El carnaval es un rito de origen pagano que viene marcado por el equinoccio de marzo. En Europa simboliza la llegada de la primavera y con ella el renacer de la naturaleza y el comienzo de la siembra y las cosechas.
Desde el siglo VI A.C. en Grecia y hasta los últimos años del Imperio Romano, el culto a las divinidades se celebraba en las Bacanales, las Saturnales y las Lupercales, ceremonias de origen espiritual-religioso, que pasaron luego a ser fiestas del desenfreno, la sátira y el desorden civil.
En las Lupercales del imperio Romano, prácticas de februación o purificación, la gente bajaba para rendir culto al dios Pan, y a ofrecer sacrificios februales. Allí sacrificaban un carnero, con su sangre se pintaban de rojo la cara los sacerdotes, y con la piel cubrían su desnudez.
Ensayaban una lucha entre sí y luego salían disparados por las calles del monte Palatino azotando a la gente de paso con las tiras de piel del propio animal sacrificado.
En buena parte de Europa, particularmente en las zonas rurales, se conserva el núcleo central de este ritual, donde las pieles, los cencerros, la lucha fingida entre dos, el azote público a los desprevenidos, la representación de la naturaleza en sus variadas formas, dan forma a la celebración de la vida y la fecundidad.
purochamuyo.com / Cuadernos de Crisis bucea en dos de las múltiples expresiones del Carnaval.
La del País Vasco que en sí misma engloba las tradiciones de todos los pueblos y colectividades de montaña y agrícolas del continente Europeo, y la de Cabo Verde, una pequeña isla en el Atlántico africano, mixtura de los portugueses, de la esencia de ese continente y del Brasil.
En el País Vasco, los carnavales o Inauteriak tienen una singular importancia.
Allí, por ejemplo, se luce el Zanpantzar, un monigote de paja que es colocado sobre una carreta simulando un cortejo fúnebre.
Este Zanpantzar es el muerto y unos muchachos con velas encendidas van al costado del carro. Con la quema del muñeco en la plaza de Baiona, Liginaga, Sara y Ustaritz concluye la pantomima.
En Navarra, se encuentran muy próximos los pueblos de Zubieta, Aurtitz e Ituren, dedicados a la agricultura y la ganadería.
Los joaldunak y vecinos de Zubieta van a pie hacia Aurtitz, donde se les unen los joaldunes del pueblo, y tras realizar un paseo por la villa, almuerzan juntos. Todos siguen luego a Ituren y allí los participantes de los tres pueblos hacen sonar sus “joareak” (cencerros) por las calles.
Visten con una piel gruesa de oveja y unas enaguas.
En sus cabezas portan el ttuntturro, es decir, el sombrero en forma de cono y en las manos el azote.
En la provincia de Zuberoa se celebran las Maskaradak, en las que se mezclan danzas, sátira, versos y naturalmente música.
El origen de este teatro popular que se celebra pueblo por pueblo se remonta al siglo XVI. Los participantes se dividen en rojos (gorriak) y negros (beltzak).
Los personajes son Txerrero, kukulleros, afiladores, caldereros, herreros.
Estas Maskaradak de Zuberoa, tienen muchas similitudes con otras celebraciones carnavalescas como en Polonia, Italia o la República Checa.
En Mundaka, los hombres son los atorrak vestidos de blanco, con falda de encaje, e inician con cánticos este Carnaval que data del siglo XVIII.
Las mujeres son las lamiak, un personaje mitológico.
Ellas van vestidas de negro y rojo, con largas cabelleras rubias.
La tradición del carnaval ancló en las colonias y ex colonias portuguesas de África y Brasil con características propias, forjando el sincretismo con las danzas rituales africanas.
Inspirado por el carnaval brasileño y sus sambas, así como en las tradiciones africanas y los Mandingo, el carnaval de Mindelo alterna desfiles de carruajes oficiales y la transgresión en las calles.
Mindelo es la capital de la isla de Sao Vicente, en pleno océano Atlántico, un lugar inmortalizado por Cesaria Evora y sus mornas.
El carnaval es el evento anual esperado para olvidar la lentitud del paso de los días y las horas. Es el festival de la música, la danza, los desfiles y la exuberancia; es la felicidad en las calles y la comunión de las diferentes zonas de la ciudad que preparan su procesión, cada uno la suya.
La tradición del carnaval se remonta al siglo 18. En aquel momento de la colonización portuguesa, era la chance para la transgresión.
Los habitantes se disfrazaban y organizaban para burlarse de las instituciones y los poderes fácticos, bromeando públicamente y sacando los sentimientos guardados en lo más profundo.
Ese espíritu es el que continúa: el carnaval off, el de la gente y los jóvenes, con trajes improvisados hechos de yute, bolsas de plástico, condones, pijamas o camisones.
Les gusta salirse del orden establecido, y ahí muestran sus pancartas donde representan temas de actualidad como las drogas, el SIDA o la denuncia de la corrupción local.
Deambulan por las calles, a escondidas entre los tanques, incluso donde se realiza el carnaval oficial.
También están las bandas de adolescentes, recubiertos con barro para parecerse más a los souvernirs de terracota que se venden para la ocasión.
Por aquí y por allá cruzan el desfile y el público se corre tratando de evitar que los ensucien.
Pero el principal centro de atención de la fiesta transgresora, son los famosos ‘Mandingo’, que toman su nombre tanto de los famosos héroes africanos, como de los músicos, o los sabios o los bandidos que tratan de emular.
Se reúnen y preparan durante el año en la hermandad que toca música y aparece de forma inesperada.
El día del desfile, su piel está cubierta de alquitrán para tener la piel muy oscura.
Vestidos con un simple taparrabos y armados con una lanza, desfilan al ritmo de bailes ancestrales, lanzando gritos de guerra y atemorizando al público.
Siguiendo el esquema del Carnaval de Río desde hace más de 85 años, cada escola o compañía compite por ser la más original en la decoración de sus carros y en los trajes de sus reinas.
Aquí se bailan sambas brasileñas puras, pero también los ritmos africanos endiablados de las funanas y coladeiras, a la par de otros bailes y acrobacias.
Durante meses, por lo tanto, cada barrio se está preparando en secreto para presentar su carruaje, sus bailarinas y bailarines, sus músicos y los trajes del mismo color que van a identificarlos en el próximo carnaval.