En todo el planeta, la palabra de los poetas ha sido incómoda. A 120 años del nacimiento del mítico Názim Hikmet, en Turquía todavía puede ser pecado leer sus poemas. Homenajearlo, leerlo y recitarlo, entonces, es un acto de contrapoder.
Durante las multitudinarias manifestaciones de 2013 y 2014 contra el creciente autoritarismo del estado turco, cada vez más firme en aplastar el secularismo, emergió en pancartas juveniles la imagen del poeta Názim Hikmet. Una estampita como la del Che.
Un niño de 11 años fue expulsado de la escuela en la capital, Ankara, por haber recitado un poema de Hikmet.
Al igual que los 47 abogados defensores de presos políticos que fueron encarcelados por el presidente Erdogan en septiembre de 2020, y otras decenas de miles de presos políticos kurdos que permanecen atrás de las rejas en Turquía bajo la genérica acusación de ‘terroristas’, el poeta vivió la mayor parte de su vida entre la prisión y el exilio: 31 de los 60 años de vida los pasó en la cárcel. Siempre acusado de eso mismo, de subversivo y de no amar a su patria.
Había nacido en Salónica, cuando esta ciudad pertenecía todavía al Imperio otomano, el 15 de enero de 1902 y el amor de los pueblos que habitan Turquía están realizando incontables homenajes por los 120 años de su natalicio.
Nazim Hikmet, con apenas 19 años, viajó a Moscú en 1921 y se enamoró incondicionalmente de la revolución bolchevique. En la capital rusa escribió versos intensos, bajo la influencia del potente Vladimir Mayakovski. Allí hizo estudios de filología francesa, mientras daba clases de lengua y literatura turca.
Tres años después regresó a Turquía. Caído el sultán Mehmed VI, se implantó la república, con la cual se había abolido el califato. Este cambio impuso un nuevo Código Civil, se eliminó la educación religiosa, y se expandió la educación gratuita y mixta. Sin embargo, la salida ilegal de Hikmet del país implicó una condena a quince años de trabajos forzados.
Al regresar de la recién creada Unión Soviética, fue capturado y pasó un tiempo preso. Amnistiado por Atartuk, decidió establecerse en Estambul, donde fue parte del consejo de redacción de Claridad, revista de divulgación ideológica del Partido Comunista Turco, la cual fue prohibida en 1925 y apresados sus integrantes.
Hikmet logró escapar a Izmir, y aunque pasó a la clandestinidad, fue condenado a 15 años de prisión, por lo que se vio obligado a huir a la URSS, donde estudió Sociología y Ciencias Económicas en la Universidad de Moscú, hasta 1928. Su primer libro de poemas fue publicado en Bakú, en la república de Azerbaiyán.
Al regresar fue detenido en la frontera y estuvo preso durante varios meses. Una vez libre, ingresó a la planta del diario Aksam y dio inicio a una etapa de intensa actividad literaria y política. Escribió y publicó innumerables poemas, cuentos, novelas, obras de teatro, ensayos y textos periodísticos.
Hasta 1933, año en que es detenido otra vez, en medio de una fuerte protesta internacional, publicó 835 líneas, La Gioconda, Si-Ya-U, Y van 3, La ciudad que perdió la voz y Telegrama nocturno (antología de sus poemas).
De nuevo, al salir de la prisión en 1934, Hikmet se dedicó de lleno a la elaboración de poemas y narraciones, bajo la sombra del más cruel ostracismo dentro de su patria.
En el apogeo del expansionimo nazi-fascista escribió textos antisfacistas y de carácter histórico, como Cartas a Taranta Babu (1935), Leyenda del Jeque Bedreddin (1936) y Rumbo a Barcelona en el barco del desdichado Yusuf (1937).
En esos años, Hikmet fue acusado de conspiración militar e incitación a la indisciplina y a la rebelión, por lo cual fue condenado a 28 años y 4 meses de prisión en la cárcel de Bursa, una ciudad a varias horas de Estambul. El poeta padeció las más crueles torturas y los más humillantes padecimientos.
