¿Qué queda del mito y voluntad de participación electoral que marcó el siglo XX?
Rafael Bautista Segales, filósofo, ensayista y analista político boliviano, despunta un profundo ensayo geopolítico, desde Nuestra América.
¿Hay margen para democracias reales y que la participación no siga bajando? Entrevista a fondo.
Esto de las elecciones es algo que se repite porque así se establece en la rueda del sistema ¿cómo podemos mirarlas en una región con creciente polarización?
RFS: En realidad las elecciones son un trámite de la democracia liberal. Es un protocolo que establece el formato y la estructura de una democracia formal, que solo se atiene a las formas de representatividad, a esa idea de que el poder delegado es el que, en última instancia, define las cuestiones decisivas de un país.
Pero esto no quiere decir, ni tampoco tiene que ver con lo que, por ejemplo, acuñaron los zapatistas, en el sentido de una democracia radical, con esa frase que dice “no queremos políticos que manden mandando sino que manden obedeciendo”. Y ahí se encuentra la distinción básica entre lo que es una democracia de carácter formal y una democracia radical.
Podríamos hacer historia, pero digamos que la democracia no es algo que nos han traído los invasores europeos a las tierras del nuevo mundo. Es más: se puede detallar una variada experiencia que describen los cronistas como formas políticas avanzadas de convivencia de las naciones indígenas, por ejemplo en el norte de América, en la famosa confederación de los pueblos iroqueses (los Haudenosaunee). Ellos sirvieron de inspiración para que después Estados Unidos adquiera esa forma de confederación, que va a ser lo que conocemos actualmente como “federalismo”.
Pero lo que se enfatiza, lo que estamos acuñando, más allá del concepto de democracia participativa es la democracia comunitaria: la creación del poder popular; y esto tiene muy poco que ver con ese tipo de democracia formal liberal que forma parte de la mitología democrática gringa, que la han impuesto -sobre todo- en la Comisión Trilateral en los 70, bajo la idea de control de los poderes, y sobre todo, del control de los gobernantes.
Esto tiene en el ámbito parlamentario el nicho en el cual se reproducen las lógicas de los lobbies. Eso es lo que se tramita y lo que decide la política norteamericana.
Entonces los “eventos electorales” siempre han consistido en congregar al pueblo para legitimar un proceso formal y después olvidarse de él, para que una vez depositado el voto este sirva como carta blanca para que los que se hacen con el poder desconozcan el poder originario de la soberanía política, que es el pueblo, en última instancia, el sujeto de la política. Es una política pensada sin sujeto: precisamente esa política formal liberal es la que es avalada como “democrática” por la mitología gringa…esa mitología de los derechos humanos, de la libertad de expresión, de la democracia, etcétera, que en realidad son trampas conceptuales que utiliza o ha utilizado muy bien el imperio, y que constituye uno de los soportes de lo que se llama el soft power para hacer permanente la condición colonial y dependiente de nuestros estados. Significa controlarnos de tal modo de que nuestros Estados se constituyan en entes obedientes y solo sirvan de mediadores del saqueo de nuestras riquezas, y que sean los que proceden a hacer la transferencia de riqueza de los países pobres hacia los centros imperiales, hacia el centro del mundo.
Desde esa perspectiva se puede esperar muy poco. Porque incluso se sabe que pueden amañar elecciones. Es lo que lo que han hecho en Bolivia en 2019, lo que han pretendido hacer en Venezuela: pueden incluso boicotear las elecciones, generar injerencias hasta cibernéticas dentro de los softwares que utilizan los institutos electorales en otros países.
Y mediáticamente también pueden hacer que la balanza de la preferencia social o nacional vaya a determinados candidatos bajo la primacía que tienen los medios de comunicación en las afinidades que despiertan en la población los candidatos, que se adecúan al “marketing político”, que es básicamente lo que se vende como imagen para que la gente, después, avale y legitime ese tipo de presencias en los gobiernos que tenemos en nuestra región.
¿Qué es lo que hay detrás de cada uno de estos de estos juegos denominados democráticos? Dicen, «Bueno pues, mientras más partidos haya, más candidatos haya, más participantes haya, efectivamente es un régimen muy democrático. ¿Qué tan cierto es, cuántas democracias, además, existen?»
