Ni pro-rusos ni pro-OTAN imaginaron que el inmenso y poderoso ejército enviado por el Kremlin iba a pasar más que unas semanas en territorio ucraniano.
Una operación ‘relámpago’ para hacer capitular al gobierno de Kiev y su muy inferior equipo militar, y lograr que abandone cualquier intención de sumarse a la Unión Europea y a la organización militar que encabeza Estados Unidos y le acompañan otros 29 países.
Ese era el guion de la película. Pero no fue así. Y eso también explica que antes del 24 de febrero, cuando ingresaron las tropas a Ucrania, ya hubiera refugiados.
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Las razones para tratar de entender qué pasa son muchas. El Colectivo Editorial Crisis decidió volcar en este trabajo algunos datos y opiniones, que no pretenden justificar ni el accionar de los batallones ucranianos que con orgullo se proclaman nazis, ni justificar el arrasamiento de viviendas e infraestructura civil por parte de los uniformados rusos, ni menos aún justificar que Washington y todos sus socios hayan convertido al pueblo ucraniano en rehén de las empresas y consorcios capitalistas, proveedores de armamentos a los respectivos estados, mientras se embolsan cifras casi incalculables.
Este dossier contiene información de diversos medios y fuentes, en un intento de alejarnos de cualquier hecho propagandístico.
La información, como en cualquier caso y ante cualquier tema, no es exhaustiva, pero es la que permitirá a cada lector y lectora, decodificar mejor por qué siguen cayendo las bombas.
Aquí les va.
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La desintegración de la URSS en 1991 debió suponer para Estados Unidos de América un momento clave para reevaluar su política de ‘seguridad nacional’ y el gasto en defensa. Pero en estos treinta años ocurrió exactamente lo contrario. Bill Clinton fue el primer responsable de la militarización. Suprimió la Agencia de Control de Armas y Desarme (Arms Control and Disarmament Agency) y comenzó la expansión de la OTAN – Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Clinton llegó al cargo con la reputación de haber manipulado las leyes de reclutamiento en 1969 para evitar ir a Vietnam. Y apenas asumió sugirió que permitiría que las y los homosexuales pudieran servir en el Ejército. Con esos dos elementos logró alinear en su contra a los militares, a quienes no les importó nada que los republicanos George W. Bush, Dick Cheney y William Cohen también evitaron ir a Vietnam. La diferencia es que la alianza natural entre los republicanos con el Pentágono los exime de las críticas de ese u otro tipo, y la prensa del establishment actúa en consecuencia.
Considerando que el acuerdo explícito (desmentimos en que fue tácito: no fue escrito pero sí existió un acuerdo concreto) entre los restos de la Unión Soviética y EE.UU, era que la OTAN no iba a avanzar en su frontera hacia el ‘Este’, lo que sucedió con Clinton y de ahí en adelante, define la tragedia de hoy.
Clinton cedió a la presión militar una y otra vez en numerosos asuntos de seguridad nacional. Sus capitulaciones debilitaron o abandonaron los acuerdos relativos a la Corte Penal Internacional de La Haya, el de prohibición de las minas terrestres, el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, y la Convención sobre la Guerra Química.
Clinton se plegó a la derecha del Partido Demócrata al nombrar a James Woolsey como director de la Agencia Central de Inteligencia. Cuando Woolsey, ex subsecretario de Defensa (1977-1979) perdió su poder de disuasión en el Congreso, debió renunciar, y ahí Clinton nombró al frente de la CIA directamente a un almirante (William Studeman) que venía dirigiendo la NSA – Agencia Nacional de Seguridad.
Melvin A. Goodman, analista del Center for International Policy y profesor titular de la Johns Hopkins University sostiene que:
“El Pentágono tenía tan poco respeto por Clinton que, en 1994, no respondió a los esfuerzos de la Casa Blanca por crear opciones militares para detener el genocidio de Ruanda o para contrarrestar a Al Qaeda en Afganistán. Por el contrario, Clinton ordenó el bombardeo de una planta farmacéutica en Jartum, Sudán, en 1998, a raíz de los atentados contra las embajadas estadounidenses en el Cuerno de África. La Casa Blanca argumentó que la planta producía sustancias químicas letales, pero en verdad producía aspirinas para toda África y esto era perfectamente conocido por la comunidad de inteligencia.