Pablo Neruda, al evocar esta dura etapa de su entrañable camarada, escribió:
A Nâzim lo acusaron de querer sublevar a la marina de su país, y lo condenaron a todas las penas del infierno. Lo hicieron andar hasta la extenuación por el puente del barco y luego lo metieron en el sitio de las letrinas, donde los excrementos se levantaban medio metro sobre el piso. Mi hermano el poeta se sintió desfallecer. La pestilencia lo hacía tambalear. Entonces pensó: los verdugos me están observando desde algún punto, quieren verme caer, quieren contemplarme desdichado.
“Con altivez, sus fuerzas resurgieron. Comenzó a cantar, primero en voz baja, luego en voz más alta, con toda su garganta al final. Cantó todas las canciones, todos los versos de amor que recordaba, sus propios poemas, las romanzas de los campesinos, los himnos de lucha de su pueblo. Cantó todo lo que sabía. Así triunfó sobre la inmundicia y el martirio
En Las uvas y el viento Neruda le dedicó un largo poema:
«Memorial de estos años. Aquí llega Nâzim Hikmet»
NAZIM, de las prisiones
recién salido,
me regaló su camisa bordada
con hilos de oro rojo
como su poesía.
Hilos de sangre turca
son sus versos,
fábulas verdaderas
con antigua inflexión, curvas o rectas,
como alfanjes o espadas,
sus clandestinos versos
hechos para enfrentarse
con todo el mediodía de la luz,
hoy son como las armas escondidas,
brillan bajo los pisos,
esperan en los pozos,
bajo la oscuridad impenetrable
de los ojos oscuros
de su pueblo.
De sus prisiones vino
a ser mi hermano
y recorrimos juntos
las nieves esteparias
y la noche encendida
con nuestras propias lámparas.
Aquí está su retrato
para que no se olvide su figura:
Es alto
como una torre
levantada en la paz de las praderas
y arriba
dos ventanas:
sus ojos
con la luz de Turquía.
Errantes
encontramos
la tierra firme bajo nuestros pies,
la tierra conquistada
por héroes y poetas,
las calles de Moscú, la luna llena
floreciendo en los muros,
las muchachas
que amamos,
el amor que adoramos,
la alegría,
nuestra única secta,
la esperanza total que compartimos,
y más que todo
una lucha
de pueblos
donde son una gota y otra gota,
gotas del mar humano,
sus versos y mis versos.
Pero
detrás de la alegría de Nazim
hay hechos,
hechos como maderos
o como fundaciones de edificios.
Años
de silencio y presidio.
Años
que no lograron
morder, comer, tragarse
su heroica juventud.
Me contaba
que por más de diez años
le dejaron
la luz de la bombilla eléctrica
toda la noche y hoy
olvida cada noche,
deja en la libertad
aún la luz encendida.
Su alegría
tiene raíces negras
hundidas en su patria
como flor de pantanos.
Por eso
cuando ríe,
cuando ríe Nazim,
Nazim Hikmet,
no es como cuando ríes:
es más blanca su risa,
en él ríe la luna,
la estrella,
el vino,
la tierra que no muere,
todo el arroz saluda con su risa,
todo su pueblo canta por su boca.
Hikmet escribió una de sus obras fundamentales, Paisajes humanos de mi país y un libro de poemas de amor, dedicado a Piraye, su amada de juventud, titulado Poemas de las 22-23 horas. Entretanto, sus poemas fueron traducidos a otros idiomas y la admiración por su deslumbrante carga expresiva creció día a día, dentro y fuera de Turquía, aunque estuviera proscripto.
Ahmet Emin Yalman, poeta, propietario del periódico Vatan, y de origen judío, visitó a Nazim en prisión, antes de que el preso decidiera iniciar una huelga de hambre que casi lo lleva a la muerte. Ahmet ya había chocado con el régimen por un gravamen que penalizaba exclusivamente a las minorías de origen griego, judío y armenio. Publica entonces, en agosto de 1949, un artículo donde expone lo que está pasando Nazim Hikmet.
