QUIÉN TIENE MÁS DERECHO A RESPIRAR

Hace exactamente 180 días, un medio digital hacía un recorrido por la corruptela en la compra de insumos y por la lista de privilegios de personas o sectores, en medio de la pandemia. Evaluaba los primeros seis meses. Y el título de la investigación empezaba diciendo: “Robar a tu propio pueblo es un delito; robarle durante la pandemia es un crimen de lesa humanidad. Para quienes roban, el lugar es la cárcel, pero para los que roban o abusan en pandemia, cuando el conjunto de la sociedad sufre, su lugar es el infierno”. El medio se publica en Sudáfrica, y sacaba los trapitos sucios de ese y otros países, pero las barreras geográficas, en pandemia neoliberal, se han borrado.

¿Qué diferencia una aristocracia de linaje (mentiroso y bañado en sangre como todos los linajes) de una aristocracia civil de contactos, pertenencias, y ‘agenda’ de teléfonos adecuados para los momentos precisos’? ¿Acaso la filosofía de la meritocracia, del ‘yo merezco’?

La pregunta atraviesa el estupor de la sociedad argentina por los hechos que algunos denominan el vacunagate, pero aparece en muchas publicaciones, y a su vez aparecen los escándalos de vip’s en Chile y Perú. Porque la crisis sanitaria mundial puso al 100% de la población en el mismo lodo, pero una muy pequeña parte de la humanidad logró lavarse el barro infecto más rápido, aislarse mejor, o llamar por teléfono a algún poderoso para ‘zafar’ de alguna larga fila que deben hacer los demás mortales, cuyas vidas corren riesgo real-real.


EN CADA SUB-CONTINENTE HAY ACUSACIONES POR NEGOCIADOS

¿Negociado de qué?

En algunos casos las acusaciones son contra funcionarios y empresarios, por subsidios a dedo para evitar la bancarrota de hoteles y servicios; en otros casos por licitaciones o compras directas a proveedores improvisados o amigos; también por el acceso a máscaras o equipamiento de protección en centros de salud de gestión privada, que no se brindó a las y los trabajadores de la salud pública, o por la compra de respiradores con un descomunal sobreprecio y tecnología dudosa.


Depósito Amazon

En la lista caben los funcionarios candidatos al infierno por haber obligado o consentido el trabajo, sin protección ni protocolos, de decenas de millones de personas en granjas, empaquetadoras de alimentos, frigoríficos alemanes, fábricas de la Lombardía italiana o depósitos de distribución de compras on-line norteamericanos.

En otros casos las acusaciones fueron por fronteras cerradas para algunos, y lábiles para otros; permisos de circulación exigidos a los trabajadores no registrados que precisaban ganarse el pan del día, y no a los autos con particulares; barrios-jardín o countries en los que (casi) no se respetó la emergencia sanitaria ni los límites para las reuniones o fiestas de casamiento, y muchos otros etcétera.

En cualquier caso, la base racista y clasista de la atención y cuidado de la salud, estuvo presente. Siempre.


“Para el neoliberalismo, la pandemia es una amenaza de seguridad racializada, y al mismo tiempo, una oportunidad de negocios. La lucha de los pueblos es la lucha por respirar, en el amplio sentido de la palabra. Convergen dos sueños de la clase dominante en su respuesta al COVID-19. Desde el Estado, vaciar de pueblo los espacios comunes; que los pobres, los inmigrantes, la población de otras etnias y colores, los contestatarios, no estén a la vista. Desde las corporaciones privadas, un mundo de relaciones basado en algoritmos digitales y convertir en una abstracción las relaciones humanas. La presión privatizadora, domesticadora, que vuelve dóciles a los cuerpos separados, y la represión de los Estados a través de múltiples mecanismos, obliga a los pueblos no sólo a defender su derecho a la salud pública, sino a poder respirar…”.


Este texto, extractado del webinario que brindó Arun Kundami bajo el título “Estados de Control, el lado oscuro de la pandemia” y reproducido en www.roarmag.org en junio de 2020, repica sobre la idea de que en los cuarenta años que lleva el neoliberalismo en el mundo, cuando el tándem Thatcher-Reagan lo instaló y promovió, lo público y el bienestar de los pueblos, está fuera de la agenda. Se decretó que la población no es mano de obra barata, aquello del ‘ejército de reserva’ del período fordista, sino excedentariado. No es población barata, es población sobrante. Para ellos, nada. Y en pandemia, menos aún. La acumulación -cuasi confiscación- de lotes de vacunas por parte de un grupo de 10 países del G-20 es repudiable, pero encaja perfectamente en la lógica del excedentariado.

Por eso mismo, una emergencia sanitaria mundial no representa una novedad, sino una vidriera para lo que ya había, lo sufrían las mayorías, pero no estaba visible, en la agenda, en los medios. Lo que ocurre es que al ser simultánea y comunicable a través de las redes sociales, todo nos ocurre a todos, y es irrespirable. En verdad, ya lo era, estaba, pero hacíamos de cuenta que no.


