por Franco ‘Bifo’ Berardi- desde Bologna- Italia
«El progreso hacia la paz requiere congelar el proyecto de asentamientos de Israel en los territorios palestinos», dijo el Secretario General de la ONU, Ban-Ki-moon. “Si las autoridades israelíes quieren progresar tienen que cambiar sus políticas pues el continuado avance de las colonias es ‘una afrenta para el pueblo palestino y la comunidad internacional’.-Consejo de Seguridad de la ONU- Agencia France Presse- New York- 26 de enero de 2016. 13:37
Bertus Hendriks, Sociólogo de la Universidad de Amsterdam, especialista en el “Mundo Arabe y el Islam” del Instituto de Antropología y Sociología de Holanda, Visiting Fellow del Instituto Clingendael y durante 20 años Director Editorial de Noticias Internacionales de Radio Netherlands, opinaba lo siguiente: “Netanyahu es responsable de la situación actual. Ha violado de manera sistemática las normas y principios del derecho internacional con su política de asentamientos en territorio palestino”. “Los esfuerzos bilaterales fracasaron porque el gobierno de Netanyahu abandonó los principios del acuerdo de Oslo: tierra a cambio de paz. Pero Israel quiere tierra y paz, y no hay paz”, subraya.
En el mismo sentido se expresó el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, Said Raad al Hussein, en Ginebra: “La violencia entre palestinos e israelíes se acerca cada vez más hacia la catástrofe si no se detiene de inmediato”.
Se refería a la tercera intifada. Intifada de los cuchillos. La última.
La ministra de Justicia de Israel, Ayelet Shaked, presentó un proyecto de ley que permitiría que los niños a partir de 12 años de edad, vayan a la cárcel. Los niños y jóvenes palestinos que atacan a los israelíes que viven en los territorios ocupados, especialmente en Jerusalén Este. Yitzhak Kadman, director del Consejo Nacional de Israel para los niños, se opone al proyecto de ley y lo atribuye a las presiones para encontrar una rápida solución a los ataques.
Fayez Saqqa, un alto funcionario de la Autoridad Palestina declaró que son ataques “fruto de la desesperación. Esos jóvenes han nacido después de la Conferencia de Madrid de 1991, no albergan expectativas, ni para ellos ni para sus familias: solamente han conocido la ocupación”.
El 27 de enero de 1945, el Ejército Rojo liberó a los prisioneros del campo de concentración y exterminio de Auschwitz. El símbolo más acabado de la maquinaria demencial del nazismo para eliminar a sus enemigos, en especial los judíos. Desde 2005 quedó instituido que el mundo recordaría esa fecha, el 27 de enero, como el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto.
En este 27 de enero de 2016, atravesados por los reclamos de la ONU y por la tercera Intifada, la de los cuchillos, Purochamuyo / Cuadernos de Crisis ofrece este material exclusivo del filósofo y profesor, pacifista y militante italiano Franco ‘Bifo’ Berardi, escrito hace 4 años y que él considera que mantiene la misma actualidad.
“Han hecho una matanza de niños y han culpado a sus progenitores diciendo que los han usado como escudos. No puedo pensar en una infamia más grande (…) los han encerrado herméticamente en un territorio, y han comenzado a asesinarlos con las armas más sofisticadas, carros armados indestructibles, helicópteros futuristas, atravesando el cielo de noche como si fuese de día para impactarlos mejor. Pero 688 palestinos y 4 israelíes muertos no es una victoria sino una derrota para la humanidad entera». Stefano Nahmad, cuya familia fue víctima de las persecuciones nazis.
Soy profesor en una escuela nocturna para trabajadores, en gran parte extranjeros.
Es un perfecto observatorio para entender lo que acontece en el mundo. El año anterior, cuando se acercaba el Día de la Memoria que cada año se celebra en las escuelas, leímos extractos del libro “Si esto es un hombre” de Primo Levi. Habíamos hablado mucho de la cuestión judía y de la historia del pueblo hebreo desde épocas remotas hasta el siglo XX. Y propuse que todos escribieran un texto breve sobre los argumentos que habíamos conversado.