Algún día la historia apuntará este estado de cosas como una mancha que ha de recaer sobre toda una época. La responsabilidad de la injusticia que ha padecido Nazim Hikmet no recae solamente sobre los dos tribunales que emitieron la sentencia, ni sobre los que dieron la orden en la época del partido único, ni en nuestra Justicia, que permaneció impasible a pesar de tener en sus manos todas las pruebas de la injusticia, ni en toda una generación de intelectuales. Cada uno de los veinte millones de turcos tiene su parte en esta responsabilidad.
Mitines políticos y movilizaciones populares en diversas ciudades de Europa y de Asia, e incluso en el continente americano, exigieron la liberación del poeta, que se produjo en 1950; en 1951, tras ser amnistiado, lo despojaron de su nacionalidad turca, la cual recién le fue restituida en 1997.
El nogal
Ahí es cuando Nazim Hikmet abandona su país de forma definitiva y se exilia como ciudadano polaco. Debió adoptar esa carta de ciudadanía, porque su madre era polaca.
En la URSS fue recibido con inmenso afecto y meses después pasó a ser parte de la dirección del Consejo Mundial de la Paz, que integraba el escritor y traductor comunista argentino Alfredo Varela. Este último, en conjunto con Hikmet, tradujo por primera vez una obra suya al castellano, Duro oficio el exilio.
Aquel que se fue
Ya en sus primeros años en el exterior, cuando fue a la República Popular de China en 1952, se enfermó y tuvo que acortar su viaje.
Debido a la enfermedad del corazón que padecía, siempre sintió la muerte muy cercana de sí; no obstante, no dejó de trabajar.
Viajó a países como Bulgaria, Rumania, Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Azerbaiyán, Turkmenistán, Egipto, Líbano, Etiopía, Francia e Italia.
En 1955 publicó uno de sus poemas más conocidos en el mundo, a diez años de la bomba atómica que EE.UU arrojó sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
El título en turco es Kız Çocuğu, que puede traducirse como Una niña pequeña. Refiere a una criatura de siete años que fue asesinada por la bomba atómica. En 1978, Zülfü Livaneli, le puso música, y entre tantas otras versiones, fue Joan Baez quien la interpretó en casi todas sus presentaciones.
La niña muerta
El poeta, que nunca ocultó su militancia comunista, celebró con entusiasmo el triunfo revolucionario de Cuba en 1959. Como bien señala Fernando García Burillo
«Para Nâzim, el mundo hispánico tuvo dos polos de atracción: la Guerra Civil española y la Revolución cubana. Como tantos otros artistas y escritores de la época, el poeta se identificó con la causa de la República durante la guerra civil española. De entonces data su largo poema titulado «Viaje a Barcelona en el barco del desafortunado Yusuf», cuya última parte «Nieva de noche», escrita el 25 de diciembre de 1937, evoca la defensa del Madrid republicano».
Nieva en la noche
[1] Marino contrarevolucionario ruso (1874-1920). (N. del E.)
[2] Batalla de la guerra greco-turca en 1922. (N. del E.)
Blas de Otero, además de citar a Hikmet en el poema inédito, que publicó en el número de la navidad de 1960 en Papeles de Son Armadans, en cuyos últimos versos reúne…
«todos los nombres que llevé en las manos
(César, Nâzim, Antonio, Vladimiro,
Paul, Gabriel, Pablo, Nicolás, Miguel)»
dedicó al poeta turco sus «Cartas y poemas a Nâzim Hikmet», incluido en su poemario En castellano, prohibido por la censura.
Cuando más de diez años después intentó burlar a los censores de la dictadura franquista con la publicación de su antología Expresión y reunión, estos volvieron a suprimir el poema dedicado a Nâzim Hikmet. He aquí el poema que le dedicó:
Cartas y poemas a Nâzim Hikmet
Puesto que tú me has conmovido,
en este tiempo en que es tan difícil la ternura,
y tu palabra se abre como la puerta de tu celda
frente al Mármara,
rasgo el papel y, de hermano a hermano, hablo contigo
(acaban de sonar)
las nueve de la noche)
de cosas que no existen: Dios
está escuchando detrás de la puerta
de tu celda,
cedida por amor al hombre: Nâzim Hikmet,
quédate con nosotros.
