¿PARA QUÉ LADO SE CAYÓ EL MURO?
Como si la pregunta no fuera necesaria porque un consenso abrumador ya sabe la respuesta, o porque el paladín del ‘fin de la historia’ Francis Fukuyama sigue facturando con sus conferencias, hay alguien que se pregunta y estudia ¿para quién fueron esas revoluciones? O sea, quién ganó con la caída del Muro de Berlín en 1989.
Se llama Kristen R. Ghodsee, es antropóloga, experta en estudios sobre Europa del Este y Rusia, docente de la Universidad de Pennsylvania y publicó nueve libros, el más divulgado “Por qué las mujeres tienen mejor sexo en el socialismo” sobre el cual nos referimos más abajo.
En su más reciente artículo, publicado en www.project-syndicate.org y que reproducimos editado, sostiene que tras la caída el 9 de noviembre de 1989 del Muro de Berlín, el canciller (jefe de Gobierno) alemán Helmut Kohl aseguró a los alemanes del Este: “Nadie estará peor que antes, pero muchos estarán mucho mejor”. Sus palabras ayudaron a alentar veloces cambios políticos y económicos en toda la Europa poscomunista. Pero treinta años después, cabe preguntarnos hasta qué punto Kohl y otros dirigentes occidentales cumplieron la promesa.
Quien hoy viaje a Praga, Kiev o Bucarest encontrará esplendorosos paseos de compra llenos de bienes de consumo importados: perfumes de Francia, moda de Italia, relojes de Suiza. En el Cineplex local, los jóvenes urbanos hacen cola para ver la última de Marvel. No apartan la mirada de sus relucientes iPhones, con los que tal vez estén planeando sus próximas vacaciones en París. El centro de la ciudad es un hormigueo de cafés y bares a donde concurren los extranjeros y las élites locales, que compran productos gourmet. En comparación con la escasez y el aislamiento del pasado comunista, Europa central y del este hoy rebosa de ‘oportunidades’.
Pero en esas mismas ciudades, pensionados y pobres luchan por conseguir artículos de primera necesidad. Los ciudadanos de más edad deben elegir entre encender la calefacción, comprar los medicamentos o comprar los alimentos. En las áreas rurales, algunas familias han vuelto a practicar la agricultura de subsistencia.
Los jóvenes huyen en tropel, en busca de mejores oportunidades en el extranjero. 2.200.000 mil jóvenes polacos emigraron entre 2004 y 2014; 6.700.000 ucranianos emigraron entre 1993 y 2013; 3.400.000 rumanos emigraron entre 2007 y 2017…
El padecimiento económico y el nihilismo político alientan la desconfianza social, mientras crece la nostalgia por la seguridad y la estabilidad del pasado autoritario.
Cuando estos países liberalizaron sus economías en los ‘90, los economistas y los funcionarios sabían que habría recesiones, pero no imaginaron la profundidad y duración devastadoras que tuvieron.
En los países más exitosos, la caída del PBI en estas tres décadas es del 30% con respecto a 1989, en el grupo siguiente la recesión transicional devastó la economía, y la caída fue del 40% del PIB per cápita, y en los países más afectados nunca se recuperaron con respecto al nivel de vida del período socialista.
Moldavia, Georgia, Kosovo, Serbia, Tayikistán y Ucrania, con cifras de 2016, son ejemplos claros. En estos países, la transición generó un sufrimiento económico nunca antes visto y pocas mejoras, excepto para una élite reducida. Las catástrofes económicas poscomunistas provocaron millones de muertes en exceso, emigración en masa y una variedad de males sociales casi desconocidos bajo el comunismo: pobreza, delincuencia organizada y aumento de la desigualdad. Y en la mayoría de esos países poscomunistas hay un aumento inmenso de la polarización de ingresos después de 1989.
Algunos de estos países encabezan la lista mundial de pérdida de población: se vacían como consecuencia de una espiral demográfica negativa que resulta de la combinación de un aumento de la mortalidad, el descenso de la fertilidad y el incremento de la emigración.
Un estudio del BERD – Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo publicado en 2016 señala que la estatura promedio de los niños nacidos cerca del inicio de la transición es casi un centímetro menos que la de niños un poco mayores o menores en edad. Es común encontrar esta diferencia en zonas de guerra y otros entornos donde los bebés sufren a la vez deficiencias de micronutrientes y estrés psicosocial.