Claude D, un muchacho senegalés de cerca de veinte años, bastante haragán pero dotado de una inteligencia vivaz concluyó su trabajo con estas palabras: “Cada año se hacen ceremonias para recordar el exterminio de los hebreos, pero los judíos no son los únicos que han sufrido violencia. ¿Por qué cada año tenemos que escuchar sus llantos cuando otros pueblos han sido masacrados también y nadie se preocupa?”
Esta frase me golpeó, y decidí ponerla en discusión a la clase, en la cual además de Claude había cinco italianos, dos marroquíes, un peruano, una brasileña, un somalí, dos chicas rumanas, una ucraniana y dos rusos. La opinión de Claude era la de todos. Pero atención: ninguno ponía en duda la verdad histórica del Holocausto –ni siquiera Yassin- un muchacho marroquí vehemente defensor de la causa palestina y siempre listo para criticar con dureza a Israel. Todos habían seguido con atención y participación la lectura de las páginas de Primo Levi. Pero todos me preguntaban: ¿por qué no se hacen recordaciones públicas del exterminio de los gitanos, de los pieles roja o al exterminio continuo de los palestinos?
Claude en un cierto punto sacó una pregunta que yo no podía contestar: ¿Por qué nadie ha pensado un día de la Memoria dedicado al holocausto africano? Piensen en las decenas de millones de sus antepasados deportados por los esclavistas negreros, piensen en el daño irreparable que ha producido en la vida de los pueblos del Africa occidental, y concluyó diciendo algo que a todos les pareció resolutivo (diría casi salomónico): “En el día de la Memoria se recuerda el Holocausto judío porque a través de este sacrificio se recuerdan todos los Holocaustos que sufrieron todos los pueblos del mundo”.
Admito que la palabra “identidad” significa algo, pero no lo creo. Para mí la identidad no se define por la sangre y por la tierra, blut und boden como dicen los románticos germanos, sino por nuestras lecturas, por la formación cultural y por nuestras cambiantes elecciones. Y por eso afirmo ser hebreo. No solo porque siempre he tenido un enorme interés por las cuestiones históricas y filosóficas de la diáspora judía, no sólo porque he leído con pasión a Isaac Bashevis Singer y Abraham Jehoshua, Gershom Scholem, Akiva Orr, Else Lasker Shule y Daniel Lindenberg, sino sobre todo porque siempre me he identificado profundamente con aquello que define la esencia cultural de la diáspora judaica. En la época moderna los hebreos han sido perseguidos porque eran portadores de la Razón sin pertenencia. Ellos eran los arquetipos del intelectual de la Modernidad. Intelectuales son aquellos que no tienen compromisos por razones de pertenencia sino por razones universales. Los judíos, porque la historia los ha hecho unos apátridas, han tenido un rol fundamental en la construcción de la figura moderna del intelectual, en la formación del Iluminismo y del laicisismo, e incluso en el internacionalismo socialista.
Como escribe Singer en las últimas páginas de su “Meshuggah”: «La libertad de elección es estrictamente individual. Dos personas juntas tienen menos libertad de elección de la que tenía una sola. Las masas no tienen virtualmente ninguna posibilidad de elección”. Por eso soy judío, porque no creo que la libertad esté en la pertenencia sino en la singularidad. Sé bien que en el siglo veinte los judíos fueron empujados por la fuerza de la catástrofe a constituirse como Estado: Estado judío. ¡Es la paradoja de la identificación! Los nazis obligaron a un pueblo que había hecho de la libertad individual el valor supremo a acentuar la identificación, la lógica de la pertenencia y ha construir un Estado confesional que contradice las premisas ideológicas características del judaísmo de la diáspora y que éste introdujo en la cultura europea.
En “Historia de Amor y tinieblas” escribe Amos Oz: «Mi tío era un europeo consciente en una época en la que en Europa nadie se sentía todavía europeo excepto los miembros de mi familia y otros judíos como ellos. Todos los otros eran pan-eslavos, pan-germanos o simplemente patriotas lituanos, búlgaros, irlandeses, eslovacos. Los únicos europeos de toda Europa en los años veinte y treinta, eran los judíos. En Yugoslavia estaban los serbios, los croatas, los montenegrinos, pero también allí vivía un puñado de yugoslavos tesoneros, y aún con Stalin estaban los rusos y ucranianos, y uzbecos y chechenos, pero entre todos vivían nuestros hermanos, miembros del pueblo soviético”
Mi punto de vista sobre la cuestión de Medio Oriente ha estado siempre lejos de la de los nacionalistas árabes. ¿Acaso podría abrazar una visión nutrida de autoritarismo y fascismo? Y hoy ¿podría casarme con el punto de vista del integralismo religioso que invade la rabia de los pueblos árabes y además ha infectado al pueblo palestino no obstante su tradición laica?