Que tu palabra entre entre las rejas de esta vieja cárcel
alzada sobre el Cantábrico,
que golpee en España
como una espada en el campo de Dumlupinar,
que los ríos la rueden hacia Levante y por Andalucía se
extienda
como un mantel de tela pobre y cálida,
sobre la mesa de la miseria madre.
Te ruego te quedes con nosotros,
es todo lo que podemos ofrecerte: diecinueve años
perdidos,
peor que perdidos, gastados,
más que gastados, rotos
dentro del alma:
ten
misericordia de mi espuria España.
Nunca oíste mi nombre ni lo has de oír, acaso,
estamos separados por mares, por montañas, por mi
maldito encierro,
voluntario a fuerza de amor,
soy sólo poeta, pero en serio,
sufrí como cualquiera, menos
que muchos que no escriben porque no saben, otros
que no hablan porque no pueden, muertos
de miedo o de hambre
(aquí decimos A falta de pan, buenas son tortas, se cumplió)
pero habla, escribe tú, Nâzim Hikmet,
cuenta por ahí lo que te he dicho, háblanos
del viento del Este y la verdad del día,
aquí entre sombras te suplico, escúchanos.
Continúa García Burillo
“Lo que más lo influenció, emocionó y llenó de felicidad de estos viajes fue su visita a Cuba. Había viajado a La Habana a participar en la ceremonia donde se le concedería a Fidel Castro el premio internacional por la paz, entregado por consolidar la paz entre los pueblos”.
La estadía en Cuba fue breve. Es más, debió acortarla porque su corazón no resistía el clima de la isla. Pero no pasó desapercibida: participó en multitudinarios encuentros en la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba), lo entrevistaron en televisión, y el periódico Revolución le dedicó un amplio artículo-entrevista.
En las fotografías se distingue a un hombre sudoroso y cansado, como él mismo reconocía, pero que no quiso morir sin conocer la Revolución cubana, a la que quería dedicar «un poema-reportaje».
En 1961, en ocasión de la visita de Nâzim Hikmet a La Habana, la librería La Tertulia publicó La miel de la esperanza y otros poemas precedidos de un mensaje a los poetas.
La Biblioteca Nacional José Martí de La Habana dispone -tal vez- de la mayor cantidad de títulos de Nâzim Hikmet: 16 obras en francés, inglés, italiano y español. Hasta el año 2012 en la Biblioteca Nacional de Madrid, apenas cinco.
Nâzım Hikmet opinaba sobre el arte:
«Espero y entiendo una sola cosa del arte. El arte debe servir al pueblo, Debe reflejar el dolor, la ira, la esperanza, el goce y las ilusiones del pueblo… Este es mi único punto de vista sobre el arte que no ha cambiado. Los otros puntos de vista están cambiando, han cambiado y cambiarán constantemente…»
Autobiografía
Solo tres años, los últimos de su vida, estuvo casado con Vera, mucho más joven que él.
En la primavera moscovita de abril del ’63, en su departamento, había escrito este poema
Hikmet murió en el 3 de junio de 1963. La noticia de su deceso en Moscú circuló rápidamente.
Este es el poema de Pablo Neruda, «Corona de invierno para Nazim Hikmet», publicado al conocer su muerte:
¿Por qué te has muerto, Nâzim?
Y ahora ¿qué haremos sin tus cantos? ¿Dónde encontraremos la fuente?
¿Dónde estará tu gran sonrisa, esperándonos?
Qué vamos a hacer sin tu postura, sin tu ternura inflexible?
¿Dónde encontrar otros ojos que como los tuyos contengan el fuego y el agua
de la verdad que exige, de la congoja que llora y de la alegría valiente?
Hermano, me enseñaste tantas cosas que si las deshojara
en el amargo viento del mar, a manos llenas,
tal vez se irían y caerían como la nieve allá lejos,
en la tierra que escogiste en la vida, que ahora te acoge
también en la muerte.
Un ramo de crisantemos del invierno de Chile,
la luna fría del mes de junio de los Mares del Sur
y algo más: el combate de los pueblos, del mío,
y el redoble apagado de un tambor de luto en tu patria.
Hermano mío, soldado,
¡qué sola es la tierra para mí desde ahora
sin tu rostro que florecía como un cerezo
de oro,
sin tu amistad que fue pan de mi boca,
agua de mi sed, fuerza para mi sangre!