La Casa Blanca de Clinton y el Pentágono ignoraron las advertencias del Departamento de Estado y de la CIA de evitar usar a Yemen como parada de reabastecimiento para los buques de guerra estadounidenses, debido a la amenaza del terrorismo. Como resultado, el U.S.S. Cole fue atacado en el año 2000, con la pérdida de 17 marineros estadounidenses.
La decisión de Clinton de ampliar la OTAN prácticamente garantizó que se avanzara poco en el desarrollo de un enfoque estratégico hacia Rusia. Los países que estaban en la órbita soviética querían sumarse al occidente capitalista, lo cual debió ser a través de la Unión Europea, no de la OTAN. De hecho, el mayor fracaso estratégico de la administración Clinton fue marginar a Rusia en lugar de anclarla a Occidente, como sugirió el difunto George Kennan en su estrategia de contención”
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La expansión de la OTAN supuso una traición al compromiso adquirido por el George H.W. Bush y el secretario de Estado James A. Baker III en 1990 de no «saltar» a Alemania Oriental si los soviéticos retiraban sus 380.000 soldados.
En enero de 1990, el ministro de Asuntos Exteriores de Alemania Occidental, Hans-Dietrich Genscher, confirmó que no habría una «expansión del territorio de la OTAN hacia el este» tras la retirada militar soviética.
El profesor Melvin A. Goodman, sostiene
“En mis entrevistas con Baker y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Eduard Shevardnadze, en 1994, Baker reconoció (y Shevardnadze confirmó) que le dijo al ex ministro de Asuntos Exteriores que Estados Unidos no «saltaría» sobre una Alemania reunificada para acercarse a las fronteras de la Unión Soviética.
Hay informes que indican que Baker estaba dispuesto a poner este compromiso por escrito, pero que el asesor de Seguridad Nacional Brent Scowcroft (sirvió en la administración Bush y también a Clinton), convenció al presidente para que no lo hiciera”.
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Lo concreto es que la ampliación de la OTAN hacia el este ni siquiera fue una estrategia política de Clinton. Le preocupaba que el candidato republicano, Robert Dole fuera a utilizar ese argumento en la campaña, y decidió apoyar al Pentágono y ampliar la OTAN.
Esto tuvo una buena acogida entre las comunidades de Europa del Este en estados clave como Michigan y Wisconsin. Luego todo empeoró con Bush hijo, porque incorporó a ex repúblicas soviéticas, a los tres Estados bálticos, y desplegó un sistema de defensa regional anti-misiles en Polonia y Rumania.
El Pentágono, no la política ni la diplomacia, fue el principal ganador de este reequilibrio, en un paso a paso que no cesó nunca, en 3 décadas.
La consigna: “¡Al Este, al Este!”
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Barack Obama calificó a la guerra en Afganistán como una «buena guerra», y volvió a nombrar a Robert Gates como secretario de Defensa para apaciguar a los militares uniformados. Luego, Norteamérica tuvo que retirarse de Afganistán tras bombardear allí más de una década, en un sonoro fracaso militar y político. No para los proveedores de armas, claro.
El presidente Joe Biden -ex vice de Obama- terminó nombrando a un general de cuatro estrellas retirado, Lloyd Austin, para el cargo de secretario de Defensa, y dejó en un papel más que secundario al aparato diplomático, tanto en el tema Rusia como con la creciente crispación hacia China.
Hace 50 años, Nixon -entre otros- entendieron que la estrategia para debilitar a la URSS era profundizar su distancia con China, y hacia allí fue el líder norteamericano. Biden, también débil frente al aparato militar-industrial, ha hecho exactamente lo contrario y ha impulsado que las dos potencias se aproximen y asocien.