Treinta años después de la caída del Muro de Berlín, la realidad invirtió la famosa promesa de Kohl: muchos están peor que antes, pero unos pocos están mucho mejor, y esa es la más evidente explicación para el resurgir del nacionalismo (con zeta), el derrumbe en la confianza social y en las instituciones públicas.
POR QUÉ LAS MUJERES DISFRUTAN MÁS DEL SEXO BAJO EL SOCIALISMO
Lo que la investigadora ha estudiado es por qué. Y como señaló recientemente a la revista The Objective, de donde reproducimos el reportaje que concedió en octubre 2019 (ver https://theobjective.com/author/fatimaelidrissi/) la explicación está en la independencia económica.
Ghodsee analiza que las poblaciones de Alemania Oriental y Alemania Occidental eran idénticas en todos los aspectos, salvo por la divergencia en sus sistemas políticos y económicos durante cuatro décadas, de manera que se convirtieron en el lugar idóneo para realizar comparaciones entre el bloque comunista desde la República Democrática Alemana y el bloque capitalista desde la República Federal Alemana. Para sorpresa de Occidente, a finales de los años 80 y principios de los 90, ya caído el Muro de Berlín, diversas encuestas señalaron que las mujeres del Este tenían sexo con mayor frecuencia, más orgasmos y eran más felices en sus relaciones sexuales que sus pares del Oeste. ¿La principal razón? La independencia económica.
“Como el Estado garantizaba el acceso a la educación, el mercado laboral y los servicios sociales que no convertían la maternidad y los cuidados en una carga –como guarderías, licencias por maternidad pagas, cafeterías o lavanderías públicas–, las alemanas del Este elegían a sus parejas sexuales y sentimentales con libertad y no pensando en que los hombres las mantuvieran, de lo que se deduce que ellos se esforzarían más por satisfacerlas y ellas podrían dejarlos en cualquier momento. Algo que se extendía a la mayoría de los países de la antigua Unión Soviética.
“El descubrimiento clave es que en Europa del Este, como el Estado garantizaba el empleo a las mujeres, todas trabajaban; y como el Estado proporcionaba una generosa red de protección social, las mujeres no necesitaban de un marido para sobrevivir y criar a sus hijos. Entonces, las relaciones entre hombres y mujeres se volvieron más igualitarias y las mujeres elegían a sus parejas porque les gustaban y no por su poder económico”, explica Ghodsee sobre las políticas que el bloque soviético implementó para aumentar la autonomía de las mujeres, desvinculando, así, el amor y la intimidad de consideraciones económicas. “La idea es que, si tienes una economía menos mercantilizada tus relaciones con todas las personas, no solo con tu amante o tu pareja, sino con tus padres o tus amigos, serán menos transaccionales”, cuenta del ideal socialista.
La entrada del capitalismo en el bloque del Este acabó con todas las mencionadas redes de protección social y creó fenómenos hasta entonces inexistentes como las academias de cazafortunas o las esposas que se encargan por internet.
La autora afirma que no cree en una vuelta a las formas de socialismo del siglo XX, ni hacer un borrón y cuenta nueva con todo lo que hicieron mal, pero también sostiene que es muy difícil tener una conversación sobre sus logros, como los derechos de las mujeres, el arte, la música o el deporte, porque en el momento en que se los menciona la gente de la derecha empieza a gritar sobre Stalin y los gulags.
Asimismo, sostiene que el divorcio era más fácil en el Este, por lo que las mujeres podían liberarse de las relaciones infelices con menos dificultad. Y, al mismos tiempo, en esos países no se vivió la evidente exclusión de la mujer de la esfera pública, porque las esferas doméstica y privada se volvieron, por fuerza, más importantes y más dignas de atención y atención personal.
En otras partes del ex campo socialista los derechos y libertades de las mujeres se ampliaron, no con la intención de cultivar la autorrealización de las mujeres, como pretendía hacer el feminismo dominante occidental, sino por razones económicas más básicas: las mujeres constituían la mitad de la fuerza laboral potencial, o más de la mitad en países donde la población masculina había sido devastada por la guerra.
En 1950, el 52% por ciento de los trabajadores soviéticos eran mujeres, en comparación con el 28% en EE.UU.
Y concluye, a modo de reflexión sobre estos 30 años…”Mientras se alentaba a las mujeres estadounidenses a encontrar satisfacción como esposas y madres, las mujeres soviéticas fueron enviadas a las universidades para convertirse en científicas o capacitadas para convertirse en cosmonautas”.