De tus prisiones que fueron como pozos sombríos,
pozos de la crueldad, del error y del dolor
te vi llegar y aceché en tus manos la huella
del castigo, en tus ojos busqué la espina del odio,
pero lo que traías era tu corazón radiante,
tu corazón herido sólo traía luz.
¿Y ahora?, me pregunto. Déjame ver, pensar,
imaginar el mundo sin la flor que le dabas.
Imaginar la lucha sin que tú me demuestres
la claridad del pueblo y el honor del poeta.
Gracias por lo que fuiste
y por el fuego
que tu canción dejó para siempre encendido.
Después de sus funerales efectuados en la Casa de los Escritores, llegó a manos de su viuda, Vera Tulyakova, una carta de Japón, escrita por un grupo de niños miembros de la Asociación Las Grullas de Papel de Hiroshima. Ellos hicieron grullas de papel cuando supieron la noticia de su fallecimiento. Los niños le decían a Hikmet:
Usted que se acostó para el sueño eterno, ya no podrá escribir más, no podrá poner su voz sobre los más graves problemas.
Usted que se ha acostado para siempre…. Si supiera cuánta fuerza nos dio, a cada uno de nosotros, con el poema que escribió para esa niña y para esos que no son vistos y han tocado las puertas para recoger firmas.
Que no se repita el pasado. Nosotros mientras vivamos vamos a luchar por eso. Vamos a hacer que escuchen nuestra voz. Lo vamos a escribir mientras nuestras manos puedan sujetar un lápiz. Vamos a hacer grullas de papel que lleven un mensaje de bondad y felicidad.
Señor Nâzım Hikmet, su sed de paz no ha sido en vano. Las innumerables víctimas de Hiroshima y Nagasaki no perdieron sus vidas en vano.
Nosotros, todos los niños de Hiroshima, inclinamos nuestras cabezas con respeto y agradecimiento en su memoria y dejamos miles de grullas en su funeral, miles de pájaros que llevarán la libertad y la paz eternas al mundo.
Nazim Hikmet fue rehabilitado en 2009, cuarenta y seis años después de su muerte, por decisión del partido en el poder, el AKP, y tras una intensa campaña de artistas e intelectuales turcos, entre ellos el Premio Nobel de Literatura, Orhan Pamuk.
En Bursa, la ciudad donde estuvo preso tantos años, un centro cultural lleva su nombre, así como en otras ciudades de Turquía. Sus textos fueron traducidos a 50 idiomas.
En 2016, meses antes del intento de golpe en Turquía que derivó en una masiva purga de profesores de las escuelas y universidades, y decenas de miles de presos políticos, apareció una estampilla de correos, con la imagen del poeta, a 114 años de su natalicio.
Obras de Nâzim Hikmet publicadas en castellano
Duro oficio el exilio (prólogo, versión española y notas de Alfredo Varela), Lautaro, Buenos Aires, 1959 (reeditado en La Habana en 1975 y en Barcelona, en 1976, por José Batlló).
La miel de la esperanza y otros poemas precedidos de un mensaje a los poetas (traducción de Leonilde Bernasconi), col. Laura, La Habana, 1961.
Leyenda de amor (pieza en tres actos y cinco cuadros), Ariadna, Buenos Aires, 1964.
La vida es linda, hermano, Futuro, Buenos Aires, 1965
Antología (selección, traducción y prólogo de Solimam Salom), Visor, Madrid, 1970.
Antología poética, Quetzal, Buenos Aires, 1974.
Poemas (traducción de Alfredo Varela), Ed. Arte y Literatura, La Habana, 1978.
La nube enamorada (ilustraciones de Malok, traducción de Fernando García Burillo), Ediciones de Oriente y del Mediterráneo, Guadarrama, 1989.
Selime, hijo de Chabane y su libro, Veracruz, Instituto Veracruzano de Cultura(Cuadernos del Baluarte), 1995
Últimos poemas I. 1959-1960-1961 (ilustraciones de Pablo Picasso, traducción y presentación de Fernando García Burillo), Ediciones de Oriente y del Mediterráneo, Guadarrama, 2000.
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