RFS: Esa es una falsa diversidad. Es una diversidad sin sentido. Alguna vez escuchábamos que los peruanos se jactaban de tener la mayor representatividad en su parlamento.
¡Pero eso no quiere decir mayor democracia! Más bien imposibilidad de ejercer gobernabilidad, porque los parlamentos en nuestros países son los mayores nichos de corrupción que existen: están cercados por intereses que los manejan, los lobbies, y que tienen el poder (porque tienen poder económico) de comprar conciencias, comprar afinidades, lo que ha pasado en Perú, en Bolivia, en todos lados. Ellos pueden incluso hacer inviable una gestión gubernamental.
Además ¿quién es el promotor de esto? Estados Unidos. Ahora bien, ¿en Estados Unidos hay diversidad de partidos? No, solamente hay dos: el bipartidismo norteamericano entre republicanos y demócratas nos muestra que ese es un cuento que nos hacen creer a los demás, pero ellos tampoco son fieles a aquel libreto, con el añadido de que esos dos partidos no son, digamos, “oponentes” fuertes en la política norteamericana, sino dos caras de la misma moneda. Ambos obedecen a las directrices de la política de estado que se ha propuesto Estados Unidos como imperio, como estado profundo, para no desviarse de un guion establecido por los poderes que manejan ese país, y que básicamente lo constituyen como imperio. Entonces ese tipo de cosas están bien para las telenovelas, pero para un análisis serio de la realidad nacional, no sirve.
¿Qué es lo que ha ocurrido con las elecciones en nuestra querida Abya Yala, en los países de América Latina? En algunos inclusive los personajes de las dictaduras que sufrimos han vuelto a candidatearse y a parecer como ‘demócratas’. Incluso han ganado. En otros países aparecen como civiles, como los más puritanos, los que no han estado en la política, y cuando ingresan al poder solo les falta vestir el uniforme militar-dictatorial…
RFS: Para ser francos, podemos llegar a la conclusión de que la democracia es la trampa para que no haya ningún gobierno que se aleje ni un centímetro de las prerrogativas imperiales en nuestra región. Para eso han trabajado muy bien, sobre todo en el período neoliberal, donde han naturalizado -en nuestras propias constituciones- un despojo de la soberanía estatal, incluso metiéndonos el cuento de la “ineficiencia estatal”. Han hecho quebrar a propósito toda la infraestructura estatal, quitándole al Estado sus responsabilidades intrínsecas como es, por ejemplo, la educación, la salud, el transporte, las comunicaciones, ni qué decir el campo de la minería, el petróleo, etcétera, para trasladar todo a lo que llaman la “iniciativa privada”, y con eso han desfalcado el Estado de modo formal y material, y lo más penoso es que de modo material un Estado ya no es un Estado, ha perdido soberanía, no tiene recursos para restituir ni siquiera la infraestructura nacional.
¡Por eso estamos condenados al préstamo, estamos condenados a la deuda, y la deuda es el mayor generador de riqueza! Por eso también arman conflictos, porque los conflictos producen deuda y la deuda produce control, que lo administran los bancos internacionales -en este caso los fondos de inversión. Las agendas políticas están manejadas por fondos de inversión como BlackRock, que ha puesto presidentes con ese tremendo poder político económico-financiero que poseen. Ahora mismo, Friedrich Merz, el nuevo Canciller [primer ministro] de Alemania, es un ex empleado de BlackRock; Emmanuel Macron ha sido empleado de los Rothschild; muchos presidentes de América Latina, por ejemplo, son representantes de Open Society de George Soros, y todos esos han producido hasta plataformas ideológicas desde las cuales han destruido al bloque popular en nuestros países, haciendo que estos se diluyan en puras luchas corporativas de carácter particular.