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William D. Hartung, el mayor especialista en lo que significa el gigante militar privado Lockheed Martin (ver su libro Prophets of War – publicado en 2011 por Nation Books), recogió las declaraciones del CEO de la empresa Raytheon Technologies, un tal Greg Hayes. Una fue en enero 2022, cuando el conflicto no había estallado, y la otra en marzo. Raytheon, junto con Lockheed Martin, es productora de los misiles Javelin. Veamos sus dichos de enero:
“vemos oportunidades en las ventas internacionales…Las tensiones en Europa del Este, las tensiones en el Mar de China, todo eso le pone presión a varios ítems del gasto de defensa, y tengo plena confianza en que vamos a beneficiarnos de ello”
En marzo, en una entrevista que brindó a la revista Harvard Business Review sostuvo:
“No tengo nada de qué avergonzarme ni pedir perdón. Pienso que estamos ahí para defender la democracia y en ese trámite nosotros nos beneficiaremos. Todo lo que se embarca hoy a Ucrania, por supuesto, sale de las reservas que tiene el Departamento de Defensa (DoD por su sigla en inglés) o de nuestros aliados de la OTAN, y esas son grandes noticias, porque precisarán reponer esos inventarios, y vamos a beneficiarnos con ello en los próximos años”.
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Si alguien podía dudar de quiénes impulsan la guerra y se benefician, en este cuadro se ven las mayores empresas del mundo (Lockheed Martin a la cabeza). Y naturalmente, el pronóstico entusiasta del CEO Greg Hayes ya se empezó a confirmar, con un contrato de más de 300 millones de dólares firmado en mayo para producir más misiles Javelin.
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Volvamos al análisis de William D. Hartung, que sí sabe del aparato militar-industrial. En abril, desde su columna en el sitio TomDispatch escribía:
“En la práctica, las transferencias directas de armas a Ucrania reflejan apenas una parte del dinero extra que Estados Unidos gasta en los contratistas militares. Solo este año fiscal tienen asegurados ingentes beneficios a través del USAI – la Iniciativa de Asistencia de Seguridad para Ucrania (por su sigla en inglés) y el programa FMF de financiamiento de ayuda militar al exterior del Departamento de Estado (la sigla FMF es por Foreign Military Financing). Ambos financian la compra de armamento y equipos, y el entrenamiento militar de tropas de otros países. Estos programas vienen siendo ejecutados desde los hechos de Crimea, en 2014.
Desde entonces, EE.UU le dio a Ucrania 5 mil millones de dólares en asistencia militar con el objetivo declarado de ‘preservar la integridad territorial, asegurar sus fronteras y mejorar la interoperatividad con la OTAN’. Al crecer las tensiones, ya a fines de 2021 Biden le envió otros 650 millones de dólares en armamento a Ucrania, incluyendo equipamiento anti-aéreo que fabrica Raytheon, y misiles antitanque como los Javelin que producen en conjunto Raytheon con Lockheed Martin.
Sin embargo, a pesar de todos esos arsenales, Rusia invadió igual, y desde entonces, durante los primeros 50 días, Washington otorgó otros 2600 millones de dólares en ayuda militar, con lo cual en menos de un semestre la administración Biden abrió la mano por 3200 millones de dólares en gasto militar para el gobierno de Ucrania”.
Los fabricantes de armamentos de Norteamérica se están beneficiando a lo grande de la guerra en suelo ucraniano, pero sus mayores ganancias no serán estas, las inmediatas, sino las de largo plazo, porque han logrado que el Pentágono cambie la naturaleza y la orientación de su gasto. Si bien venían sobreactuando el ‘peligro de China’, la movida militar de Rusia les cayó como maná del cielo.
Basta imaginar que el Pentágono ya había conseguido que se le apruebe un presupuesto anual de 730.000 millones de dólares…antes de todo esto.
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Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, General Dynamics y Northrop Grumman se llevan la mayor parte: se reparten contratos por 150.000 millones de dólares al año, y el líder del grupo que es Lockheed Martin recibió en el año fiscal 2020, unos 75 mil millones de dólares.
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¿Puede la Federación Rusa hacer frente a este huracán de armamentos y dinero? A esta altura, solo un inocente puede creer que en ese campo de batalla está peleando Ucrania, y no los 30 países de la OTAN.
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Retomando los más recientes escritos del profesor Goodman, que publicó en la revista de pensamiento crítico CounterPunch.org, él enumera el potencial de Washington y derrumba lo que define como ‘el mito del ejército ruso’.
“Somos la fuerza militar más activa del mundo; el principal proveedor de armas al mundo; y la única nación capaz de proyectar poder en cualquier parte del mundo. Rusia tiene dos bases militares en el extranjero y China una: EE.UU tiene más de 700 bases e instalaciones en todo el mundo.