Justamente porque no he creído nunca en el principio identitario, no he sostenido jamás con afecto la idea de un Estado palestino. Los palestinos han sido obligados a identificarse nacionalmente por la agresión israelí que a partir de 1948 se ha manifestado de manera brutal con la expulsión física de los habitantes de la ciudad, la expulsión de las familias de sus casas, la expropiación de sus tierras, la destrucción de su cultura y de sus afectos. “Dos pueblos, dos Estados” es una fórmula que instaura una derrota cultural y ética, porque contradice la idea -profundamente hebrea- según la cual no existen pueblos sino individuos que eligen asociarse. Y aún más, contradice el principio según el cual los Estados no pueden ser fundados sobre la identidad, sobre la sangre y sobre la tierra, sino que deben ser fundados sobre la constitución, sobre la voluntad de una mayoría cambiante, esto es, sobre la democracia.
Aún teniendo un interés intenso por el tema en cuestión, ese que la historia judía pasada y reciente propone al pensamiento, no había escrito sobre este tema, ni siquiera cuando ocurrió el sitio de Betlemme, o la masacre de Jenin, o la horrible violencia simbólica realizada por Ariel Sharon en septiembre de 2000, o los bombardeos criminales del verano de 2006 que provocaron en mí la misma rebelión y el mismo horror que los atentados islámicos en Jerusalén o en Netanya, o los homicidios esporádicos de ciudadanos israelíes provocados por el lanzamiento de misiles Qassam.
Nunca había escrito sobre el tema, debo confesarlo, porque tenía miedo. Como tengo miedo ahora: no lo voy a esconder. Miedo de ser acusado de una culpa que considero repugnante: el antisemitismo. Puedo ser acusado de antisemitismo a causa de la convicción, madurada tras la lectura de los textos de Avi Shlaim y de otros cien estudiosos en gran parte judíos, de que el sionismo se ha desarrollado como una monstruosidad política. Y aún con miedo no puedo continuar callando después de lo que ha dicho mi alumno Claude.
Considero al sionismo como la causa de infinitas injusticias y sufrimientos para el pueblo palestino, pero por sobre todo lo considero la causa de un peligro mortal para el pueblo judío. A causa de la violencia sistemática que ha desencadenado en los últimos 60 años la bestia antisemita está resurgiendo y está convirtiéndose en mayoría. Tal vez no en el discurso público, pero sí en el inconsciente colectivo. Ya que no es posible afirmar públicamente que el sionismo es una política equivocada que produce efectos criminales, muchos no lo dicen…pero no pueden impedirles que lo piensen.
Retomo la discusión en torno a las palabras del estudiante Claude y descubro que los otros estudiantes -italianos, marroquíes, rumanos, peruanos- que en sus textos habían tratado la cuestión siguiendo las pautas políticamente correctas, cuando se vieron obligados a profundizar el razonamiento y dejar emerger sus verdaderos sentimientos, terminaron por identificar al sionismo con el pueblo judío y a caminar por la senda que conduce al antisemitismo.
Considerando criminal y arrogante el comportamiento del estado de Israel, identificándose espontáneamente con el pueblo palestino victimizado, terminaban sin quererlo reactivando el antiguo mecanismo anti-judío. Y es el conformismo que se cultiva en este día lo que está produciendo en el subconsciente colectivo un profundo antisemitismo que no se confiesa ni se expresa. Por eso, creo fundamental liberarse de estas trabas y denunciar el peligro que el sionismo agresivo representa por sobre todas las cosas para el pueblo hebreo. Transformar la cuestión judía en un tabú del cual es imposible hablar sin incurrir en la estigmatización bienpensante sería (y ya lo es) la mejor condición para el florecimiento del antisemitismo.