Entonces, ahí uno tiene que mirar con ojos mucho más “holistas” el asunto y darse cuenta de que la democracia es la trampa, y democráticamente es imposible cambiar un país, porque ¿quiénes son los que hacen las leyes recurrentemente? Es el parlamento ¿Quiénes son los que impugnan las leyes que parten del ejecutivo? Es el parlamento ¿Quiénes son los que tienen que aprobar cualquier iniciativa que pueda tener el gobierno? Es el parlamento. Para que el gobierno, cualquier gobierno, tenga una empatía con su representación parlamentaria, tendría que ganar más del 50% del porcentaje electoral, ¡y es más! En una sola gestión es imposible. Pero el discurso ‘democrático’ mitológico gringo nos ha hecho creer que no es bueno que ningún partido posea más allá del 50% porque eso sería o sonaría a dictatorial, y, segundo, que nadie debe prolongar su presencia en el estado.
Lo que nunca se dice es que en tiempos de reconstrucción -por ejemplo en Alemania para reconstruir ese país en ruinas, Konrad Adenauer, estuvo más de 10 años en el gobierno-, es decir que para reponer la soberanía estatal en nuestros estados que están desfalcados, en una gestión de 4, 5 o 6 años no se puede. Y entonces, si democráticamente no se puede, uno llega a la conclusión de que la democracia como la plantean es la trampa, porque en esa falsa idea de democracia, la democracia liberal, nos hacen creer que la diversidad es el criterio, que la democracia es la discusión de opiniones, etcétera.
O sea nos ‘marean la perdiz’ en definiciones que no tienen sentido, porque a la hora de la verdad democracia quiere decir el Kratos, el poder del demos, del pueblo, pero en esta democracia de carácter liberal quien menos poder tiene es el pueblo. Entonces ¿de qué democracia hablamos cuando quienes deciden son los que desconocen la soberanía popular y simplemente atienden a este tipo de influencias -para colmo externas, extranjeras-, y hacen aparecer sus propias agendas como si fuesen gestiones gubernamentales-parlamentarias- judiciales, etc.? Y a eso, agregar que controlan los medios de comunicación, tienen influencia en el ejército, en la policía, es decir que controlan casi todos los poderes del Estado (teniendo en cuenta que el Estado no se reduce al gobierno, sino que el Estado es algo mucho más amplificado).
Entonces si la democracia es la trampa, el pueblo tiene que saber generar con imaginación un nuevo tipo de democracia, que se proponga definitivamente la creación del poder popular como fuerza disuasiva, que tenga la capacidad ya no solo de resistencia sino de transformación del propio Estado que tiene enfrente.
Es lo que ha sucedido en Bolivia en el proceso constituyente: se propusieron transformar el Estado pero, desgraciadamente, la dirigencia gubernamental no entendió nada de eso y simplemente administró el Estado que heredaron. Eso los llevó a arriar las banderas plurinacionales de la descolonización, del ‘buen vivir’, y ahora estamos enfrascados en eso, en el posible colapso también del Estado plurinacional en Bolivia.
¿Cómo desenmarañarnos de esta trampa? ¿Hay posibilidades de abrir un nuevo trecho en la perspectiva de que efectivamente los pueblos empiecen a vivir dignamente, empiecen a relacionarse con autonomía, con todo lo que implica el derecho de vivir?
RFS: Estamos en un tiempo bastante problemático, incluso muchos de nosotros, como en mi caso, que hacemos la crítica a la Modernidad como la ascensión ontológica de Occidente en cuanto modernidad, en cuanto proyecto de dominación exponencial, decimos que estamos viviendo un tiempo apocalíptico, estamos viendo el fin de ese diseño de mundo que la Modernidad ha producido y que se ha mantenido por cinco siglos, y que se ha empezado a desmoronar con la muy elocuente imagen del derrumbe, de esa demolición planificada de las Torres Gemelas en Nueva York el 2001. Es decir: muchas veces el ser humano, sin quererlo, sin proponérselo, grafica en sus actos los síntomas del tiempo en el cual está viviendo, incluso hacia dónde nos conduce ese tipo de imágenes que nos está mostrando.
Lo que podemos decir es que la humanidad vive una encrucijada, y tiene que ver con el hecho de que -a propósito de lo que decía Gramsci-, que el tiempo viejo no termina de morirse y el nuevo tiempo no acaba de nacer y en el medio aparecen monstruos… Y en el tiempo apocalíptico ¿quién aparece? aparece el anticristo, o sea, desde la mitología cristiana del Nuevo Testamento, del libro del Apocalipsis. Estamos presenciando el derrumbe no solamente institucional, objetivo, de la realidad que ha producido el mundo moderno; estamos viendo el derrumbe de su sistema de valores, de su sistema de creencias, de su horizonte de expectativas, estamos viendo derrumbarse sus mitos.