«Ninguna gran potencia tiene las ventajas geográficas de Estados Unidos, con sus fronteras seguras al norte y al sur, y la seguridad de los océanos al este y al oeste. Casi ninguna partida tiene el apoyo tanto de Demócratas como de Republicanos como los presupuestos de Defensa y de Inteligencia. Estados Unidos gasta en Defensa e Inteligencia más que toda la comunidad mundial en conjunto.
«Estados Unidos tiene una Fuerza Aérea y una Marina que dominan los cielos y los mares. Un antiguo jefe de operaciones navales admitió que Estados Unidos disfruta de un «grado de superación extraordinario, medido con cualquier adversario potencial».
«Las Fuerzas Aéreas han gastado miles de millones de dólares en aviones avanzados, como el bombardero B-1, el caza F-22 y el caza F-35 que nunca se han desplegado en combate. El último F-22 salió de la cadena de montaje de Lockheed Martin en 2012 con un coste de 153 millones de dólares. En 1988, los ejecutivos de Lockheed Martin dijeron a los comités del Congreso que iba a costar 35 millones de dólares…
Que haya redundancia de los servicios militares estadounidenses nunca recibe una atención seria por parte del Congreso. La Marina tiene su propia fuerza aérea, su propio ejército (el Cuerpo de Marines) y sus propias armas estratégicas. Su tamaño es igual al de todas las marinas del mundo combinadas, y además tiene una organización subordinada, que es la Guardia Costera, que representa la séptima flota más grande del mundo.
«La Infantería de Marina no ha llevado a cabo una operación anfibia desde hace más de siete décadas, pero sigue obteniendo un apoyo inmenso en el presupuesto anual. Mientras tanto, no hay ninguna otra nación en el mundo que cuente con un Cuerpo semejante en términos de número y capacidades.
El gasto y las adquisiciones en materia de defensa rara vez guardan relación con las amenazas reales a las que se enfrenta o puede enfrentar Estados Unidos. Además, con demasiada frecuencia destinamos miles de millones de dólares a sistemas de armas para contrarrestar sistemas enemigos que nunca salieron, siquiera, de la fase de diseño.
«El submarino de clase Virginia, diseñado para contrarrestar los submarinos soviéticos de ataque y lanzamiento nuclear, es un ejemplo de ello. El destructor de clase Zumwalt puede librar batallas en medio del océano, en batallas que ninguna otra nación se prepara para iniciar o librar. Los costosos portaaviones, han perdido gran parte de su utilidad estratégica debido al éxito de China en el desarrollo de misiles antibuque. Podrían ahorrarse decenas de miles de millones de dólares en esas plataformas navales sin ningún riesgo para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Sin embargo, el poder bipartidista en el Congreso se resistirá a los recortes en cualquier programa, y suele asignar una financiación mayor que la solicitada por el Pentágono o la Casa Blanca.
Estados como Connecticut y Virginia consideran la construcción naval como proyectos de ‘obras públicas’ para sus estados. Incluso los representantes liberales de California protegen los intereses de la empresa californiana Lockheed Martin, y ésta se asegura su propio éxito fabricando componentes para sus aviones en casi todos los estados del país. Teniendo los cazabombarderos F-16 y F-22, no había necesidad del F-35, particularmente en vista de la superioridad aérea de Estados Unidos, que sólo ha perdido un avión estadounidense a manos del enemigo en los últimos 45 años”.
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Según estos y otros especialistas, la clave en el empantanamiento de los rusos hay que buscarlo en los errores propios del planteo estratégico, y sobre todo en la ayuda de inteligencia y de guerra electrónica que brinda Estados Unidos.
Washington se jactó públicamente del intercambio de inteligencia con Kiev, y se atribuye que con su ayuda los ucranianos pudieron hundir en abril el buque insignia Moskva de la flota rusa del Mar Negro. Hay funcionarios estadounidenses que declararon que los datos de los objetivos de la inteligencia de Estados Unidos se entregaron a Ucrania sólo horas antes de que se lanzaran los misiles Neptune ucranianos.
Los mismos funcionarios también se atribuyeron el mérito de haber proporcionado una alerta temprana de los movimientos de las tropas rusas, así como el plan de batalla ruso para la región de Donbass, en el este de Ucrania. Incluso se atribuyen el mérito de la inteligencia que permitió a Ucrania apuntar y matar a generales rusos.
