Hace 10 años en la Unidad 48 de la cárcel de máxima seguridad de San Martín, surgió un equipo de rugby de presos. Los Espartanos.
Esa cárcel está en la provincia de Buenos Aires, definido por la Comisión Provincial por la Memoria en su Informe Anual 2018 como “el sistema de encierro más grande de la Argentina”. “Las personas en conflicto con la ley penal privadas de su libertad -dice el Informe- se encuentran recluidas en cárceles, alcaidías, comisarías o, en menor medida, en sus domicilios. El Servicio Penitenciario Bonaerense administra tres: cárceles, alcaidías y arresto domiciliario con monitoreo electrónico. Las comisarías son administradas por el Ministerio de Seguridad. En el territorio gobernado por María Eugenia Vidal, existen 50 cárceles y 12 alcaidías, construidas entre 1877 y 2014”.
Según la CPM, en base a cálculos hechos con el plan edilicio y de Servicios del ministerio de Justicia (2008), “se trata de 62 establecimientos con capacidad para alojar a 20.071 personas. Considerando esa infraestructura, en 2017 la sobrepoblación alcanzó un récord histórico: 91%, 20 puntos más que en 2016 y 37 por encima del promedio anual de los últimos veinte años”.
Esto significa que casi la mitad de los detenidos no tiene espacio para dormir: se alojaban más de 38 mil personas en 20 mil plazas.
Los gobiernos generalmente han respondido al problema del hacinamiento construyendo nuevas cárceles.
Según la Comisión, “la gestión actual adoptó una postura ambivalente y errática: primero prometió obras y luego las desestimó haciendo circular la versión de que podría tercerizar su construcción a empresas privadas mediante el sistema de participación público privada (PPP). Pero cada vez que se amplió la capacidad edilicia se volvió a incrementar la cantidad de personas encarceladas: entre 1996 y 2017 se crearon 14.000 plazas y la población detenida creció en más de 28.000 personas”.
El Informe 2018 puede leerse en http://www.comisionporlamemoria.org/archivos/cct/informesanuales/Informe_2018.pdf
En ese marco, la iniciativa del entrenador de rugby del San Isidro Club – SIC y abogado penalista Eduardo ‘Coco’ Oderigo tomó fuerza casi por casualidad.
Alejandro Levy, uno de los voluntarios del proyecto y ex jugador no profesional de rugby, accedió a relatar y mostrar sus fotos de archivo a www.purochamuyo.com / Cuadernos de Crisis… la trama interna de esos entrenamientos y qué pasa con los valores del rugby en un lugar de encierro.
Todo empezó con una anécdota ya muy conocida -relata Alejandro y refiere a lo que siempre cuenta Eduardo Oderigo– “un amigo me hizo conocer una cárcel y lo que vi ahí no me gustó mucho. Me quedé pensando con él en que había que hacer algo y como yo jugaba al rugby volví y le propuse al Director hacer eso. Me miró mal, no le gustó la idea, pero después de insistir me dio una oportunidad. Así pasé 400 martes yendo a enseñarles a los chicos a jugar a este deporte«.
La experiencia de A. Levy como voluntario es esencial: “Este puntapié inicial, se hizo experiencia y no tardó en transformarse en un programa a nivel nacional y se propagó a otras cárceles del país. En lo personal, como voluntario (todos lo somos), tuve la oportunidad de entrenar a Unión Rugby Club, el nombre que eligieron los presos en la Unidad 46 de San Martín. Muy cerca de Los Espartanos”.
“De joven, dice, jugué este deporte que me dejó enseñanzas y valores que forjaron mi carácter y personalidad: está la idea de sentido de pertenencia, el compañerismo, la solidaridad, el respeto. En el rugby -que de afuera parece violento- uno pierde miedos cuando se enfrenta a un tackle, cuando empieza a interactuar con el adversario y se produce ese contacto físico. Uno no va a lastimarse, va a disputar la pelota y eso requiere entrega, predisposición, valor, audacia y picardía. Claro que también fuerza, pero no necesariamente. Es sobre todo lúdico.
Todo lo que viví entrenando a Unión Rugby Club fue por demás enriquecedor; me reencontraba con este deporte después de mucho tiempo y no como jugador sino como entrenador.
Los chicos nos esperan con unas ganas contagiosas, diría que ya en eso noté un cambio fundamental en su voluntad, descubrieron una pasión que desconocían, y su entusiasmo iba creciendo. Pabellón por pabellón nos vamos juntando y cuando estamos todos le pedimos al personal que nos habilite la entrada al predio.
“Yo creo que el rugby funciona como un disparador muy particular. He visto jugadores que el juego les daba mucho valor, no solo dentro de la cancha sino para hacerse fuertes y sumar fuerza para salir y poder orientar sus vidas, lejos de la delincuencia y la droga”.
“Su óptica de vida entonces se enfocaba en sus afectos, su esposa, sus hijos, el deseo de estar con ellos, no distanciarse nunca más; y es admirable el empeño que ponen en eso. Es un efecto dominó”.
“Una de las premisas es que el entrenamiento no se suspende por nada, ni aun cuando llueve, es un compromiso inquebrantable. Si es imposible salir al predio, por lluvia u otra razón, se ven videos de partidos para analizar o simplemente disfrutar. También hay un patio dentro del Pabellón que permite de forma acotada hacer práctica física y algo de técnica. Porque la idea es no rendirse ante la adversidad y eso se aprende. Y el rugby te lo enseña”.
“Muchos partidos se juegan bajo el barro y los muchachos se divierten muchísimo. Vuelven a ser niños durante un rato.
Pero lo mas importante es que cuando termina la actividad nos reunimos todos en círculo, abrazados unos con otros y expresamos nuestros sentimientos durante la jornada. Es el momento para aclarar broncas, pedir disculpas, agradecer, felicitar o descargar calenturas con el compañero. Si hubo indisciplina también se charla. Un concepto que también se fija es que al árbitro no se le discute, aunque no estemos conformes con el fallo.
Este momento es crucial. Porque es algo que un recluso tiene vedado; y además de ser escuchado es tenido en cuenta por el otro, su par. Esto en sí, es un acto transformador: se escuchan entre ellos. No escuchamos entre nosotros. Nos escuchamos todos. Nos aplaudimos y nos vemos la próxima”.
El 23 de abril de 2019, tras declarar la Emergencia Penitenciaria por 3 años, el ministerio de Justicia y Derechos Humanos hizo la primera reunión de la Comisión de Emergencia. Allí se decidió la construcción del Complejo Federal de Condenados de Agote (en Mercedes, provincia de Buenos Aires); el Centro Federal Penitenciario Argentino de Coronda (en la provincia de Santa Fe); la ampliación del Complejo Federal de Marcos Paz y de la Unidad 34.
Según informó ese día el diario La Nación, con estas obras se sumarán 2 mil plazas.
Mientras tanto, en abril de 2021 se inaugurará el Complejo Penitenciario Federal V de Marcos Paz, con una capacidad para 2 mil 240 internos.