Entonces, para reponerlos, este fenómeno imperial tiene que hacer uso de todos sus recursos, desde los militares hasta los políticos, desde los económicos hasta los financieros, pero también desde sus mitologías hasta sus cosmovisiones, hasta su cosmovisión. O sea, tiene que hacer uso de sus recursos teológico-místicos para reponer el derrumbe de ese sistema de creencias que todavía sostiene a los individuos que creen en este tipo de mundo, a lo que llamamos la ‘conciencia social’, que ha sido atravesada por los mitos del mundo moderno. Por ejemplo la ‘conciencia social’ se manifiesta iracundamente anti indígena, es profundamente racista, porque ha asimilado muy bien los valores señorialistas, la ideología oligárquica, es decir, ha internalizado y ha naturalizado los prejuicios del racismo metafísico moderno, que como clasificación antropológica nos ha hecho creer que lo indio es inferior, incluso lo indio dentro de nosotros. Por lo tanto, como no tiene sentido, tampoco tiene posibilidades de seguir existiendo, y habría que deshacerse de eso.

No va a ser raro, entonces, porque ya empezó, ese tipo de calumnia ideológica de que como ya no les funciona el ‘terrorismo antimusulmán’ y, como siempre, requieren de chivos expiatorios, ahora rebusquen en esa memoria que, como trauma, genera la conciencia social, el rechazo a lo propio, el rechazo a lo indígena, y generen el relato de que ‘el enemigo’ ahora es el indio, y es eso lo que estamos viendo en Argentina, y lo hemos visto en ese desprecio que muestra Donald Trump hacia los inmigrantes. Tiene mucho que ver con el desprecio al habitante del nuevo mundo con el que se encontraron los invasores europeos, tanto en el norte como en el sur de América.
Entonces, cuando vivimos tiempos apocalípticos y decimos ‘esos monstruos que aparecen en ese tiempo que no acaba de nacer y en ese tiempo que no acaba de morir’, y decimos ahí, haciendo uso del concepto del anticristo, hay que detallar quién es el anticristo y qué persigue el anticristo.
Rápidamente podemos decir lo siguiente: en la tradición profética el Mesías primero viene como individuo, pero después viene como pueblo, o sea, el individuo resucita como pueblo, el individuo deja de ser individuo y aparece como comunidad en sentido fuerte, como pueblo que toma sobre sí la responsabilidad de la redención de todos los tiempos, de todo su pasado, de toda su historia.
Eso se llama estado de situación mesiánica. Ahora ¿cuál es el papel del anticristo? Acabar con eso, porque así como hemos dicho que la modernidad es la ascensión al nivel de la autoconciencia, también podemos decir que el estado de situación mesiánica es la ascensión a la autoconciencia de un pueblo en tanto que pueblo. Cuando un pueblo adquiere la responsabilidad histórica de todos los tiempos y se propone redimir toda su historia, todo su pasado y, por consiguiente, redimir a toda la humanidad. Ahí no puede volver siendo individuo, siendo una persona. No, tiene que venir como un pueblo, y un pueblo en tanto que ‘pueblo’, y si alcanza ese tipo de autoconciencia, opta por su liberación, ya no solo sale del mundo sino que el mundo, por su propia voluntad, sale de sí mismo. Solo en tales condiciones es capaz de ser redimido y solo en la condición de ser redimido, los ancestros lo pueden tomar, o sea, lo pueden recibir.
Ese momento esperanzador que teníamos cuando estaban en su mejor momento los presidentes que se habían propuesto una liberación política-económica de nuestros países -y no se pudo aprovechar aquello, también, por el eurocentrismo colonial de las élites políticas, incluso de izquierda, que teníamos y que seguimos teniendo hoy en día-, no se supo impulsar y desarrollar esa vocación que tiene el pueblo cuando se constituye en bloque popular y se propone crear el poder popular. Y eso es por puro desprecio también, oligárquico, ya no solo al pueblo sino sobre todo al factor indígena del poder popular. Eso es lo que estamos viviendo y por eso es tan dramático lo que está sucediendo. ¡Tenemos que hacer uso de todos los recursos también nosotros! Categoriales, teóricos, epistemológicos para entender qué está sucediendo.