Goodman no solo concuerda en que esa ayuda fue definitoria, sino trae a la memoria que
“el apoyo encubierto de la CIA se ha llevado a cabo durante años para reforzar a los aliados y los intereses de Estados Unidos en todo el mundo. Los británicos habrían tenido muchas más dificultades para recuperar las Islas Malvinas a principios de la década de 1980 sin el apoyo logístico y de inteligencia de Estados Unidos. El director de la CIA, William Casey, autorizó en secreto que se compartieran fotografías satelitales sensibles con Irak en su guerra contra Irán en la década de 1980 para proporcionar una ventaja adicional a la guerra aérea de Saddam Hussein contra Irán. Sabemos mucho sobre la asistencia militar de Estados Unidos a Israel, pero muy poco sobre el amplio intercambio de materiales de inteligencia vitales en momentos clave de la gestión de la crisis israelí”.
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Por su parte, el general cuatro estrellas Secretario de Defensa, Lloyd Austin y sus subordinados hacen públicas y reiteradas declaraciones donde se enorgullecen que las armas estadounidenses están marcando la diferencia en el conflicto.
En las últimas semanas, el Secretario de Estado, Antony Blinken, y Lloyd Austin viajaron a Kiev; y el 3 de mayo Joe Biden viajó a una planta de Lockheed Martin en Alabama que está produciendo los misiles Javelin para Ucrania. En la planta de Javelin, Biden dijo a los trabajadores que los ucranianos «están dejando en ridículo a los militares rusos en muchos casos».
Ahora bien, toda esta múltiple y multimillonaria ayuda debía frenar a los rusos. Y además están los errores de cálculo del Kremlin.
¿Qué pasó con el convoy de 65 kilómetros de extensión que se dirigía a Kiev? Aparentemente las tropas rusas entraron sin apoyo aéreo. Esto le permitió al teniente general Mark Hertling, ex comandante del ejército estadounidense en Europa, afirmar que la «incompetencia en las comunicaciones es asombrosa».
Los rusos utilizaban teléfonos móviles y radios anticuadas para comunicarse, lo que puede explicar cómo los ucranianos gracias a los estadounidenses interceptaron los mensajes, que finalmente permitió liquidar a oficiales de alto rango como el general de división Andrei Simonov.
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Estados Unidos, después de 2015, comenzó a suministrar a Ucrania radios seguras L3Harris, que no podían ser fácilmente interferidas, a diferencia de los viejos equipos de la era soviética que Ucrania venía usando. Los ucranianos aprendieron a utilizarlas en una base de entrenamiento -conocida como Grupo de Entrenamiento Multinacional Conjunto-Ucrania, que construyó EE.UU y algunos socios de la OTAN en el Centro de Entrenamiento de Combate de Yavoriv, en el oeste de Ucrania, cerca de Lviv.
El teniente general retirado Ben Hodges, que comandó las tropas del Ejército de Estados Unidos en Europa de 2014 a 2018, remarcó que los reveses de Rusia en el frente pueden bien explicarse por la guerra electrónica.
David Ignatius, columnista del Washington Post, sostiene que
“los comandantes estadounidenses le relataron a Hodges que aprendieron tanto al ver a los ucranianos prepararse para luchar en un espacio de batalla disputado por la guerra electrónica, que revisaron las propias prácticas de entrenamiento del ejército estadounidense en ejercicios en Hohenfels, Alemania.
Cuando sus sofisticados equipos de comunicaciones se estropearon, los rusos recurrieron a los teléfonos móviles de las redes ucranianas, que revelaron no sólo sus planes, sino también su ubicación, lo que permitió realizar ataques precisos.
Además, el ejército ruso sufrió otro contratiempo: la captura por parte de Ucrania de algunos de los equipos más sensibles de guerra electrónica creados en Rusia, incluyendo parte de un avanzado conjunto Krasukha-4, que los ucranianos rápidamente trataron de rediseñar y volver a poner en contra de los rusos.
Ese equipo fue llevado por tierra a comienzos de abril a la Base Aérea Ramstein, en Alemania, donde expertos de inteligencia de Estados Unidos y sus aliados comenzaron a analizarlo. El Krasukha-4 está diseñado para interferir en satélites de órbita baja, drones y misiles, pero también se cree que puede trackear el movimiento aéreo de las naves de la OTAN”.