¿POR QUÉ LOS NEGROS NO SE QUIEREN VACUNAR?

…Y no solo la población negra norteamericana. Tampoco se quieren vacunar los rusos, ni los sudafricanos, ni muchos pueblos indígenas.

Es cierto que hay tres instituciones de la Federación Rusa con sendos proyectos de vacunas, dos de ellas ya autorizadas y en producción: la Sputnik V del Instituto Gamaleya, y la EpiVacCorona, del Centro de virología y biotecnologías Véktor. Más recientemente la vacuna del Centro de inmunobiología Chumakov, que recibió el nombre CoviVac, y que comienza su Fase 3. Sin embargo, la última encuesta entre la población rusa, de fin de diciembre, revelaba que un 58% no estaba dispuesto a recibir la vacuna, en principio argumentando que porque no estaba completa la Fase 3 de investigación, o por temor a los efectos colaterales (ver https://www.levada.ru/en/2021/02/02/the-coronavirus-fears-and-vaccination/ ). Sin duda pesan en la historia de la ex URSS otros experimentos científicos y el desastre de Chernobyl ante lo cual la población duda. En Sudáfrica hubo múltiples protestas por el recuerdo de haber sido usados como conejillos de Indias para probar otras vacunas, y por el alto e intermitentemente descuido del VIH- Sida, que tiene alta incidencia en ese país…El caso norteamericano es diferente. ¿En qué sentido? Simple: es el país más poblado de Occidente, con mayor número de población negra (o no blanca), y con el peor y más desigual sistema de cobertura de salud. Estos factores, sobre los que volveremos luego, determinan que las minorías no quieran vacunarse.



El doctor Seye Abimbola, Editor Jefe de BMJ Global Health, y director de la Facultad de Salud Pública de las Universidad de Sidney y de la McGill, de Montreal, analiza en The Lancet, el 21 de noviembre de 2020, si la salud mundial sobrevivirá a su descolonización….porque precisamente desde la colonización arranca un modo de entender la medicina, y pensar la salud.

“Lo que conocemos como salud mundial es el emergente de la colonización europea del resto del mundo, que ha tomado diferentes formas: medicina colonial, medicina misionera, medicina tropical, salud internacional, pero aún tiene que deshacerse de sus orígenes y estructuras coloniales. Hay más líderes en las organizaciones mundiales de la salud salidos de Harvard que mujeres de países con ingresos bajos y medianos. La salud está demasiado centrada en individuos y en agencias de países con altos ingresos. Pensar una salud global descolonizada implica que no esté impregnada de los remanentes supremacistas de la colonización”.

Y agrega el especialista, que además forma parte del Comité Editorial de The Lancet:

“el supremacismo no está acotado a la supremacía blanca o a la dominación masculina. Ni tampoco refiere solamente a lo que pasa entre países con altos ingresos vs. países con ingresos medios o bajos, sino a individuos y grupos que tienen altos ingresos, y el resto. El supremacismo está ahí, en cómo operan las organizaciones mundiales de la salud, quiénes las encabezan, dónde están ubicados, quiénes manejan los hilos, marcan la agenda, y qué miradas, historias y conocimientos son considerados ‘serios’ (…)

El supremacismo está en las constantes actitudes coloniales e imperialistas (europeas u otras), en un racismo desembozado o disfrazado: el ‘racismo blanco’, el ‘racismo del saber’, el de clase, de casta, religioso, el de superioridad étnica, en la tolerancia complaciente del capitalismo extractivista, en el patriarcado, y mucho más.

De hecho, persiste el supremacismo en los supuestos que sustentan la práctica de la salud mundial. Hay un modelo supremacista cuando se naturalizan las jerarquías implícitas. Por ejemplo, que la sede de una organización mundial de la salud sea más importante que sus oficinas regionales o nacionales. La supremacía se manifiesta al ver lo grande como superior con respecto a lo pequeño, o el foco en los gobiernos nacionales cuando los gobiernos locales son más consecuentes y más cercanos al día a día. (…) Tal vez el mayor desafío sea hacer consciente que la medicina es una disciplina que nació en el supremacismo colonial”.


Decolonising Global Health

Por cierto que esa base que explica el doctor Seye Abimbola traspasa al conjunto de la medicina mundial. Y es uno de los motores que llevó durante esta pandemia, al lugar común de que se acuse a los trabajadores por ‘no cuidarse y contagiarse’, cuando cualquier enfermedad de carácter epidémico (y no solamente), es una enfermedad social, hija de generaciones que viven mal nutridas, en condiciones insalubres, hacinadas…tres factores que están presentes en todas las geografías donde imperan un racismo y un clasismo estructural.


