 242 y aplicó 179.
En síntesis, de los 2 mil 150 millones iniciales, la USAID sólo ejecutó 528 millones, es decir, el 25% .
http://cepr.net/documents/publications/haiti-aid-accountability-2013-04.pdf
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Baja el sol temprano. Cerca de las 19 oscurece.
Tras visitar el hospital, volvemos al hotel pero ya de noche. Es un milagro encontrar alumbrado público. Las luces son las de los autos, sean tap-tap o vehículos de la ONU.
Hay tiempo para una ducha, pero no mucho más. En minutos vamos a la base argentina en Puerto Príncipe: asado y agasajo para la delegación.
Además de los periodistas y el equipo de prensa de Defensa, se encuentran el ministro Rossi, y los jefes de todas las fuerzas, salvo el del Ejército: César Milani. Están el titular de la Fuerza Aérea Mario Callejo; de la Armada, Gastón Erice; del Estado Mayor Conjunto, Luis María Carena; y el comandante Operacional de las Fuerzas Armadas, Ricardo Cundom (hoy jefe del Ejército en lugar de Milani).
Al ingresar a la base, los soldados reciben a sus superiores formados. Rossi les dice unas palabras. Son la última delegación que estará en Haití -sin contar a los 70 médicos que quedan en el hospital-. Al finalizar, silencio y respeto. Lógicas militares, pero terminada esa ceremonia, todos se relajan.
Pasamos por la parrilla, hablamos con los asadores. Orgullosos del resultado, a pesar de no tener la carne que desearían, confiesan. Ya en la mesa larga, hay lugar para los brindis entre ellos y los mandos militares. Después de las palabras, la música. Fue la trova haitiana unas horas atrás en el aeropuerto. Ahora son cuatro o cinco soldados con guitarras, bombo legüero, un enérgico cantor y un corista –casi recitador- haciendo la segunda a la voz principal. Todos de uniforme camuflado haciendo charareras y algún que otro chamamé.
Nos vamos. El día siguiente es corto pero intenso: amanecemos cerca de las 7, haremos una recorrida por la capital haitiana, y luego al “Medal Parade”. Allí tendremos contacto con los funcionarios de la MINUSTAH en la isla.
A descansar.