La derecha o los sectores que han estado empobreciendo a las amplias mayorías han sabido vaciar símbolos, íconos, discursos. Quizá en su momento el utilizar algún símbolo de algún revolucionario era con tal significación, ahora le colocan en cualquier lado, pero totalmente vacío. Alguien tomando una bebida cola con una imagen de algún revolucionario. ¿Ser de izquierda o buscar ese cambio está desfasado porque era del siglo, ya feneció y ahora estamos en esta otra era de la tecnología?
¿En qué parte nos han colocado para que quedemos repitiendo ese discurso, como lo hicieron en Argentina aplaudiendo a Milei, lo hicieron en El Salvador, y ahora que echan abajo todas las conquistas sociales, no sé si estén reflexionando que cometieron un error, o a lo mejor estén convencidos de que por ahí mismo era ‘la salvación’ aunque no tengan nada en la barriguita para saciar su hambre? ¿cómo y qué es lo que nos han hecho?
RFS: También hay que ser autocríticos y señalar que la izquierda ha promovido ese rechazo, incluso dentro del pueblo, porque en las oportunidades que la izquierda ha tenido de ser poder, lo único que ha demostrado es que es demasiado obediente a las reglas establecidas. La derecha, por ejemplo, se burla de las reglas establecidas porque sabe que esas reglas le obedecen; es como el policía que se enfrenta a un rico. Para el rico -el policía- es su sirviente, pero ese policía frente a un pobre es cosa distinta. Entonces ahí uno ve también que la cuestión es subjetiva en el sentido de que mi lugar en el mundo lo establezco yo…
La izquierda es buena para resistir pero cuando tiene la oportunidad de ser poder, siempre sale aplazada, y son los que dan los mejores argumentos para que la derecha vuelva con más ahínco y con más ímpetu, y esto por deformación intelectual, o sea, ¿cuántas veces estamos repitiendo -hasta el cansancio- que el eurocentrismo de la izquierda latinoamericana es lo peor que le ha pasado, para ni siquiera estudiar de modo crítico las fuentes desde las cuales se alimenta?
Por ejemplo la obra de Marx. Alguna vez dije “si Marx estuviese vivo ya no le daría la razón a los izquierdistas ni a los marxistas, le daría la razón a los indianistas, le daría la razón a la lucha indígena”. Ese fue el contenido de sus discusiones que tuvo con los naródniki, los populistas rusos, y esta es una de las fuertes autocríticas que la izquierda no sabe hacerse porque vive de nostalgias…esa taxonomía, por ejemplo, izquierda-derecha ¿cuándo nace? ni siquiera nace en Francia, nace en Inglaterra cuando se ponían a la derecha los lores y a la izquierda los comunes en el Parlamento inglés. Después va a ser en Francia: los girondinos y los jacobinos, pero hoy en día es una taxonomía que ya no muestra objetivamente las posiciones políticas, porque estamos viendo tanta izquierda travestí, tanta izquierda de cóctel, tanta izquierda de cafetín, tanta izquierda que solo vive de recuerdos y de nostalgias, y que no sabe cómo lidiar con el presente porque todas sus referencias son del siglo pasado.
Ya no tiene ningún tipo de marco categorial que le permita enfrentarse al tipo de mundo que estamos enfrentando hoy en día. Yo por ejemplo alguna vez dije que estamos viviendo una etapa post-imperial, pero no porque el imperio haya acabado, sino porque estamos viviendo un desorden tripolar en el cual el imperio, para poder sobrevivir en semejante orden, que ya no es el mejor para el mundo unipolar -que es el único válido para un imperio-, está dispuesto a sacrificar al mundo.