Antes de volver sobre la vasta historia por la que la población negra norteamericana no quiere vacunarse, y para reportar cómo opera el racismo y clasismo en la medicina, damos un salto a Gran Bretaña, donde la inequidad en el acceso a la salud por razones étnicas en adultos mayores de 55 años, está en el límite del escándalo. Hace apenas un mes, en su edición del 28 de enero, la propia revista The Lancet, (ver https://doi.org/10.1016/ S2468-2667(20)30287-5) publica la investigación de Ruth Elizabeth Watkinson, Matt Sutton, Alex James Turner, con una extensa evidencia sobre lo que ocurre con la atención a población de origen Bangladesí, Pakistaní, Árabe, o Gitana. Datos prístinos de los estudiosos de la Universidad de Manchester explican en ese informe que la permanente peor atención de la salud a las minorías étnicas en Gran Bretaña ha llevado a una expectativa de vida 10 años menor para los varones Bangladesis y de 12 años menos para las mujeres paquistaníes con respecto a los adultos británicos blancos.



¿DESPUÉS DE 700.000 ESTERILIZACIONES FORZADAS A LAS MUJERES NEGRAS PRETENDEN QUE CONFÍEN Y AHORA ACEPTEN VACUNARSE?

“Durante la década del ‘70, la esterilización fue el mayor mecanismo de control de la natalidad en los Estados Unidos. Eran 200.000 casos en 1970 y terminaron siendo 700.000 en 1980.

La población negra del Sur, creía que sus mujeres eran esterilizadas por rutina, sin consentimiento informado ni un diagnóstico médico que lo justificara. Era una práctica de los residentes hospitalarios practicar histerectomías innecesarias a las negras pobres. Tal abuso estaba tan extendido que esas operaciones recibieron el nombre de ‘Missisipi apendicectomía’”. Esto lo afirma Harriet Washington, quien antes de ser una académica fue trabajadora social en el estado de Nueva York.

En el libro que publicó en 2006 “Medical Apartheid”, sostiene que el 60% de las mujeres negras de algunos distritos de Missisipi fueron esterilizadas tras dar a luz.

¿Hay más? Sí. Entre 1929 y hasta 1974, Carolina del Norte esterilizó forzadamente a más de 3.000 mujeres negras. Finalmente se conoció que cada año los dueños del capital en Norteamérica, habían decidido esterilizar entre 70.000 y 85.000 mujeres negras pobres, por año. Todos esos programas estuvieron vigentes durante al menos 40 años, y eran de uso corriente en los hospitales estatales. Se puede consultar más información en https://www.splcenter.org/seeking-justice/case-docket/relf-v-weinberger.

Tantas décadas de abuso y violencia sobre los cuerpos de las mujeres negras alejó a esa población de la atención primaria de salud, y sigue reverberando la idea de que ‘los médicos’ les hacen ‘cosas raras’…y no quieren vacunarse.


Disparidad racial en vacunaciones al 21 febrero 2021 Fuente: Bloomberg

Creer que esto quedó anclado en una mistificación de los años 70 u 80 es falso.

Una encuesta de 2016 entre doscientos estudiantes blancos que cursan la carrera de medicina en EE.UU, reveló que la mitad estaba convencido de que hay diferencias biológicas entre la gente blanca y la negra, y basaban esa conclusión en que los niños negros ‘sufren menos el dolor que los blancos’, y que en razón de eso a unos le daban más calmantes que a los otros en los centros de salud…

Una mirada abarcativa puede unir fichas sueltas del rompecabezas de la salud pública y la medicina mundial, atravesada por las más crueles y básicas reglas del mercantilismo.

¡Vaya usted a las 3 de la madrugada a la puerta de un hospital y vea la fila de los que esperan el primer turno de un lote de diez, que se entrega a las 7 de la mañana!


Cuando todo el tiempo la salud es un asunto de clientes y cápitas, la aristocracia civil que viene accediendo a la medicina privada, llama por teléfono a la persona adecuada, porque cree que merece (sic) que el Estado los atienda primero y mejor.

Nada los exime del repudio.

Pero debe quedar claro que el último peldaño del sótano al que llegó la medicina es nada más, ni nada menos, que la expresión más refinada del clasismo y racismo que nació con la conquista. Los que ‘merecen’ siempre pensaron con cabeza de blancos, en un mundo que desde siempre fue multicolor.


Para reproducir total o parcialmente este texto citar www.purochamuyo.com/ Cuadernos de CrisisArgentina

2 comentarios

  1. Es tan abrumador como verdadero. ¿Quién les pedirá rendición de cuentas, y quiénes serán los digitados para darlas, desde donde y por quién o quiénes….?

    1. Estimada Nora: gracias por tu lectura y acompañar nuestra revista web. Efectivamente, que exista población sobrante, de a millones, es abrumador. Sobran los refugiados que a diario mueren en el Mediterráneo, así como sobran los refugiados que viven en campamentos durante años o décadas, sean sirios o haitianos. La salud no puede ser una excepción a esto: es una mercancía. Gracias nuevamente

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