En 2009, bajo la presidencia de Barack Obama, el Pentágono creó el CYBERCOM
Un comando específico subordinado a la Agencia Nacional de Seguridad – NSA, para analizar, diseñar y contrarrestar cualquier equipamiento de inteligencia militar de guerra electrónica de potencias tales como China, Israel, Rusia, Gran Bretaña, Alemania, Francia e Irán.
A su vez, el Centro de Excelencia de Cooperación en Ciberdefensa de la OTAN – CCDCOE está alojado desde 2008 en Tallin, la capital de Estonia, uno de los países bálticos ganados en la avanzada al Este…
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Mientras todo esto ocurre, unos 7 millones de civiles ucranianos han dejado sus hogares para refugiarse en otros sitios del país o en el extranjero;
la marina rusa ha desactivado 12.000 minas colocadas por uniformados ucranianos que rodeaban el puerto de Mariupol en las proximidades de la acería de Azovstal, lo que podría permitir que comiencen a zarpar algunos buques en el Mar Negro;
el gas sigue fluyendo y cada vez son más los países que aceptaron pagar en rublos;
la Duma (Congreso) dio luz verde a la toma de empresas extranjeras de países ‘no-amigos’ que hayan abandonado las filiales en Rusia, lo que equivale a una nacionalización de hecho ‘en defensa de los puestos de trabajo y la economía nacional’.
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Estos son algunos de los múltiples elementos necesarios para pensar los pasados 90 días, que, como dijimos en el comienzo, no pretenden agotar toda la información disponible.
A priori, nuestro Colectivo se permite sacar una conclusión, y proponerla para el debate con el universo de lectores de la revista:
esta guerra no va a frenarse si depende de la decisión de los uniformados y las charreteras; tampoco si depende de las corporaciones de energía y los que apuestan a la suba del precio de los commodities y los alimentos, y menos aún si depende de los dueños de las fábricas de armas y muertes.
Se va a frenar con la diplomacia y la política.
Eso que, para algunos, tiene firmada el acta de defunción.
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El material que publica la revista web www.purochamuyo.com / Cuadernos de Crisis pertenece al Colectivo Editorial Crisis Asociación Civil. Los contenidos solo pueden reproducirse, sin edición ni modificación, y citando la fecha de publicación y la fuente.
REGISTRO ISSN 2953-3945
He leído mucho en lo que llevo vivido. Lo que he recogido de la nuestra historia universal, es que los Imperios tardan años, siglos, en desaparecer como tales. También se, que EEUU, como continuación del Imperio Inglés (no de los Escoseses ni Galeses, etc, etc) está en condiciones de enfrentarse a una «guerra convencional con el planeta» (acordemos que una Nuclear sería el principio del fin de nuestra especie), con sus 700 Bases Militares desplegadas. Pero la historia también demuestra, que ningún Imperio fue vencido desde afuera, sino que ¨se descomponen de adentro», y principalmente por «su evolución económica/financiera/social». El llamado Neoliberalismo, es «la etapa superior del Capitalismo Anglosajón», su etapa de Financiarización. Existe un Capitalismo de Estado, soberano y más equitativo, que no es el Capitalismo Financiero Anglosajón. Esto es China, Rusia, Irán, India, etc. Esto es lo que tenemos como Especie hasta ahora, en nuestra «evolución» ??
Gracias por tu lectura y por tu comentario. Efectivamente, los dos casos que involucran este artículo son Rusia y China, que aún hoy siguen mostrándolos en Occidente como un ‘peligro rojo’, para usar una terminología perimida, pero entendible. Y es llamativo que agiten ese fantasma cuando son economías capitalistas, profundamente entrelazadas con los centros financieros mundiales. Pareciera ser que lo que incomoda es que tengan dosis de soberanía
Aunque…tuvieron que salir perdedores de Afganistán! Con tanto armamento , dinero, aliados y no pudieron con los pastores afganos. También perdieron con los vietnamitas. Europa y Ucrania son utilizados. Reaccionarán.
Gracias por tu aporte
[…] «No es hora de preguntarnos por qué la guerra lleva 90 días?» – Puede leerse completo en el link […]