Esta lucha de los aranceles…quien solo ve en eso cuestiones económicas no sabe del asunto. Los aranceles que ha promovido Trump tienen que ver más con la lógica del poder y de la geopolítica en última instancia, o sea, lo que Estados Unidos necesita para remediar su tremenda deuda es tener un gran poder de negociación para que esa deuda no solo sea impagable, sino que ni siquiera la paguen ahora ellos, sino que sigan haciendo lo posible -incluso cuando ya se ha descompuesto este diseño geopolítico centro / periferia- cuando era fácil ¿no? transferir unilateralmente la riqueza de los pobres del planeta hacia el imperio. Hoy en día es más difícil aquello, pero aun así es lo que quieren reponer, y para eso el imperio necesita tener cartas de negociación, poder de negociador frente a las nuevas potencias emergentes que pretenden un mundo más democrático, un mundo compartido en última instancia.
Pero al imperio no le conviene eso, entonces está jugando sus cartas. Todos señalan, en eso estamos todos de acuerdo, en que Trump es un jugador nato y sabe jugar, y juega muy bien, por eso no es un “loco” o un “demente”. Además que en inglés la palabra mad (que es loco) es en realidad un acrónimo que quiere decir mutual assured destruction, o sea, destrucción mutua asegurada. Cualquiera que opte por eso está diciendo ‘si el mundo no es para mí que no sea para nadie’.
¡Eso es lo que está pasando! y eso es lo que nos permite ver que hoy en día a nivel global usted va a ir a Europa y los izquierdistas son globalistas, o sea, quieren un gobierno mundial, donde los mandamás sean los poderes financieros que son básicamente los que tienen el control incluso de los gobiernos, de las agendas, de las instituciones, de los medios de comunicación. O sea han cedido sus banderas de lucha, pero han mantenido su condición de izquierda formal o izquierda de careta, simplemente para aparentar estar con el pueblo.
Este tipo de taxonomías ya no están funcionando. Desde nuestra propia historia y cultura tenemos que ir buscando también referencias mucho más propositivas dentro del campo popular y del campo indígena, para ir también generando otro tipo de posicionamientos, para hacer posible que la izquierda también tome en cuenta o se ponga la tarea de redefinirse a sí misma, porque si no va a estar en una situación anacrónica, en un mundo que ya no comprende. En esa situación decir que uno es de izquierda es decir muy poco hoy en día.
¿Y qué será de la socialdemocracia? Hay muchos que saben mandar pero no tienen idea de lo que es obedecer al pueblo. Se vienen las elecciones en Bolivia, quizá en Perú, en Colombia, vienen en Centroamérica, en Brasil, en otros países. ¿Para dónde transita nuestra querida Abya Yala en las condiciones que se ha ido rearticulando la derecha? Los sectores populares, los movimientos sociales, los pueblos indígenas, hace mucho rato han sido tildados como la fuerza a la que hay que aniquilar. Quizá esa sea la explicación cuando despojan territorios, persiguen líderes y los desaparecen. ¿Qué se nos viene? ¿Dónde podemos por lo menos guarecer para que no nos aplaste este monstruo?
RFS: Lo que he dicho para la izquierda vale también para otro tipo de denominaciones o de posicionamientos. Es decir ningún tipo de postura emancipatoria me justifica, porque hoy en día nos han cooptado, han intervenido a todo el campo popular con este tipo de injerencias ideológicas que han minado las posibilidades de constituir el campo popular como bloque popular, y que funcionan para beneficio de la anulación del sujeto político por excelencia que es el pueblo.
Y vale también para lo indígena, o sea, muchos líderes indígenas también están cooptados por agencias, fundaciones, ONGs y también cumplen muy bien los propósitos diseñados en otros lados para hacer imposible que nuestro pueblo alcance esa autoconciencia de constituirse en un pueblo en tanto que pueblo. Vale para el feminismo, vale para cualquier otro tipo de posturas emancipatorias, y para eso uno requiere siempre tener a mano el factor decolonial, para darse cuenta, para tomar conciencia de que es posible que la posición emancipatoria que abrazo, simplemente sea una promoción de nuevas relaciones de dominación… la remodelación de las relaciones de dominación ya existentes, o su renovación. Ahí uno tiene que ser bastante crítico y autocrítico al respecto: no por el hecho de que me llame ‘de izquierda’, me llame ‘indígena’, quiere decir que lo soy. Ahí la autopercepción no genera objetividad alguna.