¿Qué diré a mis alumnos este año sobre el Día de la memoria del Holocausto?
No está más Claude, pero hay otros chicos africanos, y árabes y eslavos a los cuales no podré hablarles de la desmesurada violencia que ha golpeado al pueblo hebreo durante los años 40 sin referirme a la desmesurada violencia que golpea hoy al pueblo palestino. Si callase esto sería un hipócrita porque ellos saben lo que está ocurriendo. ¿Y cómo podré callar la analogía entre el asedio a Gaza y el asedio al Ghetto de Varsovia del cual hablamos hace pocos meses?
Es cierto que los judíos muertos en el Ghetto de Varsovia en 1943 fueron 58.000 mientras que los muertos palestinos fueron unos miles. Pero como dice Woody Allen los records son datos para ser superados. La lógica que preparó la ghetización de Gaza (que un cardenal católico ha definido como «campo de concentración») ¿no es acaso similar a la que guió aquella ghetización de los judíos de Varsovia? ¿Acaso no fueron los hebreos de Varsovia obligados a compactarse en un espacio reducido que en poco tiempo se convirtió en un formicario? ¿No se les construyó un muro de cemento de 17 km de largo y 3 metros de alto exactamente como uno de los que Israel ha construido para recluir a los palestinos? ¿No estaban impedidos los judíos polacos de salir de ahí y había puestos de control militar?
Para justificar su agresión que asesina cotidianamente a niños y mujeres, los dirigentes políticos israelíes denuncian los misiles Qassam que en 8 años han causado 18 muertos (tantos como la aviación israelí mata en media hora). Es verdad: es terrible e inaceptable que el terrorismo de Hamas golpee a la población civil de Israel. Pero ¿acaso esto justifica el exterminio de un pueblo? ¿Justifica el terror indiscriminado, la destrucción de una ciudad? También los judíos de Varsovia usaron pistolas, bombas de mano, botellas molotov y hasta una mitra para oponerse a los invasores. Armas totalmente inadecuadas, como también lo son los cohetes Qassam. Y nadie podría condenar la defensa desesperada de los hebreos de Varsovia.
¿Qué puedo decir, entonces, el Día de la Memoria? Diré que es preciso recordar a todas las víctimas del racismo, del de ayer y del de hoy. ¿Acaso esto puede valerme la acusación de antisemita?
Si alguno lo hace, realmente no me da miedo. Estoy harto de impedirme de hablar y casi de pensar en algo que es cada día más evidente: que el sionismo agresivo, más que haber llevado la guerra y la muerte y la devastación al pueblo palestino, ha traicionado la propia memoria de los judíos al punto que en los cuarteles se han encontrado esvásticas, y de que los ciudadanos israelíes belicistas hayan insultado a los ciudadanos israelíes pacifistas diciéndoles “con ustedes Hitler tendría que haber terminado su tarea”.
Incluso desde el punto de vista del pueblo judío el sionismo agresivo puede ser un peligro mortal. La horrenda carnicería que Israel esta provocando en la Franja de Gaza, tanto como los bombardeos a la población de Beirut unos años atrás, son signos de una demencia suicida. Israel ha ganado las guerras de los últimos 60 años y puede vencer en esta también contra una población desarmada.
Pero la lección que reciben centenares de millones de jóvenes islámicos que ven noche a noche por televisión el exterminio de sus hermanos palestinos está destinada a hacer resurgir el nuevo nazismo.
Israel podrá derrotar militarmente a Hamas. Podrá vencer en esta otra guerra como ha vencido en aquella de 1948 a 1967 y la del 1973. Puede vencer dos, tres, diez guerras. Pero cada victoria amplía el frente de los desesperados, de los aterrorizados que devienen terroristas porque no tienen ninguna alternativa.
Cada victoria profundiza la separación del pueblo hebreo y de los 1200 millones de árabes.
Y como ninguna potencia militar puede mantener eternamente la supremacía de la fuerza, los dirigentes sionistas agresivos deberían saber que más tarde o más temprano el odio acumulado puede dotarse de una fuerza militar superior y desencadenarla sin piedad, tanto como sin piedad se desparrama el odio israelí contra la población indefensa de Gaza.