Ese discursito de que la autopercepción basta no tiene sostén alguno, ni teórico ni epistemológico y, básicamente, se constituye en un saco roto. Aquí la cuestión tiene que ver, más allá de los de los nombres o de las denominaciones, en posturas éticas que yo abrazo, y que tiene que ver con aquello de que no soy solamente discurso: el discurso tiene que pasar al ámbito del ejemplo, porque la gente no solamente sigue discursos sino sobre todo, ejemplos. Eso es algo que los políticos ya no pueden poseer…no me gusta el término pero no pueden poseer como ‘capital vital’ para mostrar a la gente, mostrar que otro mundo es posible, porque en su vida misma es posible vivir de otro modo. Entonces, en ese sentido, incluso eso de “socialdemocracia” ya no existe.
Hoy día se ha polarizado de tal forma la cosa que el 1% de los ricos del mundo está en competencia sobre quién va a encabezar un nuevo proceso de transición -en este caso en pleno desorden tripolar-, hacia un nuevo rediseño.
No sería nada raro que nos amanezcan con otro evento como la plandemia, porque ese ha tenido propósitos disuasivos de ejercicio militar planificado. Incluso el propio Soros en una declaración pública manifestó de que ahí se dieron cuenta de que ellos cuentan a nivel global (ellos, los ricos del mundo), con herramientas, con insumos, con información que les permite resetear el mundo. Y es lo que todos están queriendo: resetear el mundo desde Occidente para no dejar de ‘ser centro’, no dejar que se desmorone ese diseño geopolítico que ha hecho posible que el mundo sostenga y subvencione la riqueza del llamado primer mundo.
Entonces ahí uno tiene que ser claro, tiene que anoticiarse de lo que está pasando hoy en día. Es un pecado con tanta información que hay no darse cuenta de lo que está pasando realmente en el mundo. Si a nosotros nos van a amanecer como región y no están todavía promoviendo una balcanización en el arco sudamericano es gracias -y desgraciadamente, voy a decirlo, gracias pero en el sentido de desgraciadamente-, a la resistencia que hay en el Medio Oriente.
En un artículo lo señalo y digo: lo que están produciendo, han producido y siguen produciendo en Gaza es un literal holocausto, es decir, es un literal sacrificio al reino de este mundo que está promoviendo el estado sionista. Entonces, si nos movemos en esos términos, uno tiene que tener en cuenta que también hay que saber nutrirse del lenguaje y de la perspectiva teológica y hasta mística para entender que el capital también es un espíritu: es un espíritu antiespiritual que está vaciando de nosotros la poca humanidad que nos queda, porque si se viene una conflagración -aquí ya no estoy hablando de una guerra nuclear- sino una conflagración de tipo ejercicio sanitario, en la cual nosotros mismos tengamos que condenar a los enfermos por miedo al contagio, nosotros mismos vamos a legitimar el asesinato de un porcentaje bastante numeroso de población mundial. Nosotros mismos vamos a legitimar la eliminación de “indeseables” que van a ser señalizados como el nuevo enemigo. Con eso nos habrán vaciado la poca humanidad que nos queda, porque habremos sido cómplices de aquello.
En estos tiempos tenemos que tener la doble tarea de desenmascarar al verdadero enemigo y reconstituir nuestra propia subjetividad, reconstituirnos como promesa, como aquello que en Bolivia se dijo, como ese resto moral que le queda a la humanidad.
De lo contrario, vamos a seguir insistiendo en un mundo que ya ha tocado los límites físicos del planeta y está tocando los límites éticos y morales, y cuando se derrumba todo eso ya es imposible reconstruir un mundo, porque un mundo no se reconstruye solamente con ladrillos, cemento, hormigón, no. Se reconstruye a partir de principios de valores éticos-morales que promuevan convivialidad, y si no logramos hacer eso, entonces habremos fracasado como humanidad.
Una producción de José Atupaña, para el canal Riksinakuy TV, de Ecuador.
Las imágenes intervenidas son frescos de Luca Signorelli (1499) – El Anticristo (Orvietto-Italia)
La fotografía es parte de la colección Metropolitan Museum NY
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